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Una mala idea y un desafio terrible

🌺SHIHO NISHIZUMI🌺

Estuvimos charlando por más de cuatro horas, recordando viejos tiempos y añorando nuestra juventud. En la pequeña mesa del salón sé encontraban más de diez botellas de vino vacías. El alcohol hizo que nuestra charla se llevara con mucha más confianza y que no lo pensemos mucho al contar nuestras intimidades y secretos, después de todo éramos muy buenas amigas las cuatro. Se notaba en nuestros rostros un leve sonrojo debido a la borrachera, y nuestro tono de voz era un poco alto y muy alegre. Ninguna de las cuatro sabía como llegamos a este tema, pero hablábamos de nuestras experiencias sexuales con plena confianza entre nosotras.

—Si, mi esposo siempre llega cansado y tarde a casa, nunca tiene ganas de hacerlo conmigo —expreso Maki, ya con una botella a medio vaciar en la mano.

—Llevo poco más de un mes sin que mi esposo me lleve a la cama. Ya me está cansando de esto —concluyo mi amiga y a continuación le dio un trago largo a su botella.

—Ay Maki, yo estoy pasándola igual. Ni siquiera el juguete que compramos con mi marido me satisface —le respondió Tsuki.

Hace unos momentos ella nos había contado que con su esposo compraron un vibrador para usarlo en algunas noches. Ahora que su esposo estaba de viaje ella se complacía usando ese juguete, pero al parecer eso ya no la satisface como debería.

—Bueno, entiendo por qué debe ser. Con ese atractivo y sensual cuerpo era de esperarse que tu apetito sexual sea más alto, Tsuki —agregue mirando sus enormes pechos.

Con mi copa en mano le di otro trago a mi bebida. Tsuki había sido la envidia de las tres en nuestra adolescencia, y en ese entonces tenía el tamaño de los pechos de una mujer adulta. Ahora casi todas teníamos ese tamaño de pechos, pero los de Tsuki siguieron creciendo y continuaba humillándonos al resto de nosotras.

—¿Y por qué no te buscas a otro hombre por una noche? —le pregunte en un tono tranquilo

Como si aquella idea no fuese muy arriesgada para una mujer casada, ni que fuera algo que iba en contra de nuestros votos matrimoniales.

—¡¿¡Engañar a mi marido!?! No, no puedo hacer eso —respondió mi amiga peliblanca, con un tono de sorpresa y temor.

Se notaba que aquella sugerencia la había tomado desprevenida, ya que su expresión había cambiado repentinamente.

—Claro, Shiho lo dice con normalidad porque ella ya lo hizo en una ocasión —comento Maki con un pequeño tono burlón.

Le di un pequeño codazo antes de que dejara la botella vacía sobre la mesa y se levantase del sofá para traer un par más de la cocina.

—Ya les dije, si solo lo haces para quitarte ese gran peso de encima que te trae la abstinencia sexual de un mes entero... no se puede decir que sea un engaño —le reproché a mi amiga Maki, tratando de minimizar el acto de la infidelidad que había cometido en más de una ocasión.

—Pero... ¿Besaste a otro hombre? Eso es como si lo hubieras engañado —agrego Saki

Nuestra pequeña amiga se encontraba un tanto mareada, a pesar de que solo tomo lo equivalente a una botella de vino. Nosotras sabíamos que ella era más inocente y resguardada que las demás, por lo que no estaba acostumbrada a beber tanto.

—No lo hice con un sentimiento de amor ni nada por el estilo. Solo vi a ese hombre como un objeto para quitarme todo el apetito sexual que tenía acumulado —comente con un tono de superioridad, casi con orgullo.

Hace un par de semanas lo había echo con uno de mis compañeros del trabajo, y no me arrepentía de tener sexo con él en la oficina. Además, solo fue en una ocasión que lo hicimos en la oficina. Yo no le tomo mucha importancia a mi compañero, a pesar de que nos crucemos cada tanto en el trabajo. Solo lo veo como un hombre que trabaja en el mismo sector que yo.

—Además tú no eres quien para juzgarme, Saki. Tu esposo no llega a casa desde hace casi tres meses — repliqué a la pobre Saki.

Se le notaba que apenas podía seguirnos la conversación y entender la gravedad del asunto del que estábamos charlando. Si Saki no estuviera borracha, ahora mismo nos estaría gritando o entraría en pánico por escuchar la infidelidad que cometí.

—Es cierto, debes ser la más afectada de las cuatro. ¿No tuviste algo de intimidad por tres meses con tu esposo? Yo me volvería loca, y eso que ya estoy enloqueciendo y solo llevo un mes sin hacer nada sexual —dijo Maki, que ya había vuelto con las botellas de vino y las acomodaba como podía en la mesa.

—Y-yo... ¡n-no engañaría a mi marido! Aunque estuviera muy necesitada, lo aguantaría todo por el bien de mi familia —respondió Saki con un tono nervioso en su voz.

Su sonrojo comenzó a notarse más debido a la vergüenza reciente que le ocasiono darnos esa respuesta. La dulce Saki siempre era tan apegada a su familia, y tan encariñada con ellos.

—Bueno, de todas formas no es una opción engañar a nuestros esposos. Cuando nos comprometimos prometimos serles fieles en los buenos y malos momentos —dijo Tsuki

Ella ya estaba sirviéndose otra copa de vino de las botellas que Maki trajo. Tsuki no había esperado nada para seguir bebiendo. Yo también aproveché y extendí mi brazo para tomar una botella y llenar mi copa de vino.

—Ya les dije que no es un engaño si no ven a la otra persona con un sentimiento amoroso —les repetí para que entendieran mi punto de vista.

—¡Ya sé chicas! Tengo una idea —expreso Maki con un tono de voz más contento, y expresaba un toque de ilusión en sus ojos. —¿Por qué no llamamos a unos strippers para que nos hagan uno de sus bailes? Ya que tanto hablan de la falta de intimidad...

—¿¡Q-que!? ¿¡S-str-strippers!? —Saki fue la más sorprendida por la sugerencia.

Ni siquiera pudo pronuncia una palabra correctamente luego de la sugerencia de Maki.

—¡¿Strippers?! ¡¿¡EN MI CASA!?! No, no, no. Eso no lo puedo permitir —negó de inmediato Tsuki sin pensárselo mucho.

—Además, ¿Para qué quisiéramos llamar a unos strippers? Un baile no nos ayudará con nuestros problemas —comenté luego de la negativa de Tsuki, a mí tampoco me parecía una buena idea.

—Jejeje, Tsuki, ¿Tienes aquí tu juguete sexual, no? —pregunto Maki digiriéndose a nuestra amiga.

—S-sí... lo tengo en mi habitación. Pero, ¿Por qué lo preguntas?

—Porque podríamos usar ese juguete para complacernos mientras los strippers nos excitan con su baile sensual.

—Estás loca Maki. Ya bebiste demasiado —comenté sin dudarlo.

¿Acaso creía que las cuatro nos masturbaríamos juntas en frente de unos strippers? Eso nunca pasaría, ni aunque estuviéramos desesperadas por unos minutos de sexo. Ya éramos unas mujeres maduras y casadas, las cuatro éramos madres. No éramos unas adolescentes para siquiera pensar en hacer eso.

—O que, ¿No te atreves a una cosa como esta, Shiho? Si ya tuviste sexo con un desconocido, ¡Y encima en una oficina de tu trabajo! —el tono de Maki comenzó a volverse algo burlón y desafiante.

—Ya te dije que eso solo fue por necesidad, y no hubo ningún sentimiento oculto de por medio. Además que únicamente estábamos él y yo —respondí de forma seca y tajante.

—Okey, okey, está bien. Sabía que no te atreverías a hacer una cosa así...

Me estaba provocando, ella me conocía bastante bien. Sabía que yo era una mujer competitiva y no me dejaba menospreciar por nadie. Me levante de un solo movimiento del sofá y me acerque a mi amiga de pelo anaranjado.

—¿Estás diciendo que no soy capaz de hacer esa simple cosa? —le pregunte poniendo un dedo sobre su pecho de forma amenazante. Con mi seño fruncido, apuntando la mirada a los ojos de Maki.

—Chicas, podemos calmarnos un poco... Recuerden que estamos en mi casa... —escuche como trataba de calmar la situación Tsuki pero la ignore.

—Así es, no eres capaz de hacer esto, Shiho —entono Maki devolviéndome la mirada amenazante.

Su tono fue demasiado tranquilo y con mucha honestidad. Como si estuviera claro para todas que yo no podía ser capaz de hacer eso. Me mordí el labio y me trague mi enojo, me separe de ella y di media vuelta para responderle de manera natural.

—Chicas, por favor. Este no es motivo para discutir —siguió insistiendo Tsuki para calmar el tenso ambiente que se había creado entre las dos.

—Está bien, hazlo. —respondí.

—¿Eh? —Expreso Tsuki.

—¿Qué? —Saki aún no podía creerse de lo que estábamos hablando.

—Jejeje. Sabía que serías capaz de hacerlo Shiho —expreso Maki con un tono de alegría y una expresión de triunfo en su rostro.

Ella se levantó del sofá y fue a la cocina con su teléfono en la mano para realizar la llamada necesaria. Yo me volví a sentar en el sofá, cruce las piernas y me quede de brazos cruzados mirando hacia un costado. Estaba decidida a demostrarles que no hay nada que yo no pueda hacer y Maki sí pudiera.

—Maki, espera. ¡¡Esta es mi casa!! —Tsuki se levantó y fue corriendo desesperada detrás de Maki para detenerla.