—¡Sí, aborto espontáneo! ¿Acaso no estabas sufriendo un aborto espontáneo cuando te encontré en el bosque? Estabas retorciéndote de dolor y sangrando cuando me crucé contigo —dijo Selene rápidamente como si quisiera recordarle al pícaro al ver la expresión confundida en su rostro.
—¿Estás poniendo palabras en su boca, ahora mismo? ¡Déjala que forme sus propias palabras y hable! —Silenció Alfa Steve a Selene.
—Así que, Pícara, pregunto de nuevo, ¿estabas sufriendo un aborto espontáneo cuando la encontraste? No hables más que la verdad o te arriesgas a que te quiten la cabeza de los hombros. Ya conozco la verdad y tengo pruebas así que no te molestes en mentirme —mantuvo Alfa Steve, amenazadoramente.
—Él dijo que ya sabe la verdad, lo siento señora, no puedo seguir mintiendo. No puedo seguir haciendo lo que le prometí. Tengo que decirle la verdad. No quiero que mi cabeza ruede por mi cuello —miró el pícaro a Selene impotente.
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