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Trece. Neófito.

—Lo mismo que te paso a ti. Solo que mil veces más. —Jasper soltó una risa amarga y se froto el brazo. —La ponzoña de vampiro es lo único capaz de dejar cicatrices así. —

—¿P-pero cómo? ¿Por qué? —dije mirando por última vez las cicatrices y desviando la mirada hacia Jasper. No quería verme grosera.

—Yo no tuve la misma… crianza que mis hermanos adoptivos. Mis comienzos fueron distintos. —su voz se tornó dura. —Antes de que te cuente mi historia debes entender, Elina, que en otras partes del mundo el ciclo de los inmortales se mide en semanas y no siglos. —

Los demás miembros de la familia que ya habían escuchado esta historia pusieron atención a otras cosas. Por ejemplo, Carlisle y Emmett comenzaron a ver la televisión, Alice se sentó con sigilo a los pies de Esme. Edward ponía más atención a mi rostro de concentración.

—Si quieres entender las razones, tienes que cambiar tu concepción del mundo e imaginarlo desde el punto de los poderosos, de los voraces… o de aquellos cuya sed nunca se sacia. Como sabes, algunos lugares del mundo resultan especialmente deseables para nosotros porque en ellos podemos pasar desapercibidos sin necesidad de demasiadas limitaciones. Hazte una idea, por ejemplo, del mapa del hemisferio occidental. Imagina un punto rojo simbolizando cada vida humana. Cuanto mayor es el número de puntos rojos, más sencillo será alimentarse sin llamar la atención, es decir, para quienes vivimos de este modo. —

Asentí para que continuara.

—A los aquelarres sureños apenas les preocupa ser o no descubiertos por los humanos. Son los Vulturis quienes los ponen en su lugar. No temen a nadie más. Ya nos habrían sacado a la luz de no ser por ellos. En comparación, el norte es mucho más civilizado. Principalmente, aquí somos nómadas que disfrutamos del día tanto como de la noche, lo que nos permite interactuar con los humanos sin levantar sospecha. El anonimato es importante para todos nosotros. El sur es un mundo diferente. Allí, los inmortales pasan el día planeando su siguiente movimiento o anticipando el de sus enemigos, y sólo salen de noche. Y es que allí ha habido guerra constante durante siglos, sin un solo momento de tregua. Los aquelarres apenas son conscientes de la existencia de los humanos, o lo son igual que los soldados cuando ven una manada de vacas en el camino. El hombre nada más es comida disponible, de la que se ocultan solamente por temor a los Vulturis. —

—¿Luchan? ¿Por qué? —pregunte.

Jasper sonrió.

—¿Recuerdas el mapa con puntos rojos? —asentí. —Luchas por controlar los lugares donde hay muchos puntos rojos. Verás, en algún momento, a alguien se le ocurrió que si fuera el único vampiro de la zona, digamos, por ejemplo, México Distrito Federal, entonces podría alimentarse cada noche dos o tres veces sin que nadie se diera cuenta, por lo que planearon formas de deshacerse de la competencia. Los demás no tardaron en imitarlos, unos con tácticas más efectivas que otros. Pero la estrategia más efectiva fue la que puso en marcha un vampiro bastante joven, llamado Benito. La primera vez que se oyó hablar de él apareció desde algún lugar al norte de Dallas y liquidó los dos pequeños aquelarres que compartían el área cercana a Houston. Dos noches más tarde, atacó a un clan mucho más grande de aliados que reclamaban Monterrey, al norte de México, y volvió a ganar. —

—¿Cómo lo hizo? —pregunte con curiosidad.

—Benito había creado un ejército de vampiros neófitos. Fue el primero en pensarlo y al principio, esto hizo de él y los suyos una fuerza imparable. Los vampiros muy jóvenes son inestables, salvajes y casi imposibles de controlar. A un neófito se le puede enseñar a que se controle, razonando con él, pero diez o quince neófitos juntos son una pesadilla. Se vuelven unos contra otros con tanta rapidez como contra el enemigo. Benito debía estar creando continuamente otros nuevos conforme aumentaban los enfrentamientos entre ellos y también porque los aquelarres derrotados solían eliminar al menos la mitad de sus fuerzas antes de morir. Ya ves, aunque los conversos son peligrosos, hay todavía posibilidad de derrotarlos si sabes lo que haces. Tienen un increíble poder físico, al menos durante el primer año y si se les deja utilizar la fuerza, pueden aplastar a un vampiro más viejo con facilidad, pero son esclavos de sus instintos, y además, predecibles. Por lo general, no tienen habilidad para el combate, sólo músculo y ferocidad. Y en este caso, la fuerza del número. Los vampiros del sur de México previeron lo que se les venía encima e hicieron lo único que se les ocurrió para contrarrestar a Benito, es decir, crearon ejércitos de neófitos por su cuenta... y entonces se desató el infierno, y lo digo de un modo más literal de lo que a ti pueda parecerte. Nosotros, los inmortales, también tenemos nuestras historias, y esta guerra en particular no debería ser olvidada nunca. Sin duda, no era un buen momento para ser humano en México. Cuando el recuento de cuerpos alcanzó proporciones epidémicas, la historia oficial habló de una enfermedad que había afectado a la población más pobre, y entonces fue cuando intervinieron los Vulturis. Se reunió toda la guardia y recorrió el sur de Norteamérica. Benito se había afianzado en Puebla, donde había establecido de forma rápida un ejército dispuesto a la conquista del verdadero premio: la ciudad de México. Los Vulturis comenzaron por él, pero aniquilaron a todos los demás. Ejecutaron rápidamente a cualquier vampiro que tuviera neófitos, y como casi todo el mundo los había utilizado en su intento de protegerse de Benito, México quedó libre de vampiros durante un tiempo. Los Vulturis invirtieron casi un año en dejar limpio todo. Es otro capítulo de nuestra historia que no debemos olvidar a pesar de los pocos testigos que quedaron para describir lo ocurrido. Hablé con uno que había contemplado de lejos lo que sucedió cuando cayeron sobre Culiacán. —

Jasper se estremeció. Nunca antes le había visto temeroso ni horrorizado…aquélla era la primera vez.

—Bastó para que la fiebre de la conquista sureña no se extendiera y el resto del mundo permaneció a salvo. Debemos a los Vulturis nuestra actual forma de vida. Los supervivientes no tardaron en reafirmar sus derechos en el sur en cuanto los Vulturis regresaron a Italia. No transcurrió mucho tiempo antes de que los aquelarres se adentraran en nuevas disputas. Abundaba la mala sangre, si se me permite la expresión, y la vendetta era el pan de cada día. La táctica de los neófitos estaba ahí y algunos cedieron a la tentación de usarla, aunque los aquelarres meridionales no habían olvidado a los Vulturis, por lo que actuaron con más cuidado en esta ocasión: seleccionaron a los humanos y luego los entrenaron y usaron con más cuidado, por lo que la mayor parte de las veces pasaron desapercibidos. Sus creadores no dieron motivos para el regreso de los Vulturis. Las trifulcas continuaron, pero a menor escala. De vez en cuando, algunos se pasaban de la raya y daban pie a las especulaciones de la prensa de los humanos, entonces, los Vulturis reaparecían para exterminarlos, pero quedaban los demás, los precavidos... —

Jasper se quedó pensativo.

—Ellos fueron los que te convirtieron. —pregunte.

Asintió.

—Vivía en Houston, Texas, cuando era humano. Tenía casi diecisiete años cuando me uní al ejército confederado en 1861. Mentí a los reclutadores acerca de mi edad, les dije que había cumplido los veinte y se lo tragaron, pues era lo bastante alto como para que pasara. Mi carrera militar fue fugaz, pero muy prometedora. Caía bien a la gente y siempre escuchaban lo que tenía que decir. Mi padre decía que yo tenía carisma. Por supuesto, ahora sé que había algo más, pero, fuera cual fuera la razón, me ascendieron rápidamente por encima de hombres de mayor edad y experiencia. Además por otra parte, el ejército confederado era nuevo y se organizaba como podía, lo cual daba mayores oportunidades. En la primera batalla de Galveston, que bueno, en realidad, fue más una pelea que una batalla propiamente dicha, fui el mayor más joven de Texas, y eso sin que se supiera mi verdadera edad. Estaba al frente de la evacuación de las mujeres y los niños de la ciudad cuando los morteros de los barcos de la Unión llegaron al puerto. Necesité un día para acondicionarlos antes de enviarlos con la primeros civiles que conducíamos a Houston. —Guardo silencio mientras recordaba. —Recuerdo perfectamente esa noche. Había anochecido cuando alcanzamos la ciudad. Me demoré lo suficiente para asegurarme de que todo el grupo quedaba a salvo, me procuré una montura de refresco en cuanto concluí mi cometido y galopé de vuelta a Galveston. No había tiempo para descansar. Me encontré con tres mujeres a pie a kilómetro y medio de la ciudad. Di por hecho que se trataba de rezagadas y eché pie a tierra para ofrecerles mi ayuda, pero me quedé petrificado cuando contemplé sus rostros a la tenue luz de la luna. Sin lugar a dudas, eran las tres damas más hermosas que había visto en mi vida. Recuerdo lo mucho que me maravilló la extrema palidez de su piel, ya que incluso la muchacha de pelo negro y de facciones marcadamente mexicanas tenía un rostro de porcelana bajo la luz lunar. Todas ellas parecían lo bastante jóvenes para ser consideradas muchachas. Sabía que no eran miembros extraviados de mi grupo, pues no habría olvidado a esas tres beldades si las hubiera visto antes.—

—*Se ha quedado sin habla.* —dijo la primera.

—Hablaba con una voz delicada, como las melodías de las campanas de viento. Tenía la cabellera rubia. La otra era aún más rubia, pero su piel era más clara. Tenía rostro de ángel. Se inclinó hacia mí con ojos entornados e inhaló hondo. —

—*¡Um!* —dio un suspiro. —*Embriagador.* —

—La más pequeña, la morena menudita, le aferró por el brazo y habló apresuradamente. Su voz era demasiado tenue y musical como para que sonara cortante. —

—*Concéntrate, Nettie.* —la instó.

—Siempre he tenido intuición a la hora de detectar la jerarquía entre las personas y me quedó muy claro que era la morena quien llevaba la voz cantante. Si ellas hubieran estado dentro de un ejército, yo habría dicho que estaba por encima de las otras dos. —

—*Es bien parecido, joven, fuerte, un oficial...* —la morena hizo una pausa. —*Y hay algo más... ¿Lo perciben? * —preguntó a sus compañeras. —*Es... persuasivo. * —

—*Sí, sí. * —aceptó rápidamente Nettie mientras se inclinaba.

—*Contente. * —le previno la morena. —Deseo conservarle. —

—*Haces bien si crees que puede servirte, María. * —dijo la rubia más alta. —*Yo suelo matar al doble de los que se quedan. * —

—*Eso haré. * —coincidió María. —*Éste me gusta de veras. Quita a Nettie, ¿Está bien? No me deseo estar protegiéndome las espaldas mientras me concentro. * —

—El vello de la nuca se me erizo a pesar de que no comprendía ni una sola de las palabras de aquellas hermosas mujeres. El instinto me decía que me hallaba en grave peligro y que el ángel no bromeaba al hablar de matar, pero se impuso el juicio al instinto, ya que me habían enseñado a no temer a las mujeres, sino a protegerlas. —

—*Vamos de caza. * —aceptó Nettie con entusiasmo.

—Nettie le tomo la mano a la otra muchacha y dieron la vuelta con una gracilidad asombrosa y echaron a correr hacia la ciudad. Parecían volar e iban tan deprisa que los cabellos flameaban detrás de sus figuras como si fueran alas. Parpadeé sorprendido mientras las veía desaparecer. Me volví para observar a María, que me estudiaba con curiosidad. Nunca había sido supersticioso y hasta ese momento no había creído en fantasmas ni en ninguna otra tontería sobrenatural. De pronto, me sentí inseguro. —

—*¿Cómo te llamas, soldado? * —pregunto María.

—*Mayor Jasper Whitlock, señorita. * —

—Balbuceé, incapaz de ser grosero con una dama ni aunque fuera un fantasma. —

—*Espero que sobrevivas, de veras, Jasper. * —aseguró con voz suave. —*Tengo un buen presentimiento sobre ti. * —

—Se acercó un paso más e inclinó la cabeza como si fuera a besarme. Me quedé allí clavado a pesar de que todos mis instintos clamaban para que huyera. —

Jasper hizo una pausa, se quedó pensando hasta que al final agregó:

—A los pocos días me iniciaron en mi nueva vida. Se llamaban María, Nettie y Lucy, y no llevaban juntas mucho tiempo. María había reunido a las otras dos, las tres eran supervivientes de una derrota reciente. María deseaba vengarse y recuperar sus territorios mientras que las otras dos estaban ansiosas de aumentar sus números. Estaban reuniendo una tropa, pero lo hacían con más cuidado del habitual. Fue idea de María. Ella quería una fuerza de combate superior, por lo que buscaba hombres específicos, con potencial, y luego nos prestaba más atención y entrenamiento del que antes se le hubiera ocurrido a nadie. Nos adiestró en el combate y nos enseñó a pasar desapercibidos para los humanos. Nos recompensaba cuando lo hacíamos bien... —hizo una pausa y omitió una parte de la historia. —Pero María tenía prisa, sabedora de que la fuerza descomunal de los neófitos decaía tras el primer año desde la transformación y pretendía actuar mientras aún conserváramos esa energía. Éramos seis cuando me incorporé al grupo de María y se nos unieron otros cuatro en el transcurso de dos semanas. Todos éramos varones, pues ella quería soldados, lo cual dificultaba aún más que no estallaran peleas entre nosotros. Tuve mis primeras peleas con mis nuevos compañeros de armas, pero yo era más rápido y mejor luchador, por lo que ella estaba muy complacida conmigo a pesar de lo mucho que le molestaba tener que reemplazar a mis víctimas. Me recompensaba a menudo, por lo cual gané en fortaleza. Ella juzgaba bien a los hombres y no tardó en ponerme al frente de los demás, como si me hubiera ascendido, lo cual encajaba a la perfección con mi naturaleza. Las bajas descendieron drásticamente y nuestro número subió hasta rondar la veintena, una cifra considerable para los tiempos difíciles que nos tocaba vivir. Mi don para controlar la atmósfera emocional, a pesar de no estar aún definido, resultó de una efectividad importante. Pronto, los neófitos comenzamos a trabajar juntos como no se había hecho antes hasta la fecha. Incluso María, Nettie y Lucy fueron capaces de cooperar con mayor armonía. María se encariñó conmigo y comenzó a confiar más y más en mí. En cierto modo, yo adoraba el suelo que pisaba. No sabía que existía otra forma de vida. Ella nos dijo que así era como funcionaban las cosas y nosotros le creímos. Me pidió que le avisara cuando mis hermanos y yo estuviéramos preparados para la lucha y yo ardía en deseos de probarme. Al final, conseguí que trabajaran codo con codo veintitrés vampiros neófitos increíblemente fuertes, disciplinados y de una destreza sin comparación. María estaba eufórica. Nos acercamos con sigilo a Monterrey, el antiguo hogar de María, donde nos lanzó contra sus enemigos, que nada más contaba con nueve neófitos en aquel momento y un par de vampiros veteranos para controlarlos. María apenas podía creer la facilidad con la que acabamos con ellos, sólo cuatro bajas en el transcurso del ataque, una victoria sin precedentes. Todos estábamos bien entrenados y realizamos el golpe de mano con la máxima discreción, de tal modo que la ciudad cambió de dueños sin que los humanos se dieran cuenta. El éxito la volvió avariciosa y no transcurrió mucho tiempo antes de que María fijara los ojos en otras ciudades. Ese primer año extendió su control hasta Texas y el norte de México. Entonces, otros vinieron desde el sur para expulsarla. —

Jasper recorrió con dos dedos el contorno de las cicatrices de un brazo.

—Los combates fueron muy intensos y a muchos les preocupó el probable regreso de los Vulturis. Tras dieciocho meses, fui el único superviviente de los veintitrés primeros. Ganamos tantas batallas como perdimos. Nettie y Lucy se fueron contra María, que fue la que sobresalió al final. —me volteo ver, en ese momento yo estaba muy centrada en la historia. —Ella y yo fuimos capaces de conservar Monterrey. La cosa se calmó un poco, aunque las guerras no cesaron. Se desvaneció la idea de la conquista y quedó más bien la de la venganza y las disputas, pues fueron muchos quienes perdieron a sus compañeros y eso no es algo que se perdone entre nosotros. María y yo mantuvimos en activo alrededor de una docena de neófitos. Significaban muy poco para nosotros. Eran títeres, material desechable del que nos deshacíamos cuando sobrepasaba su tiempo de utilidad. Mi vida continuó por el mismo sendero, de violencia y de esa manera pasaron los años. Yo estaba hastiado de aquello mucho antes de que todo cambiara. Unas décadas después, hice cierta amistad con un neófito que, contra todo pronóstico, había sobrevivido a los tres primeros años y seguía siendo útil. Se llamaba Peter, me caía bien, era... "Civilizado", supongo que ésa es la palabra adecuada. Le disgustaba la lucha a pesar de que se le daba bien. Estaba a cargo de los neófitos, venía a ser algo así como su niñero. Era un trabajo a tiempo completo. Al final, llegó el momento de efectuar una nueva purga. Era necesario reemplazar a los neófitos cada vez que superaban el momento de máximo rendimiento. Se suponía que Peter me ayudaba a deshacerme de ellos. Los separábamos individualmente. Siempre se nos hacía la noche muy larga. Aquella vez intentó convencerme de que algunos de ellos tenían potencial, pero me negué porque María me había dado órdenes de que me librara de todos. Habíamos realizado la mitad de la tarea cuando me percaté de la gran agitación que embargaba a Peter. Meditaba la posibilidad de pedirle que se fuera y terminar el trabajo yo solo mientras llamaba a la siguiente víctima. Para mi sorpresa, Peter se puso huraño y furioso. Confiaba en ser capaz de dominar cualquier cambio de humor por su parte... Era un buen luchador, pero jamás fue rival para mí. La neófita a la que había convocado era una mujer llamada Charlotte que acababa de cumplir su año. Los sentimientos de Peter cambiaron y se descubrieron cuando ella apareció. Él le ordenó a gritos que se fuera y salió disparado detrás de ella. Pude haberlos perseguido, pero no lo hice, no me gustaba la idea de matarlo. María se enfadó mucho conmigo por aquello. Después de cinco años Peter regresó a hurtadillas, y eligió un buen día para llegar. María estaba perpleja por el continuo deterioro de mi estado de ánimo. Ella jamás se sentía abatida y se preguntaba por qué yo era diferente. Comencé a notar un cambio en sus emociones cuando estaba cerca de mí. A veces era miedo y otras malicia. Fueron los mismos sentimientos que me habían alertado sobre la traición de Nettie y Lucy. Peter regresó cuando me estaba preparando para destruir a mi única aliada y el núcleo de toda mi existencia. Me habló de su nueva vida con Charlotte y de muchas opciones con las que jamás había soñado. No habían luchado ni una sola vez en cinco años a pesar de que se habían encontrado con otros de nuestra especie en el norte. Con ellos era posible una existencia pacífica. Me convenció con una sola conversación. Estaba listo para irme y estaba aliviado por no tener que matar a María. Había sido su compañero durante los mismos años que Carlisle y Edward estuvieron juntos, aunque el vínculo entre nosotros no fuera ni un poco tan fuerte. Cuando se vive para la sangre y el combate, las relaciones son tenues y se rompen con facilidad. Me marché sin mirar atrás. Viajé en compañía de Peter y Charlotte durante algunos años mientras le tomaba el pulso a aquel mundo nuevo y pacífico, pero la tristeza no desaparecía. No comprendía qué me sucedía hasta que Peter se dio cuenta de que empeoraba después de cada caza. Medité. Había perdido casi toda mi humanidad después de años de matanzas y carnicerías. Yo era una pesadilla, un monstruo de lo peor, sin lugar a dudas, pero cada vez que me abalanzaba sobre otra víctima humana tenía un atisbo de aquella otra vida. Mientras las presas abrían los ojos, maravillados por mi hermosura, recordaba a María y a sus compañeras, y lo que me habían parecido la última noche que fui Jasper Whitlock. Este recuerdo era más fuerte que todo lo demás, ya que yo era capaz de saber todo lo que sentía mi presa y vivía sus emociones mientras la mataba. Has sentido cómo he manipulado las emociones de quienes me rodean, Elina, pero me pregunto si alguna vez has comprendido cómo me afectan los sentimientos que circulan por una habitación. Viví en un mundo sediento de venganza y el odio fue mi continuo compañero durante mi primer siglo de vida. Todo eso disminuyó cuando abandoné a María, pero aún sentía el pánico y el temor de mi presa. Empezó a resultar insoportable. El cansancio empeoró y vagabundeé lejos de Peter y Charlotte. Ambos eran civilizados, pero no sentían la misma aversión que yo. A ellos les bastaba con librarse de la batalla, mientras que yo estaba harto de matar, de matar a cualquiera, incluso a simples humanos. Aun así, debía seguir haciéndolo. ¿Qué otra opción me quedaba? Intenté disminuir la frecuencia de la caza, pero al final sentía demasiada sed y me rendía. Descubrí que la autodisciplina era todo un desafío después de un siglo de gratificaciones inmediatas...Todavía no la he perfeccionado. —

Jasper se hallaba sumido en la historia, al igual que yo. De un momento a otro su expresión triste se suavizará hasta convertirse en una sonrisa pacífica.

—Me hallaba en Filadelfia, había una tormenta. Estaba en el exterior y era de día, una cosa con la que aún no me encuentro cómodo del todo. Sabía que llamaría la atención si me quedaba bajo la lluvia, por lo que me escondí en una cafetería semivacía. Tenía los ojos lo bastante oscuros como para que nadie me descubriera, pero eso significaba también que tenía sed, lo cual me preocupaba un poco. Ella estaba sentada en un taburete de la barra. Me esperaba, por supuesto. —río entre dientes una vez. —Se bajó de un salto en cuanto entré y vino directamente hacia mí. Eso me sorprendió. No estaba seguro de si pretendía atacarme, esa era la única interpretación que se me ocurría por mi pasado, pero me sonreía y las emociones que emanaban de ella no se parecían a nada que hubiera experimentado antes. —

—*Me has hecho esperar mucho. * —

—Dijo. —

No me había dado cuenta de que Alice se había levantado de su lugar y ahora estaba detrás de mí.

—Y tú agachaste la cabeza, como buen caballero sureño y respondiste: *Lo siento, señorita. * —Alice comenzó a reír al recordarlo.

Jasper le devolvió la sonrisa.

—Tú me tendiste la mano y yo la tomé sin detenerme a buscarle un significado a mis actos, pero sentí esperanza por primera vez en casi un siglo. —Jasper tomó la mano de Alice mientras hablaba y ella esbozó una gran sonrisa.

—Estaba tan aliviada. Creí que nunca aparecerías. —dijo Alice.

Se sonrieron el uno al otro durante un buen rato, después Jasper volvió a mirarme sin perder la expresión relajada.

—Alice me habló de sus visiones acerca de la familia de Carlisle. Apenas di crédito a que existiera esa posibilidad, pero ella me dio optimismo y fuimos a su encuentro. —

—Casi nos "Morimos" del susto que nos dieron. —dijo Edward, para después poner los ojos en blanco. —Emmett y yo habíamos ido a casar y de repente aparece Jasper, cubierto con cicatrices de batalla y con un monstruito detrás de él. —Edward le dio un leve codazo a Alice. —Que saludaba a cada uno por su nombre y que quería saber en qué habitación instalarse. —

Alice y Jasper se echaron a reír.

—Cuando llegue a casa ya tenía mis cosas en el garaje. —dijo Alice sin darle mucha importancia.

—Tu habitación era la que tenía la mejor vista. —la acuso Edward.

Ahora todos reímos.

—Es una maravillosa historia. —los tres me miraron como si estuviera loca. Puse los ojos en blanco. —No me miren así. Hablo del final, ya sabes, el final feliz con Alice. —sonreí.

—Ella es la que marca la diferencia. —dijo Jasper mirando a Alice de una forma muy hermosa. —Y sigo disfrutando de la situación. —

Era un momento relajado, pero no todo dura lo suficiente en esta vida.

—Una tropa…—comenzó Alice. —¿Por qué no me dijiste? —

Todos volvimos a concentrarnos en el asunto principal, y miramos a Jasper.

—No creí haber interpretado bien las señales. No creí que alguien creara un ejército de neófitos en Seattle, ¿Quién quisiera eso? Ahí no hay nadie que quiera una vendetta y si nos vamos por el lado de la conquista, tampoco es algo con mucho sentido. pero he visto eso antes y alguien está haciendo un ejército de neófitos en Seattle. La persona que los esté haciendo, solo se limita a dejarlos sueltos, no va a tardar mucho para que vengas los Vulturis a hacerse cargo de la situación. —concluyo Jasper.

—¿Y qué podemos hacer al respecto? —pregunto Carlisle.

—Lo único que podemos hacer es destruir a los neófitos antes de que los Vulturis se involucren. —dijo Jasper con expresión severa. —Les puedo enseñar la forma de hacerlo, aunque se va a ser difícil en la ciudad, los neófitos no se preocupan por los destrozos y nosotros sí, eso nos limitara. Quizá podemos atraerlos para que salgan de ahí. —

—No creo que sea necesario. —intervino Edward arisco. —¿Qué no se dan cuenta? El aquelarre más cercano a Seattle somos nosotros, somos la única amenaza para un ejército neófito. —

Jasper se sorprendió de no haberlo pensado antes y Carlisle abrió los ojos sorprendido.

—El grupo de Tanya también está cerca. —dijo preocupada Esme, no quería aceptar las palabras de Edward.

—Ellos no están atacando Anchorage, Esme. Creo que deberíamos considerar que nosotros somos el objetivo. —termino Edward.

—Ellos no vienen por nosotros. —dijo Alice. —O al menos no lo saben aún. —

—¿De qué te acordaste? —quiso saber un nervioso Edward.

—Son destellos. No obtengo una imagen completa para saber qué es lo que ocurre, pero si he alcanzado a ver extraños flashes. No bastan para que los pueda interpretar. Creo que alguien los hace cambiar rápidamente de opinión, o los lleva a otro lado rápidamente para que yo no pueda ver nada. —

—¿Están indecisos? —pregunto Jasper.

—No estoy segura…—dijo Alice.

—No, indeciso, no. —comenzó a decir Edward. —Conocimiento. Es alguien que sabe que no vas a poder ver nada hasta que tome una decisión, alguien que se está ocultando de nosotros y juega con los límites de tu don. —

—¿Quién sabría sobre eso? —pregunto Alice.

—Aro te conoce mejor que nadie. —dijo Edward con una mirada fría.

—Pero yo sabría…—

—No, si no quiere ensuciarse las manos… —

—Talvez sea un favor. —sugirió Rosalie. —Quizá sea alguien de sur, alguien que no haya seguido las reglas, alguien a quien le ha dado una segunda oportunidad, no lo eliminan a menos que se haga cargo de un pequeño problema.. eso explicaría la tranquilidad de los Vulturis. —

—Pero… ¿Por qué? —pregunto Carlisle. —No hay ninguna razón…—

—Si que la hay. —comenzó Edward. —Me sorprende que haya salido tan pronto a la luz, ya que los demás pensamientos eran más fuertes cuando estuve con ellos. Aro nos quiere a Alice y a mí. El presente y el futuro. El poder de la idea le encanta, pero yo había creído que le iba a costar mucho más tiempo crear ese plan para lograr lo que tanto quiere. Y también hay algo sobre ti, Carlisle, sobre tu familia, próspera y en aumento. Son los celos y el miedo. No tienes más que él, pero sí posees cosas que le gustan. Procuró no pensar en ello, pero no lo consiguió ocultar por completo. La idea de eliminar una posible competencia estaba ahí. Además, después del suyo, nuestro aquelarre es el mayor que han conocido jamás... —

—Hay que tener en cuenta que nunca romperían su propia regla. Eso iría en contra de todo por lo que luchan. —interrumpió Carlisle.

—Siempre pueden limpiar todo. —dijo Edward severo. —Cometen un doble traición y aquí no pasó nada. —

Jasper se inclinó un poco hacia adelante y sacudió en forma negativa la cabeza.

—No, Carlisle está en lo correcto. Los Vulturis jamás rompen reglas. Además, todo es muy improvisado. Este tipo de…amenaza, no saben lo que tienen en las manos. Creo que se trata más de un principiante. Los Vulturis no están involucrados, pero lo están muy pronto, vendrán. —

Todos nos miramos preocupados.

—¿Qué esperamos entonces? Hay que ir. —dijo Emmett.

Carlisle y Edward compartieron una mirada para después asentir.

—Vamos a necesitar que nos enseñes a destruirlos. —le dijo Carlisle a Jasper.

Sabía que esa frase había sido muy difícil de decir para Carlisle, no conocía nadie que odiara la violencia más que él.

—Necesitaremos ayuda. —dijo Jasper. —¿Crees que el clan de Tanya esté dispuesto a ayudar? Otros cinco vampiros adultos serian una gran ayuda, y si contamos con Kate y Eleazar, incluso será fácil. —

—Se los pediré. —dijo Carlisle.

Jasper le paso un celular.

—Hay que ser rápidos en esto. —

Nunca había visto que Carlisle perdiera su calma habitual. Tomo rápidamente el celular y camino hacia las ventanas. Marcó el número, para después llevárselo al oído.

Edward me tomo de la mano, me llevo hacia un sofá y me sentó a su lado sin dejar de ver a Carlisle.

Carlisle hablaba demasiado bajo y muy deprisa como para entenderle. Lo oí saludar a Tanya y luego comenzó a describir la situación en la que estábamos.

Entonces Carlisle cambio el tono de su voz.

—Oh. —dijo con sorpresa. —No sabíamos que Irina lo miraba de ese modo. —

Edward comenzó a maldecir a mi lado y cerró los ojos.

—Maldito, maldito seas Laurent, ojalá te pudras en el mismísimo infierno al que perteneces…—

—¿Laurent. —susurre confundida.

Edward continúo concentrado en leer la mente de Carlisle.

Raídamente el ultimo recuerdo que tuve de Laurent vino a mi cabeza "De hecho, vine aquí para hacerle un favor a ella" había dicho. Victoria. Laurent había sido su primer movimiento, lo había mandado para ver si iba a ser difícil capturarme. Y gracias a los chicos el no pudo enviar ningún tipo de información.

La muerte de James solo había hecho nuevos lazos entre vampiros, ya que Laurent había pasado un año completo con los Delani antes de que muriera.

Carlisle continúo hablando por teléfono, su tono ya no era de súplica, ahora era entre amenazador y persuasivo. Hasta que termino diciendo algo que yo si pude escuchar de lo alto que lo dijo.

—Eso no entra a discusión. —dijo con voz grave. —Tenemos un trato. Ni ellos lo han quebrado ni nosotros vamos a hacerlo. Siento escuchar eso…por supuesto, haremos lo necesario…solos. —

Cerro el teléfono sin esperar respuesta.

—¿Cuál es el problema? —pregunto Emmett.

—El vínculo entre Irina y Laurent era demasiado fuerte. Ella les tiene bastante rencor a los lobos por haberlo matado para salvar a Elina. Ella quiere…—paro de repente y me miro a los ojos.

—¿Qué quiere? —pregunte con calma.

—Quiere vengarse. Quiere destruir toda la manada. Solo nos darán su ayuda si les damos el permiso. —

—¡¿Qué?! —pregunte incrédula.

—No te preocupes. Carlisle nunca aceptaría algo así. Y yo tampoco, Laurent tuvo lo que merecía. —gruño. —Sigo en deuda con ellos por eso. —

—Esto ya no se mira bien. —dijo Jasper. —Son demasiados. Les ganamos en habilidad, pero ellos nos ganan en cantidad. Ganaríamos, si, ¿Pero a qué precio? —dijo mirando el rostro de Alice.

Con ese gesto supe a lo que se refería, ganaríamos pero, las bajas serían más como una derrota. Mire los rostros de Jasper, Alice, Emmett, Rosalie, Esme, Carlisle, Edward.

Esto no podía terminar así.