Sean Price se acercó a ella y dijo indiferentemente:
—La señorita Flack es realmente descuidada. Limpie este desastre lo antes posible. Y esta taza de café es de edición limitada; la señorita Flack necesita compensarla basándose en el precio.
El rostro de Yvette Flack se puso rojo de ira, pero recordando la fría mirada de Caleb Mamet de antes, no se atrevió a estallar. Solo pudo apretar los dientes y tragarse su ira.
Al caer la noche, Yvette Flack gritó en la sala de estar:
—¿Qué? ¿Por qué no puedo quedarme aquí? Perteneció a la amante; si no me quedo aquí, ¿a dónde puedo ir?
—Señorita Flack, en efecto está bien entrenada por Jenny Green. ¿Solo porque ella se convirtió en una amante exitosa, piensa que todos los hombres no tienen principios como Will Mamet?
Una voz masculina fría vino desde atrás, sobresaltando a Yvette Flack, y la hizo temblar.
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