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—Qin Muran no expuso sus condiciones apresuradamente, en cambio preguntó:
—Ya sabías lo que he dicho, ¿no? Solo admítelo.
—Ya sea que lo admita o no, ¿no puedes simplemente decir tus condiciones y terminar con esto? ¡Deja de perder mi maldito tiempo! —Xi Yaohua ni siquiera quería escuchar hablar a Qin Muran ahora.
La comisura de los labios de Qin Muran se curvó sin preocupaciones. —Admítelo, luego seguiremos hablando. De lo contrario, pensarás que tienes la ventaja y negociarás conmigo sin parar después de que haya dicho mis condiciones. Sería sin sentido.
Era difícil imaginar que lo que solía ser una dulce pareja ahora se había convertido en calculadora contra la otra.
Xi Yaohua tomó un respiro profundo y caminó hacia su auto. —Tendremos una buena charla dentro del coche. Lo admito, y ahora estamos en un punto muerto. Ambos estamos atascados en el mismo terreno. Podemos discutir cualquier cosa.
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