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Capítulo 6

Después de la noticia de mi padre a Merlán, optamos por mantener la calma. No había por qué preocuparnos antes de mi llegada.

Los hombres encargados de protegernos no dejaron su posición, y Merlán después de aquello, no volvió a pisar aquel territorio. Tampoco se nos dio una explicación de cómo es que Darha se adueñó de mi lugar, ni mucho menos el que pasaría conmigo si volvía.

— ¿Por qué mi padre rompió su promesa? — Expresé con furor.

— Podría ir... Si usted así lo desea, joven amo.

— Sigo sin comprenderlo, solo dio la noticia y ya. ¿Se olvidó de mi llegada acaso? —Me saqué el brazalete y lo tiré con toda mi fuerza hacia el suelo — Esa baratija terminó valiendo absolutamente "nada" de lo que decía.

— Tranquilo. —Musito mi madre serena en el rincón de la ventana mirando hacia el exterior— Ya los hombres están alistando las cosas para regresar, mañana podrás descargar tu ira sobre aquellos a los que desees agredir.

—Deberías estar enfadada, madre. —Solté— Después de todo mi padre te utilizo y simplemente le dio la espalda a tu hijo.

— No ganaremos nada, si pensamos de esa manera y nos desquitamos expresamente ahora. —Se acercó a aquel brazalete tirado y lo levantó para después volver a colocármelo— Mañana cada quién dará su pelea. Tú ve sobre ellos y a mi manera haré lo que pueda contra ellas.

Al siguiente día, cuando por fin cumplí los cinco años, todo se encontraba tranquilo, Merlán ayudó a mi madre a subirse a la yegua negra y después acercó mi caballo de color mármol. El regreso sería de unas cuantas horas, no parecía ser una trayectoria agobiante.

En el instante en el que salimos por completo del hogar que me brindó cobijo durante cinco años; me hizo sentir como si me arrebatara la tranquilidad que con demasiado esfuerzo mi madre me consiguió. En ese instante sabía que estaría a nada de entrar en conflictos por la lucha de mi posición y que los choques no cesarían hasta que Dasarha me elija como el vencedor.

Cuando cruzamos la entrada hacia mi nuevo hogar, pude empezar a distinguir entre las calles y su gente, su apariencia me resultaba desagradable, pero como dijo mi madre, "es cuestión de acostumbrarse".

Los semi humanos empezaron a mirarme con desagrado y asquerosidad, como si no pudieran creer que fuera hijo de su señor y amo. Y sí, para ser sincero mi apariencia era dudosa, parecía una persona casi común como mi madre, a diferencia de mi padre, no obstante, callaría bocas en cuestión de minutos.

No tardó mucho para que la muchedumbre empezara a seguir nuestro trayecto, y al llegar al área rocosa del que mi madre y Merlán hablaban constantemente, caí en cuenta de que tenían razón, su belleza exterior era una muy peculiar.

En cuanto nos acercamos más, empecé a notar a más personas en la entrada. Un semihombre de piel gris y ojos de color avellana me miraban fijamente, sin expresión en su rostro, y a su lado una mujer que parecía ser semihumana; la cual mostraba sin temer su disgusto por nuestra llegada. Por su apariencia podría decir que era Robelia, pues su cabello largo de un tono azul marino y piel bronceada con ojos rojos, me decían que lo era.

Detrás de él estaban sus otras concubinas: Una castaña de ojos verdes y piel caucásica, mientras que la otra tenía los ojos lilas y cabello platinado; para ser sincero, era como ver a dos fantasmas protegidos por el monstruo de la cueva.

Enfrente de ellos se encontraban sus bastardos, mirándome con burla y cuchicheándose entre sí. Sus aspectos físicos se podían definir, en una palabra: "Horripilantes"; se notaba la dureza del uso de la putrefacción en ellos.

Al posicionarnos frente a ellos, me di el tiempo de observar detenidamente a cada uno. Luego Merlán y los demás bajaron de sus caballos dejándonos a mi madre y a mí sobre ellos.

—Dasarha. —Habló mi madre directa — Es bueno volver a verte, pero ¿por qué mostrarme a los indeseables en nuestra bienvenida?

Una risilla salió de aquel, se acercó abriendo paso entre sus hijos y con sus fuertes brazos bajó a mi madre con gentileza.

—Tu personalidad no cambia, Moira. —Soltó, a lo que después le susurró al oído — y al parecer me sigues detestando como el primer día.

—Te equivocas, —Contestó— te aborrezco más a comparación de la última vez que nos vimos.

—Te aborrecemos. —Corregí— Solo que, en mi caso, no tuve la dicha de verte hasta ahora.

Bajé del caballo y le miré fijo. Este sonrió sin prestarle atención a mi comentario y me tomó del cabello con sutileza.

— Te pareces mucho a tu madre.

— Y a ti también. — Agregué, sabiendo que no lo parecía en lo absoluto en este momento.

Murmullos detrás y delante de nosotros fastidiaban mis oídos y un dolor punzante en mi cabeza estaba a punto de hacerme estallar, pues aguantarme comentarios desde la entrada del territorio hasta la puerta de mi hogar estaban colmando mi poca paciencia.

— La gente detrás de ti, como tus bastardos y zorras de delante, no creen que sea tu hijo "legítimo".

— Oye tú... —Habló el bastardo mayor — ¿Qué derecho tienes al hablar así de nuestra gente y de nuestras madres?

— Cállate. —Ordeno Dasarha sin mirarle.

Tomé del brazalete y lo alcé para que todos lo miraran. Al captar su completa atención, observé la importancia de este obsequio, pero en lugar de seguir sosteniéndolo para mí, preferí lanzárselo a mi padre, quien de inmediato lo detuvo en sus toscas y fuertes manos.

— Parece que ese objeto perdió su valía para mí, padre. —Me sinceré— Puedes darle eso a tu primer bastardo o cederme frente a los presentes lo que por palabra y por escrito me otorgaste.

— Eso ocurrió hace cinco años. —Habló Dasarha con expresión dura en su rostro — Darha se ha ganado a su pueblo, ha peleado por su gente y tiene la fuerza necesaria para liderar, además tiene el don de sus padres.

— ¿Y yo no? —vociferé con descaro — ¿Qué sabes de mí?, si ni siquiera fuiste capaz de ver a tu hijo nacer, ni verme crecer hasta apenas ahora.

—¡Aza!

— ¡No! —Alce la voz nuevamente — ¡Mírame! Solo porque tenga el aspecto de un común sin don, no significa que...

— ¡Tu aspecto te delata! —Voceo Robelia desde atrás— No has estado con nosotros y tu madre simplemente te alejó, si te pones a pensarlo con detenimiento, talvez no podrías ser hijo del que dices ser tu padre.

— ¡Robelia! —Advirtió Dasarha— Vuelves a decir incoherencias y te cortaré la lengua.

— ¡Pero señor! ¡Mírelo, no es posible que "Aza" sea su hijo! — Voceo nuevamente — Sus hijos tienen marcas del uso de su putrefacción, ese mocoso está limpio.

— Guarda silencio Robelia. —Ordeno Dasarha nuevamente con enojo.

—Solo mírelo. — Juzgo sin temer lo que podría pasarle— Su gente y sus hijos piensan lo mismo, ¿cómo puede no verlo?

— ¡Padre! Vas a creerle a esa perra, ¿antes que a mí? —Le cuestione y miré— Dijiste que matarías a aquel que me menospreciara, y esa puta lo ha hecho sabiendo quién soy.

Repentinamente, el hijo mayor se acerca furioso hacia mí. Al ver que Dasarha ni siquiera movió un dedo para detenerlo en su ataque, sin saberlo me mostró en qué situación estoy. Así que decido mirar hacia mi madre y Merlán, quienes me dan la aprobación de actuar como me plazca.

—¿Con qué el favorito de papá me va a castigar? —Cuestioné con ánimo en mí mirar— ¿Estás molesto por qué dije que tu madre era una puta?

—Hijo de perr-

Sin dejar que este terminara y ofendiera a mi madre, tome de su brazo y emane algo de mi energía negativa u oscura, como quieran llamarle; la cual hace que su cuerpo se hiera y debilite. Muchos no saben cómo es que funciona, pero los Destiny sí.

El secreto de los Destiny es la sanación, la cual se da a partir de la energía pura, no obstante, existe la energía negativa, la cual es aquella que se extrae del cuerpo que sanas para brindárselo al cuerpo que desees ver retorcerse por los suelos.

Sané a muchos hombres de Dasarha heridos y enfermos mientras estaba fuera del territorio, él nunca se enteró debido a que mi madre y Merlán lo mantuvieron en secreto.

Tras haberle transferido aquellas heridas profundas, me percaté de lo decepcionante que era el hijo favorito de aquel monstruo que ahora parecía ser humano, claro si ignoramos el tono de su piel.

Si su pueblo decía que ese hijo postrado a mis pies era el más fuerte, no quiero ni pensar cómo es el más débil.

—Hey, —Pateé su horrendo rostro— no emití toda mi energía para poder jugar contigo, pero mírate... Ya estás escupiendo sangre.

—Pero sí has jugado sucio. —Respondió forzándose a sí mismo, mientras tomaba de mi tobillo— No escaparas de esto.

Este emite su putrefacción a través del contacto entre su mano y mi tobillo, no obstante, sin algún resultado a su favor.

— Qué decepcionante. —Musité mientras emitía en mi energía pura, la cual repelía su putrefacción si la activaba a tiempo —esperaba más de ti.

Miré alrededor y con gracia, me deleité de los rostros de mi padre, de la madre, de esta cosa inútil y del pueblo; aquel pueblo que apoyaba a esta bazofia.

— ¡Este es su sucesor! —Grité en dirección al pueblo, a lo que luego dirigí mi vista a aquel inhumano — ¡Este es el sucesor que tanto defiendes, Dasarha! —Le miré con furor — ¡Este hijo de la puta que lo parió!

Al ver cómo Dasarha se acercaba lentamente para recuperar a su mierda, opté por seguir lastimando a su crío, emanando más y más de mi energía negativa sobre él; por cada paso que su querido padre daba en dirección a nosotros, su dolor iba en aumento. Literalmente, ya me encontraba sobre un gran charco de sangre inmunda.

— Detente.

Ordenó aquel hombre que estaba a quince pasos de mí, pero sin tomarle importancia a su orden, señalé con mi mano a la zorra de Robelia quien se encontraba en pánico.

— Me tienes tanto miedo que eres incapaz de venir por el cuerpo de tu hijo. —Reí tanto que después le sonreí— Ven, sigue vivo, si te acercas, dejaré que lo auxilies.

— ¡Aza! ¡Basta! —ordenó nuevamente aquel inhumano que se decía llamar mi padre—, hemos visto lo que querías mostrarnos, así que detenté.

— No. —Reaccioné molesto— Quiero a esa zorra de rodillas y su cabeza a mis pies. A cambio de eso... Sanaré a tu hijo predilecto. ¡Tú decides!

— ¡Robelia! —Vocifero Dasarha— ¡Haz lo que ha pedido mi hijo! ¡ahora!

Aquella puta que a duras penas se movió llegó tan rápido a mis pies y se arrodilló con rabia en su mirar.

— Gracias, Robelia. —Susurre a su oído con burla— Gracias de corazón por ofrecerte ante mí...

—¿Qué?

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