Derramé el agua fría para refregar el alfombrado, la sangre no salía fácil, pero funcionaba. Estuve unos minutos reiterando la acción. Todo quedó limpio, lo único que me preocupaba eran los cuerpos que seguían en mi casa, estaba claro que esos policías vendrían en algún otro momento. Tenía que deshacerme de ellos lo antes posible. Como no tenía suficiente fuerza, agarré una sábana, los envolví en esta y comencé a arrastrarlos hasta el jeep de mis padres. El grandote fue todo un problema, al bajarlo por la escalera casi se me cae encima, tuve que sujetarme a la baranda y dejarlo pasar. Al primer intento por subirlo a los asientos me rendí, terminé metiéndolo en el maletero. No se me pasó por la mente dejar a los otros dos ahí, pero como significaba hacer un esfuerzo extra era mejor dejarlos en la segunda corrida de asientos. Me costó un buen rato subirlos a todos, estaba mentalmente cansando y físicamente exhausto.
Con temor a un sinfín de cosas, rodeé casi todo el parque hasta llegar a la entrada, estaba abierta. Pasé y recorrí el largo camino que dejaban para los vehículos, al desviarme en una dirección especifica llegué a mi destino. Era difícil ver si aparecía alguien cerca. La neblina me ocultaba, sin embargo, las luces del vehículo no aportaban. Aparqué en la entrada de la laguna artificial del parque, que de a poco comenzaba a verse natural, tenía una variedad de animales, desde los peces a unos patos que se encontraban nadando. En el día es un entorno familiar ideal para un camping. Debían ser unas tres hectáreas de agua y era profunda, por lo que estaba prohibido bañarse. A unos metros, en dirección al centro del lago, se lucía un camino de madera para pasear y ver el agradable entorno que formaba el parque. Muchas personas se sacaban fotos ahí por lo mismo. Pedí perdón en mi mente. Antes de lanzarlos al agua, tomé los fósforos y un desodorante en aerosol de mi padre. Moví los cuerpos al borde, encendí uno de los fósforos y con el desodorante lancé una llamarada a la cara de los sujetos, esperaba dejarlos quemados lo máximo que me permití, pero como estaban cubiertos por las bolsas de basuras no sabía si lo realicé del todo bien. El humo y el olor que emanaban me hizo sentir nauseas, aun así, tratando de respirar lo menos posible continué. La llamarada relumbraba fuerte, dejándome ver el alrededor. Lo que me hallaba haciendo, me producía sensación de renovación, diría que incluso sentía calma, por haber hecho justicia por mi propia mano. Amarré al primero a un montón de herramientas pesadas y lo arrojé. Me di cuenta de que me salté algo, puede que no sea relevante, pero en caso de que los encuentren se les facilitaría encontrar sus identidades. Para no cometer el mismo error al segundo le quemé las manos, en específico sus dedos, hasta que no quedara rastro. Lancé al segundo y al pensar que quizás alguien presenció lo que acababa de hacer, me percibí indescriptiblemente observado, era como si pudiera verme desde la otra perspectiva. Yo mismo me observaba desde el bosque que rodeaba al lago. Me ajusté la capucha para verme menos y me apresuré en realizar lo mismo con el tercer personaje. Apenas terminé de amarrarlo a bolsas con piedras lo tiré al agua. Todos se hundieron como correspondía. La impresión de haberme sacado un gran peso de encima emergió en mí, me sentí satisfecho. Entré en el jeep, lo eché a correr y salí apresurado con dirección a mi casa.
En el camino pensé en que lo mejor hubiera sido llevarlos lejos, pero como no conozco muchos lugares similares y que estaba rendido para ir lejos, tirarlos ahí era la mejor opción, espero.
Llegué a la casa y dejé el vehículo tal como estaba. Aún me sentía perseguido, como si alguien me estuviera presenciando a lo lejos. Me adentré, la sensación aún no se iba. Subí al segundo piso y pasé directo al baño. Prendí las luces, cerré el pestillo de la puerta y encendí la ducha. Apenas se entibió, entré con pantalones, para no sentirme desprotegido solo me saqué la parte superior, los calcetines y las zapatillas. La tina de a poco se llenaba, el agua tibia cayendo sobre mi cabeza se sentía increíblemente agradable. Me acomodé en la mejor posición que encontré, de a poco mi cuerpo dejaba de estar tenso y se relajaba.
¿Qué será de mí ahora?
La gran pregunta surgió. Quería pensar lo menos posible en lo de mi familia, pero como era inevitable estaba preparado para sentirme desgarrado.
¿Qué será de mí?
Me lo repetí varias veces hasta que hallé la solución.
Pedí disculpas, por lo que estaba a punto de hacer. Sumergí la cabeza de espaldas a la tina, mientras soplaba por la nariz, repasé el peor episodio de mi vida. Lo ahogaría. Al agotar todo el oxígeno de mis pulmones mi mente se nublaba, eso era lo que buscaba. Las burbujas se lo llevarían. Era suficiente. Tomé una gran bocanada de aire al terminar. Guardé el trauma que acababa de pasar en la profundidad de mi conciencia. Era algo necesario si quería permitirme vivir.
Tengo que hacer algo para salir adelante, no sé si para cobrar venganza. Hasta yo reconozco que es poco realista ir a pelear contra personas armadas, incluso soy de esas personas que le agarraron mayor miedo luego de su prohibición. Si quería vengarme todo sería muy problemático, aún tengo terror a encontrarme con la muerte. Supongo tendré que esperar a que sane.
De lo que si estoy decidido es dejar la escuela. No quiero ser el centro de atención o verme lleno de condolencias, ni disculpas de otros. No quiero ir a dar pena, ni molestar con mi lamentable presencia, siento que solo me estorbaría. Aunque si quiero aparentar normalidad, voy a tener que regresar en algún momento.
Voy a tener que vender todo lo que no me sirva para conseguir algo de dinero rápido, incluso si son de ellos. No pude evitar sentirme triste al pensar que vendería sus pertenencias, pero necesito sobrevivir. De momento no podía caer en sentimentalismo, al menos hasta que lo logre. Necesitaría comprar comida, por suerte mi madre me instruyó desde pequeño a cocinar, así que podía arreglármelas. A pesar de no tener diecinueve precisaré de un vehículo para movilizarme, lo mejor va a ser quedarme con el Jeep de mis padres y alguno de los vehículos de mi abuelo, el menos llamativo.
Sentía que estaba construyendo los planos de una casa, lanzaba ideas casi por azar, que iban cobrando sentido y formaban ideas concretas precisas. Puede que no todo salga como quiera, pero por lo mismo, no puedo afligirme. Necesito sacar el provecho a la resiliencia humana que reside en mí, necesito usar lo que tengo y aprender lo que no. No quiero llenarme de motivación ingenua como siempre. No, diría que es demasiado infantil evitarla, voy a precisar de ella para poder sentirme bien y no caer en un pozo sin fondo del que no pueda salir. Necesito aferrarme de algo si pierdo el rumbo. Usaré esa deplorable versión mía que no pudo hacer nada, me empujará para continuar, ya que nunca más quiero advertirme así. Haré todo lo posible, incluso si equivale a dar lo último que tenga, para no rencontrármela.
Tenía un impulso y no quería perderlo. Me levanté de la tina, comencé a secarme rápidamente, me sentía algo excitado. Era cruel dejar de lado los sentimientos de la muerte de mi familia, sabían que iban a volver en algún momento, solo que no sucederá pronto. Es por eso que quiero llenarme la mente de ideas pasajeras, para olvidarme de ellos. Es como si solo se hubieran ido de paseo por unas semanas, algún día volverán y con ello mi felicidad. Sentirse deplorable y triste es lo peor, prefiero evitar otros razonamientos, que verme en ese estado.
Una vez seco, me dirigí a mi cuarto, me vestí con un buzo negro, unas zapatillas deportivas del mismo color, una polera simple con un estampado en la manga y un chaleco casual.
¡Ring!
Me paralicé. Mi respiración se detuvo en súbito, se me apretó el cuerpo. Me giré hacia el sonido, era un celular. Recobrando la compostura me sentí tonto, era mi celular. Lo utilizaba para cosas del colegios y llamadas, el que llevé al viaje era para juegos y redes sociales.
¡Ring!
Volvió a sonar, lo sujeté, este tenía el tono de mensajes casi al máximo, lo silencié. Luego vi la hora, eran las 6:51 A.M. Bajé las notificaciones y abrí el mensaje que apareció.
—"No sé cómo te sientes y no pretendo entender, pero creo que hablar con alguien puede ser lo mejor."
—"Incluso si solo quieres desahogarte, si prefieres que no diga nada, solo escucharé."
Mientras lo leía un nuevo mensaje llegó.
—"Perdón que sea tan hostigadora, pero me duele verte así. Realmente te amo y daría lo que fuera para no verte sufrir."
Tragué con dificultad, mi cuello estaba tenso.
—¿Qué me pasa?
Las lágrimas salieron a flote mientras escribía mi respuesta.
—"Hablemos hoy luego de que terminen las clases, en la plaza detrás del colegio."
Apagué el celular y me vi, otra vez, llorando. ¿Por qué no podía evitarlo? Era demasiado humillante.
Antes de continuar así, apreté el celular con fuerza y lo lancé contra la pared. Chocó con una de las esquinas y se abrió mientras que la pantalla quedó hecha trizas.
—¡¡¡Basta!!! —me grité a mí mismo
Me limpié las lágrimas con rabia, golpeé la mesa, no fue suficiente, tomé la silla en su lugar y la estampé contra el escritorio, ambos se partieron. Me senté en la cama tratando de concentrarme en mi respiración. La frustración volvió, quería lamentarme. Como si se tratara de una televisión silencié el ruido. Por un breve momento me sentí diferente, me quedé así, pensando en todo menos en "eso", no quería nombrarlo. Arranqué de la habitación y bajé a la cocina, ahí saqué unas cuantas bolsas de basura y volví.
Comencé por el celular destrozado, lo metí a la bolsa, antes recuperando el chip. De a poco metí todas mis cosas a la bolsa, desde mis antiguos juguetes hasta los cables y cargadores que tenía en los cajones. Pasando por libros, cuadernos, lápices, ropas que me compró mi familia como regalos, zapatillas que no me quedaban, unos cubos Rubik de distintos tipos y tamaños, un parlante, entre otras cosas que no pretendía usar. Solo dejé ropa y cosas que en algún momento me podrían ser útiles. Pasé hacia la habitación de mi hermana, como siempre, estaba ordenada. Reiteré el proceso con una nueva bolsa desocupada. Lo poco que dejé fue unas fotos familiares que mantenía, las de mi pieza también las acumulé, tenía un destino diferente para ellas. Continué a la habitación de mi hermano y realicé lo mismo, saqué un poco de su ropa para mi uso. Me quería quedar con los jockeys que usaba, pero solo sería un mal recordatorio, intentando no pensar mucho los sumergí a la bolsa. Busqué algún otro objeto secreto que tuviera, no encontré nada. Vacié su habitación y rescaté un poco de dinero que tenía en la ropa, mochilas, bolsos y en una alcancía. No tenía mucho, pero no lo iba a despreciar. Al terminar bajé al primer piso. Justo a lado de las escaleras me dirigí donde se encontraba la pieza de mis padres. Sus esencias me llegaron, ese sentimiento nostálgico pasó por mi nariz y ahí se detuvo. Para no estremecerme, apagué todo impulso emocional y pasé directo a recolectar las cosas. Encontré dinero en efectivo, eran cerca de $900.000 pesos.
Al terminar con la habitación, me dirigí al living y me senté a observar el patio por el gran ventanal que se encontraba en frente. No descansé mucho, mi energía había disminuido por el sueño. Aún tenía el dolor punzante en el torso, mi brazo izquierdo carecía de fuerza y el moretón de la pierna dolía demasiado si era presionado. Tenía los ojos con vida, pero mi cuerpo no lo acompañaba. Los cerré, di un gran suspiro, a la vez me levanté del sillón. Tenía todo el tiempo del mundo para descansar, pero mi ansiedad lo rechazaba. Siempre dejaba las cosas luego de la inspiración, pero esta vez, incluso si es igual, lo retomaré una y otra vez hasta que encuentre lo que busco o me rinda por completo. Desearía evitar esa opción, pero mi parte realista es demasiado negativa. Mientras montaba las bolsas al coche continuaba pensando. Aún ahora, puede que no tenga claro lo que voy a hacer, solo me queda improvisar con lo que sé. Aprenderé todo lo que considere útil y lo utilizaré para cumplir ese objetivo si es que lo encuentro. La venganza sería un buen detonante que puedo utilizar a mi voluntad. Cambiarme a mí mismo lo puedo considerar como el desafío. En el futuro puede que cambie de parecer, como viví acomodado, nunca me faltó algo y si lo quería me lo ganaba, puede que no de manera justa, pero nunca tuve el pensamiento de perjudicar a alguien, inclusive personas que cualquiera podría pensar que se lo merecen. Creía que detrás había algún trasfondo, algo detrás, en su vida. ¿Me molesta las personas así? Sí. ¿Me causan desagrado? También, ni siquiera pretendía razonar sobre sus acciones. Solo no le deseaba el mal a nadie. Así, existía algo que detestaba aún más.
La debilidad de no hacer nada para cambiar. Esperan que el tiempo cambié las cosas, pero están mal. Las acciones cambian las cosas a través del tiempo, si no haces nada, todo quedará igual. El sistema funcionará de igual manera, nadie es la excepción, si tú te quedas quieto el mundo sigue girando.
El golpe al cerrar la puerta del coche me devolvió a la realidad.
Estaba un poco sobresaltado por todo lo que pensaba. Huía de quedarme quieto.
Justo al mediodía llegué a la tienda de consignación que quedaba saliendo del centro de la ciudad, esta se especializaba en ropa de segunda mano o sin uso, algunas veces veía gente traer ropa nueva al sitio. No sabía muy bien cómo funcionaban así que entré sin nada. Un pasillo de mesones en el centro formaba dos grandes salas en forma de U creando un tipo de W cuadrada. Colgando y en los mesones de los alrededores se podían leer las palabras "venta" y "compra" en lugares separados, me dirigí a la zona que al parecer se especializaba en la compra, a este lado quedaban dos personas. Un chico flaco y bajo casi de mi edad, con un traje blanco en las manos, era elegante, seguramente no era de él por lo grande que era; quizás por esa misma razón lo terminó dejando. Al otro lado, una señora estaba dejando unos sombreros, eran variados y de distintos colores, tanto para mujer como para hombre. Fui donde un empleado de edad apoyando sus manos e inclinándose un poco adelante en el mesón que los separaba de nosotros, parecía aburrido, quizás por eso decidí ir a él.
—Hola buenas.
Estaba en su propio mundo, al darse cuenta de mi presencia cambió su cara a la de alguien enérgico.
—Hola buenas, ¿en qué lo puedo ayudar?
—Eh… Necesito vender unas prendas, pero son demasiadas.
—¿Qué tantas?
—Son varias bolsas.
—¿Qué tipo de prendas son?
—Es un poco de todo.
—Está bien, puede dejarlas en el almacén que se encuentra al final del estacionamiento.
—¿Ahora mismo?
—Si los tienen acá, por supuesto.
—Okey, las llevo de inmediato.
—Iré a abrir la compuerta mientras tanto.
Antes de que me fuera se dio vuelta. Con unos papeles y una lapicera en sus manos se fue hacia una puerta corrediza y desapareció. Por cómo se dirigió a mi debe creer que vine con algún adulto. Me moví donde me indicaron. Al final del estacionamiento, una cortina de metal subió apenas me detuve en frente. El hombre dio una señal con ambas manos, diciéndome que me estacionara dentro. Me acomodé en reversa. Bajé del vehículo y me lo encontré. Su expresión al verme mostraba inquietud, no pudo evitar preguntar:
—Disculpe, ¿es usted mayor de edad?
La edad mínima para conducir comienza a los diecinueve. Si bien sabía conducir como tal, mis dieciséis años no alcanzaban para nada.
—Sí —le mencioné sin importancia, tenía que mostrarle lo que traje. Saqué tres bolsas grandes y le enseñé el interior.
—Hay cerca de treinta prendas de cada tipo repartidas entre hombre y mujer —dije mostrándole la primera bolsa— Estas otras tienen ropa de adolescente y de niña, son alrededor de treinta prendas superiores y veinte inferiores. Saqué la cuenta de cuánto podría conseguir si vendía absolutamente todo por internet a un precio razonable y entre todo aproximé $1.100.000. Incluso si vende cada prenda a $10.000 conseguiría $900.000 y en las bolsas hay algunas ropas que llegan a costar $50.000. Consideré que tomaría tiempo venderlo todo, también tuve en cuenta que algunas poleras pueden costar menos, para que ambos ganemos sería $820.000 en total.
Comenzó a revisar el interior de las bolsas, las sacó para darles un vistazo, todas estaban en buen estado así que era imposible que se negara.
—Pueden ser $780.000 y...
—Lo lamento no tengo intenciones de negociar, como le dije, es un precio ideal considerando ambas partes, de momento no necesito el dinero con ansias, por lo que si busco el lugar adecuado puedo sacarles mejor provecho —me mantuve firme.
Comenzó a dudar.
—Está bien. Voy a llevarlas dentro para que confirmen la cantidad y se pueda realizar el pago. ¿Prefiere efectivo o transferencia?
—Por efectivo, por favor.
—Bien, espere un momento por favor.
Se dirigió a la puerta a la única puerta que existía en el almacén y gritó.
—¡Hey chico! Ven aquí —gritó a un niño que justo se terció en el estacionamiento llevando unas cajas.
Debía tener unos veinte años, se le notaba joven, pero se veía un cuerpo firme sin ser obsesivo. Levantó las dos bolsas una en cada mano y se las llevó. Mientras el vendedor desapareció, esperé. El chico volvió por la última bolsa y con una rápida reverencia de la cabeza desapareció por la misma puerta.
No debieron pasar ni diez minutos y llegó el vendedor.
—Aquí tiene, realmente estaban en buen estado. Esperamos sacarle el mejor provecho, muchas gracias.
Me entregó el sobre con el dinero y con un fuerte apretón de mano me despidió.
Me detuve en el semáforo y aproveché de revisar el sobre, saqué el dinero para contarlo. En este habían exactamente $850.000. No pude evitar sonreír ante tal acto de bondad. Comprendí que eso solo pasa cuando uno se vuelve la moneda en vez de elegir una cara o un sello. El semáforo volvió a verde y aceleré a mi siguiente destino.
Eran las 01:30 P.M. No desayuné y estaba fatigado. Buscando por el centro de la ciudad, cercana al colegio, encontré un restaurante que reconocía, era popular por estar lleno de estudiantes los fines de semana, tanto universitarios como de colegios cercanos. Me estacioné en el parking de al lado, esta vez vacío y al entrar un mozo me ofreció un asiento y me presentó el menú.
Estaba terminando de pagar el almuerzo cuando se escuchó una discusión en una de las mesas cercanas a la entrada. Lo que parecía ser una pareja, discutía sin importarle elevar la voz. El chico al parecer no atendía las palabras de su pareja, la chica continuó sin importarle nada más que sus reclamos. No presté mayor atención de la que merecían y decidí irme.
En la salida, alguien me empujó con gran fuerza. Era la chica de la discusión, intenté alcanzarla para hacer que se disculpe, pero se alejó demasiado. Apreté los dientes y decidí calmarme. Antes de partir, mi vista se encontró con la del chico de la discusión al otro lado del ventanal, una mirada inexpresiva de parte de él se cruzó con la mía.
No quería ir a mi casa por temor, un temor incomprensible incluso para mí. Me sentía incómodo estando ahí, así que preferiría pasar fuera. Tenía hasta la tarde para luego ir detrás del colegio a hablar con Linna, no sabía que iba a decirle, supongo improvisaré lo que sienta en el momento. Paseé un buen rato por el centro de la ciudad hasta dirigirme a la playa. Me detuve en un estacionamiento cualquiera, los espacios vacíos abundaban. Apenas descendí, la brisa del mar me hizo sentir su característica sensación de libertad. Me adentré en la arena y me senté con los brazos apoyados detrás. Era día de colegio, aun así, se podía ver algo de gente divirtiéndose. Me sentía insignificante. El hecho de haber pasado por una tragedia te hace ver las cosas demasiado distintas. Pensar que estoy en la misma arena de personas que viven sus vidas sin indagar en lo que pasará mañana, solo disfrutando el momento. A pesar de que tal sentimiento me apartaba, no me inquieté. Seguía en el mismo éxtasis, disfrutando de la briza. No me siento feliz, tampoco lo contrario, apreciaba del viento pasar por mi rostro, empujando mi pelo hacia atrás, el candente sol que me calienta sin ser problemático o angustioso. Era increíble que el cómo tomarse un respiro podía sentirse de una manera tan única…