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Dos. Los puntos.

Carlisle siendo el único que tenía el suficiente control en esta situación, con voz autoritaria y fuerte dijo:

—Emmett, Rose, llévense a Jasper de aquí. —

Emmett totalmente serio asintió.

—Vamos, Jasper. —

Jasper tenía una mirada de loco, se resistía a Emmett, e intento darle un mordisco para que lo dejara ir contra mí.

Edward, que estaba totalmente blanco, más de lo que ya era normalmente, se colocó delante de mí de manera defensiva y gruño en modo de aviso mostrando sus dientes.

Rosalie, que estaba más seria de lo normal se puso delante de Jasper, aunque a una distancia de sus dientes de manera cautelosa y ayudo a Emmett a sacarlo de la habitación.

Esme que estaba sosteniendo la puerta, tenía una mano tapando su nariz y boca con una expresión de vergüenza por lo ocurrido.

—Lo lamento tanto, Elina. —dijo totalmente triste antes de salir por la puerta hacia el patio con los demás.

—Deja que me acerque, Edward. —murmuró Carlisle.

Edward lentamente asintió y se hizo a un lado, yo rápidamente me levante aun sosteniendo mi chamarra ensangrentada.

Carlisle quito con cuidado la chamarra, arrojándola a un bote de basura metálico, y examino la herida.

—Toma, Carlisle. —dijo Alice pasándole un toalla.

El sacudió la cabeza.

—Hay demasiados cristales dentro de la herida. —

Rompió un pedazo del mantel blanco de la mesa y lo enrollo en mi brazo como un torniquete.

—Elina, ¿Te llevo a un hospital o te curo aquí? —pregunto Carlisle.

—Aquí por favor. —

—Te traeré tu maletín. —se ofreció Alice.

—Hay que llevarla a la mesa de la cocina. —sugirió Carlisle llevándose el bote de metal.

Iba a empezar a caminar, cuando Edward me cargo sin esfuerzo, no replique.

—¿Cómo te sientes, Elina? —pregunto Carlisle.

—Estoy bien, no duele. —dije con voz firme.

El rostro de Edward permaneció totalmente inexpresivo.

Cuando llegamos a la cocina Alice ya se encontraba allí con el maletín negro en la mesa, cerca de una pequeña lampara que estaba conectada a la pared. Edward me sentó con delicadeza en una silla, Carlisle acerco otra y se puso a trabajar sin hacer pausa alguna.

Edward permaneció a mi lado, alerta y sin respirar.

—Sal, Edward. —le dije.

—Puedo soportarlo. —dijo, tenía la mandíbula rígida y sus ojos totalmente negros por la sed contra la que luchaba.

—No importa que puedas soportarlo, no te quiero ver sufrir, mejor sal a tomar un poco de aire, Carlisle puede curarme sin tu ayuda. —insistí.

—Me quedare. —decidió el.

—¿Por qué eres tan testarudo y masoquista? —

Carlisle intervino.

—Edward, quizás deberías ir a buscar a Jasper estoy seguro de que se debe sentir fatal y no escuchara a nadie que no seas tú en estos momentos. —

Asentí ante el comentario de Carlisle.

—De ese modo, harías algo útil. —dijo Alice.

Al final Edward termino por ceder, asintió y salió por la puerta trasera de la cocina.

Una sensación de entumecimiento y pesadez se extendió por mi brazo aliviando el dolor. Sentía una suave sensación de tirantez que procure ignorar.

—Todo fue un desastre. —solté un suspiro. —Y por mi culpa. —dije culpable.

—No fue culpa tuya. —me consoló Carlisle. —Pudo pasarle a cualquiera. —

—Si. —concorde. —Pero casualmente me paso a mí. —

Su calma me intrigaba, a comparación de los otros a él no le molestaba el olor, trabajaba rápidamente y de manera segura.

—¿Cómo puedes hacer esto? —pregunte. —Incluso Alice y Esme…—deje de hablar sorprendida por su autocontrol. —

—Son años y años de práctica, ya casi no noto el olor. —explico.

—¿Crees que te resultaría más difícil si te fueras por un periodo muy largo y no tuvieras tanta sangre alrededor? —

—Quizás, aunque nunca he tenido la necesidad de tomarme unas vacaciones, me gusta mucho mi trabajo. —

—¿Qué es lo que te gusta más? —

—Me gusta especialmente cuando mis habilidades especiales me permiten salvar a alguien que de otro modo hubiera muerto. Es magnifico saber que las vidas de algunas personas son mejores gracias a mi existencia. En ocasiones me resulta útil como instrumento de diagnóstico incluso el sentido del olfato. —dijo mientras una sonrisa se le iba formando en el rostro.

Reflexione sobre eso mientras el inspeccionaba la herida con atención a fin de asegurarse de haber sacado todos los pedazos de cristal. Entonces vi cómo empezó a buscar algo en su maletín, sacando una aguja y el hilo.

Procure mirar hacia otro lado, no quería ver como la aguja perforaba mi brazo.

—Muy bien, terminado. —

Saco un bastoncillo de algodón y lo unto con un líquido de color marrón, para luego extenderlo por toda la herida. El olor era demasiado fuerte y extraño haciendo que me doliera un poco la cabeza.

—Entonces, ¿Cómo se te ocurrió probar un camino diferente al habitual? Edward me conto la historia, pero no comprendo cómo se te ocurrió desde un principio no probar…— no quise terminar la oración.

Su rostro se había vuelto serio y supe que sus pensamientos habían ido por el mismo camino que los míos.

—Ya sabes que mi padre era clérigo. —dijo mientras limpiaba todo lo que había utilizado, para luego empezar a limpiar la mesa eliminando los restos de cualquier sustancia que hubiera caído en ella.

Un olor a alcohol me llego a la nariz haciendo que me quemara.

—Tenía una visión bastante estricta del mundo, que yo había empezado a cuestionar mucho antes de mi trasformación. —dijo mientras depositaba las gasas y los cristales en el interior del bote de metal en donde había puesto mi chamarra, no entendí lo que estaba haciendo incluso cuando encendió un cerillo. Luego lo arrojo dentro del bote haciendo que una llamarada saliera de el por el alcohol de las gasas, haciendo que me sorprendiera.

—Lo siento, por tu chamarra. — se disculpó. —Tengo que hacerlo…Así que entonces ya discrepaba de su forma de entender la fe pero, en cualquier caso, nunca en los casi cuatrocientos años trascurridos desde mi nacimiento, he visto nada que me haya hecho dudar de la existencia de Dios. Ni siquiera el reflejo en el espejo. —

Examine el vendaje del brazo.

—Estoy seguro de que suena un poco extraño viniendo de un vampiro, pero tengo la esperanza de que la vida tenga algún sentido, incluso para nosotros. es una posibilidad remota lo admito. Porque según he oído, estamos malditos de todas formas, pero espero, quizás estúpidamente, que alcancemos un mérito por intentarlo. —

—No es estúpido, y tampoco veo que alguien lo vea así. —dije.

—Bueno, serias la primera que está de acuerdo conmigo. —

—¿Los demás no piensan igual? —pregunte sorprendida.

Carlisle hizo una pausa adivinando hacia donde se dirían mis pensamientos.

—Edward piensa igual que yo hasta cierto punto. Para el Dios y el cielo existen…al igual que el infierno, pero él cree que nosotros no tenemos alma y por ese motivo no tenemos una vida después de la muerte. —

En ese momento entro a la cocina Edward, su rostro estaba en calma, camino lento hacia mí, cuando miré sus ojos hubo algo raro en ellos que no pude descifrar.

—Creo que es momento de llevarte a tu casa. —dijo Edward. —Y creo que tienes que cambiarte, si no quieres que a tu padre le dé un ataque en cuanto te vea. Le diré a Alice que te preste algo. —

Salió rápidamente otra vez por la puerta de la cocina.

—Está muy enojado, ¿Verdad? —pregunte a Carlisle.

—Si. Esta noche se cumplió lo que más teme, que te veas en peligro por culpa de nosotros. —

—Pero no es su culpa. —

—Tampoco tuya. —

Carlisle me tendió una mano para ayudarme a bajarme de la silla. Luego lo seguí hacia la habitación donde había ocurrido el incidente. Esme había regresado, y estaba limpiando con lejía la parte del suelo donde yo había caído para eliminar el olor.

—Esme, deja que yo lo haga. —sentí pena de que ella limpiara algo por mi culpa.

—No hace falta ya casi termino, ¿Cómo esta? —

—Estoy bien, Carlisle cose muy rápido. —

En ese momento llegaron Alice y Edward por la puerta trasera. Alice se apresuró a estar a mi lado, pero Edward no se quiso acercar, su expresión era diferente, nunca lo había visto de esa manera.

—Bueno, vamos. —dijo Alice. —Te daré algo menos macabro para que te lo pongas. —

Encontró una blusa y chaqueta de Esme que se asemejaban a las que tenía. Estaba segura de que en mi casa nadie se daría cuenta.

El largo vendaje de mi brazo ya no se miraba tan mal una vez que me quite la ropa ensangrentada, además la chamarra lo tapaba.

En todo momento, me asegure de decirle que nadie tenía la culpa, ya que ella me había dicho cuando le pregunte por Jasper que no se sentía orgulloso de el mismo. Entonces yo le dije que le dijera que no era su culpa, y que no se sintiera de ese modo que solo fue un accidente.

Cuando bajamos Edward ya me esperaba en el pie de la escalera, aun con su cara neutra.

—¡No dejes los regalos! —grito Alice.

Coloco todas mis pertenencias y las coloco con cuidado en mis brazos.

Esme y Carlisle se despidieron con un suave "Buenas noches" el cual devolví.

Salimos rápidamente de la casa, aun se sentía un aura incomoda. Edward me abrió la puerta del copiloto sin decir ni una sola palabra, subí sin quejarme.

Había un gran moño rojo alrededor del nuevo estéreo en el tablero, lo quite con cuidado y Edward me lo quito cuando se sentó al volante y lo escondió debajo de mi asiento.

No me miro en todo el camino, no intente comenzar una conversación, sabía que de Edward no iba a salir nada.

Se estaciono delante de mi casa, apago el motor, pero no aparto las manos del volante.

—¿Te quedaras esta noche? —pregunte.

—No, tengo que ir a casa. —

—Está bien. —no lo iba a obligar a hacer algo que no quiere.

Tomé como pude mis cosas junto con los regalos, salí del coche y cerré la puerta. Él se bajó del auto y estuvo a mi lado en un pestañeo.

—Deja te ayudo. —dijo mientras tomaba los regalos.

—Gracias. —

—Te esperare en tu cuarto. —dijo dándome un beso en los labios y un abrazo.

Asentí.

Cuando entre a la casa todo estaba en silencio, Eric todavía no había llegado de con sus amigos, y de seguro mis padres estaban durmiendo.

Me apresure a llegar a mi cuarto, ahí estaba Edward sentado en la cama, le di una sonrisa y tome del closet un juego de pijama y me adentre al baño, me dolía un poco mover el brazo, así que hice mi rutina solo con una mano.

Sali del baño y me senté a un lado de él.

—¿Puedo abrir mis regalos? —le pregunté.

—Claro. —dijo mientras me tomaba de la cintura con cuidado de no mover mucho mi brazo y me sentaba en su regazo.

Tome el primer paquete plano y alargado, supongo que era el regalo de Carlisle y Esme.

—Permíteme. —dijo el.

Me quito el regalo y de un movimiento rápido le quito el papel y me devolvió la caja.

No proteste.

—Gracias. —le dije con una sonrisa.

Dentro de la caja había una hoja de papel con muchas letras, rápido reconocí lo que era.

—¿Vamos a Seúl? —eran boletos de avión, destinados a mí y a Edward.

—Esa es la idea. —

—¡Oh! Que emoción voy a ver de nuevo a mi abuelita. Espero que no te importe el clima no es igual a aquí, talvez tengas que estar mucho tiempo adentro. —

—Creo que me las arreglare. De haber sabido que te emocionarías tanto, te habría obligado a abrirlo delante de Carlisle y Esme. —

—Agradéceles de mi parte, por favor. —

—Claro. Ahora me hubiera gustado gastar algo de dinero en tu regalo. —

Deje los boletos a un lado y tome su regalo, tenía tanta curiosidad. Me lo quito de las manos y como el primero lo desenvolvió él.

Me devolvió un estuche para CD con un disco plateado en el interior.

—¿Qué es? —

No me contesto. Me quito el CD de las manos y lo puso en el reproductor que estaba en la mesita de noche que estaba a un lado de nosotros. Pulso el botón "play" y esperamos en silencio. La música empezó a sonar.

Escuche atenta la hermosa melodía, era la canción, mi canción, la canción de cuna que él había compuesto para mí, era la primera pista del CD.

—Es precioso, el mejor regalo que podrían haberme dado, gracias. —dije mientras volvía a guardar silencio para terminar de escucharla.

—¿Te duele el brazo? —dijo cuando después de un momento de silencio.

—No tanto, estoy bastante bien. —mentí. En realidad ya empezaba arder un poco.

—Te traeré un Tylenol. —

—Está bien. —me resigne.

Me quito de su regazo y se dirigió a la puerta.

—Cuidado con mis padres. —ellos por supuesto no sabían que Edward se quedaba casi todo el tiempo, si supieran estoy segura de que les daría un ataque, en especial a mi padre.

—No me verán. —prometió mientras salía por la puerta.

Volvió al poco tiempo con una caja de pastillas y un vaso de agua, tome la píldora sin protestar, el brazo me dolía.

Mi canción continuaba sonando de fondo.

—Es Tarde. —dijo Edward.

Me levanto de la cama con un brazo y con el otro abrió la colcha. Me acostó y me arropo bien con la colcha. Se acostó a mi lado, encima de la ropa de cama para que no me congelara y me paso el brazo por encima.

—Sabes, —dije cuando termino mi canción y comenzó otra, la reconocí, era la canción favorita de Esme. —Quisiera otro regalo de tu parte… bueno si se puede. —

—¿Qué clase de regalo? —preguntó con cautela.

—Quiero un beso. —

—Sería un placer complacerla señorita. —

Coloco un dedo debajo de mi barbilla y alzo mi rostro para que quedara al mismo nivel que el suyo.

El beso comenzó como siempre, con un Edward procurando tener el mismo cuidado de siempre, pero de repente algo cambio, sus labios se volvieron más insistentes y su mano libre se envolvió en mi pelo haciendo que me acercara más a él, pase mis brazos hacia atrás de su cuello agarrando el cabello de su nuca jalando un poco de él, haciendo que soltara un leve gruñido y me acercara más a su cuerpo, pude sentir lo frio a través de la colcha que me envolvía.

Cuando se apartó, lo hizo con brusquedad. Me empujó hacia atrás con manos amables pero firmes.

—Lo siento. —dijo sin aliento. —Esto es pasarse de la raya. —

—Bueno…en realidad yo no me quejo. —dije sonriendo hacia él.

Frunció el ceño en la oscuridad.

—Intenta dormir, cariño. —dijo y me volvió a abrazar.

—De acuerdo, aunque yo esperaba otro beso. —

—No sobrestimes mi autocontrol. —

Asentí mientras me acurrucaba junto a él.

Me sentía exhausta. El día había sido muy largo y por una razón no me sentía del todo tranquila. Casi en la inconciencia mi subconsciente recordó el beso que me dio la primavera pasada, cuando nos separamos, el beso que me había dado tenía el mismo sabor doloroso como si fuera una despedida.