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Capítulo 2: La Bella y la Bestia

—El tirón en mi cuerpo hacía que mi mente girara.

—¿Qué estaba pasando?

—En cuanto forcé a abrir mis ojos, mi corazón casi saltó de mi pecho del horror —Derek se cernía sobre mí medio desnudo con una sonrisa lujuriosa. ¿Qué me estaba haciendo?

—Entonces me di cuenta de dónde estaba… en mi cama, y apenas tenía ropa.

—¡Ahhhhh! —grité en absoluto horror, pero rápidamente me agarró y me cubrió la boca con su mano para que no pudiera volver a hacer sonido.

—¡Um...! —rogué con mis ojos, pero fue en vano.

—Me atrajo hacia él y susurró —No me mires como si fueras estúpida, Rosalía. O sea, sé que eres un poco lenta, pero tú y yo sabemos que me deseas…

—Sacudí la cabeza frenéticamente, pero eso no fue suficiente para cambiar su opinión.

—Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras me miraba con avidez.

—Derek me sujetó con sus rodillas y sus manos empezaron a tocar cada centímetro de mi cuerpo. Traté de gritar y luché con todas mis fuerzas, pero fue inútil. Las lágrimas caían de mis ojos mientras me debatía.

—Vaya, Rosalía. Te desarrollaste bastante bien, ¿no es así?

—Sólo sentía repulsión.

—Mientras su boca descendía intentando capturar mi pecho casi al descubierto, escuché los tacones de Isis acercándose por el pasillo.

—¿Derek? —llamó ella, y por una vez, nunca había estado tan feliz de escuchar su voz en mi vida.

—Derek se apartó apenas el tiempo suficiente para que usara todo mi peso para rodar y salir de debajo de él. Agarré la única prenda de ropa que pude ver en la cama y corrí hacia el baño mientras la risa de Derek se oía detrás de mí.

—Al encerrar la puerta, intenté controlar mis lágrimas y mi respiración. Tenía que dejar de hiperventilar, o me iba a enfermar.

—Escuché cómo se abría la puerta de mi habitación, e Isis entró.

—¿Qué te tardas tanto? —Isis chilló.

—Solo me divertía un poco —respondió Derek.

—¡¿Dónde está tu maldita ropa! Derek?! —La voz de Isis sonaba enojada antes de que comenzara a golpear la puerta del baño.

—¡Cómo te atreves a seducir a mi hijo, puta! No eres más que una jodida zorra. No puedo creer que alguna vez toleré tu existencia!

—¿Cómo podía pensar que estaba intentando seducirlo?

—Dentro del baño, no podía detener las lágrimas que recorrían mis mejillas mientras me arrastraba de manos y rodillas hacia la ducha. El agua caliente cayendo sobre mi cuerpo fue un alivio, y me aseguré de que estuviera lo suficientemente caliente como para enrojecer mi piel. Estaba desesperada por eliminar la sensación de las manos de Derek tocando mi piel. No quiero que quede rastro de las manos de Derek en mi cuerpo.

—Intenté ser silenciosa mientras me limpiaba y lo más rápida que pude.

—Por favor, que se vaya —pensé—. Necesito que se vaya.

—Hasta hoy, Derek no había podido hacer nada sexualmente agresivo contra mí, gracias a la diosa de la luna. Su madre había estado vigilándolo de cerca. Después de todo, yo era demasiado valiosa para ella. Era un billete de lotería esperando ser vendido.

—Y ahora, habían encontrado al comprador perfecto: el asesino Alfa de Drogomor.

—Las lágrimas corrieron hasta que no quedaron más.

—Fuera, continuaba su discusión.

—¿Estás bromeando? —Isis elevó su voz para que yo pudiera escucharla con el agua de mi ducha corriendo—. Deja de jugar con esta p*ta, Derek. Nuestro distinguido invitado está casi aquí, y no podemos hacerlo esperar. En serio Derek, no sé por qué tienes tanto interés en esta cosa.

—Madre, ¿por qué no buscas algo con lo que entretenerte y dejas de preocuparte por lo que yo hago? Haré lo que quiera con ella —replicó con fiereza Derek.

—Entonces siéntete libre de explicarle a Beta Talon por qué llegas tarde.

Isis obviamente sabía exactamente cómo manejar a su hijo. Esta vez Derek no dijo nada. Al menos, no algo que pudiera escuchar a través de la puerta del baño.

Sabía que a Derek no le importaba lo que su madre, o incluso mi padre, tuvieran que decir. ¡No tenía respeto por nadie! Era solo impactante para mí que incluso un monstruo como él no se atreviera a desobedecer al Alfa de Drogomor.

—Apúrate —escupió Isis antes de escuchar que la puerta del dormitorio se cerraba de nuevo.

Apagando el agua caliente, escuché a Derek tocando del otro lado de la puerta.

—Tuviste suerte, Rosalía. Pero esa suerte se te acabará eventualmente.

Rápidamente me aseguré de colocarme la ropa sobre la cabeza, subí la cremallera de la espalda y arreglé mi cabello tanto como pude.

Tomando una respiración profunda, intenté calmar mis manos temblorosas. Con suerte, Isis no se había alejado mucho.

Por favor, no dejes que me toque otra vez. ¡Por favor, diosa, ayúdame!

Cuando abrí, los ojos codiciosos de Derek recorrían mi cuerpo. Ahora que sabía lo que quería de mí, no podía imaginarme pasar un solo minuto más a solas con él.

Antes de que pudiese pasar a su lado, Derek me tomó de la mandíbula y me atrajo a centímetros de sus labios. Gemí ante la idea de lo que estaba pensando.

—Cuando el Alfa de Drogomor termine contigo, serás mía. Te haré suplicar que te permita tener tu liberación, pequeña... hermana —dijo.

Estaba tan asqueada que no pude decir una palabra.

—Mírate, Rosalía —dijo mientras su mano me empujaba dentro del baño por el cuello y me forzaba a mirar mi reflejo en el espejo.

Solo entonces fui capaz de reconocer el hermoso vestido blanco que llevaba.

El diseño sin tirantes revelaba mi hombro de seda, sobre el cual yacía mi cabello castaño rojizo. El corpiño elegantemente bordado favorecía mi pequeño marco. Los diamantes embellecidos brillaban bajo la tenue luz de la habitación, y la falda de gasa flotaba graciosamente cubriendo mis delgadas piernas.

Amaba todo sobre este vestido.

¿Cómo no? Era un regalo de mi querida madre—lo único que me quedaba de ella.

Madre preparó este precioso vestido para mi ceremonia de mayoría de edad, para cuando conociera a mi compañero. Cuando mi padre intentó venderlo hace unos años, le rogué y supliqué que me dejara quedármelo. Sabía que lo enfurecería pero tenía que hacerlo. Fui capaz de conservarlo, pero no sin la paliza más violenta de mi vida.

—Madre, te extraño más que a nada...

Como hija de un Alfa, se suponía que debía ser respetada, amada y atesorada. Me hubieran consentido y tratado como a una princesa, y un día, cuando fuera mayor de edad, conocería a mi compañero con este vestido, y él me vería como la chica más hermosa de su mundo.

Quizás mi compañero sería otro Alfa que me declararía su Luna. Eso sería algo de lo que cualquier padre y madre se enorgullecerían: su pequeña princesa convirtiéndose en la reina que siempre debió ser.

Pero aquí estaba yo—lo más bajo de lo bajo, ni siquiera valía la pena preocuparse.

En el reflejo, pude ver las marcas rojas alrededor de mi cuello. Mi piel estaba magullada y marcada por años de abuso. Mis ojos azules cristalinos estaban ligeramente rojos por tanto llorar. Parecía yo... y sin embargo, no.

Solo veía a una chica lamentable en el espejo.

—¿Por qué tenía que pasarme esto a mí? ¿Qué hice para merecer ser tratada así?

Finalmente, pude ponerme este vestido precioso. Pero no era para conocer a mi compañero.

Era para recibir a mi nuevo amo - un extraño despiadado, y un hombre peligroso.