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Once. Complicaciones.

Solamente entramos al salón todos nos miraron. Nos dirigimos a nuestra mesa de laboratorio.

Me di cuenta de que ya no movía la silla para sentarse lo más lejos que la permitía la mesa. En lugar de eso, se sentó bastante cerca de mí.

El señor Banner entro al salón jalando una gran mesa metálica con ruedas con una televisión y un video anticuados.

Hoy miraríamos una película.

El ambiente paso a relajarse instantáneamente. El profesor puso el video en el reproductor y camino hacia la pared para apagar la luz.

Intente poner toda la atención posible en la película y no en mi compañero de mesa. Pero sentía una corriente eléctrica entre los dos que era un poco imposible de ignorar, decidí cruzarme de brazos para no hacer ninguna imprudencia.

La hora no se me hizo tan eterna como pensaba, en ocasiones la electricidad me distraía pero me obligaba a seguir viendo la película.

Cuando finalmente el señor Banner encendió las luces, estire los brazos y los dedos ya que se me habían acalambrado un poco.

—Fue bastante interesante. —murmuro Edward.

Solo asentí con la cabeza, no se me olvidaba que estaba indignada con él.

—¿Nos vamos? —me pregunto mientras nos levantábamos.

Ahora me tocaba la hora de Educación Física, caminamos en silencio, nos detuvimos al llegar al llegar a la puerta del gimnasio, me iba a despedir por pura cortesía aunque todavía estuviera enojada. Cuando voltee a verlo en sus ojos había un debate, alzo la mano y recorrió rápidamente mi pómulo con la yemas de los dedos. Su piel estaba fría como de costumbre.

Se alejo rápidamente a grandes pasos sin decir adiós. Esa fue la despedida más extraña que he tenido.

Entre al gimnasio, camine hacia los vestidores y me cambie para ir a la clase.

El entrenador Clapp nos ordenó jugar en parejas. Mike rápido acudió a mi lado.

—¿Quieres formar pareja conmigo? —pregunto.

—Claro. —le dije con una sonrisa.

La clase fue normal y casi sin incidentes, casi.

La verdad no sé cómo siempre tiene que suceder algo, estábamos jugando contra el equipo de Isabella y Jessica. Por una extraña razón Isabella se había propuesto ganarme en el juego, pero como era tan torpe el tiro le salió por la culata. Yo había lanzado directo a Isabella sabiendo que no le iba a dar, pero en el intento de regresarme el tiro, la raqueta salió de su mano, reboto contra la red y le dio justo en la mitad de la frente. Empecé a reír a carcajada limpia y ella se fue a sentar a un rincón de la cancha, no sin antes darme una mirada envenenada.

Mike y yo seguimos jugando normalmente, pero el intento lucirse quiso darle al tiro y por obra del destino o el karma por reírme de Isabella termino por darme justo en el brazo, al menos no fue tan vergonzoso. Miré a Mike mal mientras él no paraba de disculparse, le dije que estaba bien, que no importaba, y seguimos jugando, Mike ya no intento hacer nada para lucirse y terminamos ganando.

El profesor toco el silbato dando finalizada la clase.

—Conque si…—dijo Mike cuando nos alejábamos de la cancha.

—Conque si… ¿Qué? —

—Conque tú y Cullen, ¿eh? —pregunto retadoramente.

—Mike, eso con todo respeto a ti no te incumbe. —le avise.

—No me gusta. —dijo de todas maneras.

—Bueno, a la que le tiene que gustar es a mí, ¿no? —le dije ya un poco irritada.

—Te mira como si…—me ignoro y prosiguió. —Te mira como si fueras algo comestible. —

—Es algo que a ti no te tiene que importar. —le dije seria. —Gracias por hacer equipo conmigo hoy, adiós. —me miro ceñudo.

Me despedí, fui a los vestidores y me cambié.

Sali del gimnasio. Edward me esperaba, apoyado con tranquilidad contra la pared del gimnasio. Su rostro estaba calmado.

—Hola, ¿Qué tal gimnasia? —dijo

—De hecho bastante bien. —le dije sincera.

—¿De verdad? —

No estaba convencido. Desvió la vista y miro por encima del hombro. Entrecerró los ojos. Mire hacia atrás y alcance a ver la espalda de Mike.

—¿Qué pasa? —le pregunte.

Aun tenso, volvió a mirarme.

—Newton me saca de mis casillas. —

—¿No habrás estado de chismoso otra vez? —le pregunté acusatoriamente.

—¿Cómo esta tu brazo? —pregunto con inocencia.

—¡Oh, pero que chismoso! —

Me di la vuelta y me aleje caminando a paso firme hacia mi casillero para sacar mis cosas, una vez ya con mis cosas en mano, camine hacia el estacionamiento.

Me alcanzo con facilidad.

—Despertó mi curiosidad saber cómo eras en clase de gimnasia. —

No parecía arrepentido, así que lo ignore.

Caminamos en silencio hacia su coche, pero tuve que detenerme ya que un gentío, todos hombres, lo rodeaban. Luego me di cuenta de que no rodeaban el Volvo, sino el convertible rojo de Rosalie con un inconfundible deseo en los ojos. Nadie nos miró cuando nos deslizamos adentro del coche.

Salió del estacionamiento tratando de no atropellar a ningún fanático del automóvil.

—¿Sigues enfadada? —pregunto.

—Mas bien indignada, por cómo me gritaste en la cafetería. —le dije cruzada de brazos.

Suspiro.

—¿Me perdonaras si me disculpo? —

—Si es una disculpa sincera, sí. Y si prometes nunca hacerlo, porque una la puedo pasar, dos ya no. —le dije seria.

—Lamento haberte molestado y haberte levantado la voz. —sus ojos relucieron con sinceridad. —A primera hora del domingo estaré ante tu puerta. —

—Al menos me vas a decir porque no puedo verte cazar. —dije.

Paró el motor del coche después de estacionarse, no había ningún carro, así que supuse que mi hermano se había ido otra vez con sus amigos. Cuando voltee a ver a Edward, el me contemplaba, evaluándome con la mirada.

—¿Aun quieres saber eso? —preguntó.

—Claro, quiero saber la razón por la que te molestaste y me gritaste. —

—¿Te asuste? —

—Un poco, pero fue más la sorpresa. —admití.

—Lamento haberte asustado. —dijo con una leve sonrisa, su cara se tornó seria de repente. —Fue solo la simple idea de que estuvieras allí mientras cazábamos. —se le tenso la mandíbula.

—¿Tan malo es? —

—No sabes cuánto. —respondió entre dientes.

—¿Por qué? —

Respiro hondo y contemplo a través del parabisas las espesas nubes en movimiento que descendían hasta quedar casi al alcance de la mano.

—Nos entregamos por completo a nuestros sentidos cuando cazamos. —hablo despacio. —Nos regimos menos por nuestras mentes. Domina sobre todo el sentido del olfato. Si estuvieras cerca y pierdo el control de esa manera…—sacudió la cabeza.

No dije nada, me miro al rostro buscando alguna señal de miedo, pero mi rostro no revelo nada. Nuestros ojos se conectaron y volví a sentir esa electricidad que había sentido en la clase de Biología.

—Creo que ya debería entrar a mi casa. —tomé mis cosas y le sonreí. —Gracias por traerme. —

Abrí la puerta y una ráfaga de frio que de inmediato entro al coche me hizo temblar, bajé con cuidado para que no se me cayeran todas la cosas que llevaba en las manos y cerré la puerta detrás de mí.

—¿Elina? —me llamo.

Se inclino sobre la ventanilla abierta con una leve sonrisa en los labios.

—Mañana me toca a mí. —afirmo.

—¿Qué cosa? —

Ensancho su sonrisa dejando ver sus dientes.

—Hacer las preguntas. —

Luego se fue.

El coche desapareció a toda velocidad sobre la curva de la calle. Rápido entre a la casa con una sonrisa, después de todo no había sido un mal día.

Al despertar el siguiente día hice mi rutina mañanera, bajé las escaleras y me encontré con mi hermano.

—Hey, buenos días. —le dije a Eric.

—Buenos días. ¿Hoy también te llevara Edward Cullen al colegio? —me pregunto.

—Creo que sí, ¿Por qué? —

—Para ya no esperarte en las mañanas, tardas mucho arreglándote, para que al final sigas igual. —dijo burlón.

—Eso no es cierto, siempre soy yo la que te espera, además yo no me arreglo mucho, solo mírame ya soy hermosa. —le dije apuntando mi hermosa cara.

—Si, si, como sea ya me voy, te veo en la escuela. —me dijo mientras cerraba la puerta.

Terminé de desayunar y subí a lavarme los dientes y recoger mi bolso con mis libros. Mire por la ventana y ahí estaba el coche plateado.

Baje las escaleras, salí por la puerta delantera, la cerré con llave, camine hacia el coche y subí a el. Edward estaba sonriente y relajado.

—Buenos días. —lo saludé con una sonrisa en cuanto cerré la puerta del auto.

—Buenos días. ¿Cómo estas hoy? —preguntó examinando mi rostro.

—Bien, gracias. —

—¿Cómo dormiste? —

—Muy bien de hecho. —le dije

—Yo no dormí. —bromeo mientras encendía el motor.

—Eso es cierto. —le dije. —¿Qué hiciste anoche?

—Nada de hacer preguntas, dijimos que hoy me tocaba a mí. —me contesto

—Cierto, ¿Qué quieres saber? —

—¿Cuál es tu color favorito? —

—El negro, como puedes ver. —dije señalando mi ropa.

Casi toda la ropa que llevaba era negra sin contar la blusa que era de color blanca.

Rápidamente, aunque con cierta vacilación, extendió la mano y aparto el pelo que estaba sobre mi hombro.

Para ese momento ya estábamos en la escuela.

El resto del día siguió igual. Me estuvo asiendo preguntas sobre pequeñas cosas sobre mi vida mientras me acompañaba a la clase de Lengua, cuando termino la clase de Español y toda la hora del almuerzo, las películas que me gustaban y las que no, los lugares que había visitado, y los que quería visitar, y sobre los libros que había leído.

En Biología el señor Banner entro a la sala otra vez con el equipo audiovisual. Cuando el profesor apago las luces, la misma chispa eléctrica se volvió a sentir entre los dos, intente alejar un poco la silla de él, pero no sirvió.

Me recline sobre la mesa con los brazos cruzados, prestando atención a la televisión para olvidar la sensación, pero fue un poco difícil ya que el me miraba. Cuando por fin pude poner atención, no paso mucho y el señor Banner encendido las luces. Suspire y mire a Edward, que me estaba mirando de una manera que no pude interpretar.

Se levanto en silencio y se detuvo, para esperarme.

Caminamos hacia el gimnasio sin decir palabra, como el día anterior, también me volvió a acariciar el rostro, pero esta vez con la palma, desde la sien a la mandíbula, antes de darse la vuelta y alejarse.

La clase de Educación Física paso rápido mientras jugaba Badminton con Mike, que hoy no me dirigía la palabra, creo que estaba sentido por la discusión del día anterior. No me sentí tan mal como esperaría, ya que él se había metido en algo que no le incumbe.

Al terminar la clase, Edward ya me esperaba en la puerta, le di una amplia sonrisa, respondió con una igual antes de lanzarse a hacer nuevas preguntas.

Esta vez fueron diferentes, y fáciles de responder. Quería saber que extrañaba de Corea del Sur, insistiendo en las descripciones de las cosas que no conocía.

Nos sentamos enfrente de la casa durante unas horas mientras el cielo se oscurecía y empezaba a llover.

Sus preguntas discretas me dejaron hablar libremente, al final cuando detalle cómo era mi cuarto en la casa de mi abuela, hizo una pausa en lugar de continuar con otra pregunta.

—¿Ya terminaste? —pregunté.

—¡Claro que no, pero tus padres llegaran pronto! —

—Wow que rápido. ¿Tan tarde es? —dije mientras miraba el cielo que se estaba oscureciendo.

—Es la hora del crepúsculo. —murmuro Edward al mirar el horizonte. Volteo a verme a los ojos. —Es la hora más segura para nosotros. El momento más fácil, pero también el más triste, en cierto modo…el fin de otro día, el regreso de la noche. —sonrió con añoranza. —La oscuridad es demasiado predecible, ¿No crees? —

—Me gusta la noche, es cuando puedes ver la estrellas, aunque aquí no se miran mucho. —dije frunciendo el entrecejo.

Se rio y su estado de ánimo mejoro.

—Tus padres estarán aquí en cuestión de minutos, así que a menos que quieras decirles que vas a pasar el domingo conmigo…—

Enarco una ceja.

—Eric ya te conoce, y ya tengo suficiente con la preguntas que hace el, así que gracias, pero no. —le dije parándome y estirándome un poco mientras tomaba mis cosas. —Entonces, ¿Mañana me toca hacer preguntas a mí? —

—¡Desde luego que no! —dijo con fingida indignación. —No dije que haya terminado, ¿Verdad? —

—¿Todavía te quedan preguntas? —

—Lo averiguaras mañana. —

Asentí poco convencida, y el mirando un punto lejano de la carretera para luego soltar un gruñido.

—¿Qué ocurre? —le pregunte.

—Otra complicación. —dijo desanimado mirándome a los ojos.

Rápidamente se subió a su auto y ahí se quedó esperando algo. Unas luces se miraron en la lluvia, no pude ver de quien se trataba, pero Edward si lo supo de inmediato. Acelero el motor a punto muerto y los neumáticos sonaron sobre el asfalto, el Volvo desapareció de mi vista en segundos.

—¡Hola, Elina! —dijo una ronca voz que se me hizo familiar desde el asiento del conductor del pequeño coche negro.

—¿Jacob? —pregunte.

Solo entonces aparecieron los autos de mis padres, el de Eric ya estaba ahí.

Jacob ya había bajado. Su amplia sonrisa era visible incluso en la oscuridad.

En el asiento del copiloto venia un hombre mucho mayor, era Billy Black, el padre de Jacob. Lo supe inmediatamente a pesar de nunca haberlo visto, era una versión mayor de Jacob. Me miraba fijamente, examinando mi cara, así que le sonreí. Tenía los ojos desorbitados por la sorpresa o el pánico y parecía que le iba a dar un ataque o algo. Mi sonrisa se desvaneció.

"Otra complicación", había dicho Edward.

Billy seguía mirándome con ansiedad. Me pregunte si había visto a Edward o si acaso creería en las leyendas de las que se había burlado Jacob.

La respuesta era clara en los ojos de Billy.

Si, si creía en ellas.