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Capítulo 4: encuentro fortuito y llegada al gran premio

Buen día a todos muchísimas gracias a todos los que leen esta historia como la mayoría de las historias escritas en español traducidas al inglés ,tengo algunas problemas de traducción y redacción esta estructura de historia es nueva la gramática tal vez cambio un poco y lamento si empeoro es que me doy cuenta de lo difícil que es enfocarse a escribir si no es tu tarea o trabajo principal y la historia tiene mas apoyo en ingles asi que denme tiempo ire mejorando poco a poco.

Muchísimas gracias a los viejos lectores de la historia, así como a los nuevos.

Gracias a thiago_ferreira_6770 por la piedra que es muy bien recibida y me emociona por cada piedra o vista que llega es emocionante ver subir las estadísticas y motivan la escritura.

Capítulo 4: encuentro fortuito y llegada al gran premio.

John encendió el motor de su Koenigsegg en las afueras de Dubái, sintiendo el rugido de la bestia bajo sus manos. Había pasado semanas inmerso en la opulencia de la ciudad, disfrutando de los placeres que solo un lugar como Dubái podía ofrecer. Desiertos dorados, rascacielos de vidrio, fiestas de alta sociedad llenas de lujo y derroche. El viaje a Dubái había sido una manera de desatarse, de dejar atrás cualquier remanente del pasado y lanzarse al futuro, acompañado por la adrenalina de la velocidad y el desenfreno.

Era enero, el viento cálido del desierto acariciaba su rostro mientras aceleraba su coche por las amplias autopistas que se extendían hacia el horizonte. El Koenigsegg rugía bajo sus pies, llevándolo a velocidades que lo hacían sentir invencible. Con cada kilómetro recorrido, Jonathan experimentaba una sensación de poder y libertad. Aquí no había limitaciones, ni expectativas, solo el vasto desierto a su alrededor y el rugido del motor.

Mientras paseaba por las calles vibrantes de Dubái, observó cómo la gente vivía con una ligereza que él nunca había tenido. Las personas parecían relajadas, los colores brillaban en cada esquina, desde los vestidos tradicionales hasta los autos de lujo que pasaban rugiendo a su lado. Jonathan siempre había estado demasiado inmerso en su trabajo, demasiado enfocado en sus objetivos para detenerse a mirar lo que el mundo realmente tenía que ofrecer. (¿Me perdí de todo esto antes?) pensó, viendo cómo la ciudad brillaba con vida y energía.

Sus pensamientos cambiaron cuando vio la cima del Burj Khalifa. Algo en él despertó una necesidad de desafiarse a sí mismo de una manera completamente nueva. —Nunca me atreví a hacer cosas así antes —murmuró para sí mismo mientras decidía escalar el edificio más alto del mundo y saltar desde la cima. Este no era el tipo de actividad que se hubiera permitido en su vida anterior. Antes, su mente siempre estaba ocupada con cálculos, diseños y estrategias. Pero ahora, quería vivir el presente.

La idea de volar desde lo más alto del mundo le causaba una mezcla de miedo y emoción. Desde la cima del Burj Khalifa, el panorama era impresionante: la vastedad del desierto por un lado y el azul resplandeciente del Golfo Pérsico por el otro. Jonathan se colocó el traje de ardilla en la mejor posición, sintiendo cómo el viento jugueteaba con él mientras se preparaba para saltar. En ese momento, mientras miraba el increíble paisaje, algo cambió en su interior liberando y fusionando todo en su ser.

Se lanzó al vacío, el viento rugía en sus oídos, pero para Jonathan, fue como si el tiempo se detuviera. Era una experiencia incomparable. El horizonte de Dubái se extendía frente a él, y por primera vez, no estaba pensando en el próximo paso. No había ninguna presión. Solo existía el aquí y el ahora, con el aire empujando su cuerpo hacia abajo y la adrenalina llenando su sistema.

—La vida parece mucho más divertida ahora —pensó mientras bajaba a alta velocidad, su corazón todavía latiendo con fuerza por la emoción de la caída libre abriendo el paracaídas y cayendo suavemente con una nueva vida creada sus dudas por fin claras .

Después de su primera semana en Dubái, Jonathan se dio cuenta de que no podía detenerse allí. Si bien había disfrutado de la ciudad, sentía la necesidad de salir y explorar más. Así que tomó su Koenigsegg y comenzó a conducir a través de los interminables desiertos que rodeaban la ciudad. Las carreteras eran interminables, y la soledad del desierto le brindaba un espacio para reflexionar más sobre mas ideas y como acomodar todo el conocimiento para usarlo mejor.

El auto que conducía no era cualquier Koenigsegg. Gracias a su experiencia como ingeniero, Jonathan había pasado días en un taller que compró en las afueras de Dubái un espacio completo para mejorar el auto su mente solo fluía con el conocimiento materiales aditamentos y mejoras posibles, modificando el vehículo para hacerlo aún más rápido y eficiente. Cambió partes del chasis por fibra de carbono, optimizó el motor, y ajustó la aerodinámica ahora era un semi convertible le quitaría unos kilómetros por hora al estar como convertible, pero es fantástico sentir el viento en el rostro a alta velocidad. Su objetivo era claro: llevar el coche a su máximo potencial.

Cada mañana, Jonathan salía al desierto a conducir. Las dunas doradas se extendían a su alrededor como olas interminables, y el sol abrasador pintaba todo de tonos cálidos. A medida que pisaba el acelerador, sentía cómo el coche rugía con vida bajo sus manos. La velocidad lo envolvía, y en ese momento, se dio cuenta de algo que nunca había permitido antes: no tenía un destino concreto. Estaba conduciendo solo por el placer de hacerlo.

—Esto si es velocidad—murmuró para sí mismo mientras el velocímetro marcaba 465 km/h ,—,el auto solo era un borrón pasando el desierto caliente— esto es lo que hace emocionar a un hombre la velocidad llegar a niveles que solo no podemos siempre queremos ir más rápido y sintiendo el aire despeinándonos, dándonos esa adrenalina corriendo esto es vida—.

Los meses pasaron, y Jonathan recorrió no solo Dubái, sino gran parte de Arabia Saudita. Visitó pequeñas ciudades y grandes metrópolis, pero, sobre todo, disfrutó de las carreteras solitarias donde podía llevar su auto a los límites. Cada vez que sentía la velocidad, sentía que dejaba atrás un poco más del Jonathan que había sido antes: siempre controlado, siempre enfocado, siempre con un plan. Ahora, no había plan, solo el presente.

Después de meses de correr por el desierto y explorar cada rincón de la región, Jonathan se dirigía al Gran Premio de Bahréin había decidido visitar cada gran premio posible hasta el gran premio de Canadá de ahí cruzar a estados unidos llevaba pensando en donde volver a establecerse y pensó que estaría bien en new york o tal vez la cuna del ingenio silicón Valley, pero el evento que marcaría el inicio de la temporada de Fórmula 1 seria una buena forma de empezar el viaje. Era algo que no quería perderse, ya que era un apasionado de la velocidad y la ingeniería automotriz. Sin embargo, mientras cruzaba el largo puente que conectaba Arabia Saudita con Bahréin, notó algo inusual: un Lamborghini Murciélago detenido al costado de la carretera, con el cofre levantado.

Jonathan redujo la velocidad y se detuvo justo delante del Lamborghini. Al bajar del Koenigsegg, vio a una mujer de pie junto al motor, con un vestido rosa claro que contrastaba con el paisaje árido a su alrededor. Era una figura elegante y sofisticada, y aunque estaba claramente frustrada, había una energía tranquila en ella.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó Jonathan, acercándose.

La mujer levantó la vista, y sus ojos se encontraron con los de Jonathan. Era Paris Hilton, la famosa socialité. Jonathan, sin embargo, no parecía impresionado por su fama.

—Sí, por favor. No sé qué pasó, simplemente dejó de funcionar —dijo ella, mirándolo con curiosidad.

Jonathan examinó el motor y se dio cuenta de que el auto se había sobrecalentado, probablemente por un desperfecto en el sistema de enfriamiento. No había mucho que pudiera hacer en medio de la carretera, y Paris se dio cuenta de esto al ver su expresión.

—Bueno, parece que tendré que esperar a una grúa —suspiró ella, algo resignada.

—O… podrías venir conmigo —sugirió Jonathan, señalando su coche—. Vamos al mismo lugar, ¿no?

Paris lo miró sorprendida por su propuesta, pero también intrigada. —Sí, vamos al mismo lugar. ¿Estás seguro?

Jonathan asintió. —No hay problema. Además, no es tan lejos.

Después de pensarlo un momento, Paris aceptó y subió al Koenigsegg. Jonathan arrancó el motor, y pronto estaban de camino al Gran Premio. Mientras el auto avanzaba a través del puente, el silencio entre ellos comenzó a llenarse de preguntas.

—No me malinterpretes, pero ¿cómo es que no sabes quién soy? —preguntó Paris, sonriendo ligeramente.

Jonathan sonrió para sí mismo. —No soy de seguir la vida de las celebridades. Me gusta vivir la mía.

—Vaya… eso es refrescante —dijo Paris, sonriendo—. No me malinterpretes, pero es agradable hablar con alguien que no me trata como un titular de tabloides.

Con el sol aún alto en el cielo, el Koenigsegg surcaba el desierto en dirección al Gran Premio de Bahrein. Paris miraba por la ventana, fascinada por el vasto paisaje que se extendía ante ellos. Los dorados tonos de las dunas parecían moverse como olas estáticas, reflejando la luz en suaves destellos.

Jonathan, conduciendo con una calma característica, se mantenía en silencio, pero Paris, incapaz de contener su curiosidad, rompió el hielo.

—Viajar por lugares como este debe ser algo increíble, ¿no? —comentó, con una ligera sonrisa en su rostro—. Hay algo en los grandes paisajes que limpia el alma, te ayuda a dejar atrás las distracciones, las expectativas de la gente... todo ese glamour que viene con ser famoso. ¿No lo crees?

Jonathan, sin apartar los ojos del camino, asintió. —Es verdad —dijo lentamente—. A veces, alejarse de todo eso, de la gente y de lo que esperan de ti, es lo mejor que puedes hacer para encontrar claridad. Aquí, en medio de la nada, todo se siente más simple, más puro.

Hubo un breve silencio mientras ambos procesaban el intercambio de palabras. El coche seguía avanzando a una velocidad constante, y el horizonte parecía extenderse infinitamente. Las palabras de Paris resonaban en la mente de Jonathan. (Limpia el alma...) pensó para sí. Había algo de cierto en lo que decía. Desde que había comenzado su viaje, había sentido cómo las preocupaciones y las responsabilidades que alguna vez lo abrumaban empezaban a desvanecerse.

—Nunca me atreví a vivir así antes —murmuró, casi para sí mismo—. Siempre estuve demasiado ocupado con otras cosas. Me perdí de todo esto.

Paris lo miró con un leve interés, pero respetó el silencio que siguió. Jonathan observaba el paisaje, la majestuosidad del desierto que se extendía ante ellos, un vasto vacío que lo envolvía, liberándolo de las prisiones invisibles que él mismo se había impuesto.

—Oh... viaje —Jonathan murmuró de repente, como si una idea fugaz cruzara su mente. Paris levantó una ceja, expectante.

—¿Qué has dicho?

—Disfrutar del viaje... el sol, el viento... me da la idea de algo —respondió, como si acabara de recordar algo importante—. El viaje es lo que importa, no el destino.

Antes de que Paris pudiera preguntar más, Jonathan comenzó a cantar, su voz profunda y melódica llenando el interior del coche. Las palabras de "Ride" de Twenty One Pilots fluían suavemente mientras él cantaba a capella. Cada nota estaba llena de significado, y Paris, sorprendida, se quedó en silencio, observando cómo la canción parecía brotar de él de manera natural.

La letra de la canción hablaba de la lucha interna, de las decisiones difíciles, pero también de la necesidad de tomarse el tiempo para disfrutar del proceso. Jonathan cantaba con una intensidad tranquila, como si estuviera compartiendo una parte de sí mismo que normalmente mantenía oculta.

Paris se encontró fascinada no solo por la canción, sino también por la voz de Jonathan. Era poderosa pero suave, y las palabras parecían resonar en ella de una manera inesperada. No solo la letra era increíble, sino el ritmo que Jonathan imponía, creando una conexión única con el momento y el paisaje que los rodeaba.

Cuando terminó de cantar, el silencio que siguió fue profundo. Paris lo miró, impresionada.

—Esa... esa canción es increíble —dijo ella finalmente, con los ojos brillando de admiración—. ¿Cuándo la escribiste?

Jonathan sonrió, relajado, sin apartar la vista de la carretera. —Justo ahora —respondió con un toque de humor.

Paris lo miró incrédula. —¿Cómo que justo ahora? Eres un genio —dijo, riendo suavemente—. Esa canción suena como algo que deberías grabar. ¿Eres músico?

Jonathan rio suavemente, encogiéndose de hombros. —Digamos que estaré bien, pero no lo había pensado antes —respondió con una sonrisa tranquila.

En su mente, sin embargo, Jonathan estaba planeando cada movimiento. (Músico famoso, plan en marcha) pensó, sin dejar de conducir. Sabía exactamente lo que estaba haciendo, pero parte del encanto era no revelar todo de una vez. Siempre era mejor dejar que los demás lo subestimaran.

Paris lo observaba, intrigada. Había algo en Jonathan que la desafiaba a verlo de manera diferente, como si fuera mucho más de lo que dejaba ver en la superficie. Su calma, su confianza... todo en él sugería que había más por descubrir.

El Koenigsegg seguía avanzando, devorando los kilómetros que los separaban del circuito de Bahrein, y pronto, las estructuras del Gran Premio comenzaron a aparecer en el horizonte. Paris y Jonathan se miraron brevemente, sabiendo que estaban a punto de entrar en un mundo completamente diferente al del tranquilo desierto que habían dejado atrás.

Cuando finalmente llegaron al circuito, la atmósfera cambió por completo. Los motores rugían a lo lejos, y el bullicio de las multitudes vibraba en el aire. Jonathan y Paris salieron del coche al mismo tiempo, ambos irradiando una presencia innegable que captó la atención de todos a su alrededor.

Paris lucía impresionante con su vestido rosa claro, adornado con lentejuelas discretas que brillaban bajo la luz del sol. Cada movimiento que hacía parecía calculado para atraer miradas, pero con una naturalidad que la hacía parecer inalcanzable. Su elegancia era innegable, y mientras caminaba hacia la entrada, los flashes de las cámaras comenzaron a destellar, los paparazzi no podían perderse un solo paso.

A su lado, Jonathan se bajó del Koenigsegg con una confianza tranquila. Llevaba un traje azul de tres piezas, perfectamente ajustado a su figura atlética. La camisa blanca relucía bajo el sol, mientras que la corbata roja tinto añadía un toque de sofisticación. Parecía una combinación entre un magnate de negocios y una estrella de cine, irradiando poder y carisma. Sus ojos ocultos tras unas gafas de sol reflejaban una calma inquebrantable, como si estuviera completamente en control de la situación.

El Koenigsegg, un auto que pocos podían permitirse, también llamaba la atención. Era un símbolo de lujo, velocidad y prestigio, y al ver a Jonathan y Paris bajarse de él, el público no pudo evitar asociarlos con un tipo de glamour que solo unos pocos podían alcanzar.

Los murmullos y comentarios no tardaron en llegar.

—¿Quiénes son ellos?

—Parecen sacados de una película.

—¡Es Paris Hilton! Pero, ¿quién es él?

Ambos se movían con una facilidad que hacía que parecieran supermodelos desfilando en una pasarela. La combinación de su presencia y el aura de misterio que envolvía a Jonathan creaba un magnetismo que nadie podía ignorar. Juntos, eran la personificación del lujo y la elegancia, y todos los ojos estaban sobre ellos.

Paris, acostumbrada a ser el centro de atención, sonrió levemente mientras caminaba con confianza. Jonathan, por su parte, mantenía una expresión tranquila, como si toda la atención no lo afectara en absoluto. Para él, este era solo otro paso en su viaje.

El día apenas comenzaba, pero Jonathan sabía que este momento marcaría el inicio de algo mucho más grande. Su plan estaba en marcha, y cada paso que daba lo acercaba más a su objetivo final.

—Bueno, ¿listo para el espectáculo? —preguntó Paris, mirándolo con una sonrisa juguetona mientras se acercaban al circuito.

—Siempre —respondió Jonathan, con una leve sonrisa en sus labios.