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Cinco. Isla Esme.

—¿Houston? —pregunte cuando llegamos a la entrada del aeropuerto de Seattle.

—Solo será una parada. —dijo Edward con una gran sonrisa.

Estaba medio adormilada, por venir dormida todo el viaje camino al aeropuerto, pero cuando llegamos al mostrador de los vuelos internacionales, me medio despertó lo que miraba en los boletos.

—¿Rio de Janeiro? —volví a preguntar.

—Otra parada. —

El viaje se me hizo muy largo, pero cómodo por los grandes asientos de primera clase. Entre los brazos de Edward me volví a dormir y luego desperté cuando el avión estaba aterrizando. 

Pensé que tomaríamos otro avión, pero en vez de eso salimos, tomamos un taxi, y cruzamos las atiborradas calles de Río. No pude entender ninguna de las palabras que Edward le dirigía al conductor, pero supuse que nos dirigíamos al hotel o algo así. El taxi continuó atravesando al montón de personas, hasta que se fueron disipando de algún modo y pareció que nos acercábamos al borde de la ciudad, en dirección al océano.

Nos detuvimos en los muelles. 

Comenzamos a caminar hacia la larga línea de yates amarrados sobre el agua. Se detuvo ante la embarcación más pequeña y esbelta de todas, obviamente la habían construido pensando en la velocidad y no en el espacio. Aun así, tenía un aspecto lujoso. Él saltó con las maletas y las dejó caer sobre la cubierta y se volvió para ayudarme a pasar por encima de la borda. 

Observé en silencio cómo preparaba el navío para partir, sorprendida de lo habilidoso y acostumbrado que parecía a esta tarea, ya que nunca le había escuchado antes decir que le gustara algo sobre la navegación.

Edward aceleró hacia el mar abierto, mientras las luces de Río desaparecían a nuestras espaldas. En el rostro tenía una sonrisa llena de alegría, la misma que tenía cuando experimentaba cualquier forma de velocidad. El barco se sumergió en las olas, refrescándome con la suave brisa que soltaban.

No quería que la curiosidad me ganara, me encantaban las sorpresas así que me dedique a mirar el cielo para que algo me distrajera.

—Corazón, mira hacia allá. —señaló hacia enfrente.

Al principio lo único que pude notar fue la negrura de la noche, que era levemente iluminada por la luna, pero viendo con más detenimiento pude ver lo que parecía una forma baja y oscura. Entrecerré los ojos para poder ver mejor y pude ver lo que parecía un triángulo chato e irregular.

Seguí mirándola hasta que pude ver bien de lo que se trataba, delante de nosotros estaba una pequeña isla, con muchas palmeras y arena blanca.

—¿Dónde estamos? —pregunte maravillada por la vista.

Edward cambio de rumbo y se dirigió al extremo norte de la isla.

—Es la isla Esme. —dijo con una sonrisa.

El barco quedo en paralelo con un muelle de madera. El motor se detuvo y un silencio agradable que era levemente interrumpido por el sonido de las olas se instaló entre nosotros.

El aire era cálido y húmedo.

—¿Isla Esme? —pregunte.

—Es un regalo de Carlisle. Esme se ofreció a prestárnosla. —

—Es muy hermosa. —dije maravillada.

Sonrió y comenzó a dejar las maletas en el muelle. Después camino hacia mí pero en vez de darme la mano, me tomo en brazos repentinamente haciendo que soltara un grito y después comenzara a reírme.

—¿No se supone que tenemos que esperar hasta llegar a la puerta? —pregunte cuando salto afuera del barco.

—No soy yo si no lo hago todo a fondo. —

Sujetando las manijas de las dos enormes maletas del barco con una mano y cargándome en el otro brazo, me subió hacia el muelle y se comenzó a caminar hacia el sendero de arena blanca que se perdía en la vegetación. 

En el camino había una parte donde no se podía ver nada hasta que pude ver una luz. Estábamos a punto de llegar cuando me di cuenta de que aquella luz era una casa con dos grandes ventanas en la parte delantera de la casa. Era muy hermosa.

Mi corazón repentinamente comenzó a latir de forma rápida y un dolor de nerviosismo se instaló en mi estómago. Estaba nerviosa, por lo que fuera pasar. Edward no me pregunto nada, supongo que él estaba igual de nervioso que yo.

Dejó las maletas en la entrada para abrir las puertas, que no tenían seguro. Él miró hacia abajo y nuestras miradas se encontraron, sólo después camino hasta cruzar la puerta. 

Ambos permanecimos en silencio mientras me llevaba a través de la casa, encendiendo las luces a su paso. La casa era demasiado grande para una isla tan pequeña y extrañamente familiar. Me había acostumbrado al esquema de colores preferido por los Cullen: claros y luminosos, haciéndome sentir como en casa. Pero, no me pude concentrar en nada en particular. 

La última luz se encendió. 

La estancia era grande y blanca, y la pared más lejana era casi toda de vidrio, igual a la que tenían en Forks. Afuera la luna brillaba con fuerza sobre la arena blanca y justo unos cuantos metros más allá de la casa se podían ver las olas. 

Pero apenas me di cuenta de eso. Estaba más concentrada en la inmensa cama blanca que había en el centro de la habitación, sobre la que colgaban un ligero mosquitero blanco.

Edward me dejó en el piso con cuidado.

—Iré… por el equipaje. —dijo nervioso.

El cuarto era demasiado cálido y húmedo, pero todavía no comenzaba a sudar, lo que era una ganancia. Camine hacia la cama para poder tocar el mosquitero que colgaba. Todo parecía un sueño.

No me di cuenta cuando fue que Edward había llegado, hasta que pude sentir su frio tacto en mi cuello donde una gota de sudor se había formado sin darme cuenta.

—Aquí hace más calor. —dijo. —Creí que sería agradable. —

—Es perfecto. —sonreí.

Soltó una risita nerviosa, cosa que era rara en él.

—Intente pensar en cosas que harían más fácil todo esto…—admitió. —Me estaba preguntando. —comenzó a decir nervioso. —Si…primero… ¿Te gustaría darte un baño nocturno conmigo. —inhalo. —Seguro que el agua está muy caliente. Este es el tipo de playa que creí que te podría gustar. —dijo esta vez con voz más segura.

—Me encantaría. —dije disimulando mi nerviosismo.

—Estoy seguro de que necesitaras un par de minutos para atender tus necesidades humanas, ha sido un viaje muy largo. —

Asentí, necesitaba unos minutos…de mentalización.

Me rozo la garganta con los labios y soltó una risita que hizo que me dieran escalofríos.

—No tarde demasiado, señora Cullen. —

—{Ay no, sana como manzana, sana como manzana.} —pensé.

Sus labios se deslizaron hacia mi hombro, donde dejo un beso.

—Te espero en el agua. —

—{Este hombre me quiere matar.} —pensé.

Camino directo a la ventana francesa que se abría justo hacia la playa. Mientras caminaba se quitó la camisa y la dejo caer en la arena.

—{¿Cómo que hace más calor? ¿No?} —pensé.

Me abanique con la mano.

Me recordé estar tranquila, mientras caminaba hacia la gran maleta que Edward había abierto sobre un tocador blanco. Debía de ser la mía, ya que la ropa que contenía en su mayoría era rosa, pero no pude reconocer ninguna prenda. Busque entre toda la ropa en busca de algo familiar. Pero mientras buscaba me di cuenta de que había una gran cantidad de encaje fino y trasparente, y diminutos conjuntos de satín. Era lencería francesa muy atrevida.

Solté una risita nerviosa, esto era obra de Alice por supuesto.

Deje todo en su lugar y tome una pequeña maleta que tenía mis productos de higiene personal, camine hacia el baño, donde mire por la ventana que daban a la playa para ver si podía ver a Edward desde ahí. No pude verlo así que pensé que ya estaría en el agua, pero un ligero movimiento llamo mi atención. Era la ropa de mi ahora esposo colgando de la rama de una palmera moviéndose con la brisa marina.

—{Oh, dios.} —pensé.

Otra ola de calor atravesó mi cuerpo.

Inhale y me concentre en lo que estaba haciendo. Me mire en el espejo del baño, tenía el especto de una persona que ha estado todo el día durmiendo. Tome mi cepillo y con cuidado lo pase por mi pelo hasta quitar el ultimo nudo. También me lave los dientes.

Moje mi rostro, sabía que era un poco tonto meterme a bañar sabiendo que después me metería al océano, pero quería relajarme y eso sí que funciono.

Cuando termine tome una toalla y me envolví en ella. Ahora sabía lo que seguía, algo me decía que en ese momento no necesitaría traje de baño, ropa interior o cualquier cosa que Alice haya empacado.

Me mire de nuevo en el espejo e intente darme animo a mí misma, inhale y exhale.

—{Ve por él, tigre.} —pensé mirándome al espejo en un intento de darme ánimo y quitarme los nervios.

Caminé pasando la enorme cama y atravesé la ventana francesa que iba directo a la playa. Todo estaba levemente iluminado con la luz de la luna. Caminé hacia el árbol torcido donde él había dejado su ropa, desde ahí lo pude ver mejor, estaba con el agua hasta la cintura, y dándome la espalda mientras miraba la luna.

Sin pensarlo me quite la toalla que me envolvía, la deje sobre su ropa y camine hacia él.

Me fui adentrando más en la cálida agua, viendo como las olas chocaban levente contra mis pies. Seguí caminando hasta llegar a su lado y tomarle la mano por debajo del agua.

—Que hermoso.  —dije mirando igual que él la luna.

—No está mal. —me contesto, para después mirarme con un brillo especial. —Pero yo no usaría la palabra "Hermoso", no cuando estas tu aquí y se puede comparar. —

Sonreí, me giré hacia él, en ese momento cualquier clase de nerviosismo se había esfumado de mi ser, y coloque mi mano sobre su frio pecho, haciendo que él se estremeciera y su respiración se volviera ligeramente más pesada.

—Te prometí que lo intentaría… —comenzó.

—Los dos lo prometimos. —le recordé.

—Pero si… si algo sale mal, si te hago daño, debes decírmelo inmediatamente. —

—No debes de tener miedo. —susurre. —Somos una sola persona. —

Me abrazo y me pego a su pecho haciendo que una corriente eléctrica pasara por mi columna.

—Para siempre. —

Se inclino hacia mí y me dio un beso en los labios.

El beso fui subiendo de tono poco a poco, mientras mas no íbamos besando era mayor la necesidad de estar completamente juntos.

Sin esperarlo y a una velocidad increíble, Edward nos llevó directo al cuarto. Nos tumbó a la cama de un salto, estando yo debajo de él. Nos seguimos besando con más urgencia. En ese momento no nos importó mojar las sábanas con agua salada.

Sus besos fueron bajando poco a poco hasta llegar a mi cuello, donde se dedicó a besar mientras yo jalaba levemente el cabello de su nuca, bajo los besos por mi clavícula hasta llegar al valle de mis senos, donde se dedicó a besarlos tiernamente.

De una manera inesperada metió mi pezón izquierdo a su boca haciendo que soltara un leve gemido y el soltando un gruñido de satisfacción al escucharme. Mimo unos segundo mi seno para después pasar al otro.

Cuando quedo completamente satisfecho de mis senos, siguió bajando y dando besos, no quise que bajara más, me daba un poco de vergüenza así que lo jale hacia arriba y comencé a besarlo de nuevo. Edward tomo mi pierna derecha y la subió hacia su cintura, mientras apretaba mi muslo. 

Sentí nuestras intimidades rosar ligeramente haciendo que los dos soltáramos un gemido, que fue callado por nuestras bocas. Siguió acariciando mi cuerpo pasando por cada parte de él, mientras yo pasaba mis manos por su espalda y la rasguñaba, obviamente sin hacerle nada, cada vez que sentía una corriente de placer.

Nos separamos y nos miramos a los ojos. Sus ojos estaban negros, pero yo estaba segura de que esta vez no era por hambre… bueno no esa clase de hambre. Pero con esa mirada comprendí que pedía permiso para continuar. Asentí dándole el permiso.

Con cuidado sentí como iba introduciendo su miembro poco a poco dentro de mí. En ningún momento nos dejamos de ver a los ojos. Hasta que estuvo completamente adentro de mí.

Había escuchado muchas historias donde decían que la primera vez era dolorosa, otras donde el dolor era insoportable y otras que solo era una punzada. Para mí fue más la última combinada con incomodidad de algo ajeno abriéndose paso.

Solté un pequeño siseo. Edward me miro alarmado.

—E-estoy bien. —asegure. —Solo espera a que me acostumbre un poco. —

Comenzó a darme besos en diferentes partes del rostro de inmediato, intentado distraerme del dolor. Acaricio varias partes de mi cuerpo, haciendo que soltara gemidos.

Lo bese, dándole a entender que ya podía moverse.

La molestia fue desapareciendo rápidamente cada vez que nuestros cuerpos hacían fricción entre ellos haciendo que el placer comenzara a llegar. La habitación se llenó de jadeos y gemidos. Cerré los ojos por el placer que sentía, y de repente escuche algo rompiéndose pero la verdad no le tome mucha importancia, en ese momento solo podía ser consciente de las nuevas sensaciones que estaba experimentando con el amor de mi vida.

Enrolle mis piernas alrededor de sus caderas, haciendo que nuestros cuerpos se acercaran más, si eso era posible. 

Podía sentir una leve capa de sudor en mi frente y las mejillas sonrojadas.

Edward escondió su rostro en la curva de mi cuello, nuestras respiraciones estaban aceleradas y los gemidos no cesaban. De repente sentí una corriente en todo mi cuerpo que fue a parar a mi vientre anunciando mi clímax, solté un gran gemido y me abracé a él con fuerza. 

Pude sentir como intensificaba levemente sus movimientos y un momento después soltaba un gemido ahogado en mi oído, mientras él tenía su propio clímax. Solté un suspiro de satisfacción y leve gemido cuando salió de mí.

Estaba cansada y complacida de que haya experimentado esto siendo humana. Mis ojos se fueron cerrando y lo último que pude escuchar fue un leve "Duerme, corazón".

 

El sol caliente sobre la piel desnuda de mi espalda me despertó al día siguiente. Era muy tarde, creo que pasaba del medio día, la verdad no estaba segura.

No abrí los ojos. Me sentía demasiado feliz en ese momento. Los únicos sonidos que oía eran los de las olas allá afuera, el de mi respiración y el de mi corazón.

Me sentía tan cómoda, incluso bajo el sol. El pecho de mi esposo contrastaba cualquier fuente de calor que quisiera incomodarme. Me sentía tan a gusto, mientras el me apretaba contra su cuerpo, se sentía tal natural.

Sus dedos se deslizaban con suavidad por mi espalda y supe que ya se había dado cuenta que estaba despierta. Mantuve los ojos cerrados y me pegué mucho más a él.

Me sentía completamente feliz ahí a su lado, sin hacer nada y disfrutando de sus caricias, pero mi cuerpo no pensaba igual. Solté una risita cuando mi estomago decidió hacer ruido.

—¿Qué te parece tan divertido? —murmuro de forma seria y hosca sin dejar de acariciar mi espalda.

Mi estomago volvió a protestar por la falta de alimento y volví a soltar una risita.

—Creo que no puedo dejar pasar el hecho de que soy humana. —dije.

Espere que comentara algo, pero no dijo ni hizo nada. Sentí como si me estuviera perdiendo de algo.

Abrí los ojos y lo primero que vi fue la pálida piel de su garganta. Miré hacia arriba y pude ver como tensaba la mandíbula. Me alce un poco más para poder mirarlo bien a los ojos. Él tenía la vista fija en el mosquitero que colgaba sobre nosotros, en ningún momento volteo a verme.

—¿Qué pasa? —pregunte extrañada.

—¿Es necesario que lo preguntes? —dijo con voz atormentada.

Fruncí el ceño, pensando en que cosa había salido mal la noche anterior. No pude encontrar nada.

Paso su dedo por las líneas que se habían formado en mi frente.

—¿Estas muy malherida? — pregunto.

—¿Qué? ¿Cómo que malherida? —

No sabía de qué me hablaba.

Mire rápidamente mi cuerpo, me estire un poco, rápidamente sentí una sensación de rigidez y un leve dolor. Me Seguí examinando hasta que noté que tenía algo blanco pegado al cuerpo, sacudí la cabeza y una cascada de plumas blanca cayó desde mi cabello.

—{¿Por qué estoy llena de plumas?} —pensé.

Pero las plumas quedaron en segundo plano, cuando pude ver lo que había debajo de ellas. Debajo de las plumas se comenzaban a crear manchas color morado, seguí las líneas hasta mi hombro, para después ver como descendían hasta mis costillas, también pude ver como en mi muslo derecho había un moretón.

Con delicadeza Edward acomodo su mano sobre la mancha morada de mi muslo, su mano se acomodaba a la perfección al moretón.

Intenté recordar, si en algún momento había sentido dolor, pero no pude.

—Yo… lo siento tanto, corazón. —susurro. —Sabía que algo así pasaría. Lo siento tanto. —

Tapo su rostro con sus manos y se quedó totalmente inmóvil.

Me senté con cuidado y me moví para estar más cerca de él, ignorando totalmente el dolor.

—Edward. —lo llame mientras acariciaba su pelo y le daba un beso en las manos.

No me hizo caso.

—Hable con Carlisle, con la esperanza que me ayudara un poco, y por supuesto dijo que esto sería peligroso para ti, pero él puso toda su fe en mí, una que obviamente no tenía merecida. —dijo con voz ahogada, quito sus manos de su rostro y me miro. —También le pregunte que podía esperar yo. No sabía cómo sería…siendo yo un vampiro. —sonrió con desgana. —Carlisle me explicó que era una sensación poderosa, que no se podía comparar con nada. Me dijo que el amor físico no se debía tomar a la ligera, porque siendo nuestros temperamentos tan estables, las emociones fuertes pueden alterarnos de forma permanente. Pero añadió que yo no debía preocuparme por eso, porque de todos modos tú ya me habías alterado por completo —sonrió. —También hablé con mis hermanos. Me dijeron que se sentía un gran placer que solo se compara con beber sangre humana. Pero yo ya he probado tu sangre, y no puede haber sangre alguna que sea más fuerte que esto... No creo que se equivoquen, la verdad, sino que simplemente es diferente para nosotros, algo más. Pero eso no quita el hecho que estuvo mal, solo mira cómo te he lastimado, nunca me lo perdonare. —

Me senté en su regazo para llamar su atención, él se sentó para poder apartarme de él, así que le tomé la babilla para que me mirara directamente a los ojos.

—Esta ha sido por mucho la mejor noche de toda mi vida, Edward Cullen, así que no pienses que por unos moretones todo se ha echado a perder. Ya habíamos hablado sobre esto y si no te sientes cómodo con esto paramos y ya, no hay problema. Me encantaría tanto que compartieras el mismo sentimiento de felicidad que tengo en estos momentos. —lo abrace y me pegue a él. —Te amo y nada cambiara eso. —

Me separe de él y lo bese en los labios.

—¿Mejor? —pregunte.

Asintió y me sonrió ya más relajado.

—Una preguntita, ¿Cuál es la razón de que hayas decidido destruir las almohadas de Esme? —pregunte mientras me bajaba de su regazo y me sentaba a su lado.

Comencé a quitar algunas plumas de su cabello.

Hizo que me acostara a su lado y me abrazo pegándome a su pecho.

—No sé si la palabra correcta sea "Decidido" —dijo. —Tenemos suerte que hayan sido las almohadas y no tu. —

Me separe de él, me miro con confusión y decepción de que me haya separado.

—Tengo que quitarme esto. —dije señalando las plumas de mi cabello. —Ahorita vuelvo. —

Camine hasta el baño, me pare frente al espejo y comencé a quitarme las plumas del cabello. 

Cuando logre quitarme todas la plumas, me puse un vestido blanco y camine descalza hasta la cocina, de donde procedía un delicioso aroma de tocino, huevos y queso cheddar.

Edward estaba cocinando, era la primera vez que lo veía hacerlo.

—Ven, corazón. —dijo mientras dejaba en la mesa el plato con mi desayuno.

Me senté en una de las sillas de metal que estaban ahí.

—Gracias. —dije.

Comencé a literalmente devorar el desayuno, estaba delicioso.

—Creo que debería alimentarte más seguido. —dijo.

Negué y tragué lo que tenía en la boca.

—Estaba dormida. Por cierto esto esta delicioso, y más si tienes en cuenta que lo hizo alguien que no cocina ni come. —

—Me ayudo mi amigo el internet. —dijo mientras me guiñaba un ojo y sonreía de lado.

Sonreí mientras metía otro bocado a mi boca. Se había esforzado en buscar como cocinar solo para complacerme. 

Después de un rato termine con el desayuno y eso que había suficiente para dos personas, estaba totalmente satisfecha.

—Muchas gracias, amor. —dije.

Me pare de mi silla, camine hacia él y me senté en su regazo.

—Gracias. —susurré y le di un beso en los labios.

Sonrió y esta vez fue el quien me beso. 

Me levanté de su regazo y me volví a sentar en mi lugar, no quería que termináramos en un situación en la cual habíamos prometido no volver a estar… bueno, no hasta que sea como él…No hasta que sea inmortal.