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Diecinueve. Preocupación.

Edward me llevo devuelta a mi casa, estaba tan cansada que me quede dormida en el camino.

Al despertar ya estaba en mi cama. Mire como la luz entraba por mi ventana, se me hizo extraño que se mirara como si estuviera empezando a atardecer.

Bostece y me estire.

—¿Ya has despertado de verdad, corazón? —escuche como Edward me preguntaba.

—Si…—suspire. —¿Por qué? ¿Me he movido mucho? —

Asintió.

—Has estado muy inquieta y no has parado de hablar en todo el día. —

—¿Todo el día? —lo mire con confusión.

—Ha sido una larga noche, te ganaste un día entero de sueño. —dijo.

—¡¿Qué?! —me levante rápidamente para comprobar por la ventana, pero fue tan rápido mi movimiento que todo me comenzó a dar vueltas.

—¿Tienes hambre? Puedo traerte lo que quieras. —dijo Edward.

—Creo que mejor me levanto. —dije.

Bajamos las escaleras y nos adentramos a la cocina.

No quería complicarme en hacerme algo, así que abrí el refrigerador para ver que había. Saque un poco del espagueti que mi madre había hecho ayer, me serví en un plato para luego meterlo en el microondas y espere.

—Wow, pero que guapa. —dije al ver mi reflejo en la puerta del microondas.

—Ha sido una larga noche, te hubieras quedado mejor aquí dormida como te lo ofrecí. —dijo Edward.

—Si, pero ya ni modo, luego tomare mi sueño de belleza. —dije.

El microondas sonó dando a entender que mi comida ya estaba caliente, tomé un tenedor del cajón y me senté a un lado de Edward para comenzar a comer. Levante mi mano para llevar un poco de espagueti a mi boca, cuando veo que Edward se queda mirando fijamente algo en mi muñeca.

Era la pulsera que me había regalado Jacob.

—¿Puedo? —dijo apuntando al lobo de madera.

Asentí con la boca llena.

Tomo al pequeño lobo de madera entre sus dedos y lo examino. Pude ver como su expresión se hacía seria y pensativa. Después de un momento lo soltó y me volteo a ver.

—¿Por qué Jacob si puede darte regalos y yo no? —

—Si he aceptado regalos tuyos, sí sé que no te ha costado mucho. —dije. —Además ya sabes que me gustan las cosas hechas a mano. —

Sonrió como si se le hubiera ocurrido alguna idea.

Nos quedamos en silencio un momento. Hasta que le noto que había algo extraño en mi expresión.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—Es que me siento muy inútil en todo este asunto, estoy considerando la idea de Jasper. —conteste.

—Eso no va a ser de ayuda, solo te pondrás en peligro. —

—Jasper considera que si ayudaría. —

—Podrías perderte. —

—Seth sería fácil de convencer. —

—Tu plan hubiera funcionado si no me lo hubieras dicho, ahora tendré que advertir a Sam para que le de nuevas órdenes a Seth. —sonrió.

—Puedo hablar con Sam, estoy segura de que tomaría más en cuenta a mi si le doy un punto estratégico a todo este asunto. —dije con una sonrisa.

—¿Y Jacob? —dijo sin quitar la sonrisa.

—¿Qué con él? —pregunte.

—¿No te lo ha dicho? Es el segundo al mando sus órdenes también tienen que ser obedecidas y estoy seguro de que a él le importa más tu seguridad que "El punto estratégico" que te pondría en peligro. —sonrió triunfante.

—A…pues…yo puedo…—resople enojada de no encontrar un argumento de contra ataque. —Mejor cállate. —hice un puchero y seguí comiendo.

—Anoche mire en la mente de la manada. —comenzó otra vez a hablar. —Fue mucho mejor que un dorama. No tenía ni idea de lo complicada que es la dinámica de una manada tan numerosa. Cada individuo tratando de resistirse a la psique colectiva... Es absolutamente fascinante. —

Lo mire para que siguiera hablando.

—Jacob te ha ocultado un montón de secretos. —me dijo con una sonrisa sarcástica. —Por ejemplo, ¿Te fijaste anoche en el pequeño lobo gris? —

Asentí.

—Se toman muy en serio todas sus leyendas. Pero resulta que hay cosas que no aparecen en ellas y para las que no están preparados. —

—¿A qué te refieres? —pregunte.

—Siempre han aceptado, sin cuestionarlo, que sólo los nietos directos del lobo original tienen el poder de transformarse. —continuo.

—¿Así que alguien que no es descendiente directo de ese lobo se ha transformado? —

—No. Ella es descendiente directa. —

—¿Ella? —

Edward asintió.

—Ella te conoce. Se llama Leah Clearwater. —

—¿Leah es una mujer lobo?. —estaba sorprendida. —¿Desde cuándo? —

—Hay cosas que no le está permitido compartir con nadie. Por ejemplo, cuántos son en realidad. Como te he dicho hace un momento cuando Sam da una orden la manada no puede ignorarla. Jacob procura pensar en otras cosas cuando está cerca de mí, pero después de lo de anoche ya no tiene remedio. —

—Wow, no lo puedo creer. —dije.

De pronto recordé a Jacob hablando de Leah y de Sam. Había reaccionado como si se le hubiera salido cuando mencionó que Sam tenía que mirar a Leah a la cara "Todos los días" sabiendo que había roto sus promesas. También me acordé de Leah y de la lágrima que le brillaba en la mejilla cuando el Viejo Quil habló de la carga y el sacrificio que compartían los hijos de los Quileute.

—Pobre Leah. —susurre.

—No creo que merezca tu compasión. —dijo Edward. —Les hace la vida imposible desde que se unió a la manada. —

—¿Cómo? —pregunte.

—Es bastante duro para ellos tener que compartir todos su pensamientos. La mayoría coopera con eso, pero solo falta un pensamiento malévolo para que todos sufran. —

—Se va a escuchar feo, pero ella tiene toda la razón en ese asunto. —murmure.

—Lo sé. —asintió. —La imprimación es de lo más extraño que he visto en mi vida y eso que he visto cosas raras. Resulta imposible describir la forma en que Sam está unido a su Emily, o mejor debería decir "Su Sam". Él no tenía otra opción. Me recuerda a "El sueño de una noche de verano" y al caos que desatan los hechizos de amor de las hadas. Es una especie de magia, casi tan fuerte como lo que yo siento por ti. —

—Pobre Leah. —volví a decir. —Pero ¿A qué te refieres con que les está haciendo la vida imposible? —

—Leah les recuerda constantemente cosas en la que a ellos no les gusta pensar. —explico. —Por ejemplo Embry. —

—¿Qué pasa con Embry? —

—Su madre se fue de la reserva de los Makah hace diecisiete años, cuando estaba embarazada de él. Ella no es una Quileute, y todo el mundo dio por hecho que había dejado a su padre con los Makah. Pero después él se unió a la manada. —

Lo mire confundida.

—Los principales candidatos a ser el padre de Embry son Quil Ateara padre, Joshua Uley y Billy Black. Y todos ellos estaban casados en aquella época, por supuesto. —

—¡No! —dije sorprendida. —Haz de cuenta un dorama. —

Asintió.

—Ahora Sam, Jacob y Quil se preguntan cuál de ellos tiene un medio hermano. Todos quieren pensar que es Sam, ya que su viejo nunca fue un buen padre, pero ahí está la duda. Jacob nunca se ha atrevido a preguntarle a Billy sobre el asunto. —

—¡Wow!, ¿Todo eso has averiguado en una sola noche? ¡Pero que chismoso! —dije burlona.

—No me puedes culpar, la mente de la manada es algo hipnótico. Todos piensan juntos y por separado al mismo tiempo. ¡Hay tanto que leer...! —

Nos quedamos un momento en silencio hasta que yo lo rompí.

—No podre ir al claro, ¿Verdad? —pregunte resignada.

—No sería conveniente. —contesto.

—Es que estoy tan preocupada de que alguien se lastime cuando estén peleando en ese claro. No sé qué es lo que haría si te llegara a perder a ti. —dije con los ojos cristalizados.

Me tomo y me sentó en sus piernas para después abrazarme.

—Nada nos pasara, no me perderás. Todo estará bien. —dijo mientras me acariciaba el pelo.

—Lo siento. —dije en un hilo de voz.

—¿Por qué te disculpas? —

—Es que en vez de ser positiva y decir que todo va a salir bien, una parte de mí solo piensa que algo malo pasara. —

—No tienes que disculparte por eso. Ya verás que todo saldrá bien. —

Asentí y me acurruqué más en él. Así nos quedamos un buen rato disfrutando de la cercanía del otro en un silencio reconfortante.

Después de un rato me sentó de nuevo en mi asiento anterior, me dio un beso en la frente y se puso de pie con el celular en la mano.

Lo mire confundida.

—Alice. —dijo. —¿Puedes cuidar un rato a Elina? Necesito hablar con Jasper. —

Alice le contesto algo y luego colgó.

—¿Qué pasa? —pregunte.

—Nada solo necesito hablar de algo con Jasper, será rápido. —me sonrió. —¿Te puedo preguntar algo rápido? —

—Si, dime. —

—¿Quién es la tercera esposa? —pregunto.

—¿Eh? —

—Anoche murmuraste algo sobre "La tercera esposa" mientras dormías. —dijo.

—Oh… es una de la leyenda de los Quileutes que escuche en la fogata. A lo mejor se me quedo grabada. —dije restándole importancia.

En ese momento apareció Alice.

—Edward. —saludo esta.

—Hola, Alice.. —saludo. Fue hacia mí y me dio un beso en la frente. —Nos vemos en la noche, debo reunirme con los demás. —

—Está bien. —dije.

Alice me vio y sonrió.

—Porque no vas y te tomas un baño, tus padres ya no te dejaran salir otra vez si te miran en esta fachas tan tarde. —dijo.

—Si, ya voy. —dije y fui a arreglarme.

Cuando mi madre llego yo ya estaba arreglada.

—Hola, Alice. ¿Cómo has estado? —

—Muy bien, señora Yorkie, gracias. —

—Veo que ya te levantaste pequeña dormilona. —me sonrió mi madre cuando me senté a su lado. —Todos están hablando de la fiesta que dieron tus padres anoche, Alice. Supongo que van a tener mucho que recoger. —

Alice se encogió de hombros.

—Valió totalmente la pena. —sonrió. —Fue una gran fiesta. —

—¿Y Edward? —pregunto mi madre.

Alice resoplo y puso una expresión de tristeza.

—Esta con Emmett y Carlisle, haciendo planes para salir el fin de semana. —

—¿Otra excursión? —pregunto mi madre sorprendida.

Alice asintió con gesto entristecido.

—Sí, se van todos, menos yo. Siempre hacemos una marcha para celebrar el fin de curso, pero este año he decidido que me apetece más ir de compras que al campo. Ninguno de ellos quiere quedarse a acompañarme. Me han abandonado. — Alice hizo un puchero.

—Alice, ¿Por qué no te quedas con nosotros? —ofreció mi madre. —No me gusta pensar que te vas a quedar sola en esa casa tan grande. —

Ella suspiró. Algo me aplastó el pie bajo la mesa.

—¡Ay! —dije con dolor, pero entendí lo que me quiso decir con el pisotón que casi me rompe el pie.

Mi madre me volteo a ver.

—¿Qué pasa? —

—No nada, nada. —dije rápido. —Estaba pensando en que si podía ir a su casa, así aprovechamos en hacer una pijamada y ella no se queda sola. —sonreí inocente.

Alice me sonrió.

—Oh, está bien, si a Alice no le importa sopórtate. —dijo burlona mi madre.

—¡Omma! —dije indignada.

—La se controlar, señora Yorkie, no se preocupes. —le siguió el juego Alice.

—¿Tú también Alice? —dije.

Ellas solo rieron.

—¿Y cuándo se van los demás? —pregunto mi madre.

—Mañana. —

—¿Cuándo iría a tu casa? —pregunte.

—Después de la cena. ¿Tienes algún plan para el sábado? Me apetece ir a la ciudad para comprar, talvez duremos todo el día. —dijo Alice.

—Nada de ir a Seattle, chicas. —dijo mi madre severamente.

—No, claro que no. —dijo rápidamente Alice. —Estaba pensando en ir a Olympic. —

—Eso está mejor. —dijo mi madre. —Espero que se diviertan mucho. —

—Sera genial, Omma. —dije.

A los pocos segundos de Alice hablar con mi madre ya había conseguido que estuviera libre un fin de semana.

Edward volvió al poco tiempo. No le sorprendió que mi madre le deseara un buen viaje. Se despidió más temprano de lo habitual diciendo que tendría que levantarse temprano y tenía que dormir bien, Alice se fue con él.

—Iré a mi cuarto, necesito acomodar unas cosa. —dije mientras que me levantaba.

—Yo estaré en la sala por si ocupas algo. —dijo mi madre.

Cuando entre a mi cuarto Edward ya se encontraba acostado en mi cama.

—¿Cuándo nos iremos? —pregunte mientras me acercaba.

—En una hora. —

—Eso está bien. —dije mientras me acurrucaba a su lado. —¿Te dijo Alice que va a secuestrarme? —

Edward sonrió.

—De hecho no lo hará. —

Voltee a verlo con curiosidad y él se rio en voz baja al ver mi expresión.

—Alice no hará eso. —dijo. —Ese día estarás conmigo. —

—¿Estaremos solo los dos? —pregunte.

—¿Te parece bien? —

—Me parece una buena idea. —sonreí.

El viaje al claro fue más ameno para los dos esta vez. Cuando llegamos al claro Jasper y Emmett ya estaban luchando, y por cómo se reían, era un calentamiento. Alice y Rosalie los miraban desde el suelo. Y a unos cuantos metros, Esme y Carlisle charlaban.

Esa noche había mucha más luz que la anterior, así que me fue muy fácil distinguir a tres lobos que miraban la lucha desde diferentes ángulos al borde del claro.

—¿Y los demás? —le pregunte a Edward al no ver a toda la manada ahí.

—No es necesario que vengan todos. Con que tan solo uno venga a hacer todo el trabajo bastaría, pero Sam no se fía por completo de nosotros como para que Jacob venga solo aunque él así lo quería. —

—Jacob confía en ti. —dije.

—Confía en que no intentaremos matarlo, eso es todo. —

Asentí.

—Deberías de ir a practicar, yo te daré ánimos desde aquí. —dije.

—En un momento voy. Ayudare a Jasper en lo que necesite. Quiere ensayar con grupos desiguales y enseñar como actuar contra múltiples atacantes. —

Pase mi mirada por el claro, hasta que capte la mirada de Jacob y me sonrió.

Era la misma sonrisa lobuna que me había dado la noche anterior. Jacob se incorporó y camino hacia donde estaba.

—Hola, Jacob. —saludo Edward con cortesía.

Jacob lo ignoro y me miro, ladeo la cabeza y soltó un ruido sordo.

—Estoy bien, solo estoy un poquitín preocupada. —dije.

El lobo siguió mirándome.

—Quiere saber porque estas preocupada. —dijo Edward.

Jacob soltó un gruñido. No fue de amenaza, sino de irritación.

—¿Qué? —pregunte.

—Cree que mis traducciones dejan bastante que desear. Lo que en realidad dijo fue 'Eso es una estupidez. ¿Por qué tienes que preocuparte?' lo dije diferente porque me pareció muy descortés. —

Sonreí de lado.

—Ya sé que no debo preocuparme pero es inevitable, pero me pone nerviosa que algunos lobos acaben heridos. —dije.

Jacob soltó un apero ladrido muy parecido a una risa.

—Jasper necesita mi ayuda, ¿Puedes prescindir de mis servicios como traductor? —

—Creo que puedo sola, diviértete. —sonreí.

Edward me sonrió con melancolía, cosa que no supe el porqué.

Me senté en el mismo lugar donde estaba. El suelo estaba frio y duro.

Jacob también dio un paso hacia delante, después se volvió hacia mí y emitió un sonido bajo y gutural, mientras daba otro paso.

—Deberías de ir. —dije.

Jacob volvió a ladear la cabeza y con un ronco suspiro se acurrucó en el suelo a mi lado.

—Enserio, Jacob. —

No respondió y se limitó a apoyar la cabeza sobre sus patas delanteras. Me quedé mirando el cielo que estaba parcialmente nublado. Una brisa atravesó el claro y me dio un escalofrío.

Jacob se acercó arrastrándose y apoyó su pelaje cálido contra mi costado izquierdo.

—Gracias, Jacob. —dije.

Al poco tiempo el sueño se empezó a apoderar de mi haciendo que me recargara en el hombro del lobo, lo último que vi antes de cerrar completamente los ojos fueron las nubes pasar por la luna.