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Veinticuatro. Hospital.

Una ligera luz hizo que me despertara. Abrí los ojos lentamente, estaba en una habitación blanca totalmente desconocida. Estaba recostada en una cama dura e inclinada, y tenía barras. No había ningún ruido, solo un pitido constante que ya comenzaba a molestarme.

Unos tubos trasparentes, que se enroscaba en mi mano, y debajo de la nariz tenía algo pegado, alce la mano para quitármelo, pero unos dedos me lo impidieron.

—No hagas eso. —

—¿Edward? —

Moví mi cabeza para poder verlo mejor, me encontré con su rostro muy cerca del mío. Sonreí y me acerqué a él, rosando su nariz con la mía.

—Sabía que el plan funcionaria. —dije en un susurro sin dejar de sonreír.

—Solo pusiste tu vida en peligro. —dijo mientras me miraba a los ojos con reproche.

—No me paso nada. Llegaste a tiempo. —

—Estuve a punto de llegar tarde. Pude no haber llegado a tiempo. —su voz sonaba atormentada.

—Pero no pasó nada, no te atormentes. —dije acariciando su mejilla. —¿Llamaron a mis padres? —

—Si, Alice los llamo. Están aquí, bueno, en el hospital. Acaban de salir por algo de comer. —

—¿Qué les dijeron que paso? —

—Rodaste por las escaleras y te estrellaste con un muro, haciendo que un cuadro te callera encima. —

Suspire y me dolió.

—¿Cómo estoy? —

—Tienes cuatro costillas rotas, algunas contusiones en la cabeza y perdiste mucha sangre. Te han efectuado varias trasfusiones. No me gusto, hizo que olieras bastante mal durante un tiempo. —

—Debió ser agradable para ti, ¿No? —

—No, todo lo contrario, me gusta como hueles normalmente. —

Nos quedamos mirando durante un momento, hasta que él se separó para mirar el techo y suspirar. Después de un momento volvió a mirarme.

—Deberías disculparte. —dijo.

—¿Por qué? —

—Por estar a punto de irte de mi lado. —

—Lo siento. —me disculpe. —Pero tenía que hacerlo. —

—Sigue siendo una locura. Me hubieras esperado, deberías habérmelo dicho. —

—No me hubieras dejado ir. —

—No. —dijo de acuerdo. —No te hubiera dejado ir. —

Intente moverme para acomodarme mejor, pero el movimiento hizo que me dolieran las costillas. Hice una mueca de dolor.

—¿Elina? ¿Estas bien? ¿Te duele algo? —

—Estoy bien, solo fue el movimiento. —lo calme. —¿Qué paso con James? —

—Emmett y Jasper se encargaron de el después de que te lo quite de encima. —dijo Edward.

Asentí.

—¿Alice vio el video? —pregunté.

—Si, ahora por fin lo entiende todo. —

—¿Por qué estás aquí. —dije cambiando de tema. me miro con una ceja alzada. —Me refiero a porque mis padres creen que estas aquí. Necesito saber para que las historias coincidan. —

—Ah, vine a Nueva York, obviamente con supervisión de un adulto por eso Carlisle también vino, para sorprenderte con una cita que había planeado con Alice. Alice te dijo que fueras a un lugar donde te encontrarías conmigo, pero cuando ibas bajando las escaleras de tu departamento te tropezaste, y bueno el resto ya lo sabes, no es necesario recordar ningún detalle. Además Alice se divirtió un poco preparando las pruebas. Puso mucho cuidado en que todo pareciera convincente. No tienes de que preocuparte. —dijo acariciando mi mejilla. —Solo tienes que curarte. —

Se inclino un poco para besarme con cuidado.

Después de un momento sus labios se tensaron y se separó.

—Tu madre viene. —dijo.

Se levanto de la silla que estaba al lado de mí, y camino hacia el sillón que había al pie de mi cama. Se acostó y cerró los ojos simulando dormir.

—No se te olvide respirar. —dije sarcástica.

Suspiro profundamente, pero no abrió los ojos.

Entonces oí a mi madre, su voz reflejaba cansancio y preocupación. Me sentí culpable, quería que entrara rápido para poder decirle que estaba bien.

La puerta se abrió y ella asomo la cabeza con cuidado.

—<¡Omma!> —susurre alegre de verla.

Se dio cuenta de la figura inmóvil de Edward en el sillón, y se dirigió a mi andando en puntillas.

—<Nunca se aleja de ti, ¿Verdad?> —dijo para ella misma.

—<Omma, ¡Estoy tan feliz de que estés aquí!> —

Me miro con ojos llenos de lágrimas.

—<Cariño, estábamos tan angustiados.> —dijo mientras me abrasaba con cuidado.

—<¿Appa y Eric también están aquí?> —pregunté.

—<Tu padre si, Eric se tuvo que quedar en la escuela.>—

—<Estoy tan contenta de que hayas despertado.> —

—<¿Qué día es?> —

—<Viernes, cariño. Te mantuvieron sedada bastantes horas. Tenías muchas heridas.> —

—<Lo sé.> —

—<Tuviste suerte de que estuvieras acompañada, Alice en cuanto te vio desmayada llamo a su padre.> —

—<Si, tuve suerte de que todo esto de las minivacaciones fuera una sorpresa por parte de Edward.> —dije recordando la mentira.

—<Creo que ese chico está enamorado de ti.> —dijo mi madre de repente. —<¿Tu que sientes por él?> —

—<Estoy igual que él.> —dije sonriendo.

—<Lo bueno es que es buena persona.> —dijo mi madre sonriendo. —<Bueno, tengo que avisarle a tu padre que ya despertaste, él se quedó platicando con el doctor Cullen. Y creo que iremos un rato al departamento, como hemos dormido aquí todo este tiempo estamos un poco cansados.> —

—<Omma, no tenían que dormir aquí, no me iba a quedar sola.> —le dije.

—<Si, ya se pero se cometió un delito en el vecindario y ya sabes como soy con todo eso, mejor preferí que nos quedáramos tu padre y yo aquí.> —

—<¿Un delito?> —

—<Alguien irrumpió en la academia de baile a la que ibas y la quemo. No quedo mucho de ella.> —

—<Oh, que triste.> —

—<Si.> —dijo con un suspiro. —<Bueno, estaré de vuelta en la noche, cariño.> —

Camino hacia la puerta.

—<Te quiero, Omma.> —

—<Yo igual, cariño.> —y se fue.

Edward continuo con los ojos cerrados, pero por su rostro se extendió una gran sonrisa.

En ese momento entro una enfermera a revisar que todo estuviera bien.

—¿Te sientes bien, corazón? ¿Te duele algo? —preguntó.

—Estoy bien, el dolor casi no lo siento. —

—Bien, le diré a la enfermera titulada que se encarga de ti que ya despertaste. Vendrá enseguida a verte. —

Edward estuvo en un parpadeo a mi lado en cuanto ella cerró la puerta.

—¿Robaron un auto? —pregunté.

Él sonrió sin arrepentimiento.

—Era un auto estupendo, muy rápido. —

Me miro entre cerrando los ojos.

—¿Qué? —

—¿Así que estas enamorada de mí? —dijo sonriendo.

—¿Entendiste de lo que hablábamos? —dije sorprendida.

—He estado practicando mi coreano en mi tiempo libre. —

—Oh entonces ya no podré hablarte en coreano, que no me entiendas y me mires confundido. —dije haciendo puchero.

Entonces una enfermera entro al cuarto.

Intenté sentarme, pero mis costillas dolieron e hice una mueca de dolor. Edward puso una mano en mi hombro para que no pudiera sentarme.

La enfermera se acercó y estudio mi rostro, y luego volteo a mirar las maquinas.

—¿No necesitas más calmantes, cariño? —preguntó con amabilidad.

—No, no creo necesitarlos, gracias. —le dije.

—No hace falta hacerte la valiente, cielo. Es mejor que estés calmada y sin dolor. Necesitas descansar. —negue con la cabeza. —De acuerdo, pulsa el botón si me necesitas. —

Miró severa a Edward y salió de la habitación.

Solté una risita, pero inmediatamente un quejido de dolor. El soltó un suspiro.

—Mentirosa. —me dijo en un susurro divertido.

—¿Qué? ¿Por qué? —pregunté.

—No tienes que aguantarte el dolor. —

—No es nada. —

Nos quedamos en silencio un momento hasta que el hablo:

—Estaba pensando…—hizo una pausa. —De buscar un lugar más apartado, un lugar donde no te pueda causar más daño. —

Lo mire seria.

—Por favor, no empieces, estábamos tan bien, hablando tranquilamente. —reproche. —Acaso, ¿Quieres que me aleje de ti? —

—No, no quiero estar sin ti, Elina, por supuesto que no. —

—¿Entonces? ¿Es porque has estado salvando mi vida? —

—Se racional. No tengo problema en salvarte. —dijo y acaricio mi cabello. —Soy yo el que te pone en peligro, por ser lo que soy, es por eso por lo que estás aquí. —

—Si, tú eres la razón, pero solo de que este viva, así que no me salgas con cosas deprimentes ni te eches la culpa de todo. —dije.

Se quedo en silencio.

Quise preguntar porque no dejo que me trasformara, pero luego recordé que ese era un secreto entre Alice y yo, y no iba a romper una promesa.

De repente me dio una punzada de dolor pero esta vez en la cabeza, involuntariamente llevé mi mano a esta y cerré los ojos.

—¿Estas bien? —preguntó Edward alarmado.

—Me está doliendo la cabeza. —dije.

—¿Quiere ahora los calmantes? —

—Por favor. —dije

Edward pulso el botón para llamar a la enfermera.

Después de un rato llego la enfermera y Edward le dijo que ya necesitaba los sedantes. La enfermera coloco una aguja en el gotero que había a lado de mi cama y se fue.

Los ojos se me fueron cerrando.

—Te quiero. —susurró Edward acariciando mi cabello y dándome un beso en la frente.

—Yo igual. —dije con una sonrisa adormilada.

Y cerré los ojos dejándome llevar por la inconsciencia.