```—Solo dos guerreros tenían permiso para visitar y mantener bajo vigilancia a Kela en el calabozo —dijo ella. Proveerla de comida y otras necesidades básicas junto con otros prisioneros que habían sido encarcelados.
—Pero Ghala permitió que los guerreros asistieran al banquete, abriendo así el camino para que Walan se colara y hablara con Kela. Tenían un plan en marcha —comentó.
—Sosteniendo una antorcha, Walan maniobró discretamente su camino, caminando a lo largo de muchos oscuros pasadizos. Bajó por las empinadas escaleras labradas en el suelo, cuidando sus pasos para no caerse —narró.
—El calabozo era un lugar oscuro y hediondo. No había luz natural y muy poca ventilación de aire, lo que lo hacía un lugar aterrador para vivir —explicó.
—Él sabía exactamente el lugar donde habían arrojado a Kela, caminando con confianza hacia allí; se detuvo justo afuera de su celda y levantó la antorcha. La sórdida cámara cuadrada sin sol con barras y malla revestidas de plata se iluminó.
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