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Treinta. Fin del plazo.

—¿Vaz a salir? —preguntó Edward. 

—Sí, solo me faltan algunas cositas más que comprar. — 

Me sonrió. 

—Te estaré esperando, corazón. —

Caminé rápido hacia él y le di un beso de despedida. 

Volví a tomar prestado su Volvo. En todo este tiempo que estuve guardando el secreto de las falsificaciones que había pedido, Edward me había preguntado que estaba haciendo y porque tenía que ser un secreto, pero yo solo le decía que era algo que tenía que hacer o solo lo distraía para que no siguiera preguntando. Solo hasta hace unos días dejo de preguntar al saber que yo no soltaría nada, y eso era lo mejor ya que Aro no podía enterarse de nada de esto.

Ya casi no nos quedaba tiempo, según mi esposo solo nos quedaban dos días. Luego, iríamos al claro para atraer a los Vulturis. 

El cielo ya había oscurecido cuando dejé el auto en el estacionamiento del restaurante, había llegado unos minutos antes de la hora estipulada. Me puse los lentes de contacto y me dirigí al interior del restaurante para esperar a J. 

Di el apellido Jenks en el recibidor y el encargado me llevo hasta un salón privado, donde después me ayudo a quitarme la gabardina que me llegaba debajo de la rodilla y ocultaba el vestido de color negro que llevaba. El encargado se me quedo viendo asombrado y balbuceó un elogio mientras se iba con paso inseguro. 

Me quede a un lado de la chimenea y acerque mis manos a esta para que se calentaran un poco y no se notara tanto la diferencia de temperatura cuando J me diera un apretón de mano. 

Después de unos minutos J llego. El encargado se llevó también su abrigo. 

—Lamento el retraso. —se disculpó J cuando el encargado se fue. 

—Nada de eso. Llego justo a tiempo. — 

Me ofreció la mano y noté sus dedos mucho más cálidos que los míos al estrechársela. El frío no pareció molestarle. 

—Si me permite el atrevimiento, está usted despampanante, señora Cullen. —

—Gracias. Llámeme Elina, por favor. —

—Debo decir que trabajar con usted es una experiencia muy diferente a hacerlo con el señor Jasper. —dijo. —Resulta... menos inquietante. —

—¿Enserio? La presencia de Jasper siempre me ha resultado muy… tranquilizante. —

—No me diga... —murmuró con amabilidad mientras fruncía el ceño. 

—{Hay, Jasper, ¿Qué le habrás hecho a este pobre hombre.} —pensé.

—¿Lo conoce desde hace mucho? —pregunte.

Hizo una mueca incomoda.

—Hemos tenido negocios durante casi veinte años, y mi antiguo socio lo conocía desde hacía quince... —J se encogió del modo más discreto posible. —Jamás cambia. —

—Sí, en eso es un poco extraño. — 

J sacudió la cabeza. 

—¿No desea tomar asiento, Elina? —

—De hecho, tengo algo de prisa. Me espera un largo camino a casa. —dije mientras sacaba de mi bolso la otra mitad del dinero faltante. 

Se lo entregué. 

—Oh. —dijo un poco desilusionado. Se guardó el sobre en el bolsillo sin molestarse en contar el contenido. —Tenía la esperanza de que pudiéramos hablar unos minutos. —

—¿Sobre qué...? —pregunté curiosa. 

—Bueno, deje que le entregue primero su encargo. Quiero asegurarme de que sea de su agrado. —

Fue por su maletín, lo abrió y saco un sobre amarillo tamaño oficio. 

Tomé el sobre, lo abrí y examiné por encima los documentos. J había rotado las fotos de Jacob y Leah, y había cambiado la coloración para que no fuera evidente a la vista que las fotografías del permiso de conducir y del pasaporte eran las mismas. Examiné la imagen del pasaporte de Miriam Wolfe y Sebastián Carter durante un segundo y luego los volví a meter al sobre, con un nudo en la garganta. 

—Gracias. —dije. 

—Puedo asegurarle que los documentos son perfectos. Pasarán con éxito el examen de cualquier experto. —

—Estoy segura de eso. Aprecio mucho lo que ha hecho por mí, J. —

—Es un placer, Elina. Siéntase con la confianza de contactar conmigo para cualquier necesidad relacionada con la familia Cullen en el futuro. —

No estaba segura, pero algo me decía que ya no quería que Jasper fuera el contacto de la familia. 

—¿Me quería preguntar algo? — 

—Eh, sí, es un poquito delicado... —

Me apoyé en el borde de la chimenea, mientras él se paseaba a mi lado, sacando un pañuelo del bolsillo para secar el sudor que tenía en la frente. 

—¿Es usted la hermana de la esposa del señor Jasper o está casada con su hermano? —preguntó. 

—Soy la esposa de su hermano. —dije. 

—En tal caso, usted es la mujer del señor Edward. — 

Asentí.

Me dio una sonrisa de disculpa. 

—He leído esos nombres tantas veces. —dijo. —Acepte mis felicitaciones... con retraso. Es una alegría saber que el señor Edward ha encontrado una pareja tan adorable después de todo este tiempo. —

—Muchas gracias. —dije con una sonrisa encantadora.

Hizo una pausa con el rostro bañado en sudor. 

—He llegado a apreciar y respetar mucho al señor Jasper y al resto de la familia con el transcurso de los años, como podrá imaginar. —

Mi sonrisa se fue y asentí con algo de cautela. 

Inspiró hondo y soltó el aire.

—Por favor, solo vaya al grano. —dije con amabilidad. 

Tragó otra bocanada de aire y comenzó a hablar de forma rápida y atropellada. 

—Dormiría mucho más tranquilo esta noche si me pudiera asegurar que no planean arrebatarle los niños a su padre. —

—Oh. —dije sorprendida. —No, no, no, nada de eso. —sonreí para tranquilizarlo. —Solamente busco un lugar seguro para ellos, por si acaso. — 

—¿Y…? —iba a preguntar algo más pero se interrumpió a sí mismo y murmuro. —No es de mi incumbencia. —Suspiro. —Una cosa más… por favor, no se moleste conmigo, pero si el señor Jasper acudiera a mí y me preguntara por los nombres elegidos en esos documentos... —

—Se lo dirá de inmediato. Me encantaría que el señor Jasper este al tanto de todo esto. — 

Mis palabras le quitaron un peso de encima. 

—Muy bien... ¿Seguro que no puedo convencerla para que se quede a cenar? —

—Lo lamento, pero tengo el tiempo contado. —

—En ese caso, le deseo salud y felicidad. Por favor, no dude en contactar conmigo para cualquier nueva necesidad de la familia Cullen, Elina. —

—Gracias, J. —

Me fui de ahí con mi pedido guardado en mi bolso. 

Hice menos tiempo en el viaje de vuelta. La mayoría de los coches habían desaparecido cuando llegué a casa, incluyendo mi Ferrari y el Porsche de Alice. Los vampiros de dieta más tradicional se habían ido para saciar la sed lo más lejos posible. 

En la sala sólo estaban Kate y Garrett, discutiendo de modo juguetón sobre el valor nutritivo de la sangre animal. El vampiro intentaba probar el estilo de vida vegetariano por lo que logré deducir y al parecer lo encontraba difícil. 

Edward debía de haberse ido para acostar a los niños y con los lobos muy cerca de allí, sin duda. El resto de mi familia había salido también de caza, quizás en compañía de los Denali. 

Así que aproveche que la casa estaba prácticamente sola para hacer lo que tenía que hacer. 

Pude oler que nadie había entrado en la habitación de Alice y Jasper en mucho tiempo, tal vez desde la noche que se fueron. Fui al closet y busqué dos bolsas que me sirviera, no sabía si se irían juntos o se separarían. Eran par de pequeñas mochilas de cuero negro, lo bastante diminuta como para que Mi y Soo las llevaran. Después tome todo el dinero que guardaban para alguna emergencia, era una buena cantidad. Nadie se daría cuenta que lo había tomado. Metí en cada mochila un sobre con los permisos de conducir y los pasaportes falsos encima del dinero. Luego, me senté en la esquina de la cama de Alice y Jasper y miré las mochilas. Solo eso podía hacer para salvar a mis hijos, a Leah y a Jacob. Sentí impotencia.

—{¿Qué más podía hacer? Piensa, Elina, piensa.} —pensé. —{Ya se.} —

Si Jacob, Leah, Mi y Soo escapaban, eso equivalía a que Demetri tenía que morir. 

Eso daría más tranquilidad a los que se salvaran, incluyendo a Alice y a Jasper. 

En ese caso, ¿Por qué no iban a ayudar a los lobos y a mis hijos? <Mis angelitos> Tendrían la mejor protección imaginable si se reunían con ellos y no había motivo alguno para que eso no ocurriera, solo por el pequeño detalle que mis bebes y los licántropos era puntos ciegos para Alice. ¿Por dónde empezarían ellos a buscarlos? 

Lo estuve pensando por unos minutos hasta supe que hacer. Fui rápidamente al dormitorio de Carlisle y Esme. Como de costumbre, el escritorio de Esme estaba lleno de planos y guías, todo acumulado en cuidados y altos montones. Agarre un par de hojas en blanco y un bolígrafo que estaban en el escritorio. Entonces me quedé mirando las hojas durante unos cinco minutos, concentrándome en mi decisión. Alice no podía ver a los lobos o a mis hijos, pero sí podía verme a mí. 

Lentamente escribí las palabras en las dos hojas: 

 

"RÍO DE JANEIRO"

 

Ese me parecía el mejor lugar: estaba muy lejos de aquí, Alice y Jasper ya se encontraban en Sudamérica según nuestras última información. 

Aprete los dientes para reprimir las ganas de llorar. Era mejor que <Mis angelitos> continuaran sin mí, pero ya los extrañaba tanto que apenas podía soportarlo. Tomé las notas y las puse en un lugar en las mochilas donde Jacob y Leah las pudieran encontrar rápidamente. 

Lo único que faltaba era esperar. 

Durante dos días, Edward y Carlisle estuvieron en el claro donde Alice había visto llegar a los Vulturis. 

Imaginábamos que los Vulturis estarían rastreando a Edward o a Carlisle. Me preguntaba si les sorprendería que su presa no huyera. Aunque yo era invisible para Demetri, o eso esperaba, me quedé con Edward. Después de todo sólo teníamos unas pocas horas más para estar juntos. 

Edward y yo no habíamos tenido una gran escena de despedida, no planeábamos decirnos adiós ni nada parecido, ya que eso supondría que era definitiva nuestra derrota. Así que solo permanecimos muy cerca, si era nuestro fin, no nos encontrarían separados. 

Armamos una casita de campaña para Soo y Mi, a unos cuantos metros dentro del bosque para protegerlos, fue como un deja-vu cuando estuvimos de nuevo acampando en aquella noche fría con Jacob, lo único diferente era que ahora también estaba Leah. 

Comenzó a nevar de nuevo la noche anterior al año nuevo. Esta vez, los copos de nieve no se deshacían en el suelo del claro. Mientras Jacob, Mi, Leah y Soo dormían, la nieve creó primero una delgada capa de hielo sobre la tierra y luego fue engrosándose capa tras capa. Cuando el sol se alzó, la escena de la visión de Alice se mostró al completo. Edward y yo, agarrados de la mano, miramos a través del campo blanco. 

Los demás fueron reuniéndose con nosotros muy temprano esa mañana. Se miraba en sus ojos que se habían alimentado bien, unos de un claro color dorado, otros de un escarlata intenso. Justo después de que nos reuniéramos todos, escuchamos a los lobos caminar por el bosque. Jacob y Leah salieron de la tienda, dejando a Soo y a Mi dormir un poco más, para encontrarse con ellos. 

Los testigos iban tomando su lugar tal y como Carlisle y Edward habían dicho, todos por clanes.

Yo lo miraba todo desde los lejos, esperando al lado de la casita de campaña a que se despertaran <Mis angelitos> . Cuando lo hicieron, los ayude a vestirse con los cambios que había escogido para ellos unos días antes. Llevaban conjuntos sencillos pero resistentes, para soportar viajar en el lomo de un par de lobos atreves de algunos estados. Sobre sus chamarras puse la mochilas de cuero negro con los documentos, el dinero y mis cartas de cariño para ella y Jacob, Leah, mis padres y Eric. 

Me miraron asustados cuando vieron la angustia que mostraba mi rostro. 

<Los amo.> —les dije. —<Mas que a nadie en el mundo.> — 

<Nosotros también te amamos, Omma.> —contestó Soo por los dos. 

<Siempre estaremos juntos.> —dijo esta vez Mi. Tocando el guardapelo que tenía colgado en el cuello, el cual tenía una foto de los cuatro, al igual que el de Soo.

<Sí, siempre estaremos juntos en nuestros corazones.> —dije en un susurro. — <Pero cuando hoy llegue el momento, tienen que dejarnos.> — 

Mi me miro sorprendida y Soo solo frunció el ceño. Se tomaron de las manos y proyectaron imágenes de su negativa. 

Se me hizo un nudo en la garganta. 

<¿Lo harían por mí? ¿Por favor?> — 

<¿Por qué?> —proyectaron la pregunta en mi mente.

<No se los puedo decir ahora.> —le susurré. —<Pero pronto lo sabrán. Se los prometo.>

En mi mente aparecieron los rostros de Jacob y Leah. 

Asentí, y los abracé acercándolos lo más posible a mí. 

<No piensen en eso.> —les susurré muy bajo. —<Y no le digan nada a Jacob y Leah hasta que les diga se vayan con ellos ¿Está bien?> — 

Asintieron. 

Saque de la bolsa mi último detalle. 

Mientras me cambiaba y guardaba las cosas de Soo y Mi, un destello llamo mi atención. era la caja antigua que me habían dado como regalo de bodas, esta estaba en lo más alto y alejado de mi armario. Sabía que no haría tanta la diferencia si me lo ponía o no, pero sería un buen paso para que vieran que íbamos en son de paz. 

Y ahora me estaba abrochando la gruesa cadena de oro alrededor del cuello, sintiendo el peso del enorme diamante. 

—Qué bonito. —susurró Mi. 

Los dos se abrazaron a mí y así los cargue y los saque de la casita de campaña. 

Edward alzó una ceja cuando me acerque a él, pero no hizo ningún comentario sobre mi accesorio. Sólo nos abrazó con fuerza durante un momento muy largo, y luego, con un profundo suspiro, nos soltó. No pude distinguir ningún tipo de adiós en sus ojos. Al igual que yo tenía la esperanza que todo saldría bien. 

Caminamos hasta nuestros puestos, y Mi y Soo subieron en nuestras espaldas para así dejarnos las manos libres. Mi esposo y yo estábamos a unos pasos detrás de la línea frontal, en la cual estaban Carlisle, Emmett, Rosalie, Tanya, Kate y Eleazar. Muy cerca de nosotros estaban Benjamín y Zafrina, ya que mi trabajo era protegerlos todo lo que fuera posible: junto conmigo eran nuestras mejores armas ofensivas. Si los Vulturis no los miraban, aunque fuera durante unos cuantos momentos, eso haría la diferencia. 

Zafrina mostraba un porte rígido y fiero, con Senna a su lado. Benjamín estaba sentado en el suelo, con las palmas en el suelo y murmurando para sí mismo sobre fallas en el subsuelo. La noche anterior había hecho pilas de piedra enormes que acomodo como si siempre hubieran estado ahí, y que ahora estaban cubiertas por la nieve en toda la parte de atrás del prado. No eran suficientes para matar o lastimar a un vampiro, pero sí para distraerlos. 

Los testigos se acomodaron a nuestra izquierda y derecha, unos más cerca que otros, ya que los que estaban más de acuerdo con nosotros estaban más cerca. Noté cómo Siobhan se frotaba las sienes, con los ojos cerrados totalmente concentrada, parecía que le había hecho caso a Carlisle sobre el don que ella no creía poseer. 

Ocultos en el bosque, los lobos estaban quietos y esperando el mejor momento para su entrada. 

Los ojos de Edward se entrecerraron y mientras miraba detenidamente hacia al frente, me imagino que estaba comparando la realidad con la visión de Alice. Todo debía de tener el mismo aspecto que cuando llegaron los Vulturis, así que sólo nos quedaban minutos o segundos. 

Nuestra familia y aliados se prepararon. 

Un enorme lobo de pelaje rojizo y otro un poco más pequeño de color blanco con mechones más oscuros aparecieron de entre el bosque, el de pelaje rojizo se colocó a mi lado y el de pelaje blanco a un lado de Edward. Debía de haber sido demasiado duro para ellos mantenerse a esa distancia de Soo y Mi cuando ellos estaban en un peligro tan inmediato. 

Edward me volteo a ver. Yo tome su mano y él me apretó los dedos. 

Pasó lentamente otro minuto y agudicé el oído cuando pude captar los pasos de un grupo acercándose. 

Y entonces Edward se paralizo y gruño bajo apretando los dientes. Sus ojos se concentraron en el bosque justo al frente de donde estábamos. 

Seguimos la dirección de su mirada y clavamos allí los ojos. Y esperamos a que los segundos que nos faltaran pasaran.

La hora había llegado.