—¿Sabes cuál fue tu error? —preguntó Sylvan a Cedro con voz severa después de liberarlo de las enredaderas.
—Sí, no debería haber hablado de tu colección de libros y del hecho de que te gustan los jóvenes Dryad masculinos.
—Cállate —gritó Sylvan en un tono serio—. No estoy hablando de eso, y lo sabes.
Cedro bajó la cabeza al oír el tono serio de Sylvan y no se atrevió a hablar.
Sylvan se frotó las cejas al ver que Cedro no decía nada y suspiró.
—¿Te das cuenta de que si te hubieran atrapado, todos los Drayds habrían estado en peligro?
Cedro se estremeció y bajó aún más la cabeza, mostrando una expresión de culpa.
Sylvan miró la cara culpable de Cedro y negó con la cabeza.
—Ya no eres un niño, así que no diré nada, pero... —dijo Sylvan mientras su rostro se volvía serio—. Espero que en el futuro consideres más detenidamente las cosas antes de tomar cualquier acción.
Cedro levantó la cabeza y, al ver la mirada seria en el rostro de Sylvan, tomó una profunda inspiración.
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