Al escuchar esto, la expresión de Lin Yile también se tornó seria.
Su cabeza asentía como un polluelo picoteando granos, con una mano cubriéndose la boca y sus ojos redondos, que se asemejaban a los de un conejo, giraban inquietos. Sin importar cómo la miraras, parecía un conejo.
Al ver esto, la madre de Lin no pudo evitar pellizcar su mejilla y comentar que, a pesar de haber crecido, todavía parecía tan diminuta como cuando era pequeña. Nada había cambiado.
—Mamá... —Lin Yile luego tiró del brazo de su madre otra vez—. ¿Cómo les fue a Yuxin y a los demás en sus exámenes? Todos aprobaron, ¿verdad?
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