Él también conocía esos viejos asuntos.
Al ver a Lu Jingyi defender a esa mujer, no pudo evitar suspirar en su corazón. —¡Tu papá está en la oficina, ve a hablar con él! —dijo.
¿Qué podría decir?
Como un viejo amigo, y también camarada de armas, ¿cómo no iba a saber sobre esos asuntos de antaño?
Ahora, Lu Jianjun había llegado a Kioto y le estaba yendo notablemente bien. Incluso felicitó a viejo Lu por tener un sucesor.
Pero se sentía como si los problemas lo golpearan en oleadas, una tras otra.
Hasta ahora, Xiaojun todavía no había perdonado al viejo Lu.
Teniendo el privilegio de la familiaridad, Lu Jingyi se dirigió directamente a la oficina de Lu Zhendong.
—Papá, realmente estás en la oficina. Mamá está enferma, te llamó tantas veces. ¿Por qué no respondiste? —preguntó Lu Jingyi duramente.
Lu Zhendong solo miró a Lu Jingyi. Lamentaba no haber revelado la verdad sobre aquel incidente pasado, lo que llevó a que su hija creciera de esa manera.
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