10:00 pm – Garaje de Han, Tokio
Las luces del garaje proyectaban sombras sobre los autos estacionados mientras los mecánicos terminaban sus trabajos. El rugido del Supra de Reese resonaba en el espacio cerrado, atrayendo miradas de admiración. Reese estaba ajustando los últimos detalles en el capó, verificando que todo estuviera listo. Sabía que esta noche no sería una noche cualquiera; había un duelo en el horizonte, y él sería el protagonista.
Han se acercó con una expresión relajada pero firme.
—Está todo listo. Takashi, DK, aceptó la revancha. No fue fácil convencerlo, pero quiere volver a corre. Sin embargo, no pienses que será solo un duelo amistoso. Si pierdes, no se olvidará —advirtió Han, recostándose en el Supra.
Reese asintió, cerrando el capó con fuerza.
—No vine a Tokio para esconderme. Si DK quiere probarme, le mostraré lo que traigo —respondió, con determinación en los ojos.
Han sonrió. Sabía que Reese no era del tipo que retrocedía.
—La carrera será en Akina Pass, una de las rutas de montaña más desafiantes. DK eligió el terreno porque tiene la ventaja. Pero si dominas las curvas, puedes derrotarlo. Esa es la clave aquí: drift. No velocidad máxima, sino control absoluto —explicó Han, mientras le daba una palmada en el hombro.
Reese observó su Supra una última vez, tomando nota de cada detalle. Sabía que DK no iba a subestimarlo, pero tampoco tenía intención de hacerlo con él.
11:30 pm – Camino a Akina Pass
El convoy de autos se movía como una serpiente de luces por las calles de Tokio. Reese iba en su Supra, liderando junto a Han en su Nissan Silvia S15. Los otros corredores seguían detrás, sus motores resonando en la tranquila noche. La emoción en el aire era palpable, y Reese podía sentir cómo la adrenalina comenzaba a correr por sus venas.
—¿Estás listo para esto? —preguntó Han por el walkie-talkie, su tono calmado pero curioso.
—Siempre estoy listo —respondió Reese, apretando el volante.
A medida que se acercaban a Akina Pass, la carretera se volvía más estrecha y sinuosa. Las montañas estaban envueltas en una ligera neblina, y la luna iluminaba el camino con una luz plateada. Los espectadores ya estaban allí, estacionados en los bordes del camino, esperando ansiosos la carrera.
12:00 am – El Encuentro con DK
Cuando llegaron al punto de partida, DK ya estaba allí con su Nissan 350Z, un auto que era tan intimidante como su dueño. El Nissan tenía una carrocería negra brillante y faros que parecían ojos de un depredador en la oscuridad. Takashi estaba apoyado contra el auto, mirando a Reese con una mezcla de curiosidad y desdén.
—nos volvemos a ver americano me dijieron que estuviste ocupado en el garage estos días veamos que tienes ahora —dijo DK, mientras se acercaba lentamente a Reese.
Prepárate hoy te quito tu título de Drift King—respondió Reese, manteniendo la calma.
Los espectadores murmuraron ante la tensión. DK sonrió.
—Hablemos menos y corramos más. ¿Las reglas? Primero en cruzar la meta gana. Si no puedes controlar las curvas, mejor da la vuelta ahora —dijo DK, mientras subía a su Nissan.
Reese no respondió. Subió a su Supra, encendió el motor y escuchó el rugido de su creación. Esto no era solo una carrera; era su oportunidad de demostrar que podía enfrentarse al mejor en su propio terreno.
12:15 am – Preparativos para la Carrera
Ambos autos se alinearon en el punto de partida. El camino frente a ellos era angosto, lleno de curvas cerradas y cambios de elevación. Una carrera en Akina Pass no era para cualquiera; era un lugar donde el más mínimo error podía significar el final.
Un espectador levantó una bandera improvisada, lista para marcar el inicio. Reese ajustó su asiento, apretó el volante y respiró profundamente. Este era el momento que había estado esperando.
—Listos... —gritó el espectador, alzando la bandera.
Reese apretó el embrague, su pie derecho descansando en el acelerador.
—¡Ya! —gritó, bajando la bandera.
Los motores rugieron como bestias desatadas mientras ambos autos salían disparados. El Supra y el 350Z estaban cabeza a cabeza en la primera recta, pero eso solo era un calentamiento. La verdadera batalla comenzaría con las curvas.
Primeras Curvas – La Técnica de DK
DK tomó la delantera al entrar en la primera curva cerrada. Su Nissan 350Z parecía deslizarse sin esfuerzo, derrapando con precisión milimétrica mientras sus neumáticos chillaban contra el asfalto. Los espectadores vitoreaban, impresionados por su control.
Reese lo seguía de cerca, analizando cada movimiento de DK. Sabía que no podía apresurarse. La clave estaba en encontrar su propio ritmo.
—Vamos, bebe, muéstrame de qué estás hecho —murmuró Reese, mientras entraba en la curva, deslizando el auto con un derrape controlado.
El Supra respondió con precisión, pero DK aún tenía la ventaja.
Zona Media – Reese Encuentra Su Ritmo
A medida que avanzaban por el camino, las curvas se volvían más cerradas y traicioneras. DK seguía liderando, pero Reese comenzaba a entender el patrón. Observaba cómo DK usaba los bordes del camino para ajustar su ángulo, y decidió imitar su técnica.
En una curva particularmente peligrosa, Reese redujo la velocidad, ajustó el volante y aceleró en el momento justo. El Supra derrapó con gracia, cerrando la distancia entre ambos autos.
—Eso es, ahí está —dijo Reese, sintiendo cómo su confianza crecía.
DK miró por el retrovisor, sorprendido de ver a Reese tan cerca. Apretó el acelerador, pero ahora sabía que tenía competencia.
Las Curvas Mortales – Reese Toma Riesgos
En la parte más peligrosa del camino, las curvas eran tan cerradas que parecían hechas para autos pequeños. DK parecía deslizarse con facilidad, pero Reese decidió arriesgarse.
En lugar de frenar tanto como DK, Reese calculó un ángulo más agresivo. Su Supra derrapó casi al borde del camino, con las ruedas traseras rozando el borde del barranco. Los espectadores gritaron al ver la maniobra, algunos incluso retrocedieron, pero Reese mantuvo el control.
—¡Eso estuvo cerca! —gritó Reese, con una mezcla de miedo y emoción.
Esa maniobra le permitió igualar a DK, y ahora ambos autos estaban codo a codo.
El Sprint Final – La Última Curva
La meta estaba cerca, pero quedaba una curva en forma de herradura, la más difícil de todo el recorrido. DK aceleró, decidido a tomar la delantera en la última oportunidad.
Reese, por su parte, decidió arriesgarlo todo. Cambió al modo manual en la transmisión y ajustó su turbo para darle un impulso extra.
Al entrar en la curva, DK derrapó con elegancia, pero Reese lo siguió de cerca. En lugar de tomar el camino seguro, Reese usó un truco que había aprendido en Los Ángeles: tocó suavemente el freno de mano mientras giraba el volante, permitiendo que el Supra girara casi en un ángulo imposible.
Los espectadores contuvieron la respiración mientras ambos autos salían de la curva al mismo tiempo. Ahora era un sprint directo hacia la meta.
El Final
Ambos autos cruzaron la línea al mismo tiempo, con sus motores rugiendo y los frenos chirriando mientras se detenían.
Los espectadores quedaron en silencio por un momento, sin saber quién había ganado. Finalmente, uno de los jueces improvisados se acercó, después de aver revisado una camara puesta en la meta se acerca levantando la mano hacia Reese.
—¡El Supra ganó! —gritó, y los vítores estallaron.
Reese salió del auto, con una mezcla de alivio y emoción. DK también salió, pero su expresión era difícil de leer. Finalmente, se acercó a Reese y extendió la mano.
—Bien hecho. Buena carrera —dijo DK, con un tono de respeto.
Reese tomó su mano, sabiendo que había ganado un lugar en Tokio.
De regreso en el garaje, Han estaba visiblemente impresionado.
—Lo lograste. DK no es fácil de impresionar, pero ahora sabe que estás aquí para quedarte —dijo Han, entregándole una cerveza.
Si les gusta bien si no también