—¿Quieres lastimarles? Piensa en los niños, Luciano. ¡Deja ir a todos! —murmuró con una voz suave y reconfortante esperando que él reaccionara, pero sus ojos se abrieron de golpe y parecían más locos.
—¿Sigues pensando en los demás, verdad? —su voz se volvió abusiva y se podía sentir más odio y agresividad en ella.
—Aquí estoy, dispuesto a matar y morir por ti, y tú sigues pensando en los demás. ¿Cómo puedes ser tan fría y cruel conmigo? —Él agarró su muñeca y apartó sus manos de sus mejillas.
—Si no eres tú, no me importa la vida y muerte de los demás. Pero sé que te enfadarás si ellos resultan heridos. Así que, no te preocupes. Mientras estés conmigo, prometo que nadie resultará herido. ¿Verdad, Vicente? —Vicente, que se había ocultado detrás de los caballeros, dio un salto en su lugar cuando escuchó su nombre.
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