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Once. La secta.

Desde el encuentro con Laurent me había vuelto totalmente paranoica, cada día me levantaba sorprendida de haber sobrevivido e inmediatamente me aseguraba que mis padres y Eric también estuvieran bien. Había llegado a un punto donde las palmas de las manos me sudaban y escalofríos me recorrían la columna, me pasaban cada vez que me acordaba que Victoria estaba al asecho.

Los pensamientos paranoicos me distrajeron del hecho de que había pasado otra semana sin que Jacob me llamara. Y la verdad era que lo extrañaba, se había vuelto un gran amigo.

Al final llegue a la conclusión de que Jacob me evitaba, pero en realidad no sabía si le había hecho algo malo, si se había disgustado por algún comentario que había hecho o algo por el estilo, y si ese era el caso quería que me lo dijera a la cara y que no huyera.

Un sábado decidí ir a La Push a confrontarlo. Iba conduciendo por la carretera, y sabía que en pocos segundos empezaría a mirar las primeras casa de la reserva.

Un chico con una gorra tejida caminaba por el lado izquierdo del camino. Por el pelo corto y lo ancho que era, supe rápidamente que se trataba de Quil.

Cruze al lado opuesto del camino para frenar a un lado de él.

Levanto la vista cuando escucho el sonido del auto cerca. Su expresión no era la que normalmente llevaba, ahora tenía su rostro ensombrecido y su frente llena de arrugas de preocupación.

—Eh, hola, Elina. —dijo sin ganas.

—Hola, Quil… ¿Te encuentras bien? —

—Si, estupendo. —dijo con sarcasmo.

—¿Si quieres te puedo llevar a donde quiera? —

—Si, supongo. —dijo para acercarse a la puerta y subir al auto.

—¿Adonde? —

—Mi casa queda al lado norte, detrás del almacén. —dijo.

—Y…—hice una pausa, el me miro. —¿Has visto a Jacob? —

—De lejos. —

—¿Eh? —lo mire con duda.

—Intente seguirlos. Iba con Embry. —dijo con un hilo de voz, se miraba que estaba triste. —Se que me miraron, pero dieron media vuelta y desaparecieron de entre los árboles… no creo que estuvieran solos, creo que Sam estaba con ellos. Estuve alrededor de una hora caminando en el bosque gritando sus nombres, apenas acababa de encontrar el camino cuando tu apareciste. —

—Sam también lo atrapo. ¿Tan mal esta Jacob? —pregunté.

—Si, no se separa de Sam. —hizo una pausa y luego susurro. —No quiero ser el siguiente. —

—¿Tu familia no puede hacer nada? —

—Mi abuelo junto con los demás del consejo piensan que Sam es lo mejor que le ha pasado a este lugar. —

No dijimos nada durante un buen rato. Ya estábamos en La Push, avanzaba muy lentamente por el camino desierto. Podía ver a unos metros la única tienda de la reserva.

—Tengo que irme. —dijo Quil. —Mi casa es justo ahí. —

Señaló un rectángulo de madera. Frene y el bajo de un salto.

—Nos vemos. —dije cuando cerró la puerta.

Conduje hacia la casa de los Black. Una vez ahí estacione enfrente de la casa, ignore la mirada que Billy me daba desde la ventana. Solo iba a esperar unos minutos, para después estar convencida de que Jacob ya no quería saber nada de mí y así aunque suene feo ya no perder mi tiempo.

Había pasado alrededor de cinco minutos cuando un golpe brusco en mi ventana me sobresalto. Voltee esperando ver a Billy, pero fue Jacob quien estaba ahí.

—¿Qué haces aquí, Elina? —dijo disgustado.

Me quedé sorprendida en cuanto lo vi.

Jacob había cambiado drásticamente desde la última vez que lo vi. Lo primero que llamo mi atención fue que había cortado su cabello, también había crecido más y no solo de estatura sino también de músculos. Las manos que sostenían el marco de la ventana del auto eran mucho más grandes.

Pero lo que más me llamo la atención no fue nada de lo anterior, sino su rostro, la alegría que antes tenía, la gran sonrisa que siempre cargaba se había desvanecido, ahora tenía una expresión oscura y la calidez de sus ojos se había trasformado en un rencor perturbador.

—¿Jacob? —murmure.

Se limito a mirarme con tensión y enojo.

Miré sobre su hombro y me di cuenta de que no estábamos solos. Los otros cuatro del grupo se encontraban a unos metros detrás de él. Todos eran altos, piel cobriza y el pelo casi rapado, al igual que Jacob.

Pude reconocer a Embry entre ellos, y me sorprendió la mirada hostil que me dio junto con los demás.

—¿Qué quieres? —dijo brusco.

—Si te calmas. —dije seria, no iba a dejar que me tratara de esa forma. —Solo quiero hablar contigo. —

—Pues habla. —

—A solas, obviamente. —dije mirando al grupo que estaba detrás de el con una ceja alzada.

Volvió la vista hacia atrás, y rápido supe a quién miraba. Todos voltearon a ver la reacción de Sam.

Sam asintió una sola vez con rostro neutro. Hizo un comentario que no comprendí ya que estaba en otro idioma y todos se metieron a la casa de los Black.

Me baje del auto, no íbamos a hablar ahí donde sabía que lo tipos de esa banda estaban viendo y escuchando desde la ventana. Caminamos hasta la línea de los árboles en donde comenzaba el bosque. Jacob camino más rápido para poder estar delante de mí.

—Está bien terminemos con esto. —dijo con voz ronca. —No es lo que crees, no es lo que yo pensaba… estaba muy equivocado. —

—Entonces. ¿Qué es? —pregunté.

Examine su rostro, estaba totalmente enojado e irritado.

—No te lo puedo decir. —dijo.

—Pensé que éramos amigos. —

—Lo éramos. —recalco el pasado.

—Wow. —dije incrédula. —Bueno eso tiene sentido, después de todo ya tienes a Sam y a su banda, ¿No? Ya no necesitas más amigos. —hice una pausa. —¿No se supone que no te caía bien Sam? —

—Sam no tiene la culpa de nada, solo me está ayudando. —

—Jacob, sabes que puedes decirme lo que quieras, yo puedo ayudarte. —

—Nadie puede ayudarme. —dijo con voz rota.

Instintivamente iba a consolarlo con un abrazo como la última vez, pero esta vez fue distinto, cuando iba a tocarlo, se alejó como si yo tuviera una enfermedad muy contagiosa y me miro con enojo. Eso me dolió.

—No me toques. —murmuro.

—Vamos, Jacob. Quiero saberlo, yo sé que algo está mal, no me hablas desde hace semanas, me evitas, ¿Cómo no quieres que piense mal de Sam? Si hace unas semana me decías que tenías miedo de unirte a él. —dije frustrada.

—¿Quieres saberlo? —gruñó. —Si quieres pensar mal de alguien ¿Por qué mejor no piensas mal de esos mugrosos chupasangre que tanto quieres? —

Me quede atónita en cuanto dijo eso.

—No sé de qué hablas. —dije en cuanto pude.

—Lo sabes perfectamente. —dijo incrédulo. —No me vas a obligar a decirlo, ¿Verdad? No quiero lastimarte. —

—Ya te dije que no sé de qué me hablas. —insistí.

—Los Cullen. —

Mire hacia otro lado.

—Pero de todos modos eso ya no importa, ya todo el daño está hecho. —dijo y dio media vuelta para irse.

—Sabes hoy vi a Quil. —grité a sus espaldas.

Se detuvo pero no volteo.

—¿Te acuerdas de él? Esta aterrado. —

Jacob volteo a verme apenado.

—Quil. —murmuró.

—Esta tan preocupado por ti. Tiene miedo de ser el siguiente. —

—No lo será. —murmuró, su rostro había tomado un tono verde. —No puede ser. Esto se acabó. Esto ni siquiera debería de estar sucediendo. ¿Por qué? ¿Por qué? —

Estampo su puño contra un tronco haciendo que este callera. Haciendo que me sorprendiera.

Jacob contemplo en tronco en el suelo con pánico.

—Debo regresar. —se dio media vuelta y comenzó a caminar.

—Espera, lo prometiste. —dije caminando atrás de el para alcanzarlo.

—Vete a casa, Elina, no te quiero aquí. —dijo si voltear.

Esa fue la gota que derramo el vaso

—¿Sabes qué? Ya me cansé. —dije y ahí fue cuando volteo. —Ya me cansé de estar rogando por tu amistad, yo no soy así. ¿Quieres ignorarme? ¿Quieres apartarme? —dije y me acerqué más a él. —Hazlo, ya no me importa. Vete a la mierda, idiota. —

Lo pase y camine hacia mi auto, totalmente furiosa.

Voltee a ver la ventana de la casa de los Black y ahí estaban como viejas chismosas los tipos de la banda de Sam. No me contuve y les hice una señal no muy linda con la mano.

Subí a mi auto y me fui lo más rápido de ahí.

Al llegar a mi casa ya estaba totalmente calmada. Baje del coche y entre a mi casa, no había nadie.

Fui rápidamente a mi habitación a darme un baño y ponerme el pijama. Cuando llegaron mis padres me encontraron en la sala viendo la televisión, mi madre me pregunto que si quería comer a lo que conteste que sí. La tarde paso con normalidad.

Me acosté en mi cama estaba demasiado cansada, esa noche soñé con algo que me sobresalto cuando desperté a la mitad de la noche, era de esos sueños que no puedes recordar cuando despiertas. A los minutos los ojos se me volvieron a cerrar con pesadez.

Entonces fue ahí cuando escuche un ruido en la ventana, algo puntiagudo que rapaba el vidrio, provocando un ruido agudo, muy similar al de las uñas en el cristal.