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Cinco. El regalo sorpresa.

Estaba en la tienda de los Newton haciendo el inventario cuando la voz de Mike me interrumpió.

—Chicas, si quieren váyase ya. —nos dijo a Isabella y a mí, pero solo mirándome a mí, había notado que ya desde hace mucho había dejado de mirar con tanta insistencia a Isabella, de hecho como que la evitaba.

Hoy era una tarde sin mucha actividad en el local. En ese momento solo había dos clientes en la tienda, unos excursionistas verdaderamente aficionados, que Mike había estado atendiendo, viendo los pros y los contras de ciertas marcas de mochilas ligeras.

—No me importa quedarme solo. —nos dijo.

Voltee a ver que estaba haciendo Isabella, y solo estaba ahí…existiendo, ósea haciendo nada en la caja. Rodé los ojos he intente concéntrame en lo que estaba, ya solo me faltaba anotar unas cuantas cosas más para terminar. Cuando termine fue inevitable escuchar la conversación de los risueños mochileros.

—Como te iba diciendo. —relataba uno de ellos. —He visto osos pardos bastante cerca de Yellow-Stone, pero no era nada comparado a esa bestia. —

—Imposible. Los osos negros no alcanzan ese tamaño. Lo más probable es que esos osos pardos que vistes fueran oseznos. —le contesto el otro sujeto.

—De verdad, Elina, Bella, tan pronto como se vayan esos, echare el cerrojo. —murmuro Mike cuando se nos acercó.

Yo ya había terminado el inventario y había guardado el cuaderno en la caja que tenía la señora Newton escondida en el mostrador.

—Está bien, de todos modos ya terminé, solo voy por mis cosas y me voy. —le dije.

—Si quieres que me vaya…—le murmuro Isabella y se encogió de hombros.

—Pero si a gatas es más alto que tú. —insistió el primer hombre. —Grande como una casa y negro como la tinta. Voy a ver si le digo al guarda forestal. Debería avisar a la gente, porque no está arriba en la montaña, ¿Sabes?, sino a unos pocos kilómetros de donde arranca el sendero. —

—Déjame adivinar, ¿Estabas ahí de camino? No has hecho ninguna comida de verdad y has dormido en el suelo más de una semana, ¿Me equivoco? —dijo el otro hombre rodando los ojos.

—Bueno, adiós Mike, nos vemos el lunes. —dije mientras caminaba a la salida.

Las puertas se deslizaron hasta abrirse y dejarme afuera, estaba lloviendo. Cerré bien mi chamarra y salí corriendo hacia el coche.

No tenía ganas de ir todavía a casa así que maneje sin rumbo por un buen rato adentrándome a la Avenida Russell. Hasta que algo en el patio de los Marks capto mi atención, estacione enfrente de la casa de los Cheney.

Había una cartulina recargada a dos motocicletas oxidadas encima de una remolque que decía "Se venden tal y como están". El cumpleaños de mi padre seria pronto y quería darle algo que le gustará, esto será una grandiosa sorpresa para él.

Entonces lo decidí, me bajé y corrí a través de la lluvia hasta la puerta de los Marks y toqué el timbre.

Me abrió uno de los chicos, el más joven, me llegaba al hombro.

—¿Elina Yorkie? —pregunto sorprendido.

—Hola. —dije con una sonrisa. —¿Cuánto quieres por una de las motos? —

—¿Hablas enserio? —pregunto.

—Sip. —dije recalcando la "P".

—No funcionas. —

—No importa, ¿Cuánto cuesta? —

—Si de verdad quieres alguna llévatela. Mi madre hizo que mi padre las sacara a la calle junto con el remolque para que las recojan con la basura. —

—¿Estás seguro? —

—Seguro. ¿Quieres preguntarle a ella? —

—No, así está bien. —

—¿También el remolque me lo puedo llevar? —

—Claro, solo abarca espacio. ¿Quieres que te ayude a engancharlo? Es algo pesado. —

—Si, por favor, solo deja acerco más mi auto. —dije yendo hacia mi coche y acercarlo a la casa de los Marks.

Cuando el coche ya estaba cerca me ayudo a arrastrar el pesado remolque y a engancharlo en mi coche, que por suerte tenía esa cosa, que no sé cómo se llama pero ayuda a que se enganche bien.

—De todas formas, ¿Qué vas a hacer con ellas? No has funcionado en años. —pregunto cuando termino de enganchar el remolque en mi auto.

—Me lo imaginaba. Pero no importa conozco a alguien que reconstruye coches. —

—Ah, bueno eso es estupendo. —

Se despidió agitando la mano, mientras sonreía. Era un chico agradable.

Regrese a casa deprisa, antes que mi padre, que hoy le había tocado ir a la oficina, no quería que su sorpresa se arruinara. Atravesé la casa deprisa y tomé el teléfono para llamar a su trabajo.

—Hola, si me puede comunicar con el señor Yorkie. —le dije a su secretaria. —Soy Elina. —

—Ah, hola, Elina. Claro te lo comunico. —

Espere.

—Hola, cariño. ¿Qué ocurre? —dijo mi padre en cuanto contesto.

—Nada importante, solo quería saludarte y preguntarte algo. —

—Si, claro, pregunta. —

—Solo quería saber cómo llegar a la casa de los Black. Quiero visitar a Jacob. —

—Oh, está bien ¿Tienes algo con que escribir? —

Las indicaciones que me dio eran muy sencillas.

—Gracias, Appa. Nos vemos en la cena. —

—Está bien nos vemos, cariño, adiós. —y colgó.

Maneje con calma hacia la dirección que me había dado mi padre.

La casa de los Black era pequeña, de madera, con ventanas angostas y estaba pintada de un rojo mate, que la hacían ver como un granero diminuto.

La cabeza de Jacob asomo por una ventana antes incluso de que yo bajara del coche.

—¡Elina! —una sonrisa entusiasta se extendió por su rostro.

Jacob había desarrollado durante los últimos ocho meses buena parte de su potencial físico. Su rostro se había se había endurecido y madurado, perdiendo la dulzura de la infancia.

—¡Hola, Jacob! —conteste.

Cuando se acercó tuve que inclinar la cabeza hacia arriba para poder verlo bien.

—¡Creciste más! —dije asombrada.

Se echo a reír ensanchando más su sonrisa.

—Uno noventa. —dijo con orgullo. —Pero entra te estas empapando. —

Me indico el camino, mientras que se hacia una coleta.

—Papá. —dijo en voz alta. —Mira quien está aquí. —

Billy estaba en la pequeña sala cuadrada, con un libro en sus manos. Lo dejo en su regazo e impulso la silla hacia nosotros en cuanto me vio.

—¡Valla, pero que sorpresa! Cuanto me alegro de verte, Elina. —

Nos saludamos de mano.

—¿Qué te trae por aquí? ¿Todo va bien con Graham y Sun? —pregunto.

—Si, todo va bien. Solo venía a saludar a Jacob, hace mucho que no nos veíamos. —

Los ojos de Jacob se iluminaron con mis palabras.

—¿Puedes quedarte a cenar? —Dijo Billy con entusiasmo.

—No, lo siento. Ya le dije a mi padre que cenaría con ellos, perdón. —

—Oh está bien, será para la próxima. —

—Volveremos a vernos. Regresare pronto, me tendrás tanto aquí que terminaras harto. —

—De acuerdo, será para la otra. —dijo Billy para después irse hacia donde estaba hace rato.

—Bueno, Elina, ¿Qué quieres que hagamos? —me pregunto Jacob.

—¿Qué estabas haciendo antes de que llegara? —

Jacob dudo.

—Estaba por trabajar en mi coche, pero podemos hacer otra cosa…—

—No, está bien, quiero ver tu coche. —dije.

—De acuerdo. —dijo el no muy convencido. —Esta atrás, en el garaje. —

—¡Hasta luego, Billy! —agite la mano para despedirme de él.

Un espeso conjunto de árboles y maleza ocultaba el garaje. Adentro se encontraba un coche prácticamente ya terminado.

—¿Qué tipo de Volkswagen es este? —pregunte.

—Es un viejo Golf de 1968, un clásico. —

—¿Y cómo vas? —

—Esta casi terminado. Mi padre mantuvo su promesa de la primavera pasada. —dijo con alegría.

—Me alegro. Oye, Jacob de casualidad ¿Sabes de motos? —dije cambiando de tema.

—Algo. Mi amigo Embry tiene una porquería de moto, a veces trabajamos en ella, ¿Por qué? —

—Bien…Es que acabo de conseguir un par de motos que no están en buenas condiciones, y quisiera ver si tu serias capas de arreglarlas. —

—Genial. —dijo alegre por el reto. —Deja les echo un vistazo. —

—Está bien, pero lo que pasa es que una de ellas es un regalo para mi padre, así que sería conveniente que todo fuera secreto. —

—De acuerdo, está bien. —sonrió. —Acepto. —

—Por supuesto, te pagare por tus servicios. —continúe.

—No, nada de eso. Quiero ayudarte, no dejare que me pagues. —

—¿Qué tal si hacemos un trato? Yo solo necesito una de las motos. ¿Aceptarías la otra moto como pago? —

—Acepto. —dijo entusiasmado.

—Espera… ¿Ya tienes la edad para conducir legalmente? ¿Cuándo es tu cumpleaños? —

—Te lo perdiste. —dijo burlón. —Cumplí dieciséis. —

—No es que la edad te haya impedido conducir antes. —dije mirándolo acusatoriamente. —Lamento lo de tu cumpleaños. —

—No te preocupes por eso, de todos modos yo también olvide el tuyo ¿Cuántos cumpliste, cuarenta? —

—Ja, ja, muy gracioso. —resople.

—Podríamos hacer una fiesta compartida para celebrarlo. —

—Quizá cuando terminemos las motos. —

—Trato. —dijo con una chispa en los ojos. —¿Cuándo me las traes? —

—Las tengo enganchadas al coche. —admití.

—Genial. —

—¿Crees que la vea Billy si las traemos aquí? —pregunte.

—Seremos sigilosos. —dijo guiñándome un ojo.

Nos acercamos caminando pegados a los árboles cuando quedamos a la vista de la casa, actuando casual como si estuviéramos dando un paseo, en cierto modo era gracioso porque cuando una persona quiere actuar casual siempre resulta todo lo contrario.

Jacob bajo rápidamente las motos del remolque y las llevo una por una a la maleza, donde nos escondimos. Le resulto fácil, y viéndolo pensé que las motos pesaban menos de lo que aparentaban.

—No están tan mal. —dijo mientras las empujaba para recargarlas en un árbol.

—Esa será para ti. —dije apuntando una que no dejaba de ver.

—¿Segura? —preguntó.

—Claro. —

—Bueno… la otra va a costar algo de dinero. Tendremos que ahorrar para comprar algunas piezas. —

—Nosotros no. Comprare todo lo que sea necesario si tú lo haces sin cobrar. —

—No lo sé…—murmuro.

—Por el dinero no te preocupes. —

No era para presumir pero tenía ahorrado mucho dinero, ese dinero era para mi uso personal, ya que mis padres manejaban a parte un fondo universitario. Además mis padres ganan lo bastante.

Jacob se limitó a asentir.

Avanzamos disimuladamente hacia el garaje, para comenzar el trabajo.

Definitivamente Jacob era un buen amigo.