—Antes de empezar el duelo, permítanme decirles las reglas —dijo el Juez Dredd de pie al lado de los dos luchadores, quienes todavía se miraban fijamente.
—Ambos han firmado una renuncia en la que, incluso si mueren, la otra parte no tendrá la culpa —declaró el Juez Dredd—. Sin embargo, nos gustaría evitar que alguien muera tanto como sea posible, así que cuando su oponente se rinda o pierda la conciencia, la batalla llegará a su fin.
—Además, tengo el derecho de interferir cuando creo que la otra parte ya no puede luchar. En la medida de lo posible, me contengo en ejercer este derecho, pero si veo que continuar la batalla es inútil, la detendré con la autoridad que tengo como juez.
—Por último, yo y todos aquí presentes hoy queremos ver una buena pelea. Espero que ninguno de los dos frustre nuestras expectativas.
Lux, que estaba sentado en el hombro del Gólem, sonrió con suficiencia.
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