Link trató de alcanzar a Epona, pero ésta corría muy rápido y era casi imposible de alcanzar, de modo que Link regresó con Malon, la cual se puso a cantar de nuevo, pero se detuvo cuando Link llegó y le dijo:
-Parece que Epona te tiene miedo, chico del hada... Mi mamá compuso esta canción. ¿No es bonita? ¡Cantemos juntos! -pero Link no sabía cantar, de modo que sacó su ocarina y Malon, al verla, dijo -¡Qué ocarina tan bonita! ¿Vas a tocar mi canción con ella?
Link asintió y Malon le enseñó a tocarla, pero Link de nuevo sintió que ya se sabía la canción y la terminó de tocar. Había aprendido la canción de Epona, la cual por cierto se había acercado a los dos niños y al parecer ya no le tenía miedo a Link.
Aunque apenas la hubiera visto, Link ya le tenía cariño a esa yegua y sentía que también era su amiga. Pensó en visitarla todos los días desde ese día. Malon reanudó su canto y Epona relinchaba de felicidad. Era un espectáculo maravilloso para Link, el cual decidió recorrer por última vez el rancho.
Se dirigió al silo en el rincón del rancho, aunque sólo vio unas cajas como las que usó para llegar a los jardines del Castillo de Hyrule, unas vacas pastando y varios instrumentos de rancho: carretillas, palas, objetos de limpieza o para bañar a los animales, entre otras cosas. Cuando salió de ahí miró el cielo y vio que estaba atardeciendo, de modo que decidió no seguir haciendo esperar a la princesa Zelda y salió rápidamente del rancho.