—¡Eres tú! ¡No esperaba verte aquí! —El tono de la jueza se volvió gradualmente respetuoso, y su voz emocionada temblaba. Se apresuró a acercarse, pero temía ofender a Xaviera Evans y mantuvo cierta distancia. Con un tono algo tentativo, preguntó:
— ¿Disculpe, es usted Lohill?
—¿Lohill?
Tan pronto como salieron esas palabras, todo el público quedó en silencio, como si el tiempo se hubiera detenido en ese momento.
Las pupilas de Eve Doleman se contrajeron de repente, sus ojos resentidos se cubrieron gradualmente con shock, y la expresión en su rostro comenzó a endurecerse mientras miraba inconscientemente a Xaviera Evans.
En ese momento, los ojos de Xaviera Evans brillaban como estrellas, irradiando un encanto deslumbrante por todo su cuerpo. Ella miró a la jueza, su tono gentil:
—Sí, soy Lohill, un placer conocerla, señora.
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