Kal llamó pidiendo ayuda, pero ya era demasiado tarde. Aproveché mi oportunidad, me transformé y me lancé desde mis patas traseras. Volé por encima del escritorio, golpeándolo con toda mi fuerza y peso, empujándolo hacia atrás contra la pared de la tienda.
—¡Arrgh! —gritó Kal—. ¡Guardias!
No podía hablar con él ya que estaba en mi forma de lobo, así que tendría que demostrarle que iba en serio de otra manera. Con mis patas sobre su pecho, me incliné para morder su cuello.
Kal levantó su brazo derecho para bloquearme. Aunque estaba en su forma humana, era un hombre fuerte. Al fin y al cabo, era un rey. Provenía de linajes poderosos.
Esto no sería tan fácil como había esperado.
En lugar de morder su cuello, hundí mis dientes en su brazo, royendo la carne. Kal gritó cuando la sangre brotó, derramándose sobre su rostro y salpicando el suelo. Mordí con fuerza contra el hueso de su antebrazo, tirando hasta sentir un chasquido.
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