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Como lo era ese día

Tres años después el mundo entero había sucumbido, y las fuerzas militares habían perdido el control. Todo se había convertido en un caos interminable. Y yo estaba cansada de huir.

Ese día en particular, me sentía muy sola. Mis padres habían muerto en una instalación de evacuación militar, oí que entre los refugiados había infectados, y una noche, atacaron a todos los que estaban allí.

Mi hermano también se había alistado como soldado, la última vez que hablé con él me dijo que estaba siendo desplegado en Nueva Jersey. Después de eso no volví a saber de él.

Quisiera de corazón poder pensar que sigue vivo, pero después de lo que pasó en Nueva Jersey sabía que era un deseo imposible.

Cuando escapé del puente, encontré al cabo Dilan y a la teniente Jones. Anduvimos un tiempo juntos, pero un día, cuando salíamos por suministros a una tienda cercana, el cabo Dilan fue lo suficientemente estúpido como para hacerse el héroe al intentar salvar a una adolescente que estaba siendo atacada por unos infectados. Lo único que logró fue su propia muerte, y, de todas formas, aquella joven ya había sido mordida...

Después de esa muerte, la teniente Jones no pudo soportarlo más. Mi respiración se detuvo cuando la encontré colgada de un poste. Había usado su propio cinturón, pero escogió una altura muy baja, tanto, que me imagino debió ayudarse con su propio peso hasta lograr la asfixia.

Después de eso, apenas podía soportar mi propia existencia. Mi familia y mis amigos ya no estaban. Llevaba mucho tiempo sola, o por lo menos sin seres pensantes a mi alrededor. Mi única meta era sobrevivir, rodeada de toda esa putrefacción y de caníbales humanos que querían matarme.

—Estoy cansada― exclamé mientras veía la foto que tenía de mis padres y mi hermano junto conmigo― Hermano, por favor, no me juzgues por esto.

Tomé un último sorbo de la cerveza que estaba en mi mano y después la tiré al suelo. Miré a un estante donde tenía colgadas las placas militares de mis compañeros.

Pensé en el soldado Smith. No había podido sobrevivir al ataque del puente, y me gustaba pensar que él había dado su vida para salvarme. Por eso me avergoncé de lo que pensaba hacer.

¿Para esto se había sacrificado aquel soldado? ¿Y qué decir del cabo Dilan y la teniente Jones? Eran víctimas inocentes de algo mayor a nosotros.

—Chicos nos veremos pronto —dije con pesar —no se enojen mucho conmigo.

Había decidido acabar con mi vida.

El amanecer que se veía desde la azotea de aquel edificio, era hermoso. El viento mecía mi cabello rubio, y los primeros haces de luz descubrían la gran ciudad de Nueva York. Sería mi último día; nunca llegué a pensar que moriría de esa forma.

Siempre consideré que era una persona valiente, no sospechaba cuán aterrador podía ser quitarse la vida, pero esa era la única forma para detener el dolor y hacer que los recuerdos desaparecieran.

—¡Chloe Taylor estuvo aquí! — Grité con todas mis fuerzas antes de respirar profundamente.

Aquel grito retumbó en el silencio. Y pareció atraer a un grupo de infectados abajo en la avenida. Me dispuse a dar un paso hacia al vacío. Pero justo antes de caer, alguien agarró mi brazo tirando de él.

—¡Qué demonios! —maldije al ver a la idiota que estaba arruinando mi muerte.

—¿Qué diablos estás haciendo? —preguntó la extraña.

—Intentando volar —respondí de manera sarcástica.

Ella sostenía mi brazo con fuerza mientras yo pendía en el vacío. Pude ver cómo el grupo de infectados se reunían abajo, a la espera de darse un festín con mi cuerpo.

—Oye, podrías soltarme —le dije mientras la miraba a los ojos.

—Estás loca, si te suelto morirás —respondió la extraña de una forma que me hizo sentir como si fuera tonta.

—¡Bingo! —le respondí— ya entendiste lo que estoy buscando.

Se detuvo un momento a mirarme, después decidió subirme, cuando lo hizo, aún me sostenía la muñeca fuertemente como si pensara que si me dejaba ir saltaría de nuevo.

—¿Podrías desengancharme? — Le dije mientras forcejeaba inútilmente por líbrame de su agarre, pero era fuerte la mujer.

—No, si lo hago intentarás matarte de nuevo.

—¡Suéltame! —le grité mientras sacudía violentamente el brazo, pero ella me agarró más fuerte y me tiró al suelo, después de algunos forcejeos me rendí.

—¿Ya te cansaste? —preguntó ella con respiración agitada.

Miré detenidamente aquella chica; me llamó la atención su cabello castaño, el cual llevaba muy corto, y el hecho de que sus ropas se vieran tan desgastadas.

Pensándolo bien, era quizás la primera humana que veía en mucho tiempo. Ella también me miró detenidamente antes de darme una sonrisa ligera.

—Me llamo Jin—ah —dijo mientras agarraba mi mano. Imaginé que no pensaba soltarme...

—Chloe —respondí secamente.

Ella simplemente asintió.

—Bueno, creo que será mejor que nos vayamos —dijo Jin—ah, mientras miraba la horda que se formó por la conmoción.

Pero... Un momento... Me estaba pidiendo que violara la regla número uno que me enseñaron mis padres: "Nunca te vayas con desconocidos, especialmente cuando estés ebria, y ellos sean guapos."

—¡No iré con una desconocida! —grité como una niña a la que intentan secuestrar.

Ella se tomó una pausa para mirarme un momento y suspiró.

—Soy la persona que evitó que te volvieras salsa de tomate —dijo mientras volteaba sus ojos.

—Bueno, no sé si no te habías dado cuenta, pero estaba intentando hacer justamente eso.

—Tengo un refugio no muy lejos de aquí —explicó Jin—ah mientras me halaba de la muñeca—, hay comida, agua y esas cosas.

Me acababa de ignorar. Y de alguna forma, Jin—ah me arrastró con ella. No sé si era por el alcohol en mi sistema, o porque tengo una debilidad inconsciente con las personas guapas.

Así es como fui secuestrada por una hermosa chica asiática.