—Está hecho —dijo Jonathan—. Vamos, Cristal.
—De acuerdo —reconoció Cristal, siguiendo a Jonathan dentro del vórtice. En lugar de abandonar el centro de la ciudad, emergieron en la azotea de otro rascacielos. Ambos edificios tenían casi la misma altura y estaban separados por cientos de metros, dándoles una vista directa de la azotea del Hotel Gran Caterina desde su punto de ventaja.
Jonathan sacó un botón de camuflaje óptico de su equipo y se lo prendió. Su cuerpo se mezcló al instante con el ambiente circundante. Cristal hizo lo mismo, desapareciendo en la noche.
Se pararon hombro con hombro al borde de la azotea, mirando a través de la noche hacia el Hotel Gran Caterina. Las palabras en el cielo no permanecieron iluminadas por mucho tiempo. Cinco minutos después, todas las luces en el edificio entero del hotel se apagaron - alguien había cortado forzosamente el suministro de energía al rascacielos.
—Está apagado —dijo Cristal sin mucha sorpresa en su rostro.
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