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Capítulo 10

—¿Qué voy a hacer? —preguntó Ethel con temor y nerviosismo.

—P-Pero ¿Cómo pasó?

—No lo sé— dijo aún muy nerviosa sin bajar el arco del violín —Yo... fue horrible, me asusté mucho cuando pasó —comenzó a contar —Estaba en el gimnasio viendo a... Estaba haciendo estiramientos antes de hacer una demostración de baile con unas chicas de la academia, mi espalda me comenzó a doler, pero el dolor ya era normal para mi, creí que era por el baile, pero esta vez era extraño, no le tomé importancia hasta que vi a Markian, estaba siendo encantador como siempre, hablando con sus amigos solamente y pues... no sé, me puse como tonta un momento y "¡Puff!" comencé a flotar —dijo abriendo los puños para remarcar el "puf" —Por suerte ninguna de las chicas me vio. Estaban muy ocupadas tratando de ser perfectas con su baile. Yo entre en pánico cuando noté que mis pies no tocaban el suelo, lo bueno fue que cuando me asusté terminé de nuevo en tierra y salí corriendo hasta aquí.

—Vaya, es... interesante —se limitó a decir, pues no sabía que comentar al respecto sin afectar en el creciente temor de su amiga —¿El violín te hizo eso?

—¿Tu que crees? —contestó —¿Qué voy a hacer? ¿Como voy a esconderlas? ¿Y si mi papá las ve? ¿Qué dirá? Ay, va a pensar que soy una super y me mandará lejos, no, le llamará a GLYNIS o a Búho para que vengan por mí.

—Búho ya no existe,Ethel —le hizo saber Ivette.

—¿Qué? ¿De verdad? No lo sabía —mencionó sorprendida —Eso es malo ¿No? Porque al menos en Búho podríamos decir que estaría a salvo, solo me mantendrían en observación y luego... me dejarían ir con nueva identidad o algo así, pero en GLYNIS, seguro me cortarán en pedacitos y me analizarán o peor, me dejarán en una fría celda toda mi vida, encadenada de pies a cabeza.

—¡Ethel, cálmate! —le gritó su amiga al comenzar a espantarse también, su grito había sido tan agudo que Ethel cerro la boca al instante por el susto —Comienzas a hablar como yo —le hizo saber antes de acercarse y darle un abrazo corto, tratando de no tocar tanto las alas con sus dedos, aunque no pudo evitarlo y notó que eran suaves, pero parecían resistentes —Amiga, estas exagerando. Solo tienes alas, y alas algo pequeñas, no son "tan" impresionantes, no creo que te encadenen o corten en pedazos por ellas, solo... te sacarían sangre y cosas así, no es la gran cosa, a menos que te asusten las agujas como a mi, entonces si abría un problema, pero nunca he visto que les temas, así que creo que estarás bien, Oh, espera ¿Por qué tu padre lo descubriría? ¿No puedes esconderlas?

—¿Qué? —dijo Ethel algo confundida.

—Si, en las caricaturas, las hadas doblan sus alas como los insectos y las esconden —dijo Ivette.

—No, ya lo intente, solo... aletean —dijo Ethel mostrándole a Ivette mientras comenzaba a alzarse lentamente, sacándole una sonrisa a Ivette, pues estaba asombrada. Ethel volvió lentamente al suelo y miró a su amiga —Tengo miedo.

—No, seguro si se puede —dijo Ivette poniéndose a la espalda de Ethel —Ok... si sientes dolor solo dímelo —le pidió mientras agarraba con cuidado la punta de las alas y trataba de doblarlas, pero estas eran algo duras y parecía que si las jalaba más para abajo se romperían, así que se detuvo y pensó en algo más —¿Como atravesaron tu ropa?

—No lo sé, solo salieron —dijo Ethel.

—No creo que puedas ocultarlas —dijo Ivette —Creo que... la manta no suena tan mal.

—No, no, no.

—Oye... creo que deberías salir de aquí cuando todos se vayan. Le diré a tu padre que estás en mi casa y dejaré el letrero de "Fuera de servicio" para que nadie entre, y... te veré mañana... espero 

—¿Qué? Pero... Debes ayudarme.

—No sé cómo, Ethel —dijo Ivette alejándose de su amiga —De verdad lo siento. Algo se te ocurrirá —y después de eso, Ivette salió del baño dejando a Ethel sola.

—Maldición —se le salió a Ethel mientras observaba sus bellas alas en el espejo del baño, tratando de verle el lado positivo, pero nunca se había sentido tan diferente.

—Ser diferente no es malo —la voz del hombre británico la tomó por sorpresa, haciéndola gritar del susto.

—¿Tom? —lo nombró al recordar su nombre, y entonces, el hombre británico apareció frente a ella. Era una criatura extraña de ver, pues su cuerpo era algo transparente y parecía emanar una rara energía verde pálido de su cuerpo. Era como ver un fantasma, solo que el hombre no parecía dispuesto a asustarla, en realidad parecía alguien tranquilo.

—Hola, Ethel —le dijo.

—Hola —dijo por ser amable —¿P-Por qué me paso esto?

—Porque tu tienes el violín —contestó simplemente —Y una... nueva responsabilidad.

—¿Qué quiere decir? —preguntó pero de inmediato comenzó a negar mientras sacaba el violín abajo del lavabo del baño y trataba de dárselo al hombre —No, yo... no sé lo que quieres de mi, ni lo que esperas que haga, pero no lo quiero. Ya tengo suficientes problemas cómo para agregarle más.

—No puedes dármelo a mi. No es mío —dijo mientras reía un poco.

—¿De quien es?

—Era de tu tía —soltó la respuesta haciendo que algo dentro de Ethel se revolcara por la sorpresa y la nostalgia —Bueno... no precisamente. Ella lo encontró, pero nunca quiso usarlo, dijo que debías usarlo tu.

— Ya no entiendo nada ¿Quien es usted? ¿Por qué habla como si conociera a mi tía?

—La conocí hace algunos años cuando ella me nombró tu guía.

—¿Qué? —dijo Ethel.

—Bueno... ella dijo que tu me ayudarías a ser más... visible y cuando lo hicieras yo debía ser tu guía —aclaró.

—La primera vez que toqué... lo ayudaba a usted ¿No es verdad? —dijo, a lo que el hombre asintió —Espere ¿Mi tía debía tener el violín pero mejor me lo dejó a mi?

—Ella lo encontró para ti, quería que fueras tu —le dijo.

—De nuevo no entiendo de que habla.

El hombre suspiró con humor y la miró —Había una historia, un cuento que tu tía solía contarte.

—La tía Juliette me contaba muchos, yo no...

—Si, pero había uno en específico que te gustaba mucho, sobre un hada guardiana y su...

—Violín —completó la oración al recordar esa extraña historia —Si... el cuento de Dorina, guardiana del bosque dorado, ya lo recuerdo.

—Tu tía se... obsesionó un poco con la historia, al igual que su madre antes que ella. Tu madre solo lo tomó como eso "un cuento". Pero ellas buscaban el violín, pues sus antepasados se los habían prometido como legado. Tu tía fue la única de toda tu familia que logró encontrar el violín. Me dijo que este simplemente la llamó, la atraía con sus melodías las cuales le causaban extraños sueños vividos que terminaron llevándola a un curioso bosque, pero ella no lo tocó, quería que lo hicieras tu.

—¿Por qué?

El hombre alzó los hombros como respuesta —Tendrás que preguntarle.

—P-pero, no, yo no... es que... no quiero esto. No quiero ser diferente a los demás.

—¿Por qué?

—He visto como tratan a los supers, como los insultan, como los humillan, como los... matan solo por ser diferentes. No quiero eso.

—¿Y entonces que es lo que quieres, Ethel?

—Yo... no lo sé, ser... normal, estar como antes de encontrar el violín.

—¿Antes de encontrar el violín eras feliz? Porque le haz estado diciendo a tu amiga que nunca antes habías sentido tanta felicidad como ahora. 

—Me gusta la emoción, ayudar a las personas con esta magia y molestar a Tremblemet, pero esto...

—Lo único que te molesta son las alas, porque alguien podría verlas.  ¿No?

—Me asusta no ser... normal.

—Ok —dijo bajando la cabeza y acercándose un poco más a Ethel para agarrar su hombro izquierdo —Te diré que haremos. Ve a dar una vuelta. Úsalas un rato y luego dime si de verdad no quieres el violín. Si te convences, veme en el techo del edificio más chico y regrésame el violín, pero si quieres conservarlo estaré encantado de decirte las reglas —dijo alejándose de nuevo —Oh, pero usa esto —dijo lanzándole un raro antifaz azul de un extraño material muy parecido al metal —Solo por si acaso —le guiñó el ojo antes de desaparecer.

Ethel, tratando de pensar en lo que su Tia Juliette diría en un momento así, volvió a mirarse en el espejo.

—No se ven tan mal —pensó mientras giraba para verse mejor —Son hermosas —dijo en voz alta antes de acomodarse el violín y tocar tres notas para terminar en el techo de la escuela, dispuesta a usar sus alas.

La joven se acercó a la orilla del techo, se colocó el antifaz, respiró profundamente, cerró sus ojos, y simplemente se dejo caer al vacío, para luego fácilmente emprender vuelo sintiendo  el viento en su cara y un extraño sentimiento de libertad que nunca había experimentado antes. Volaba entre los edificios mirando los pocos carros atorados en el tráfico. Observaba por las ventanas de los departamentos, notando a las pocas personas que tenían sus cortinas abiertas, la gente se sorprendía al mirarla volando y a ella eso le gustaba, por alguna razón disfrutaba llamar la atención de esos desconocidos mientras seguía admirando la ciudad desde las alturas.

Ethel sacó una pequeña sonrisa y sujetó el violín con fuerza para no soltarlo al comenzar a incrementar la velocidad. Recorrió toda la ciudad, volando con gran gozo. L a alegre chica, daba giros y piruetas en el aire como si tratara de bailar de una manera extrema.

 Todo parecía más mágico desde arriba, pero todo ese hermoso sentimiento se esfumó en un dos por tres cuando Ethel intentó aterrizar en un callejón, pero en cambio terminó estrellándose, pues no sabía como disminuir su velocidad, mucho menos frenar —¡Cuidado! ¡Ah! —exclamó antes de chocar contra un joven rubio, bueno,  más específicamente, contra Tremblemet.

—¿Qué demonios? —exclamó el superheroe antes de ponerse de pie, al igual que Ethel, quien parecía no haber sufrido ningún daño —Tu —dijo sorprendido —Eres la violinista —dijo al notar el violín y el arco en sus manos, también intactos.

—Ay, maldición —dijo Ethel al recordar que solo tenia el antifaz y no la peluca negra