El aire casi vibraba con el zumbido del aleteo de las alas.
Zein no podía imaginarse contar cuántas había, porque eran suficientes como para cubrir la luz que emitía el techo. Con la forma en que aparecieron de la nada, sin ser detectadas ni por Bassena ni por Kei, o estaban teletransportándose aquí tras descubrir la presencia del escuadrón, o estaban equipadas con una habilidad de sigilo muy superior.
—Termitas voladoras —murmuró Zein, observando los enjambres desde el hombro de Bassena. Había docenas de esos insectos, cada uno tan grande como un niño, volando hacia ellos con ojos rojos. Solo, la criatura alada no era un problema, incluso un esper de dos estrellas podía manejarlo fácilmente. Pero en enjambres, se clasificaban como peligros de alto nivel.
Curiosamente, Zein no se sentía ansioso.
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