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Mientras caiga la lluvia [EreMika]

Eren y Mikasa mantenían una correspondencia mediante las que se descubrían el uno a otro a través de los poemas de sus cartas. No obstante, han pasado varios años desde aquello, y ni Mikasa es la chica perfecta de antes, ni Eren aquel joven responsable. Cuando sus caminos vuelven a encontrarse, esta vez en la universidad, descubren que la química que los unía todavía no ha desaparecido. Y como si no tuvieran suficiente tratando con su propio juicio, las etiquetas sociales, el alcohol, el sexo y las drogas les hará replantearse su lugar en el mundo. "¿Y quién eres ahora exactamente, Eren? ¿Una persona sociable, o un porreta?" "Alguien capaz de hacer cualquier cosa por la chica a la que quiere." //________________________________________// Eren x Mikasa // AU de "Shingeki no Kyojin" // Historia con desarrollo lento // Contiene escenas explícitas // Prohibida su copia / adaptación.

ShiroKiba · Anime und Comics
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7 Chs

Libros y una blusa de flores

___ EREN ___

Me encojo más en mi chaqueta mientras me limito a seguir andando a paso tranquilo por el camino asfaltado de Russell Square, mi mirada clavada en ninguna parte.

Procuro esquivar a la gente que se cruza en mi camino y decido dejarme sumergir en el hipnótico ritmo de "Alive", una de mis canciones favoritas. Últimamente, la música es lo único que consigue aislarme lo suficiente de mis preocupaciones, y aunque no me sirva para resolver las diferencias abismales que existen entre mi padre y yo, al menos logra relajarme un poco.

<< Qué haría yo sin mi MP3... >>

Me estremezco cuando las gélidas caricias de una incómoda brisa consiguen atravesar las capas de mi ropa, helándome la espalda, y acelero el paso al tiempo que escondo las manos en los bolsillos de los pantalones.

Son aproximadamente las 10:15, y aunque hubiera preferido seguir durmiendo en casa como la mañana de sábado que es, el pensar que mi padre estaría bajo el mismo techo que yo ha conseguido que se me quiten las ganas.

Ya he hecho una lista de los contactos que posiblemente me acojan en sus respectivos apartamentos a lo largo de la semana, y no, no tengo vergüenza ninguna.

Me detengo al final del parque para volver a consultar la nota que encontré en el libro de Mikasa, la misma dirección que me ha llevado de cabeza toda la noche y la que ha guiado mis pasos hasta este barrio de Londres.

Mis ojos repasan las líneas de tinta una y otra vez hasta que estoy seguro de que no me he equivocado, guardo de nuevo el papel en el bolsillo y cruzo la calle cuando tengo oportunidad de hacerlo.

Un agradable aroma a café me invita cordialmente a entrar al Starbucks por el que acabo de pasar, y aunque la idea es tentadora, decido reservar el dinero para el metro que me lleve de vuelta a casa.

Un tímido bostezo escapa de mis labios y vuelvo a sentirme como un completo idiota cuando recuerdo la facilidad con la que Mikasa me hizo sonreír anoche. Le he dado ya tantas vueltas que incluso he barajado la posibilidad de que iba demasiado bebido.

<< Tch, patético... >>

Agito la cabeza para deshacerme de esos pensamientos y me limito a seguir andando en línea recta hasta llegar a la calle que hay escrita en la nota. Noto que mi mandíbula roza el suelo cuando mis ojos se topan de bruces con la Senate House Library.

El edificio de fachada blanca que se alza imponente delante de mí me hace sentir frágil y canijo, pero mi cabeza está demasiada saturada de preguntas como para poder centrarme en ello.

— ¿Cómo ha conseguido entrar aquí?— pienso en voz alta, incrédulo.

Siempre he tenido curiosidad por saber cómo es por dentro, y aunque ya me había preocupado de consultar algunas fotos en Internet, las imágenes no habían sido demasiado reveladoras, a mi parecer.

Retrocedo unos pasos para no sufrir un ataque de tortícolis y me limito a seguir admirando la construcción con los labios todavía separados. Si Mikasa ha conseguido acceso a esta prestigiosa biblioteca de la Universidad de Londres, entonces debe de haber alguna manera de que yo también pueda. Sea como fuere, ya he decidido preguntarle en cuanto la vea esta tarde.

El tono de llamada de mi móvil consigue sobresaltarme, sacándome de mi ensimismamiento. Escucho a dos chicas soltando sus irritantes risitas y yo les doy la espalda lo más rápido que puedo, muerto de la vergüenza.

Abro la pequeña mochila que he llevado cargada a la espalda toda la mañana para coger el teléfono, me arranco— literalmente— los auriculares de los oídos y descuelgo la llamada un tanto malhumorado.

— ¿Qué?— le espeto a Connie, que nunca encuentra un buen momento para darme el follón.

— Eh, eh, eh...— lo escucho decir con tono amenazante—, a mí no me hables de esa manera, o te parto las putas piernas.

— Ya te gustaría, enano— sonrío, jocoso. Lo cierto es que nunca consigo enfadarme del todo con él—. ¿Qué pasa? No me llamarás para que te deje los deberes... Ya te dije que no volvería a hacerlo— añado antes de que tenga tiempo de contestarme.

— ¡Que no, pesado!— refunfuña, molesto—. Esta tarde a las cuatro en casa de Armin— sentencia.

— ¿Qué? No puedo, tío.

— ¿Cómo que no?— pregunta con tono irónico—. Queda menos de un mes para las semifinales y aún no tenemos ni la letra, así que cancélalo todo y nos vemos luego.

— Todavía tenemos tres semanas por delante— intento negociar—. ¿No puede ser mañana?

— Armin tiene conservatorio y yo tengo que ir a la academia, así que no— cortante.

— Y tengo que ser yo quien cancele sus planes...

— A ver, Eren...— ríe—, ni que tuvieras vida...

— Imbécil...— farfullo, molesto por no ser capaz de inventarme ninguna escusa; no pienso decirle que he quedado con Mikasa.

— No, en serio...— continúa él—. Ven esta tarde, estamos un par de horas como mucho y ya está, ¿vale?

Dejo escapar una bocanada de aire, rendido, y me giro para volver a observar la fachada blanca de la enorme biblioteca que tengo a mis espaldas.

— Bueno, vale— respondo. Después de todo, puedo devolverle el libro a Mikasa mañana.

— Venga, nos vemos luego— se despide.

Cuelgo la llamada, guardo de nuevo el móvil en la mochila y echo un último vistazo a la biblioteca antes de volver sobre mis pasos, esta vez ignorando el aroma a café proveniente del Starbucks y procurando no darle demasiadas vueltas al libro que cargo a la espalda.

...

..

.

___MIKASA___

Son casi las 16:30 cuando salgo de la ducha envuelta en una toalla. Me seco el pelo lo más rápido que puedo, me pongo unos vaqueros y mi blusa favorita, y me calzo unos botines marrones de tacón.

No suelo ser muy quisquillosa a la hora de elegir qué voy a ponerme para salir, pero me he sentido en la necesidad de hacerlo después de que Jean me invitara a ir al cine esta mañana.

El plan para esta tarde es el siguiente: ir a casa de Sasha para dejarle unos apuntes, encontrarme con Eren en el Starbucks que hay junto a la universidad para recoger mi libro, y finalmente, ir con Jean a ver una buena película al cine que queda a unas tres manzanas del centro.

Ordeno los apuntes dentro de una carpeta, me preparo una mochila para guardar mi cartera y el libro de poesía, y lo dejo todo sobre mi cama. Vuelvo a repasar mi lista mental para comprobar que no olvido nada, me ciño una de mis pulseras favoritas a la muñeca y me miro en el espejo de cuerpo entero que hay colgado en la pared.

Hago un mohín cuando reafirmo que los estampados de flores no me favorecen lo más mínimo, aunque decido dejarlo estar cuando pienso que a Jean le gusta que los lleve.

<< [...] y te has puesto un vestido para no quedar como el coñazo que eres >> dice la voz de Eren en mi cabeza. << Lo has hecho para que la gente no te mire de forma extraña y piensen que eres aburrida. Eres tan culpable como yo. >>

Agito la cabeza para apartar esos pensamientos de mi mente y le doy la espada al espejo para volver a asegurarme de que no me olvido de nada.

Sonrío cuando recuerdo que he dejado el móvil cargando junto a la mesita de noche, cruzo la habitación de dos zancadas, lo desconecto de la corriente y desbloqueo la pantalla para comprobar si tengo algún mensaje de Jean, puesto que no he cogido el aparato en toda la mañana.

No puedo evitar sorprenderme cuando me fijo en que tengo dos llamadas perdidas de Eren. Aprieto los labios y me decanto por leer los mensajes que me ha enviado.

Eren ~ Quería decirte que no voy a poder quedar esta tarde.

Eren ~ Me ha surgido algo importante.

Eren ~ Te devolveré el libro el lunes, lo prometo.

Frunzo el ceño y arrugo los labios, molesta. No sé por qué, pero lo cierto es que me lo esperaba viniendo de él.

Dejo el móvil junto a la mochila y me dejo caer en la cama, incapaz de pasar por alto la pequeña desazón que se acaba de instalar en mi pecho.

...

..

.

___ EREN ___

— ¡Joder!— gruñe Connie— ¿Quieres centrarte de una vez?

— Chicos, relajaos— dice Armin, levantándose de golpe de la silla.

— Déjame en paz— le espeto al más bajo—. Eres tú el que hace malas rimas.

Connie me fulmina con la mirada, pone los brazos en jarras y se limita a dar vueltas por la habitación. Yo me fijo en que el rubio no me quita los ojos de encima.

— ¿Qué?

— Eres tú el quien lo está haciendo mal— me dice.

— ¿Lo ves?— me señala el otro al tiempo que alza las cejas.

Aprieto la mandíbula, me recuesto en el respaldo de la silla y me cruzo de brazos, molesto. No necesito que me lo digan, sé perfectamente que hoy estoy metiendo la pata, pero poco acostumbrado a equivocarme, no me da la gana de aceptarlo.

— ¿Sabes qué? Me voy— declara Connie, dirigiéndose a Armin—. Llámame cuando "Don Perfecto" ponga los pies en la tierra.

Coge su tabla de skate, se cuelga las asas de su mochila al hombro y abre la puerta para subir las escaleras que dan a la primera planta. Armin abre la boca para decir algo, pero el portazo que oímos proveniente del piso de arriba, acaba deteniéndolo.

Enseguida escuchamos a los perros bajando las escaleras a paso ligero, los cuales se me echan encima nada más entrar en la habitación. Armin hace ademán de intentar quitármelos de encima, pero hago un gesto con la mano para quitarle importancia.

Les doy un poco de juego, lo suficiente hasta que consigo calmarlos, y me siento en el suelo junto a ellos para poder seguir acariciándolos.

— Eren...— dice Armin después de unos minutos de silencio, un tono de duda en sus palabras—, ¿te ha pasado algo?

— Tch...— me limito a decir—, solo estoy un poco desconcentrado.

— Ya, me he fijado— se cruza de brazos—. ¿Entonces por qué le has echado el muerto a Connie?

Empieza a decirme un montón de cosas, pero yo hace tiempo que he dejado de prestarle atención. Mi mente lleva ya tanto tiempo en otra parte, que apenas consigo estar pendiente de algo más de dos minutos.

— Armin— digo de golpe, interrumpiéndolo—. ¿Qué es lo que haces cuando te gusta alguien?