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Vendida al destino

Amelia no siempre fue Amelia. En una vida pasada, fue un joven que se dejó llevar por la apatía y la indiferencia, grabando en silencio una atrocidad sin intervenir. Por ello, una organización secreta decidió aplicar un castigo tan severo como simbólico: transformar a los culpables en lo que más despreciaban. Convertido en mujer a través de un oscuro ritual, Amelia se ve atrapada en un cuerpo que nunca pidió y en una mente asediada por nuevos impulsos y emociones inducidos por un antiguo y perverso poder. Vendida a Jason, un CEO tan poderoso como enigmático, Amelia se enfrenta a una contradicción emocional desgarradora. Las nuevas sensaciones y deseos implantados por el ritual la empujan a enamorarse de su dueño, pero su memoria guarda los ecos de quien fue, y la constante lucha interna amenaza con consumirla. En medio de su tormento personal, descubre que Jason, al igual que la líder de la organización, Inmaculada, son discípulos de un maestro anciano y despiadado, un hechicero capaz de alterar el destino de quienes caen bajo su control. Mientras intenta reconstruir su vida y demostrar que no es solo una cara bonita, Amelia se ve envuelta en un complejo juego de poder entre los intereses de Inmaculada y Jason, los conflictos familiares y las demandas del maestro. Las conspiraciones se intensifican cuando el mentor descubre en ella un potencial mágico inexplorado, exigiendo su entrega a cualquier precio. Para ganar tiempo, Jason e Inmaculada recurren a métodos drásticos, convirtiendo a los agresores de Amelia en mujeres bajo el mismo ritual oscuro, con la esperanza de desviar la atención del maestro. En un mundo donde la magia, la manipulación y la lucha por el poder son moneda corriente, Amelia deberá encontrar su verdadera fuerza para sobrevivir y decidir quién quiere ser en un entorno que constantemente la redefine.

Shandor_Moon · Urban
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066. Luces y sombras en la gala (Parte 2)

Amelia sintió cómo su corazón latía con fuerza descontrolada al ver que Sandro no se detenía en su avance hacia ella, a pesar de haberse refugiado en el círculo de jóvenes alrededor de Mei y Li Wei. La seguridad que había comenzado a recuperar al estar entre sus amigas se desvaneció de inmediato, reemplazada por una ola creciente de pánico. Los recuerdos oscuros de los intentos de Sandro por manipularla, invadiendo su espacio personal con insinuaciones y propuestas repugnantes, se agolparon en su mente, dejándola asqueada y aterrada. Verlo acercarse con esa sonrisa torcida y los ojos llenos de lujuria apenas disimulada era como si todas esas pesadillas se materializaran en ese instante.

Los pensamientos de Amelia se volvieron caóticos, luchando entre el deseo de salir corriendo y la vergüenza de mostrar su miedo en un entorno tan público. No quería darle la satisfacción de verla aterrorizada, pero su cuerpo la traicionaba. Sus manos temblaban ligeramente, y sentía cómo un sudor frío comenzaba a cubrir su piel. Intentó respirar profundamente para calmarse, pero cada paso que Sandro daba hacia ella hacía que sus pulmones se cerraran un poco más, como si el aire se volviera denso y opresivo.

Sandro, por su parte, disfrutaba del miedo que veía reflejado en los ojos de Amelia, aunque disimulado tras una máscara de aparente compostura. Sus pensamientos eran una mezcla de lujuria y poder, imaginando lo que podría hacer si lograba quebrar la fachada de esta joven mujer que, hasta ahora, había sido tan inaccesible para él. Su mirada recorrió lentamente los cuerpos de Amelia, Mei y Li Wei, deleitándose en la idea de someter a cualquiera de ellas a sus deseos. Para él, no eran más que trofeos que ansiaba poseer, y la perspectiva de hacerlo en un entorno tan público solo incrementaba su excitación. Había convencido a muchos de que su posición y poder le daban derecho a todo, y ahora, al ver a estas mujeres que tanto le atraían reunidas, sentía que merecía ser quien controlara la situación.

Sin embargo, antes de que Sandro pudiera decir una palabra, Mei dio un paso adelante, colocándose ligeramente frente a Amelia, como un escudo de protección. Su mirada, normalmente cálida y amistosa, se endureció, transformándose en una expresión fría y calculadora. Mei no era ajena a las tácticas de hombres como Sandro; había lidiado con ellos durante toda su vida y sabía reconocer la amenaza que representaban. Al ver la tensión y el miedo en Amelia, sintió una oleada de rabia protectora.

Sandro, al notar la intervención de Mei, frunció levemente el ceño, pero rápidamente recuperó su sonrisa habitual, esa que utilizaba para enmascarar sus verdaderas intenciones. Creía que, al menos, podría usar su relación empresarial como pretexto para forzar una conversación.

—Señorita Xiting, Señorita Antúnez —comenzó Sandro con una voz melosa—, qué agradable sorpresa encontrarme con dos de las mujeres más encantadoras de este evento. Pensé que podríamos aprovechar para discutir algunos asuntos relacionados con nuestras empresas, especialmente ahora que "Energreen Solutions" ha firmado esos contratos tan jugosos y la Señorita Antúnez se ha revelado como la propietaria de "Luminis Luxuria Group"...

Mientras hablaba, su mirada se deslizaba de manera inapropiada por el cuerpo de Amelia, quien sintió como si su piel se erizara bajo la intensidad de esos ojos llenos de lujuria. Sandro se regodeaba en su poder, disfrutando de la incomodidad que provocaba, deleitándose con la idea de que podría forzar su cercanía.

Pero Mei, con una frialdad que contrastaba con la calidez que usualmente irradiaba, lo interrumpió antes de que pudiera continuar con sus insinuaciones.

—Señor Sandro, me temo que este no es ni el momento ni el lugar para discutir asuntos empresariales —dijo Mei, su tono era cortante, como el filo de una navaja—. Y, sinceramente, dudo que nuestras empresas tengan algo más que tratar con alguien que, a pesar de su situación actual, insiste en mostrar su rostro en público. Debería ser consciente de que su presencia no es bienvenida aquí.

Las palabras de Mei cayeron como un balde de agua fría sobre Sandro. La frialdad en su voz, la forma en que lo había despojado de cualquier pretensión de poder o influencia, lo dejaron atónito. Por un instante, la sonrisa de Sandro vaciló, su mirada se oscureció, y un destello de ira cruzó su rostro. Pero antes de que pudiera replicar, Mei continuó, sin darle oportunidad de reaccionar.

—Estoy segura de que Amelia comparte mi opinión —añadió Mei, mirando brevemente a su amiga con un destello de apoyo en los ojos—. Así que, si me permite, creo que debería reconsiderar su presencia aquí. 

El grupo de jóvenes que rodeaba a Mei y Amelia observaba la escena con una mezcla de desprecio y desaprobación hacia Sandro. Los pensamientos de asco eran casi palpables en el ambiente. ¿Cómo podía un hombre tan abyecto, acusado de comportamientos tan viles, atreverse a presentarse en un evento como este, e incluso intentar interactuar con mujeres tan distinguidas? Uno de los jóvenes, un hombre alto y elegante, se acercó a Mei y Amelia, poniéndose deliberadamente entre ellas y Sandro, enviando un mensaje claro: Sandro no era bienvenido.

Sandro sintió cómo se le helaba la sangre. Había subestimado a Mei, creyendo que podría intimidarla o al menos utilizar su relación empresarial para mantener un mínimo de respeto, pero ahora se daba cuenta de que estaba completamente aislado. Las miradas de desprecio a su alrededor lo quemaban, cada segundo que pasaba era una humillación pública.

—Señor Sandro, quizás debería retirarse —dijo el joven que se había interpuesto entre él y las mujeres, su tono era educado pero firme, dejando claro que no era una sugerencia, sino una orden social. 

Sandro, con la furia quemándole por dentro y el deseo frustrado que lo devoraba, se dio cuenta de que no tenía otra opción. Su mirada se clavó en Amelia con una intensidad cargada de odio y resentimiento, como si quisiera grabar cada uno de sus rasgos en su memoria, jurándose que este no sería el final. Mei y Li Wei apenas registraban en su mente; para él, todo se reducía a Amelia, la mujer que había desencadenado su caída. Sabía que, en ese momento, estaba derrotado, pero la rabia hervía en su pecho, alimentando su sed de venganza.

Desde el viernes de la semana pasada, su vida se había convertido en un infierno. Todo lo que había construido estaba desmoronándose, y cada día parecía traer un nuevo golpe. El único resquicio de esperanza había sido ese maldito contrato con "Energreen Solutions", un acuerdo que firmó por desesperación y que apenas mantenía su empresa a flote. El viernes, cuando Amelia lo había rechazado, se había sentido humillado, y desde entonces, todo había ido en picada. Las pruebas de sus abusos comenzaron a salir a la luz el sábado, arrastrando su reputación por el barro. El lunes, las empresas con las que había trabajado durante años empezaron a cortar lazos, dejándolo cada vez más aislado y desesperado.

Todo había comenzado con esa zorra, Amelia. Ella había sido el catalizador de su ruina, la razón por la cual su mundo se estaba desmoronando. Necesitaba hacerla suya, poseerla, dominarla, como si al doblegarla pudiera revertir la espiral descendente en la que se encontraba. Pero ahora, rodeada de gente, no era el momento. Sandro sabía que tenía que esperar, pero la idea de verla sonriente, rodeada de admiradores, mientras él se hundía más en el desprecio público, era más de lo que podía soportar.

—Por supuesto —dijo, esforzándose por mantener una compostura que hacía tiempo había perdido—. Disculpen la interrupción.

Con un gesto rígido, Sandro se retiró, sintiendo cada mirada de desprecio clavarse en su espalda mientras se alejaba. La noche, que había comenzado como una oportunidad para recuperar algo de su prestigio, ahora se convertía en otro recordatorio de su caída en desgracia. La humillación le quemaba por dentro, y la rabia se agolpaba en su pecho, oscureciendo sus pensamientos con un odio visceral.

Mientras se alejaba, su mente seguía trabajando, alimentando su resentimiento. No solo estaba furioso con Amelia, sino también con Mei. Esa mujer, con su sonrisa falsa y su actitud protectora, había frustrado su intento de acercarse a Amelia, su objetivo principal. ¿Quién se creía que era? Mei no era más que una pieza menor en su mente, una

 molestia que había impedido que él lograra lo que quería. Se atrevió a interponerse entre él y su presa, mostrando un descarado desprecio que solo intensificaba su deseo de venganza.

Cada paso que daba hacia la salida no hacía más que alimentar su odio. La noche no había terminado para él; el juego aún no había acabado. Amelia pagaría por lo que le había hecho, y cuando llegara ese momento, se aseguraría de que tanto ella como Mei sufrieran. Se aseguraría de que ambas comprendieran el error que cometieron al desafiarlo.

Sandro sabía que tendría que esperar el momento oportuno, pero la imagen de Amelia y Mei, triunfantes mientras él se hundía, lo carcomía por dentro. El deseo de venganza era lo único que le daba fuerzas mientras se alejaba, prometiéndose que, cuando llegara el momento, se aseguraría de que ambas pagaran con creces.

Amelia, al verlo alejarse, dejó escapar un suspiro de alivio que había estado conteniendo con desesperación. Su cuerpo, que hasta entonces había estado tenso como una cuerda a punto de romperse, comenzó a relajarse lentamente. Sin embargo, el miedo y la tensión seguían presentes, latentes bajo la superficie, y sentía cómo las lágrimas amenazaban con brotar en cualquier momento. Sabía que había superado un momento extremadamente peligroso, y estaba profundamente consciente de que había sido gracias a la intervención decisiva de Mei. La valentía y la firmeza de su amiga la habían protegido de una situación que, de otro modo, podría haber sido catastrófica.

Mei se giró hacia Amelia, colocando una mano reconfortante en su brazo. Su toque era suave, pero cargado de la seguridad que Amelia tanto necesitaba en ese momento.

—Ya pasó, cuñada —le dijo Mei, su voz era cálida y tranquilizadora, un contraste con el asco que aún hervía en su interior—. No tienes que preocuparte por él. No permitiré que se te acerque otra vez.

El asco que Mei sentía hacia Sandro era palpable. Ver cómo ese ser despreciable se atrevía a acercarse a Amelia la llenaba de repulsión. ¿Cómo podía alguien tan abyecto siquiera pensar que tendría una oportunidad de acercarse a ellas, especialmente a Amelia? Para Mei, Sandro no era más que una plaga, una molestia que debía ser erradicada antes de que pudiera causar más daño.

Amelia asintió, aún sintiendo el peso de lo que acababa de suceder, pero también una profunda gratitud por tener a Mei a su lado. Sabía que con ella y sus amigos cerca, dispondría de un escudo ante esa calaña. Mientras tanto, Li Wei, que había observado la escena con confusión, no podía evitar preguntarse quién era realmente ese hombre y por qué su mera presencia había desencadenado tal reacción en sus amigas.

—¿Quién era ese hombre? —preguntó Li Wei, su voz cargada de curiosidad y preocupación—. ¿Por qué parecía tan… repugnante?

Mei, aún con una expresión de disgusto, miró a Li Wei antes de responder, su voz reflejaba el desprecio que sentía.

—Ese hombre es Sandro, alguien que no merece nuestro tiempo ni nuestra atención. Es mejor que lo olvides, Li Wei. No es más que una sombra que intenta aferrarse a lo poco que le queda. Lo importante es que no nos afecte más de lo necesario.

Los jóvenes que habían presenciado la escena no pudieron contener su curiosidad. Se acercaron a Amelia y Mei, con rostros intrigados y expresiones que oscilaban entre el apoyo y la incomprensión.

—¿Cómo es posible que dos mujeres tan destacadas como vosotras se hayan relacionado con alguien como él? —preguntó uno de los jóvenes, su tono mostraba tanto interés como incredulidad—. Hace años que se oyen rumores sobre ese tipo, sobre cómo trata a las mujeres. Es un ser despreciable.

Amelia, aún algo conmocionada pero decidida a no dejar que Sandro dominara la noche, tomó aire antes de responder. —Es cierto que su reputación es horrible, y créanme, lo descubrí de la peor manera. En su momento, él era el mejor distribuidor de los materiales que necesitábamos en "Energreen Solutions". Tuve la estúpida idea de ir sola a negociar con él, pensando que era lo mejor para la empresa. Pero tan pronto como entré en su oficina, me di cuenta de mi error. Me sentí extremadamente sucia al salir de allí, como si me hubiera expuesto a algo que no podría quitarme de encima.

Uno de los jóvenes que escuchaba frunció el ceño, su voz era una mezcla de preocupación y reproche. —Pero, ¿por qué ir sola? Con todos los rumores que corren sobre él, debiste haber tenido a alguien contigo. Es arriesgado enfrentarse sola a alguien así.

Mei intervino, su tono firme y condescendiente, queriendo desviar cualquier crítica que pudiera recaer sobre Amelia. —Tienes razón, pero en ese momento no sabía hasta qué punto llegaban esos rumores. No lo conocía. El martes pasado, tomamos represalias de la mejor manera posible. Logramos cerrar el contrato de suministros necesario, pero desde una posición extremadamente favorable para "Energreen Solutions". No fue fácil, pero Sandro terminó firmando en unas condiciones que apenas le dejan margen de beneficio. Fue un golpe certero, y estamos satisfechas con el resultado.

La respuesta de Mei dejó claro que, aunque la situación había sido difícil, habían salido victoriosas. Algunos de los jóvenes asintieron, mostrando su apoyo a Amelia, mientras otros no pudieron evitar expresar cierta preocupación.

—Es admirable que hayáis conseguido ese resultado —dijo uno de ellos, con un tono más suave—, pero tened cuidado. Personas como él no se quedan quietas después de una derrota.

—Gracias por el consejo —respondió Amelia, con una sonrisa agradecida—. Pero tened la certeza de que no estamos solas en esto. Aprendí la lección, y con Mei y el equipo a mi lado, estoy preparada para lo que venga.

Los jóvenes se dividieron entre los que mostraban abiertamente su apoyo a Amelia y los que, aunque con buenas intenciones, no podían evitar reprocharle haberse metido en la boca del lobo. Sin embargo, a pesar de las opiniones encontradas, la conversación se mantuvo animada y el grupo se unió en torno a Amelia y Mei, decididos a dejar atrás la perturbadora presencia de Sandro y a centrarse en el resto de la velada.

Uno de los jóvenes, recordando de repente algo mencionado por Sandro, desvió la conversación de manera definitiva del desagradable encuentro con él, su curiosidad evidente en la forma en que se inclinó hacia adelante.

—Antes he escuchado que eres la propietaria de "Luminis Luxuria Group", ese grupo recién creado que ha estado en boca de todos los medios financieros por sus marcas de lujo. ¿Es cierto? —preguntó, sus ojos brillaban con interés. Era evidente que tenía cierto conocimiento del mundo de los negocios, y la posibilidad de conocer a la mente detrás de una operación tan imponente lo tenía fascinado.

Amelia asintió con una sonrisa que, para ella, era casi casual, como si estuviera hablando de un asunto cotidiano y no de la creación de un emporio de lujo.

—Sí, así es. Por motivos personales, decidí mover todas mis inversiones y adquirir una serie de empresas para fundar "Luminis Luxuria Group" —dijo, con una ligereza que contrastaba con la magnitud de lo que estaba diciendo. Sus palabras sonaban como si estuviera hablando de algo tan simple como comprar un caramelo.

Los jóvenes que la rodeaban quedaron momentáneamente sin palabras, asimilando lo que acababan de escuchar. La sorpresa y el respeto se reflejaban en sus rostros mientras intentaban comprender la facilidad con la que Amelia hablaba de un logro que, para cualquiera de ellos, hubiera sido una tarea monumental.

—Es impresionante, Amelia —dijo finalmente uno de ellos, tratando de no parecer demasiado asombrado, aunque el tono de su voz lo traicionaba—. Crear un grupo de esa magnitud… No es algo que se haga todos los días. Y lo dices como si fuera lo más natural del mundo.

Amelia sonrió con un toque de travesura, disfrutando del efecto que sus palabras habían tenido.

—Bueno, cuando tienes razones personales tan fuertes, como la desaprobación de un futuro suegro, te encuentras con una motivación extra. Así que pensé, ¿por qué no crear una empresa de lujo justo al lado de su casa para demostrarle de qué soy capaz? —bromeó, encogiéndose de hombros como si todo fuera una simple ocurrencia.

Las risas y expresiones de asombro de los jóvenes confirmaron que Amelia había logrado desviar completamente la conversación hacia un terreno más agradable, mientras su manera de quitarle importancia a la creación de "Luminis Luxuria Group" solo aumentaba la admiración que sentían por ella.

Desde una distancia prudente, los ojos de Laura seguían cada movimiento de Amelia con una mezcla de odio y resentimiento profundos. Cada sonrisa que Amelia compartía con los jóvenes, cada gesto de confianza que exhibía, alimentaba el fuego de la envidia que ardía en el corazón de Laura. La rabia la consumía por dentro, un veneno lento que había estado acumulándose desde el momento en que

 Amelia había entrado en la vida de Jason, arrebatándole el lugar que siempre había creído suyo por derecho.

Laura apretó los puños con fuerza, sus uñas clavándose en las palmas mientras su mente comenzaba a trazar un plan. Sandro, ese despreciable ser, aún podía ser útil, incluso en su estado de desgracia. Si pudiera manipular la situación para colocar a Amelia en una posición comprometida con él, exponerla al escarnio público… Quizás, solo quizás, podría finalmente arrancarla del corazón de Jason.

Una sonrisa fría se dibujó en sus labios mientras observaba a Amelia desde las sombras. La idea de verla caer, de destruir su impecable fachada y arruinar su relación con Jason, se convirtió en una obsesión oscura que Laura estaba dispuesta a perseguir a cualquier costo. El plan comenzaba a tomar forma en su mente, un entramado de engaños y traiciones que, si se ejecutaba correctamente, podría cambiar el curso de todo. Amelia no sabía lo que se avecinaba, pero Laura se aseguraría de que su caída fuera tan espectacular como su ascenso.

Laura se giró, alejándose lentamente mientras sus pensamientos se oscurecían aún más, decidida a llevar a cabo su venganza. Sabía que tendría que actuar con cautela, pero estaba dispuesta a esperar el momento perfecto para golpear. Amelia, pensó, no tendría idea de lo que le estaba por venir.