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4: caída del muro

Después de contemplar un momento la vista de la inmensa horda que se acercaba desde el horizonte hacia la fortaleza, comencé a correr para encontrar a Gareth.

Primero debo buscar en la sala de reuniones en la que desperté, parecía ser la sala donde se juntan en este tipo de situaciones.

...

Pasaron unos minutos hasta que llegue al piso donde se suponía los encontraría, pero cuando abrí la puerta, no encontré a nadie. La sala estaba totalmente vacía.

En el camino, también noté que no encontraba a ninguna sirvienta por ningún lado, el edificio parecía abandonado y sin nadie que hiciera ruido, parecía que el apocalipsis se había desmayado. Lo cual, irónicamente, no estaba muy lejos de lo que sucede ahora.

En cualquier caso, su ellos no se encuentran en la sala de juntas, debí buscar a un guardia o una persona que me pueda decir dónde se encuentran.

Así que toca ir a los muros, donde debería haber guardias por muchos lados.

Cuando legue al primer piso, me tomé un momento para descansar y recuperar el aire y, mientras lo hacía, note que nadie custodiaba las puertas del edificio.

'supongo que es normal, nadie gastaría preciosos soldados para cuidar de este lugar cuando una horda de criaturas se acerca a la fortaleza.'

Luego de un par de segundos de descansar, corro de nuevo hacia los muros, a los cuales llego solo unos minutos después.

En la entrada que conducía a la cima de los muros donde estaban todas las tropas sociales, habían dos guardias que portaban lanzas de hierro o algún metal parecido. Los dos levantaron sus lanzas y las pusieron en forma de X para evitar mí paso.

Los dos me miraron al mismo tiempo y el guardia de la derecha me preguntó:

"Identifícate. Los civiles normales no pueden subir a los muros."

'me gustaría ser un civil normal, podría irme de aquí y no hacer nada. Lástima que debí pasar esta maldita prueba.'

"Soy Norch, el consejero directo del señor Gareth. Necesito reunirme con el y buscaba a alguien que me pueda decir dónde se encuentran ahora."

Mal dos guardias entrecerraron sus ojos mientras me inspeccionaron de pies a cabeza.

Sus ojos se abrieron ligeramente cuando me reconocieron, sus cuerpos se doblaron, sus cabezas barón y ambos dijeron al mismo tiempo:

"Lamentamos nuestra falta de respeto, el ascendido Gareth se encuentran actualmente en la cima del muro. Puede pasar ahoraz por favor."

Me sorprendí un poco ante tal cambio de comportamiento, pero no debo quedarme aquí mucho tiempo, así que solo sentí y corrí de nuevo por las escaleras que subían al muro.

Cuando llegue a la cima, me asombre por un instante.

Allí, a lo largo y ancho del muro, había muchas personas que enpauñaban lanzas, espadas, algunos o docenas tenían ballestas listas para ser usadas y en las torres que se veían a la distancia, parecía que había varios arqueros en posición para atacar. Todos estos soldados estaban más que listos para la batalla que debían enfrentar en este día.

Pero nos ojos pararon en la figura alta y robusta que se encontraba parado en una zona alta del muro en medio de dos torres. Gareth veía a la horda que se estaba por estrellar contra los muros exteriores.

Su armadura de acero plateado reflejaba la luz del sol y me cegaba un poco. Pero también, pude ver algo que había notado hacia tiempo, que era esa extraña cruz roja manchada de líquido dorado que todos los soldados del castillo usaban en su hombro derecho.

Pero Gareth, el tenía ese símbolo en su pecho, ahora resplandeciente con la luz cegadora del sol.

Luego de fascinarme, comenzé a caminar hacia el y pareció notar mí presencia, volteo su cabeza y sus ojos se clavaron en mí figura.

Luego simplemente volvió a mirar hacia adelante. No sabía si eso significaba que me permitía ir a molestarlo o que debía quedarme en mí lugar, pero de todos modos iría a él.

Y cuando llegue, miro una vez más hacia atrás y su hermoso rostro ahora estaba en mí dirección, cuando estuve lo suficientemente cerca de él, me habló:

"Norch, creí que te irías con el resto de civiles, debí decir que es agradable ver la cara de un viejo amigo aquí. Aunque también es peligroso, así que será mejor que vayas con el resto, aun deberías tener tiempo."

Por un momento, de verdad quise decirle que si e irme de este lugar condenado, pero si hacía eso, el hechizo probablemente me tiré a un evento aún peor que esté, así que es mejor quedarme aquí.

"No puedo hacer eso, Gareth. Debo permanecer aquí, te apoyaré desde atrás mientras enfrentas a esas criaturas."

Gareth volvió su mirada a la horda de monstruos que ya estaban cerca de los muros y volvió a hablar.

"Si vas a quedarte aquí, será mejor que tengas un arma con la cual defenderte."

Volvió su mirada hacia y su cuerpo también giro, saco algo de atrás de su espalda y me extendió la mano.

En ella, vi la hermosa daga plateada que reflejaba la luz del sol, su hija estaba tallada hermosamente un patrón de serpiente que enrollaba toda la hoja. En su empuñadura, un cuero liso, bien hecho y con una marca de la misma cruz de los soldados y Gareth se encontraba en su pomo.

Extendí mí mano y tome la daga, que era tan larga como mí antebrazo, aproximadamente unos 25 cm de largo.

"Esto, parece demasiado valioso como para darmela sin más"

Gareth aparto la mano cuando tome la daga y respondió unanves más:

"Es lo suficientemente valioso como para servir de salvavidas a un buen amigo. Quédate, y le la devolveras cuando matemos al tirano."

Mire al hombre que estaba contra la luz del sol y en su rostro estaba una ligera sonrisa mientras terminaba de hacer esa propuesta.

"Está bien, la usaré y te la daré al final de este ataque."

El se dio la vuelta y me dio la espalda.

"Eso es una promesa, y espero que no llegue el momento donde dejas usarla. Puedes quedarte a mí lado su quieres."

Con eso, se escuchó un gran estruendo proveniente de los muros exteriores.

La horda de criaturas comenzó a atacar el muro. Los soldados de la muralla estaban repeliendo a las bestias que escalan el muro y trataban de invadir la fortaleza.

El aspecto de esas criaturas era la de una especie de canino mutado y mucho más grande que uno normal. Sus ojos eran rojos y brillaban con locura, sus hocicos estaban decorados con dientes afilados que sobresalían de sus bocas, listos para perforar cualquier presa.

En su espalda, se alzaban varias púas que apuntaban al cielo y seguían hasta llegar a la cola, donde un agijon pequeño que colgaba en ella iré, esperando atacar a quien sea. Sus cuatro patas eran largas y terminaban en garras del tamaño de una mano.

Sus garras cortaban a varios hombres, sus colas empañaban a muchos otros y sus colmillos se cerraban en las gargantas de los soldados.

A pesar de estar aguantando muy bien contra la horda, los soldados eran solo mundanos al fin y al cabo, era inevitable que se perdieran incontables vidas.

Quise vomitar ante la vista de tantos hombres siendo desgarrados y devorados vivos con la sangre y viseras volando pro doqui. Pero no, debo acostumbrarme a esto, de lo contrario no podré sobrevivir fuera de esta pesadilla.

En aquel mundo, uno debía acostumbrarse a estás cosas, porque los mosntruos no serían lo único que enfrentarán.

Un ruido tan fuerte que podría haberme roto los tonos la me saco de mis pensamientos.

Cuando gire mí cabeza hacia el origen del ruido, pude ver cómo una sección del gran y poderoso muro caía impotente ante la la embestida de una criatura de cinco metros que la chico sin piedad.

Era el tirano. Tan jodidamente aterrador como recordaba que era, pero verlo en persona y sabiendo que podría matarme en cualquier momento, el aura que la rodeaba era mucho más temible.

La criatura comenzó a despedazar a todo aquel que se encontraba abriéndose paso a través del muro y corriendo hacia nuestra posición.

Detrás del tirano, varias docenas de bestias cayeron en las trampas que mande a hacer y varios murieron.

'es, lamentable que esas muertes no cuenten cómo mias.'

Los soldados que esperaban en el suelo aprovecharon para matar a tantas criaturas como pudieran cuando cayeron a las mangas.

El tirano avanzo sin esfuerzo a través de quienes trataban de detenerlo y no tardaría en llegar al muro interior.

"Muévete un poco, esa cosa saltará aquí arriba, escondete o huye, tu decides a partir de ahora."

Con eso, Gareth desenvaino su gran espada y se propuso esperar al tirano. Otros cinco salieron de varios lugares del muro y se pusieron a su lado.

Yo me quedé atrás y luego me escondí detrás de un muro que se alzaba cerca de la zona donde ellos lucharían.