Ravina se alegró al ver que Malachi había vuelto a la normalidad. Charlaban durante el desayuno y ella lograba comer lo que podía. Ahora solo rezaba para que se quedara en su estómago.
—Te prepararé jugo de limón. Me han dicho que es bueno para las náuseas —dijo, levantándose para llevar la bandeja de vuelta a la cocina.
—Gracias —dijo ella y se dirigió al cuarto privado para refrescarse mientras él se había ido.
Cuando salió al exterior, él ya estaba de vuelta y esperándola en la cama. Vio el jugo de limón en la mesa de noche junto a las cajas de medicina que dejó atrás.
Volteó la cabeza, sus ojos marrones ahora volvían a su normal oscuridad café. Debe haber renovado su piel también porque estaba segura de que ayer, antes de que despertara, estaba pálido, y después de que se despertó...
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