Clei se encontraba en un dilema. Nat, la traviesa criatura que parecía tener una debilidad por su habitación, había vuelto a colarse sin permiso. Clei estaba a punto de reprenderla cuando la puerta se abrió con violencia, y Deymon irrumpió en la habitación. Su rostro estaba enrojecido de ira, y sus ojos brillaban con una intensidad que hizo que Clei se estremeciera.
Antes de que Clei pudiera preguntar qué sucedía, Deymon lo agarró con fuerza de la muñeca derecha, haciéndole soltar un pequeño quejido. "Ven conmigo", gruñó Deymon, arrastrándolo fuera de la habitación. Clei seguía aturdido, su mente girando mientras recordaba el sueño recurrente en el que era arrojado por la ventana.
Los otros tres príncipes los esperaban afuera., Abraxus y Asmodeus también lo miraban con resentimiento. Sin decir una palabra, lo ayudaron a levantarse y lo siguieron mientras se alejaban del castillo. El pueblo no se dio cuenta de su partida, pero Clei sabía que estaban dirigiéndose hacia el lugar donde un pecado sin medidas había sido cometido. El aire estaba cargado de tensión, y Clei se preguntó si su inocencia podría sobrevivir en un mundo tan oscuro y complicado.