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Capitulo 1.2: Mi maldito trabajó

Al llegar al ascensor del estacionamiento, las puertas se abrieron con un susurro mecánico. Entré, presionando el botón que me llevaría al nivel del departamento de arte. Mientras el ascensor ascendía, aproveché el breve viaje para repasar mentalmente las tareas del día.

Al salir del ascensor en el piso correspondiente, me dirigí hacia mi destino en el departamento de arte. Las paredes del pasillo estaban adornadas con bocetos y proyectos en curso, una galería efímera que revelaba la creatividad en acción. El sonido de las teclas de las computadoras y las risas apagadas creaban una sinfonía de actividad creativa.

Al llegar a mi oficina, me dirigí a mi escritorio, que estaba estratégicamente ubicado junto a una ventana con vista a la ciudad, me sumergí en las responsabilidades del día. Encendí mi portátil, lo primero que hice fue revisar los correos. La sensación de la mañana aún se aferraba a mí.

Mientras revisaba mis correos, me encontré con uno que llamó mi atención. Era de Olivia, la "talentosa diseñadora" encargada del póster de la próxima película de la empresa. El asunto rezaba: "Desafíos en el diseño del póster".

Al abrir el correo, Olivia explicaba los obstáculos que enfrentaba para plasmar la esencia de la película en el póster—. Ah, todo esta, muy mal... el mal uso de la paleta de color. También noto el uso exceso de Photoshop... —La trama era compleja, llena de giros, y capturar la esencia sin revelar demasiado resultaba ser un verdadero desafío.

Decidí abordar el problema de frente y me dirigí hacia el área de diseño. Entre el bullicio creativo, localicé a Olivia, quien estaba inmersa en su trabajo. Su cabello corto y castaño enmarcaba unos ojos color miel que brillaban con intensidad cuando se sumergía en su labor. Vestida con un estilo que oscilaba entre lo formal e informal, reflejaba la esencia misma de la creatividad.

—Olivia, ¿puedo hablar contigo un momento? —le pregunté con una sonrisa amigable.

Olivia levantó la mirada de su pantalla al escuchar mi voz. Sus ojos color miel se encontraron con los míos mientras dejaba de lado el proyecto que tenía entre manos—. ¡Hola! Jonathan, ¿verdad? —me saludó con una sonrisa. Soy tu jefe... Pensó Jonathan decepcionado por saber que nadie lo tomaba enserio. Casi todos los empleados de su departamento no sabían ni su nombre.

—Sí, soy Jonathan. ¿Te importaría si hablamos un momento sobre el correo que me enviaste? —pregunté, manteniendo una actitud respetuosa. Olivia frunció el ceño ligeramente, pero asintió y apagó la pantalla de su computadora.

Mientras caminábamos hacia mi oficina, note que algunos compañeros nos observaban con curiosidad, probablemente intrigados por la interrupción—. Olivia, he notado que las cosas han estado un poco confusas últimamente. No quiero que te pongas nerviosa ni nada por el estilo —Olivia, visiblemente aliviada, asintió varias veces. La tensión se disipó.

Al llegar a la oficina de Jonathan, decorada con bocetos y pósteres de proyectos anteriores, invito a Olivia con un gesto a que se sentara—. Dime, ¿sobre qué querías hablar? —pregunto ella, mientras se acomodaba en su silla.

Jonathan, sintiendo la necesidad de ser directo, exhaló un suspiro profundo—. Olivia, he revisado el póster que mencionaste en el correo, y tengo que ser honesto contigo. Hay varios errores que necesitamos abordar. La paleta de colores parece desequilibrada, y el uso de Photoshop es excesivo —con el puntero del mouse, señalo los errores—. Además, la composición general no transmite la esencia de la película de la manera que necesitamos. Entiendo que esto puede ser difícil para ustedes, pero hay que encontrar soluciones creativas.

A veces, para ser respetado, era necesario ser duro en la toma de decisiones. Aunque prefería mantener un ambiente amigable, sabía que como director de arte debía exigir ciertos estándares de calidad.

Olivia asintió, aceptando la crítica constructiva—. Tienes razón, Señor Jonathan. Aprecio tu honestidad... pero...

Sin embargo, Olivia titubeó antes de continuar—. Yo... entiendo tu perspectiva, pero el resto del equipo ha estado enfrentando muchas presiones últimamente. Hay una carga de trabajo abrumadora, y eso afecta nuestra creatividad y rendimiento. Además, algunos miembros del equipo han estado lidiando con problemas personales que han influido en su desempeño —Bajo la mirada mientras se flotaba sus manos.

Jonathan la miró fijamente, leyendo entre líneas las excusas veladas. Sentía la tensión en Olivia, ella buscaba explicaciones para los errores en el proyecto.

—La calidad de nuestro trabajo no puede comprometerse por las circunstancias. Todos tenemos problemas personales, ¿acaso no sabes que los he estado observando? —Olivia levanto la cabeza sorprendida—. No me vengas con tus pequeños jueguitos de niña, compórtate como una adulta. Y deja de dar "peros" porque yo no quiero peros, quiero resultados. Esto es inaceptable —Jonathan regañó a Olivia con firmeza, pero sus palabras ahora eran más duras, con un peso que resonaba en la habitación—. Olivia, no me importa tu vida personal ni la de los demás —ella asintió—. Lo único que me importa es que hagan el condenado trabajo como es debido —Jonathan dijo con una mirada fría, dejando claro que no toleraría más excusas. La diseñadora sintió una gran presión sobre sus hombros

—No hay más margen para errores. Hagan su trabajo y háganlo bien —El director de arte dio otro suspiro, comprendiendo la situación al notar que Olivia estaba a punto de llorar—. Entiendo la presión, sal de mi oficina. Yo me encargaré del resto que falta.

Olivia se levantó de la silla y agradeció a su jefe por la conversación. Se disculpó nuevamente por los errores en el póster y se retiró de la oficina.

El chico, al quedarse solo en su oficina, dejó escapar un suspiro profundo. La presión del trabajo se acumulaba, y aunque amaba su rol como director de arte, sentía el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Observó el caos organizado en su escritorio, con bocetos, lápices y papeles dispersos, reflejo de la mañana agitada que había tenido. Es increíble la carga que tengo que lidiar... si solo ellos pudieran ser un poco más aplicados, esto no tendría que haber pasado. Pasada las horas, el cansancio se reflejaba en los gestos cansados de Jonathan mientras revisaba una y otra vez cada detalle del diseño. Los dedos le dolían por el constante tecleo, y su mente ansiaba un respiro.

Fue en ese momento de agotamiento cuando, al levantar la mirada, sus ojos se encontraron con la pantalla de la computadora. Una ventana emergente capturó su atención, mostrando una página web exquisitamente diseñada que invitaba a las personas a disfrutar de unas excelentes vacaciones: "Una cabaña en un pueblo tranquilo en las montañas".

Jonathan se recargó en su silla y dejó escapar un suspiro pensativo.

—Una cabaña en las montañas suena interesante... —murmuró consigo mismo mientras desviaba la mirada por un momento, imaginando la idea de escapar de la rutina caótica de la oficina. Las imágenes de la cabaña que aparecían en la pantalla despertaron su interés.

Sus ojos analizaron cada detalle de las imágenes, desde las calles empedradas hasta las acogedoras cabañas rodeadas de la hermosa vegetación al igual que sus hermosos paisajes. La arquitectura que mostraba en las imágenes recordaba a un estilo medieval, con calles empedradas que serpenteaban entre ellas. Las construcciones, aunque modestas, irradiaban un encanto único, con tejados inclinados y detalles que evocaban historia—. Tal vez debería considerar realmente hacer este viaje... —reflexionó en voz alta, como si conversara consigo mismo.

Se tomó unos minutos para dejarse llevar por la idea, pesando los pros y los contras. ¿Qué hago? si tomo las vacaciones liberare el estrés acumulado. Él sabe perfectamente que, si toma esas vacaciones, ¿qué esperaría de su grupo de trabajo? La única preocupación es saber que ellos estarán sin un líder a cargo. Sabe perfectamente, que sin un líder. Ellos harán lo que quieran. ¡Bah! Qué más da, ellos ya están grandecitos.

Además, el asunto de que no serían vacaciones pagadas también pasaba en sus pensamientos. Pero para él eso era lo de menos, Jonathan tiene suficiente dinero ahorrado para vivir cómodamente durante años sin preocupaciones, ¿pero si tiene tanto dinero, porque sigue trabajando tan excesivamente? Esa pequeña pregunta se puede resolver con una simple palabra.

Jonathan dirigió su mirada al vacío, como si buscara respuestas en el espacio que lo rodeaba. Fue entonces cuando, con un suspiro, formuló una pregunta al aire, como si el silencio pudiera brindarle la claridad que necesitaba.

—Abuelo, ¿crees que me merezco estas vacaciones? —murmuró con reverencia, como si estuviera esperando la aceptación de su difunto abuelo.

Un breve silencio lleno la oficina, entonces Jonathan, con un toque de humor y melancolía, imitó la voz de su abuelo—. Sí, hijo mío, toma esas vacaciones —agradecido por la imaginaria aprobación, esbozó una sonrisa—. Gracias, abuelo. Tomaré estas vacaciones en tu honor.

Con un gesto pausado, recogió su portátil y lo guardó en su maletín. Apagó una a una las luces de su oficina, sumiéndola en una penumbra reflexiva. El silencio se instaló como un compañero fiel mientras cerraba la puerta tras de sí.

Al adentrarse en el estudio, una mirada de desconcierto y decepción cruzó su rostro. Los demás empleados no solo habían descuidado apagar las luces, sino que el estudio yacía en un estado de caos organizado. Papeles dispersos, bocetos desordenados, y computadoras aún encendidas revelaban la falta de cuidado. ¿Es enserio...? Pensó decepcionado.

El silencio se volvió más pronunciado mientras Jonathan observaba el desorden que sus empleados habían dejado a su paso. Un suspiro escapó de sus labios.

—Definitivamente necesito esas vacaciones —murmuró consigo mismo, casi como un mantra. Se acercó a cada escritorio, apagando las luces y cerrando las computadoras. Juro que cuando regrese, les bajare el sueldo.

Al salir del estudio, giró la llave de la puerta con un clic que marcó el fin de la jornada. Descendió por el estrecho pasillo que conducía al estacionamiento, y una vez allí, su impala, fiel y confiable, lo esperaba en la penumbra. ¿Me extrañaste? Porque yo sí —Con las llaves en la mano, salió del estacionamiento. Al adentrarse en las calles nocturnas, notó que todo estaba envuelto en oscuridad, iluminado solo por la luz de los faroles dispersos. El silencio era profundo, y solo los destellos de algunos autos que pasaban en la carretera vecina rompían la quietud de la noche.