Después de terminar el almuerzo, llegaron las últimas clases, que resultaron ser bastante aburridas, debo admitir que mi clase favorita es matemáticas. Finalmente, llegó la hora de la salida. Tenía que encontrar el almacén y recibir lo que había llegado hoy. Según la dirección y lo que dijo hector, la bodega estaba a unos 30 minutos de la escuela en bicicleta. El trayecto fue tranquilo, sin problemas.
Al llegar al lugar, me llevé la sorpresa de mi vida. La bodega era de tamaño mediano, pero lo que me sorprendió fue ver a dos camiones medianos esperando a ser descargados.
— Pero, ¿qué demonios? —exclamé al mirar los camiones.
Al llegar a la puerta, me encontré con Héctor de nuevo. Al entrar en el almacén, todas las estanterías estaban llenas de electrodomésticos: lavadoras, televisores, estufas, aires acondicionados y otras cosas más.
— Vamos a empezar a descargar —me informó Héctor.
— Sí, déjame dejar mis cosas y comenzaremos —dije mientras dejaba mi mochila y bicicleta cerca de la entrada.
Abrimos el primer camión y comenzamos. Parecía que lo que más había eran lavadoras; al parecer, era lo que más se vendía. Tardamos unas dos horas en descargar y acomodar todo. Una vez terminado, Héctor se fue y yo me quedé. Tenía que buscar el reloj de Dabney. Después de 30 minutos, logré encontrarlo, lo metí en la mochila, cerré el almacén y volví a casa.
— Ya llegué —grité mientras abría la puerta.
— Reese, ¿dónde estabas? Son casi las 9 de la noche —gritó Lois enojada mientras me tiraba de la oreja.
— Tenía que hacer un proyecto de historia, mamá. Era en equipo, pregúntale a Malcolm —dije mientras levantaba la cabeza para que no doliera tanto.
— Bueno, más te vale, jovencito. Lávate las manos para que cenes rápido —dijo Lois soltando mi oreja.
Me acerqué a mi cuarto para dejar la mochila y me hice una nota mental: "No hacer enojar a mamá".
— Reese, ¿dónde estabas? Se supone que tu tenias que traer a dewey a casa—preguntó Malcolm.
— Tenía algunas cosas que hacer, y si mamá pregunta, el profesor de historia dejó un proyecto en equipo, ¿entendido? —dije mientras le pasaba 20 dólares en la mano.
Después de una ducha, fui a la cocina a cenar. Era algo llamado "pastel de sobras". No era lo más delicioso, pero con hambre, todo sabe bien. Miré la televisión un rato, después de todo, era viernes. Lo bueno es que, después de unas horas, me fui a dormir.