—Bang bang bang…
Ichiro Wright lo escuchó. ¡Los vasos sanguíneos en su mente explotaron como petardos bajo el efecto de ese poder violento!
Primero, sus pupilas se contrajeron y la sangre comenzó a filtrarse. Luego, fueron sus oídos, luego sus fosas nasales, ¡y finalmente, sangre!
—¡Joder! —exclamó uno.
—¿Es acaso un dios? —preguntó otro.
—Esto… —dudó alguien.
—¿No es esto demasiado exagerado? —se quejó otro.
Nadie se atrevía a creer que esto fuera real. Ichiro Wright, que había desafiado a más de cien expertos en artes marciales seguidos, tenía una fuerza incuestionable.
Sin embargo, ¡un dedo casual de Oliver Walker hizo que la sangre fluyera de sus siete orificios!
Nadie pensaría que era el poder de un dedo, ¡sino la mirada! Era fría al extremo, llevando una densa intención de matar, como si viniera del inframundo.
—¿Viste eso? —dijo alguien.
—¡El señor Walker ganó! —gritó otro.
—¡Ganamos! —exclamaron en coro.
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