webnovel

Ocho Deterioro.

La llegada a Forks duro más de lo que yo pensaba. En estos momentos cada uno de los integrantes de la familia ya tenía conocimiento de lo que me ocurría. 

Yo me encontraba nerviosa por dentro, tranquila por fuera. Tenía que aparentar que estaba de acuerdo con el plan de Edward para que el no tuviera oportunidad de hacer nada en contra de nuestro bebé. No me gustaba ocultarle nada pero no me quedaba de otra.

Ya estábamos cerca de la casa Cullen. Me sabía este camino de memoria, y me reconfortaba que nada en este pueblito hubiera cambiado. Todo estaba igual a que cuando me fui, el clima nublado, los frondosos bosque llenos de un hermoso color verde y un frio que era agradable. Pero sabía que echaría de menos la isla Esme.

—Al fin llegamos. —dijo Edward impaciente por terminar con todo. —Ve yendo, yo voy detrás de ti con las maletas. —

Asentí, eso haría las cosas más fáciles para mí.

Bajé lo más rápido que pude del carro y con la misma velocidad entre a la casa con Edward detrás de mí. 

Todo paso demasiado rápido y en un pestañeo ya me encontraba en una esquina de la sala con dos personas delante de mí. Rosalie me había cargado rápidamente, apartándome de un confundido Edward y me había puesto detrás de ella y de Emmett.

—¿Qué está pasando? —dijo Edward mientras buscaba mi mirada. No fui capaz de mirarlo, me sentía apenada de ocultarle todo. Pero todo era por un bien mayor.

—Creo que es momento de hablar. —dijo Carlisle.

Edward me miro confundido, pero al ver a su familia y la postura de Rosalie, y también porque creo que leyó sus pensamientos logro comprender.

—Elina, ¿Por qué haces esto? —pregunto Edward.

—Nadie la tocara y menos si tiene un bebé en ella. —dijo decidida Rosalie.

—¡Esa cosa puede matarla! —le grito Edward.

—¡Es un bebé, Edward, un bebé! —

Edward la miro enojado.

—Chicos creo que debemos calmarnos. —dijo Carlisle. —Debemos hacer los exámenes correspondientes, saber qué es exactamente lo que Elina tiene adentro y ya después sabremos qué hacer. —volteo a ver a Edward. —Sabes que nadie permitiría que nada le pase. —

Edward no confiaba en nada que relacionara mi salud, y dejo en claro sus razones por las cuales debería de deshacerme de nuestro bebé. La familia no estaba en su totalidad dividida, solo estaban en desacuerdo en cuanto a lo que ellos creían que era lo mejor.

Yo por otro lado pensaba que era mi responsabilidad que este pequeño creciera y naciera lo más sano posible, y sabía que se iba a hacer lo que yo quisiera ya que era mi cuerpo el que estaba llevando a este bebé. Mi decisión era apoyada por Rosalie, obviamente, Emmett, Esme, y Carlisle solo porque no podía ir en contra de mi voluntad.

Alice y Jasper estaban igual de preocupados que Edward, la verdad no entendían como era posible que me arriesgara a morir. Alice me había dicho muchas veces que estaba completamente loca. 

Lo que nadie en verdad entendía era como con los días los cambios en mi fueron totalmente radicales. Había perdido peso, pero la pansa ya se me notaba mucho más, a las dos semanas ya parecía una mujer de nueve meses, solo que no tenía el brillo que caracterizaba a una embarazada.

De hecho me miraba totalmente enferma. Mi pelo había perdido su brillo natural, tenía una ojeras moradas y muy marcadas, estaba en los huesos, nada de mi ropa me quedaba. Ya no tenía mis mejillas gorditas. 

Lo único que seguía intacto era el brillo en mis ojos y la sonrisa que le daba a la familia para que no se preocuparan por mí, y aunque los mareos eran más seguidos, el bebé pateaba con fuerza y vomitaba a cada rato, eso no dejaba que me diera por vencida.

Lo que preocupaba a Carlisle como doctor era que el bebé crecía a una velocidad anormal. También que cuando intento hacerme una ecografía el saco era tan grueso que no mostro nada.

Pero lo que más me preocupaba era que mis padre ya sabían que estaba de regreso, pero por obvias razones no podía dejar que me vieran. Había puesto de pretexto que estaba enferma que me había contagiado de un extraño virus, que estaba en cuarentena y que Carlisle recomendaba no tener contacto con nadie. Le tuve que pasar el teléfono a Carlisle para que los convenciera.

No me gustaba mentirles a mis padres pero sabía que esto era necesario, ya que no les podía decir que estaba embarazada y que este estaba avanzando tan rápido porque mi marido era un vampiro.

Mi relación con Edward no cambio, seguía comportándose dulce y me ayudaba cuando un mareo me llegaba o cuando tenía ganas de vomitar, aunque no estuviera de acuerdo con mi decisión. En cierto modo me sentía apoyada pero no podía dejar de notar que en estas dos semanas sus ojos solo mostraban agonía y preocupación, y que había dejado de sonreír.

—¿Me odias? —pregunte de repente.

Estaba sentada en el sillón de la sala, estaba recargada en el brazo del sillón con una manta en las piernas. 

—¿Qué? Claro que no te odio, nunca podría hacerlo. Me siento impotente. —confeso. —Me siento mal por no poder ayudarte a sentirte mejor. —

—Me ayudas lo suficiente haciéndome compañía. —

De repente solté un gemido de dolor, sentí como una pequeña pero fuerte patada fue a dar directamente a mis costillas.

—Ves, no puedo hacer nada para que te deje de lastimar. —

—Es normal que un bebé patee, además soy demasiado fuerte. —sonreí.

De repente todos los que estaban en la habitación miraron a una dirección y se quedaron inmóviles. 

—¿Qué pasa? —pregunte.

—El perro llego. —dijo Rosalie con fastidio.

—¿Jacob? —

Nadie contesto pero supuse que era el, ya que era el único de la manada que tendría el valor de venir por su cuenta.

—Me enteré de que Elina regreso viva. —escuche que Jacob decía.

—Jacob, este no es el mejor momento, ¿Por qué no vienes otro día? —dijo cortésmente Carlisle.

—No creo que eso se posible, quiero verla. —escuche que contesto.

Escuche un par de pasos apresurados venir hacia la sala. Jacob entro a la habitación y se quedó examinándome, bueno lo que pudo ver ya que Rosalie se colocó enfrente de mí de forma protectora.

Iba a saludarlo pero en ese momento unas fuertes ganas de vomitar me atacaron. Le pegue unos toquecitos rápidos a Rosalie en la mano mientras me tapaba la boca, ella entendió de inmediato y levanto un balde donde pude echar todo. 

Edward se sentó a un lado de mis piernas y coloco su cabeza en mis rodillas, le acaricie el pelo cuando soltó un quejido atormentado.

Le sonreí de modo de disculpa a Jacob.

—Hola, Jacob. —dije con un hilo de voz.

Jacob dio unos pasos apresurados hacia mí, supongo que para mirarme mejor, pero Rosalie se interpuso en su camino y soltó un siseo de advertencia.

—Rosalie, no creo que sea necesario. Todo estará bien. —le dije.

Rosalie se apartó y se colocó a un lado de mí, sin dejar de mirar a Jacob.

—¿Qué te paso, Elina? —me pregunto Jacob. —¿Te encuentras bien? —

—Me alegra mucho que vinieras, Jacob. —

—¿Qué está mal? —pregunto.

No sabía cómo responderle. Volteé a ver a cada uno de los en busca de una respuesta, pero al final decidí que una imagen vale más que mil palabras.

Mire a Rosalie.

—Rose ¿Si me puedes ayudar a levantarme por favor? —

Asintió pero antes le dedico una expresión de desprecio a Jacob.

Rosalie puso un brazo debajo de mis hombros.

—No, no la levantes…—dijo Jacob rápidamente.

—Así sabrás que es lo que me pasa. —dije.

Entonces a como pude y con la ayuda de Rosalie me levanté. La manta cayo a mis pies y fue ahí cuando Jacob pudo ver con exactitud cuál era mi condición.

Me miro, bueno más bien miro mi enorme panza con expresión de sorpresa. Nadie dijo nada por un largo tiempo. Y de repente cayo de rodillas.

Edward se levantó de inmediato y con un gruñido le dijo:

—Sal de aquí, Jacob. —

Jacob se puso de pie y lo reto con la mirada.

—Acabemos con esto de una vez por todas. —

Sabía que nada bueno saldría de esto cuando Emmett se colocó a un lado de Edward y Jasper detrás de Jacob. Tenía que detenerlos.

—No. —dije a como pude mientras tomaba la mano de mi esposo.

—Solo hablare con él, corazón. —me sonrió. —No es bueno que hagas mucho esfuerzo, mejor descansa un poco, regresaremos en unos minutos. —dijo y me dio un beso en la frente.

Lo miré intentando buscar algún rastro de mentira en sus ojos cosa que no encontré, y asentí.

Mire a Jacob.

—Pórtate bien, y después regresa para que podamos platicar. —sonreí.

Él no me respondió.