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—Esa pequeña perra, Xaviera Evans, nos ha enviado a este lugar olvidado por Dios con solo unas pocas palabras —golpeó Madame Hughes la mesa con fuerza—. No importa lo que pase, sigue siendo su anciana. Incluso si ella ha cometido errores, Xaviera, como una junior, debería ser indulgente y magnánima.
En ese momento, entró Nidya Hughes. Zora Hughes se levantó apresuradamente y se quejó:
—Tía, finalmente estás aquí. No he estado comiendo ni durmiendo bien en estos días. ¿Cuándo podemos volver?
Nidya estaba aún más enfadada. Había permitido que Xaviera Evans regresara al Clubhouse Lowen, y no sería tan fácil atraparla de nuevo. Estaba furiosa en casa, pero no esperaba que su padre la enviara a su antigua casa en los suburbios para que se calmara por un tiempo.
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