Lazar había estado riéndose durante bastante tiempo en el salón de plata de la torre del congreso, y le dijo a Lucien.
—Jajaja... ¿Has visto la cara de la Señora Lawette? ¡Estaba morada! ¡Morada! Jaja... —la cara de Lazar estaba roja de tanto reírse—. Es como... como si le hubieran dado un centenar de créditos de arcana, pero que después de un momento le hubieran quitado los créditos de nuevo porque se los dieron a la persona equivocada, jaja... ¿Sabes a cuántas personas no les cae bien? Jaja...
—La verdad es que no lo entiendo —dijo Lucien, sonriendo—. ¿Por qué quería hacernos pasar un mal rato? Quiero decir, no tenía que hacerlo.
—La Señora Lawette es una de esas hechiceras que mencioné antes que ya no quería progresar en sus vidas. Esas personas odian a otras que aún luchan por una vida mejor —Lazar acarició suavemente su pecho para calmarse—. Espero no ser así cuando tenga sesenta años.
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