Rafael despertó en una habitación oscura confundido. Pero en el momento en que abrió los ojos, sintió luz, la oscuridad que se arrastraba en su corazón y le obligaba a destruir todo ya no estaba presente.
¿Había sido sanado? Por más imposible que sonara, realmente ya no sentía dolor. Confundido, dejó la cama y fue a buscar a Hazel cuando escuchó sus gritos que venían de la otra habitación.
Confundido, corrió a la habitación preocupado y golpeó en la puerta, pero estaba cerrada con llave. No esperó a que se abriera y usó su fuerza.
—Hazel... —la llamó preocupado solo para ver que su esposa estaba en la cama con sudor cubriendo su cuerpo. Ella sostenía a una niña en sus brazos y sus ojos se suavizaron.
—Rafael... —lo llamó ella suavemente—, conoce a nuestra hija. —las palabras lo conmovieron.
¡Se sentía como si fuera a explotar de felicidad! Los pasos se sentían como siglos mientras corría hacia ella y tomaba a la niña en sus brazos.
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