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Capítulo 2: Exploración y uso de recursos.

El rugido del motor del Humvee resonaba en el vasto desierto mientras se aproximaba rápidamente a la base aérea. El cielo, teñido de un azul profundo, contrastaba con el calor abrasador que emanaba de la arena. Desde lo alto de las torretas de vigilancia, los soldados ya habían avistado el vehículo a lo lejos y estaban preparados. Las armas estaban listas, los ojos afilados.

—¡Humvee acercándose! ¡No hay informes de ningún equipo regresando a esta hora! —gritó uno de los observadores mientras ajustaba su visor.

Dentro de la base, la tensión se palpaba en el aire. Los soldados se alinearon, apuntando sus rifles hacia el vehículo, que seguía avanzando sin mostrar ninguna señal de detenerse.

—¡Alto ahí! —gritó el soldado más cercano a la entrada principal, con la voz llena de autoridad, su dedo listo sobre el gatillo—. ¡Detenga el vehículo ahora o abrimos fuego!

El Humvee finalmente frenó con un chirrido, deteniéndose justo frente a los soldados armados. El polvo del desierto se elevó alrededor del vehículo, envolviéndolo en una nube marrón.

Desde adentro, la puerta del conductor se abrió lentamente, rechinando en cada movimiento. El silencio se hizo pesado cuando un hombre rubio salió con las manos en alto, tambaleándose.

—¡Soy el sargento John! ¡Sobreviviente del 12º regimiento! —gritó, su voz quebrada por la fatiga y el dolor. Parecía a punto de desplomarse—. Una emboscada... todos muertos... mi capitán, mis compañeros... —continuó mientras bajaba del vehículo, con el rostro pálido y las ropas manchadas de sangre.

Los soldados se miraron entre sí, sin bajar las armas de inmediato. Nadie tenía constancia de que un John Rockefeller estuviera en el regimiento. ¿Era realmente él? El rumor de que alguien de su linaje estaba en el campo de batalla había circulado, pero ahora, frente a ellos, esa realidad parecía difícil de creer.

El soldado más veterano, un hombre de rostro curtido por los años, se acercó despacio, con la mirada fija en el hombre herido.

—¿John Rockefeller? —preguntó con cierta incredulidad, bajando lentamente su arma—. Bajen las armas, todos. Este hombre está herido.

Los soldados, aún dubitativos, obedecieron la orden. Pero no pudieron evitar susurrar entre ellos mientras observaban al recién llegado. ¿Qué hacía un Rockefeller en una misión de combate? Esa familia era conocida por su inmenso poder económico y sus contactos en las altas esferas, no por estar en el campo de batalla, y menos aún en una situación de tanta precariedad.

El soldado veterano se acercó rápidamente a John y le dio un vistazo más detallado. Sus ojos notaron las vendas improvisadas en el torso y el brazo del hombre. Estaban empapadas en sangre.

—¡Necesitamos un médico aquí! —gritó el soldado mientras sostenía a John, que apenas podía mantenerse en pie—. Tranquilo, soldado. Estás a salvo ahora.

John, con los ojos entrecerrados y su respiración agitada, murmuró unas palabras que apenas fueron audibles antes de caer inconsciente:

Bueno es bueno estar vivo aún.

Cuando John despertó, la luz del mediodía atravesaba la lona de una tienda personal. Parpadeó varias veces, tratando de ubicarse. El olor a desinfectante y medicamentos invadía el espacio, y los sonidos de botas pisando la arena y motores en la distancia le indicaron que estaba en la base militar. Intentó incorporarse, pero una punzada de dolor recorrió su costado derecho, rápidamente la desestimo.

—Despierta al fin —dijo una voz desde el fondo de la tienda.

John levantó la vista y vio a un hombre alto, vestido con un uniforme militar impecable. Era un comandante, a juzgar por las insignias en su hombro. Se acercó lentamente hasta su litera y lo observó con una mezcla de curiosidad y respeto ,mientras lo veía caminar mire la salida o a donde podía correr, así como objetos punzocortantes y el arma dentro del chaleco de oficial de la persona frente a él.

—Soy el comandante Harper —se presentó, extendiendo una mano—. Los médicos dicen que tuviste suerte. No muchos sobreviven a lo que tú pasaste todo el pelotón muerto.

John tomó la mano del comandante, apretando ligeramente mientras una sensación de mareo lo invadía aun así alerta viendo puntos débiles del comandante.

—¿Dónde estoy...? —preguntó, con la voz ronca.

—Estás en la base aérea al asad, en al anbar 180 kilómetros de Bagdad. —Harper hizo una pausa, evaluando la reacción de John—. Nos llegó el informe de que tu regimiento fue emboscado, pero no está claro que sucedió realmente por las heridas de tus compañeros fue un enfrentamiento my fuerte. Lo siento por tus compañeros.

John asintió lentamente, aunque las palabras del comandante parecían distantes, como si se estuviera hablando a sí mismo. Su mente estaba nublada, y sentía que algo no estaba bien con toda la información.

—No te preocupes —continuó Harper—. Te quedarás aquí hasta que te recuperes por completo. Los médicos estiman que eso te tomará unos tres meses. Descansa, es una orden.

Con un último vistazo, Harper salió de la tienda, dejando a John solo con sus pensamientos. El silencio volvió a llenar el lugar, pero en la mente de John, había un caos creciente. Algo estaba mal. Muy mal.

Se incorporó con esfuerzo, cojeando al caminar hasta una mesa en el centro de la tienda. Sobre ella había una laptop militar, robusta y algo anticuada a su juicio. Se sentó frente a ella, encendiendo el dispositivo.

—Necesito respuestas... —murmuró mientras tecleaba en la pantalla, accediendo a las bases de datos disponibles.

Lo primero que llamó su atención fue la fecha en la esquina de la pantalla.

—¿octubre de 2009? Había olvidado lo lento y obsoleto que podía ser Google en estas fechas uff —frunció el ceño. Sabía que no debía ser tan sorprendente, pero algo le inquietaba. Las piezas no encajaban. Siguió explorando los archivos e internet hasta que su mente comenzó a conectar los puntos la computadora era muy anticuada pero la velocidad en la que buscaba información y agregaba nuevo código era irreal rápidamente había un código de búsqueda de información mucho más rápida buscando palabras clave y personas logro captar mucha información, pero lo importante fue desconsolador .

Primero, las ausencias: Coca-Cola no existía, ni la banda Queen o AC/DC. Elon Musk no era un nombre conocido en este mundo ni siquiera YouTube existía aquí. Lo que era aún más perturbador, no había ninguna referencia a Marvel o Coldplay o Nickelodeon, y algunas de las series y películas más famosas que recordaba, como Harry Potter o Rápido y Furioso avatar o grandes producciones, no existían en absoluto.

—Esto no es solo un salto en el tiempo... —murmuró, empezando a sudar por la incertidumbre de no saber que paso. Este no era su mundo. Algo mucho más extraño estaba ocurriendo.

La computadora mostraba información sobre su propia identidad: John Rockefeller, miembro de una de las familias más ricas y poderosas del mundo. Todo parecía cuadrar con lo que recordaba, excepto por un detalle importante: no debía estar vivo.

Comenzó a recordar fragmentos de la misión que lo había traído hasta aquí no era miembro de los Rockefeller. La familia Rockefeller lo había contratado para una operación encubierta. Debía suplantar a un heredero para cumplir con ciertas misiones tener logros y volver. Pero ahora, sabía que ellos nunca esperaron que volviera. Todo había sido un plan para eliminarlo los destellos mostrándole la conversación de John ante de morir.

—Me querían muerto... —susurró, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. Su intuición se confirmaba.

Ahora estaba completamente fusionado con este cuerpo , todo este conocimiento parece conocido películas series música medicina Wow.

Con el corazón latiéndole con fuerza, John no perdió más tiempo. Si quería sobrevivir, necesitaba un plan. Abrió un programa comenzando a crear bloqueadores de señales, así como rastreadores conectándose a ip escondidas, accediendo a la Deep web. Sabía exactamente cómo moverse entre las sombras ahora . Años de conocimiento sobre cambio de IP y DNS 1 y 0 junto con programación c fluían por sus dedos como si hubiera nacido para ello. En cuestión de minutos, había creado una nueva identidad en todas las bases de datos de EUA, pero aún faltaban los papeles físicos ,hablo con un contacto y tendría todo lo necesario dentro de 1 mes en Dubái lo dejaría en un metro con la llave en una caja dentro del tanque de agua del 3 baño.

Con alrededor de 40 mil dólares gastados era hora de buscar dinero ,la base debería tener mucho dinero, pero estaría vigilado y no es como caminar decir hola y tomar el dinero.

.-que hacer ahora, necesitamos una gran industria algo que podamos generar gran dinero establemente, pero para casi todo necesito 2 cosas estar en estados unidos y mucho dinero .-pensando las formas de conseguirlo la más rápida era tomar el dinero incautado en la base debería haber unos 1000 millones aquí en la base tal vez más, muchos dirán eso es demasiado dinero ero en una sola incautación se encontraron 2000 millones en una sola casa.

—Bueno, parece que hay que trabajar para salir de aquí —murmuró John, mientras se incorporaba en su litera.

Durante las siguientes dos semanas, se recuperó lo suficiente como para moverse con normalidad, aunque el doctor le advirtió que no se excediera. Empezó a caminar por la base, interactuando con otros soldados y observando su entorno con cuidado. En ese tiempo, aprovechó para continuar jugando con la laptop militar que había encontrado en su tienda. Programó algunas mejoras en la interacción del sistema operativo, pero lo que realmente le interesaba era algo más práctico: consiguió crear un pequeño reloj inteligente que incluía un mapa digitalizado y una brújula optimizada, mucho más avanzados que los sistemas actuales.

Mientras ajustaba los últimos detalles de su dispositivo, una idea cruzó su mente.

—Aún no logro encontrar una opción viable para sacar dinero de aquí. Tal vez lo mejor sea irme y buscar otra oportunidad... —murmuró, mientras recorría la base.

Ya había saboteado algunos de los Humvees, creando problemas que irían desde fallas graves hasta pequeños detalles que pasarían desapercibidos a primera vista. El último vehículo que había intervenido parecía en buen estado, pero escondía una trampa que lo dejaría fuera de servicio solo por un tiempo creando así mi perfecto vehículo de salida. Solo faltaba un evento lo suficientemente grande para distraer a todos en la base y poder acercarse a la bodega donde almacenaban el dinero.

John reflexionaba mientras caminaba por la base.

—Necesito algo que no cause muertes, pero que requiera toda la atención del personal... Tal vez un incendio múltiple, cortar las líneas de agua y sabotear las bombas, obligándolos a tomar agua de los pozos... —se detuvo, con una sonrisa astuta—. Sí, eso debería funcionar.

Comenzó a crear pequeños dispositivos que, al quemarse, serían indetectables. Cada uno estaba diseñado para ser diferente y no dejar rastro alguno. Instaló estos dispositivos en almacenes y tiendas por toda la base, preparando el escenario para su gran jugada.

Sin embargo, seguía teniendo dudas.

—El fuego solo no será suficiente... necesito algo con más impacto. Algo que realmente los ponga en alerta —pensó mientras ajustaba uno de los últimos dispositivos—. Bueno, ese será un problema para mañana.

Esa noche, mientras se acostaba, John activó su nuevo reloj inteligente.

—Ajustar alarma para las 6 a.m., por favor —dijo en voz baja, sonriendo—. Siempre es bueno pedir las cosas con educación. Nunca sabes cuándo una IA podría rebelarse, ¿verdad? —río suavemente—. Tranquila, amiguita. Pronto te daré más potencia. Sería increíble tener una especie de Cortana.

Con esas palabras, cerró los ojos y se preparó para el día siguiente. Pero no tenía Mucho tiempo para descansar.

De repente, en medio de la noche, fuertes explosiones sacudieron la base. John se levantó de golpe, pero antes de que pudiera reaccionar, alguien lo agarró por los hombros y lo golpeó en la cara. Aturdido, fue arrastrado hasta una silla y atado, mientras su visión se aclaraba lentamente.

—Buenas noches, amigo mío —dijo una voz frente a él, con tono burlón—. Lamentamos interrumpir tu sueño, pero tenemos algunos asuntos pendientes contigo.

John levantó la cabeza y vio a un hombre de rostro duro, con dos cicatrices largas desde la frente hasta el cuello. Vestía un uniforme SWAT, al igual que otros dos hombres que estaban a su lado, con máscaras que ocultaban sus rostros. Podía sentir a más hombres detrás de él, aunque no se atrevió a girar la cabeza.

—Alguien nos ha pagado una fuerte cantidad de dinero para matarte —continuó el hombre con las cicatrices—. Pero antes de hacerlo, queremos saber por qué un sargento como tú vale tanto dinero.

John parpadeó un par de veces y se sobó la quijada, todavía un poco aturdido por el golpe.

—Sabes, tienes un buen gancho, pero... oye, me llamaste "amigo". Los amigos no golpean a otros amigos por información. Solo la piden, ¿no? —sonrió, con un poco de sangre escurriendo por su labio—. Oh, cierto, cierto... también vienes a matarme.

El hombre con las cicatrices se río y miró a sus compañeros, como preguntándose si este tipo hablaba en serio.

—Perdona si te confundí. Venimos a matarte, claro. Pero primero queremos saber por qué —dijo mientras se sentaba frente a John, apoyando los codos en una mesa que habían colocado entre ellos—. Si colaboras, podríamos darte un tiro rápido y limpio. ¿Qué te parece?

John, fingiendo miedo, decidió jugar una carta peligrosa.

—Bueno, bueno... parece un trato justo. Pero, lamentablemente, no tengo la menor idea de por qué valgo tanto dinero. Estoy realmente perplejo —dijo, mirando a los hombres como si realmente estuviera asustado—. Aunque... además de saber la contraseña de las cuentas del dinero, no se me ocurre otra cosa.

Las palabras captaron la atención del hombre al instante. Sus ojos se abrieron un poco más, revelando su interés.

—¿Dinero? ¿Qué dinero? —preguntó el líder.

John tragó saliva, como si estuviera aterrorizado, pero por dentro sonreía.

—Sí... dinero. Hay una jaula a unos 70 metros de aquí, al suroeste, con la bandera estadounidense en el centro. En el segundo piso hay unos 600 millones de dólares. Dinero limpio, para pagar a contratistas y soldados código de entrada 657894.

Los hombres intercambiaron miradas, sorprendidos por la información.

—¿700 millones? —preguntó el líder, riéndose—. Y esos idiotas solo pagaron 50 millones para matarte. Me caes bien, chico. Sabes cuándo hablar. Mike, Alex, vayan a ver si es verdad lo que dice. Si no, ya sabemos qué hacer.

Los dos soldados se levantaron y salieron de la tienda. El líder, antes de marcharse, dio una última orden.

—Vigílenlo bien. Si miente, quiero que lo hagan sufrir antes de matarlo.

Los hombres comenzaron a caminar alrededor de John, pero no vieron el cuchillo que había escondido bajo la mesa. En un rápido movimiento, John apuñaló a uno de los guardias y, antes de que el otro pudiera reaccionar, le disparó con la 9mm silenciada que había sacado del cadáver.

—Nada personal, amigo —susurró, mientras el cuerpo caía con un golpe sordo.

John comenzó a cambiarse de ropa rápidamente, intercambiando su uniforme militar por el traje SWAT del soldado muerto. Había estado alterando su apariencia durante días, tiñendo su cabello y usando maquillaje de efectos especiales para que su rostro se viera diferente. Ahora, con el casco y el pasamontaña, nadie lo reconocería.

Arrastró los cuerpos y los colocó uno sobre otro, envolviendo la mano de uno de ellos en el cuchillo, para que pareciera que se habían matado entre ellos. Después, roció sangre por la tienda y comenzó un incendio, asegurándose de que los cuerpos quedaran completamente calcinados.

—El gobierno querrá borrar lo que sucedió hoy... y los Rockefeller también. Esto quedará enterrado —murmuró mientras cortaba un lado de la tienda para escapar.

Rápidamente corrió hacia el taller, donde lo esperaba el Humvee que había saboteado previamente. Sabía que tenía que ser rápido activo un detonador en su mano y toda la base comenzó a tornarse rojo y amarillo junto con la invasión de los mercenarios fue perfecto para escapar.