A medida que el movimiento de la cama se hacía más intenso, las expresiones de las personas escondidas debajo adquirían un matiz de incomodidad surrealista. Los malditos caníbales habían empezado a tener relaciones justo encima de ellos. La situación era tan ridícula que Ethan no sabía si reír o llorar por lo embarazoso del momento.
Carrie, quien tenía la boca tapada por la mano de Ethan, luchaba por respirar. Su cuerpo estaba aplastado contra el suelo por la presión de las tablas que crujían sobre su espalda.
Se giró con fuerza, intentando que Ethan la soltara, pero la mano firme de él permanecía en su lugar, como una tortura silenciosa. Después de varios movimientos violentos de la cama, el agitado vaivén finalmente se detuvo.
Después de media hora insoportable, el movimiento sobre la cabeza de Ethan se detuvo y, tras unos minutos, comenzaron los ronquidos. Esperó diez minutos más hasta que la respiración se calmó y, con un gesto, indicó a los demás que estaba por salir. Sin embargo, notó que Carrie lo rodeaba con fuerza, aún con los ojos cerrados.
Desesperado, enderezó su espalda, lo que hizo que ella soltara un fuerte resoplido y abriera los ojos. Ethan le señaló que iba a salir, y Carly, con las orejas sonrojadas, soltó sus manos rápidamente. Luego, él salió con cuidado, indicando a los demás que aún no se movieran.
Ethan se arrastró hasta la cabecera de la cama sobre manos y rodillas, levantándose en silencio. Las tres personas en la cama dormían profundamente, sus párpados cerrados. En el centro yacía Big Head, un hombre corpulento con músculos marcados, piel oscura y cabello largo y desordenado. Con los brazos extendidos, abrazaba a dos mujeres rubias que descansaban sobre sus poderosos brazos, luciendo expresiones de satisfacción en sus rostros.
Ethan avanzó lentamente hacia la cocina, sobre la encimera había un machete con el que antes había destazado a los amigos de Carly, el mango estaba envuelto con una tira de tela y la hoja afilada aun estaba llena de restos de sangre acumulada.
Ethan extendió la mano y tomó el machete con firmeza, luego agarró un trapo cercano y, con calma, comenzó a limpiar la hoja manchada de sangre. Con pasos silenciosos, avanzó hacia la cama, su mirada fría fija en las tres figuras que dormían profundamente.
Big Head, tal vez por su vida aislada en las montañas, reaccionó de inmediato, abriendo los ojos de golpe y mirando directamente a Ethan. Sin embargo, fue demasiado tarde. La hoja brillante descendió rápidamente hacia su cuello.
¡Zas!
El sonido sordo y breve resonó en la habitación, y los que estaban escondidos bajo la cama temblaron al unísono. La colcha, antes limpia, se tiñó de rojo en un abrir y cerrar de ojos. Las pupilas de Jesse se encogieron, adivinando inmediatamente lo que Ethan estaba haciendo.
Apretó los dientes, sin sentir el más mínimo miedo, solo una gran sensación de alivio.
Ethan asestó un poderoso y contundente machetazo en el cuello de Big Head, penetrando incluso unos centímetros la tabla de la cama. El estruendo repentino hizo que las mujeres a ambos lados despertaran, abriendo los ojos con aturdimiento.
En ese instante, Ethan ya había retirado el machete del cuello de su victima antes de que las dos mujeres desnudas pudieran emitir algún sonido, las cortó con la misma facilidad con la que se partirían verduras. Las sabanas de la cama se empapó, y gotas de sangre comenzaron a gotear lentamente.
—Salgan.— dijo en voz baja.
Ethan retrajo el machete y lo blandió, haciendo que un hilo de sangre cayera al suelo. Tras escuchar su voz, las personas que se escondían abajo salieron rápidamente.
—Tu mochila.-
Scott le entregó a Ethan su mochila y luego se dio la vuelta.
Al ver a las tres personas acostadas en la cama con las cabezas separadas de su cuerpo, se tapó la boca y sintió náuseas.
Daria extendió la mano, lo agarró por la camisa, lo acercó a ella y le susurró:
—Si tienes ganas de vomitar, piensa en lo que han pasado dos de tus amigos, ahora no es el momento.
La cara de Scott se puso azul y blanca. Tragó saliva varias veces y luego asintió pesadamente. Jesse y Carly apretaron los dientes y retrocedieron. Ethan temía que algo pudiera pasar, así que le entregó el machete a Daria.
Hubo un grito bajo. Los dos se detuvieron en la puerta del baño, ahi estaba Carly mirando los cuerpos de Francine y Evan, quienes yacían en el suelo del baño, con sus cavidades abdominales abiertas. Sin decir una palabra, Ethan los rodeó con sus brazos y los retiró de allí.
Incluso si no conocías a las víctimas, una escena como esa era insostenible para la mayoría de las personas esto debería ser casi imposible de soportar. Carly rompió en llanto e intentó extender la mano para agarrar el marco de la puerta, quería entrar al lugar para llevarse a sus dos amigas, pero sus brazos colgaban débilmente.
Después de que Ethan las llevó de regreso al salón, el fuerte deseo de Jesse de sobrevivir la obligó a mantenerse firme. Se secó las lágrimas de la cara con manos temblorosas, respiró hondo varias veces y miró a Ethan.
—¿Qué hacemos ahora?
Ethan miró la ropa al lado de la cama y dijo:
—Primero busquemos algo que podamos usar.
—Ellos deberían tener las llaves de algún auto que podamos usar.
Jesse reaccionó instantáneamente, resistiendo la incomodidad mientras buscaba entre la ropa manchada de sangre al lado de la cama. Levantó la ropa y buscó un rato, luego suspiró impotente.
Cuando todos vieron esto, no les quedó más remedio que buscar en la casa del tipo que los había estado aprovechando.
Ethan frunció los labios y miró a su alrededor. Rápidamente caminó hacia los pies de la cama. Había una vieja escopeta de dos cañones, y el mango estaba envuelto con cinta adhesiva.
Cogió la escopeta, bajó el cañón y cargó dos balas en el cargador. Ethan cerró el cañón del arma con un clic y luego buscó en el pequeño gabinete junto a él, pero no encontró munición extra.
Se giro para mirar a todos, luego movió su mano libre metiéndola detrás de la espalda sacando su Colt M1911, en su bolsillo tenia un cargador extra por si se llegara a necesitar.
De ahora en adelante, tendría que usar la poca munición que tenia con con moderación. Aun había mas de diez personas aun, pero el numero de chozas de madera le indicaba que podría haber muchas mas personas que las que vieron inicialmente.
—Shet, será más fácil si tienes esta cosa.
En ese momento, Scott vio la escopeta de dos cañones en la mano de Ethan y se acercó con un cuchillo de mesa. Cuando Ethan sacó la Colt, los ojos de Scott brillaron aún más, ahora sus probabilidades se sobrevivir habían aumentando.
Dejó el cuchillo y se frotó las manos con entusiasmo.
—¿Puedes pasarme uno?
—No.- Ethan vio su mirada ansiosa y, con una sonrisa en los labios, se negó rotundamente.
—¿Por qué?- Scott dijo apresuradamente: —No te preocupes, ya he usado armas antes.
Ethan negó con la cabeza.
—¿No me crees? —Scott se puso ansioso al ver que Ethan seguía negándose.
Al notar el alboroto, las tres mujeres se acercaron.
Daria fue la primera en hablar.
—No es que no quiera confiar en ti, Ethan simplemente confía más en sí mismo que en cualquier otra persona.
Carly, con un cuchillo de mesa en la mano, preguntó curiosa:
—¿Qué quieres decir?
Jesse también lanzó una mirada curiosa, mientras que Scott no parecía convencido.
Dalia agitó el machete que Ethan le había entregado de un lado a otro y, en tono tranquilo, dijo:
—Es un oficial de policía, es casi un héroe en nuestro pueblo. Pueden confiar en el.
Las miradas sorprendidas de los presentes se posaron en Ethan levantó la cabeza y se encogió de hombros hacia Scott.
—¿Tienes más preguntas?
—No, solo sácanos de aquí porfavor.
Scott sacudió la cabeza con rapidez y suspiró aliviado. Aunque no le agradaban las personas con uniformes azules, en ese momento deseaba que hubiera tantos como fuera posible a su alrededor.
Al enterarse de que el amable Ethan frente a ellos era un policía, Jesse y Carly se sintieron sorprendidos, pero mucho más tranquilos. Sin embargo, Ethan no compartía su optimismo. Había catorce personas en total, incluido el dueño de la gasolinera. Ya había neutralizado a tres, pero aún quedaban once.
Mientras comían, el jefe mencionó que había personas vigilando desde afuera, sin saber si habría más. Reflexionando sobre esto, Ethan habló con voz grave:
—Deberías haber escuchado lo que dijo el anciano de la estación de gasolina. Solo hay bosques alrededor, y siguiendo el camino seremos blancos fáciles para los montañeses, hay dos opciones, la primera es ir al bosque, pero si perdemos el rumbo podríamos estar en un peor situación, y la segunda opción es tomar el su auto y salir a toda prisa por la carretera. Puede que logres escapar rápido, pero también es muy arriesgado si nos atrapan.
Ethan sabia que si habia podido encontrar una escopeta en esta casa, significaba que alguien más también podría estar armado, y eso complicaba su intento de mantener a todos a salvo.
Después de expresar sus pensamientos, Ethan se colocó la escopeta bajo el brazo.
—Voy a intentar robar la camioneta en la que venían.
Scott tragó saliva, a punto de objetar, pero las otras tres chicas asintieron. Él, temiendo quedar atrás, rápidamente también accedió. Ethan se dio cuenta de que era el primero en expresar su opinión y que la gente, en momentos como este, tiende a tener una mentalidad de rebaño.
Daria, sin dudar, seguiría sus instrucciones. Con un arma en mano, Ethan se sentía decidido.
Estas personas habían estado en las montañas durante años, y aunque no eran cazadores profesionales, podrían ser fácilmente cazados mientras corrían por el bosque, ya que cuando Francine cayó frente a él, Ethan notó la flecha sobresaliendo de su ojo, ellos tenian habilidades de caza bastante decentes.
Viendo que todos estaban de acuerdo, tomó el machete de Daria y le entregó la escopeta de dos cañones.
—Iré a otra casa a buscar las llaves del auto, en la casa de a lado. No tardaré más de diez minutos. Espérame aquí, es seguro por ahora.
—Está bien, estaré aquí —respondió Daria, sosteniendo con firmeza la escopeta.
En medio de las miradas preocupadas de los demás, Ethan abrió la puerta con sigilo y echó un vistazo al exterior. Luego, giró y con un gesto les indicó que no hicieran preguntas antes de desaparecer tras la puerta. Jesse dio un paso adelante y cerró la puerta rápidamente, dejando a los demás en la habitación en un estado de tensión.
Ethan salió de la casa de madera, donde el sol de la tarde brillaba intensamente. Se agachó y se movió rápidamente entre los escombros que rodeaban la casa. Tras avanzar un rato, llegó al costado de otra casa. Al oír ruidos provenientes del interior, se inclinó y miró a través de un cristal gris.
La habitación estaba desordenada, había una cama grande contra la pared y varias escopetas al lado de esta. Al observar a las personas en la cama, apretó con más fuerza el machete en su mano. Había hombres, mujeres, ancianos y jóvenes, todos enredados entre sí, con rostros distorsionados que provocaban un sentimiento de repulsión.
Recordó historias que Brock había contado durante las patrullas sobre grupos étnicos aislados de la sociedad, que apenas interactúan con el mundo exterior y que vivían en su propio universo, la mayoría eran incestuosos y formaban comunidades a través de la endogamia, habían dado lugar a niños deformes. Eran personas, con rostros horribles y mentes retorcidas, vivían principalmente de la caza, aunque la naturaleza de su presa era incierta, algunos incluso se alimentaban de humanos.
Cuando Ethan expresó sus dudas, Brock había encogido los hombros y respondió con sensatez.—Es un mundo jodido, ¿cómo sabes que algo jodido no va a pasar?
Brock describió a estas personas como caníbales de montaña, y lo que Ethan encontró ahora confirmaba esas anécdotas. Observó a un hombre fuerte sosteniendo a una anciana mientras apretaba una barra de acero, y no pudo evitar desviar la mirada. Continuó buscando un objetivo adecuado.
Poco después, se detuvo junto a una casa tranquila y miró hacia adentro. Un hombre delgado yacía en la cama, rascándose el pecho mientras dormía. Ethan se acercó a la puerta, presionando su palma contra ella. Ninguna de estas personas parecía tener la costumbre de cerrar sus puertas, así que empujó suavemente la puerta de madera y entró.
Comenzó a buscar entre la ropa en el suelo, pero no encontró nada útil. Entonces, decidió presionar el machete contra el cuello del hombre. La fría hoja tocó su piel y el hombre despertó de golpe.
Ethan, sintiendo incomodidad, se subió a la cama y cubrió su boca con la ropa sucia que tenía en la mano.
—¿Puedes entenderme? —preguntó, aplicando un poco más de presión con el machete, dejando que la sangre fluyera por su pecho.
El hombre, aturdido, parpadeó. Ethan, sabiendo que su vida dependía de la inteligencia de este individuo, preguntó en voz baja.
—¿Dónde están las llaves de la camioneta que acaban de traer.?
El hombre lo miró confundido por un momento y luego parpadeó de nuevo. Ethan retiró lentamente la ropa del hombre, manteniendo el machete en mano y apretando con firmeza, dispuesto a actuar si cometía algún error.
—Debajo de la almohada —respondió el hombre, señalando.
Ethan miró fijamente al hombre y luego metió la mano debajo de la almohada. Tras buscar un momento, sus dedos encontraron un objeto metálico frío. Al sacar la almohada, se encontró con un manojo de llaves de auto; al ver el logo, supo que era la Range Rover de la madre de Francine.
El hombre, al ver la expresión en el rostro de Ethan, tartamudeó.—Por favor, no quiero morir.
Ethan asintió, reconociendo la verdad en sus palabras.—Tampoco lo querían las personas que asesinaron y comieron. Vete al infierno.
Apretó aún más el cuchillo y lo corto con el revés. Los vasos sanguíneos fueron cortados, y una niebla de sangre se dispersó en el aire. Retrocedió unos pasos, concluyendo que este tipo debía tener la presión arterial alta.
De repente, un ruido interrumpió el silencio. Una puerta de madera se abrió y una mujer fea y desnuda apareció. Su boca se abrió de tal manera que resultaba imposible para una persona normal.
Antes de que ella pudiera emitir algún sonido, Ethan movió los brazos con todas sus fuerzas. El machete salió disparado, deslizándose con una luz fría directamente atravesó su pecho y cayo muerta instantáneamente.
Ethan se movió hacia un simple estante de madera en el rincón oscuro de la casa, pegado contra la pared, con muchas cosas raras encima. Ethan encontró una caja de balas de venado en una caja de galletas oxidada justo cuando estaba a punto de salir de esa casa cargada de un olor a cadáveres. De repente, algo llamó su atención.
Después de un momento, sus ojos fueron atraídos por una piedra amarilla en el estante. Extendió la mano, recogió la piedra y la sacudió. Sintió que era muy pesada en su mano. La pieza cilíndrica pesaba alrededor de tres o cuatro kilogramos. Rápidamente reprimió su emoción y caminó hacia un lugar con mejor luz.
Se trataba de una pepita de oro natural, apenas había impurezas visibles en su superficie, y emitía una encantadora luz dorada bajo el sol. Inesperadamente, incluso después de enfrentarse a tanta violencia y peligro, Ethan había encontrado un verdadero tesoro, a su lado había una pequeña bolsa de tela, y al abrirla, descubrió que estaba llena de arena dorada.
No dudo ni un segundo en colocarlos en su espacio dimensional. Ahora tenia las llaves en sus manos fue alertado a Ethan se acercó con una expresión fría, le pisó el pecho y, retiro el tembloroso machete.
—¡bang!
Un disparo sordo resonó en la habitación, donde estaban Scott y las chicas, Ethan rápidamente giró la cabeza. A Ethan no le importó buscar mas armas dentro de la casa. Sacó la colt de su cintura y salió corriendo. Tan pronto como salió, escuchó gritos provenientes de varias casas cercanas. El sonido de los disparos había alertado a todos los montañeses caníbales que salían apresuradamente de su casa.
En ese momento, Ethan dejó de ocultarse y corrió directamente hacia donde estaban Daria y los demás.
Desde una casa cercana, surgieron cinco o seis caníbales salvajes, armados con machetes, escopetas, arcos y flechas.
Uno de ellos divisó a Ethan y rápidamente apuntó con su escopeta de dos cañones, apretando el gatillo.
El disparo resonó con un ruido sordo. Las balas volaron en ráfaga, impactando un coche abandonado junto a Ethan, perforando la carrocería con una serie de agujeros.
Ethan se detuvo por un momento, giró y levantó la Colt.
El cañón plateado de la pistola brillaba bajo la luz del sol.
—¡Bang!
Un estruendo resonó en el aire, las balas volaron con precisión hacia su objetivo. El hombre que acababa de dispararle a Ethan vio cómo su cabeza explotaba como una sandía, los fragmentos rojos y blancos salpicaron a las personas cercanas.
Nadie esperaba que Ethan estuviera armado, y mucho menos que fuera tan bueno disparando. Presos del pánico, los caníbales se dispersaron por el suelo en todas direcciones. La maestría de Ethan con armas cortas estaba al máximo nivel, en un enfrentamiento cercano era como un dios de la muerte.
Ethan no perdió tiempo y corrió hacia una casa cercana. No entró directamente, sino que se cubrió detrás de un auto abandonado, posicionándose estratégicamente.
Tan pronto como se posicionó, gritó con urgencia hacia el interior de la casa.
—¡Salgan rápido, yo los cubro!
En el porche yacía un hombre bajo con un agujero sangrante en el pecho. Desde las casas cercanas, más personas salían con gritos extraños y armas en las manos. Había muchas más personas de las que Ethan había visto al principio.
Al escuchar su grito, Daria salió corriendo de la casa con una escopeta de dos cañones, seguida de varias personas que corrían desesperadamente hacia Ethan.
Scott se sujetaba el abdomen, con la camisa empapada en sangre.
Los caníbales sabían que Ethan y su grupo estaban armados, así que disparaban al azar, sin acercarse. Impulsados por el sonido de los disparos, algunos corrieron rápidamente hacia Ethan.
Ethan preguntó:
—¿Qué pasó?
Antes de que recibiera respuesta, una flecha impactó la capota frente a él, sus plumas temblaban.
A unos veinte metros, una mujer fuerte sostenía un arco largo, apuntando hacia su posición. Ella sacó otra flecha de su espalda y la colocó en el arco, tensando la cuerda con su musculoso brazo. Ethan reaccionó rápido, girando el arma y disparando primero.
Antes de que la arquera soltara la flecha, su cabeza se desintegró. Los caníbales que los perseguían se detuvieron de inmediato.
—Pensé que era un niño —dijo Scott, sudoroso, apoyado en el auto.
—Era un enano —respondió Daria, levantando la escopeta para escanear los alrededores, sin saber hacia dónde disparar—. Aquí están todos los caníbales de las montañas. No importa si son viejos, débiles, enfermos o discapacitados, ¡dispara primero! Nuestras vidas están en juego.
Ethan sacó las llaves y se las arrojó a Jesse.
—Ve y conduce mientras yo los entretengo. Llévate a las chicas de aquí, yo llamare su atención y hare que me sigan, luego cuando tengas señal, llamen a la oficina del FBI mas cercana, no confíen en la policía local.-
Jesse, sorprendido, tomó las llaves, agarró a Scott con ayuda de Carrie, y corrió hacia los vehículos estacionados detrás.
Viendo que los caníbales se preparaban para atacar de nuevo, Ethan le arrebató la escopeta a Daria.
—¡Vengan por aquí, bastardos!
Un hombre alto, musculoso y con aspecto salvaje salió rugiendo desde detrás de una casa de madera. Sostenía una pistola y disparaba repetidamente hacia Ethan.
Ethan no dudó. Giró la escopeta y, con un disparo certero, el hombre cayó al suelo, con el pecho destrozado. Tirando la escopeta, Ethan agarró a Daria y corrió hacia una autocaravana.
En ese momento, Jesse gritó con furia:
—¡Shet!
Había cerrado de golpe la puerta del auto y le gritó a Ethan:
—¡Estos malditos quitaron los volantes!
Ethan corrió hacia la camioneta, mirando por la ventana. El volante había desaparecido del asiento del conductor. Revisó rápidamente otros autos y vio que todos los volantes estaban retorcidos o habian sido arrancados.
Los caníbales, al escuchar los gritos de los forasteros, soltaron risas burlonas. Ethan, frustrado, pateó una puerta, dejando un gran agujero. Los que lo rodeaban lo miraron con desesperación, sin saber qué hacer.
Ethan miró hacia la montaña cercana, cubierta de denso bosque, y luego hacia los caníbales que se acercaban lentamente.
—¡Suban a la montaña! —decidió de inmediato— Si vamos, tenemos una oportunidad de sobrevivir, porque si nos quedamos solo nos espera la muerte.
—Atraeré su atención. Ustedes corran.
Asegurándose de que lo entendieran, caminó hacia el otro lado de la camioneta.
Contuvo el aliento y salió rápidamente de detrás del coche.
La Colt rugió de nuevo, derribando a un hombre armado con una escopeta. Al escuchar los disparos, Daria y los demás comenzaron a correr hacia la ladera cercana.
Un hombre alto, con cabello enmarañado, los vio e hizo un sonido furioso, intentando detenerlos. Los caníbales aceleraron su paso, ignorando la amenaza de Ethan.
Ethan disparó de nuevo y el líder cayó muerto, con un disparo en la cabeza. Pero el salvajismo interior de los caníbales se había despertado. Con los ojos inyectados en sangre, corrieron como bestias hacia Ethan y las demás siguieron a Scott corriendo a toda velocidad.
Debía sobrevivir, su sueño de ser un gran diseñador de interiores lo impulsaba a seguir. Justo en miró hacia atrás y vio una sombra negra volando hacia él, instintivamente, se movió para proteger a Jesse.
Ethan, observando desde la ladera, vio cómo Scott caía. Una flecha se había incrustado en su corazón.
Rodó colina abajo.
—¡Scott! —gritó Jesse, tratando de correr hacia el, desesperado por alcanzarlo. Carly y Daria reaccionaron rápidamente y arrastraron a Jesse, que luchaba, hacia el bosque.
Ethan apretó los dientes y disparó las dos últimas balas del cargador con furia. Los dos hombres que sostenían arcos y flechas cayeron muertos, uno tras otro. Cada vez que se oía un disparo, la cabeza de alguien estallaba.
Aunque estas personas no eran muy inteligentes, aún sentían terror y se dejaron caer al suelo presas del pánico que les provocaba Ethan, este aprovechó la oportunidad y corrió colina arriba. Fue veloz, y en poco tiempo llegó al borde del bosque, al entrar, se detuvo un momento y miró hacia la ladera. Los caníbales que habían caído eran castigados por un hombre furioso con un largo látigo, aun había mas de 20 caníbales entre hombres y mujeres.
Ethan saco el cargador del cilindro de la Colt, y volvió a cargar una nueva revista que había guardado en su bolsillo con gran velocidad. Cerró el cargador, se rascó el cuello, guardó la pistola en la cintura y se adentró en el bosque siguiendo el camino que habían tomado las chicas.
El sol de la tarde brillaba intensamente, pero el interior del bosque estaba en sombras. En ese ambiente fresco y sombrío, varias personas corrían mientras el sudor les empapaba la frente.
Escalaban la pendiente de tierra y luchaban por cruzar entre las rocas. No fue hasta mucho después que el grupo se detuvo. Ethan se paró junto a una roca y miró hacia atrás. Los perseguidores habían desaparecido hacía tiempo. En el trayecto, había aprovechado su resistencia física para emboscar a los cazadores dos veces, logrando reducir su ritmo, y luego alcanzó rápidamente a Daria y a los demás.
Después de caminar por las montañas durante dos horas, todos, excepto Ethan, estaban exhaustos y no tuvieron más remedio que detenerse a descansar. Jesse y Carly se recostaron contra una roca, jadeando y aturdidos. Mirándolos con preocupación, Daria tiró de los pantalones de Ethan.
Ethan se dio vuelta y saltó de la roca.
No sabía cómo consolar a los dos. Había sido un viaje duro, y tres de sus compañeros habían muerto inesperadamente. Aunque Jesse y Carly estaban mentalmente fuertes, y el agotamiento comenzaba a vencerlos.
Ethan suspiró, se quitó la mochila y sacó una botella de whisky. Desenroscó la tapa, tomó un sorbo y le pasó la botella a Carly.
—Por Francine, Evan y Scott. Espero que encuentren su paz.
Carly tomó la botella, cerró los ojos y bebió un trago largo.
—Por Francine, Evan y Scott —repitió.
La botella circuló entre el grupo, y poco a poco sus rostros recobraron algo de vida. Ethan sacó algo de la comida de la mochila que había guardado y la repartió.
Después de comer y descansar un rato, miró su reloj.
—Se está haciendo tarde, debemos seguir adelante.
Carly murmuró:
—¿Podremos llegar a algún lado?
Los árboles altos los rodeaban, y el bosque parecía no tener fin.
—Necesitamos saber dónde estamos —dijo Ethan mirando hacia el cielo.
Jesse se puso de pie, ayudó a Carly a levantarse y, apretando los dientes, dijo:
—Debemos llegar a la cima. Desde ahí podemos ver carreteras o pueblos. Con dirección podremos escapar. Y vengar a Scott y los demás.
Carly asintió, decidida:
—Tenemos que escapar, y esos malditos recibirán su castigo.
—Sin duda —añadió Daria, poniéndose de pie y abrazando a los dos.
—¿Qué estamos esperando? Sigamos—preguntó Jesse, mirando a Ethan, quien se había quedado a un lado.
En el camino, Ethan recogió algunas ramas secas y las talló hasta convertirlas en improvisados bastones de senderismo. Con esa ayuda, avanzaron más rápido. Cuando el cielo comenzaba a oscurecer, Ethan, que iba al frente, se detuvo de golpe. Daria, distraída, tropezó con su espalda.
Carly, que caminaba detrás, sostuvo a Daria para que no cayera.
—¿Qué pasa? —preguntó Jesse en voz baja.
Ethan levantó el bastón de senderismo improvisado y señaló hacia adelante.
Delante, entre las copas de los árboles, se veía una alta torre de vigilancia de troncos, con una plataforma de madera y una pequeña cabaña en la parte superior.
Todos se sintieron aliviados y corrieron hacia la torre con renovada energía.
Al llegar, Daria se detuvo y, mirando la escalera de madera cubierta de enredaderas, dijo decepcionada:
—No creo que haya nadie ahí arriba. Parece que nadie ha estado aquí en mucho tiempo.
—No importa —dijo Ethan avanzando— Tal vez haya una radio o suministros, tal vez tengamos señal en nuestros teléfonos.
Sacudió la escalera con fuerza, pero ésta no se movió. Parecía sólida.
Ethan asintió, agarró las barras y comenzó a subir.
La torre tenía seis o siete pisos de altura, unos veinte metros. La brisa de la montaña hacía que la estructura se balanceara ligeramente. Aunque la escalera parecía estable, Ethan sintió un poco de vértigo. Apretó la escalera con fuerza y miró hacia abajo. Daria, Carly y Jesse subían detrás de él, uno tras otro.
Desde su posición, Ethan podía ver las ajustadas camisetas que llevaban sus compañeras. La vista era peculiar.
—Vamos, que después te muestro —dijo Daria, nerviosa por la altura.
Carly rió, inflando el pecho.
Ethan sonrió tímidamente y siguió subiendo.
Al llegar a la plataforma de madera, vio un pequeño pasillo de tablas y una puerta corrediza.
Abrió la puerta de madera y entró.
Dentro, había una pequeña cabaña. El viento entraba por una ventana rota, haciendo volar unos papeles sobre una mesa cercana. Sobre la mesa, había una radio. También había un hacha clavada en el. Ethan recogió el hacha y vio que había partido la radio en dos.
Se escucharon pasos detrás de él, y Jesse apareció a su lado.
—Te apuesto cien dólares a que esto no funciona —dijo Jesse mirando la radio rota.
Ethan se encogió de hombros, le entregó el hacha y caminó hacia la ventana, donde Carly y Daria observaban el horizonte.
Daria se apoyó en su hombro.
Carly abrazó el brazo de Ethan en silencio y susurró:
—Todos vamos a morir.
Desde la ventana, todo lo que se veía eran montañas y bosques interminables. No había señal de vida humana. Pronto debajo de ellos pudieron ver a un pequeño grupo de hombres, totalmente armados con uniformes tácticos, avanzaban lentamente hacia la torre.