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Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

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Capítulo 8. Manchas de sangre

 | | A R T H U R | |

Hace una semana, un alumno de tercero desapareció. Sus compañeros de clase fueron interrogados por ser los últimos en verlo, pero decían no saber nada. La escuela se alarmó; nadie tenía idea de lo que le puso haber pasado, pero ante la posibilidad de que hubiera un asesino o un secuestrador rondando en la colonia, nos inquietaba.

Admito que también me preocupé cuando me enteré, pues aunque nunca lo llegué a conocer realmente, me había topado con ese muchacho unas cuantas veces en los pasillos de la escuela a la hora de descanso y lo había visto durante los entrenamientos de baloncesto; me sentía incómodo cuando concentraba su mirada en mí y me sonreía con una confianza que para mí era inexistente. 

Me sentía mal por su familia y amigos, en el fondo doy gracias el no haberme vuelto cercano a él, sino… no me imagino por lo que estaría pasando.

El suceso también había provocado que, a partir de entonces, Adrián estuviese todo el tiempo al pendiente de mí; me acompañaba de iba y de regreso a casa, me escribía antes y después de la escuela; pese a que llegué a sentirme un poco sofocado, lo entendía y le agradecía porque sabía que se preocupaba mucho por mí, pero en el fondo, tenía la certeza de que mi novio jamás sería capaz de lastimar a nadie, consecuencia de lo noble y buena persona que era, por eso, me sentía más seguro sabiendo que Nicolás mi vigilaba y Noé cuidaba mi espalda desde las sombras. 

Personalmente, no sentí que algo llegara a pasarme, pero si de paso me protegían a mi junto con Adry que siempre me acompaña, no tenía nada de qué preocuparme.

Mis días transcurrían tranquilos, sin recibir ningún mensaje de Nicolás, cosa que me tenía muy intranquilo, pero tenía fe en que se encontraba bien. Cuando llegue el momento, nos reuniremos de nuevo.

Decidí inscribirme en el taller de voleibol, entrenando junto a compañeros de otros grupos, con los que no hablaba mucho. Me encontraba fuera del campo momentáneamente, limitándome a ver a mis compañeros jugar sin dejar de divagar en mis pensamientos sobre cosas que estaban fuera de mi control.

Adrián tenía clase libre, dijo que iba a venir a verme entrenar, no creo que tarde mucho. 

Aburrido, me levanté dispuesto a ir a comprarme una bebida, hace demasiado calor.

— ¡Cuidado! —giré mi cabeza a un lado, recibiendo sorpresivamente un brutal golpe del duro balón de voley estrellándose contra mi cara con tal fuerza y velocidad que me hizo ver estrellas. 

Aturdido, mis piernas se tambalearon por mi pérdida momentánea de equilibrio.

Pensé que iba a tocar el suelo, cuando alguien detuvo mi caída sosteniéndome desde la espalda. Alcé la mirada y me estremecí por quien me sostenía en brazos.

— ¿Noé? —veía a al menos tres de ellos.

— Hola, Arthur —lucía un poco más serio de lo normal.

— ¿Qué? ¿Qué estás haciendo? Creí que…

— Por ahora no hay problema, nada va a pasar. Confía en mí.

— Si tú lo dices…

— Ven, ¿puedes pararte? —me ayudó a enderezarme, recién comenzaba a sentir el denso dolor que se plasmó en todo el costado de mi cara que me carcomía hasta el pómulo. Instintivamente, me llevé las manos al rostro por el dolor que iba en aumento y se hacía cada vez más insoportable. Noé seguía sosteniéndome por si llegaba a caerme

— ¡Perdón! ¡¿Estás bien?! —el grito del responsable vino desde la cancha, pero lo ignoré simplemente porque me dolía demasiado como para hacer el esfuerzo de girar y hablarle; en cambio, Noé si lo miraba, lo miraba fijamente y sentí su cuerpo tensarse, cosa que me desconcertó.

— ¿Duele mucho? —me tomó por sorpresa el que me acariciara la mejilla para inspeccionar el golpe. Se había acercado mucho y me miraba con detenimiento, la poca distancia establecida me ponía muy nervioso. Intentaba mantenerme fuerte para que no se me notase demasiado que me gustaba, pero conociéndome, seguramente mi expresión se lo gritaba.

— N-no… —mentí, sumergiéndome en la maravillosa marea de una fantasía que me produjo su contacto con mi rostro, de esas manos fuertes que a pesar de lo toscas que lucían, eran gentiles, incluso me alivié levemente del daño causado por el golpe, pero todo eso se quebró en un instante, igual que una ventana al ser golpeaba con un martillo.

— ¡Cabrón! —salté del susto a causa de la voz de Adrián gritando a mis espaldas. 

Al voltear, me paralicé debido a su rostro en shock que contenía su ira mientras nos contemplaba con los ojos inmensamente abiertos, manteniendo una mirada fija.

Al asemejar la situación, entré en pánico pensando en una especie de explicación que lo calmara.

— Adry… —antes de darme siquiera la oportunidad de articular otra palabra, dando pasos fuertes, llegó empujando a Noé con agresivamente.

— ¡Aléjate de mi novio! —le reclamó, convirtiéndonos en el centro de atención de las canchas en segundos. Para mi mala y jodida suerte, la maestra no estaba al haber ido al baño.

Noé se quedó callado por largos y tediosos segundos donde la tensión no hizo más que crecer. 

A pesar de los lentes oscuros que cubrían sus ojos, tuve la sensación de poder ver a través de ellos y que lo que reflejaban en aquel momento, me transmitió un miedo que me erizó la piel. Fue como si el porte relajado y animoso del simpático Noé, se hubiese disipado en esos segundos de confusión.

— ¿Tu novio? —masculló como si fuera una sentencia de muerte, rodando sus pupilas hasta mí a través del oscuro cristal. 

— Sí, idiota. ¿Por qué demonios lo tocabas como si fueras a besarlo?

— Imbécil, ¿no viste lo que acaba de pasar? —sonrió torcidamente, dándome un mal presentimiento.

— Vi lo que necesitaba ver. ¡Has estado rondando alrededor de él!

— ¡Adrián, no sigas! —me interpuse entre ambos de un brusco movimiento, encarando a mi pareja—. Me golpearon con un maldito balón y Noé solo estaba… —, mi estabilidad no duró mucho tiempo debido a un líquido cálido comenzar a escurrirse desde mis fosas nasales. 

Al inspeccionar, descubrí aturdido rastros de sangre en la palma de mi mano.

Intenté parar el sangrado cubriéndome con ambas manos y sin querer, choqué contra el pecho de Noé que inmediatamente me acogió en su regazo. 

— ¿Arthur? —Adrián me miró asustado.

Maldita sea, me duele mucho la cara, estoy sangrando, Adrián y Noé están peleando y ahora éramos el centro de atención… Esto es un asco. 

A causa de mi corazón agitado por los sucesos, mis lágrimas inundaron mis ojos, amenazando con derramarse. Tiré de la ropa a Noé con mi mano ensangrentada, manchando su camisa sin querer, buscando ayuda.

Pude notar que había quedado perplejo. Me causaba tanta vergüenza que estuviera viéndome así, pero necesitaba sentirme seguro ahora. 

—¿Qué te pasa? ¡Arthur! —ignorando la angustia de Adrián, Noé reaccionó en un instante cargándome en brazos, pasándolo de largo. 

— Ahora no, idiota —le contestó antes de salir apresuradamente a la enfermería.

Al cabo de media hora, la hemorragia había parado y el dolor de mi rostro disminuyó, gracias a que fui bien atendido por la enfermera. 

Me encontraba sentado en la camilla y Noé esperaba pacientemente en el marco de la entrada mientras la mujer de blanco me servía un vaso de agua.

— Ese fue un golpe muy fuerte. Tienes suerte de que no te haya dañado la retina del ojo —estiró el brazo, ofreciéndome el vaso —. Eso sería todo, ya puedes irte.

— Gracias —le devolví el vaso y Noé vino hasta mí tomándome de la mano para ayudarme a bajarme de la camilla. 

Me sonrojé cuando nuestras manos se tocaron.

Salimos al pasillo caminando en silencio.

— Lo siento… —dije.

— ¿Por qué?

— Por lo de Adrián. No sabía que él iba a…

— No te disculpes.

— Pero…

— Dije que no importa —me encogí, asombrado por su contestación. 

Sonaba enojado, aunque… no se le notaba.

Fuimos por nuestras cosas y me acompañó a casa. Fui a mi cuarto a quitarme el uniforme y al verme en el espejo, descubrí la marca del golpe que se convertiría en un gran moretón. Suspiré.

Salí de mi habitación, Noé estaba en la sala, sosteniendo una foto familiar de mi hermano y yo junto a mi madre. Lo contemplé, extrañado.

— Noé —devolvió la foto a su lugar en el buro junto a la lámpara de noche. 

— Tengo que irme. Nos vemos —lo detuve al ver que se dirigía a la puerta.

— ¡Espera! Quédate —volteó a verme, esperando que continuase hablando—. Por favor, te lo debo. Puedes quedarte a comer —La verdad, es que quería pasar más tiempo con él.

Quedé expectante a su respuesta, él se lo pensó unos segundos y asintió.

— Solo un rato —no pude evitar dar un saltito de la emoción. 

Fui a la cocina y me apresuré a preparar los utensilios e ingredientes.

— Siéntate —me puse un delantal de cocina y me dispuse a preparar una pasta roja acompañada de unos cuantos brócolis y una porción de carne de cerdo, esmerándome en cada paso.

Cuando terminé de servir en ambos platos, me sorprendí a mí mismo por el resultado. 

Llevé la comida a la mesa y Noé contempló su plato anonadado cuando lo puse frente a él. Seguramente no esperaba que supiera cocinar.

— Es… el favorito de Nick —me encogí de hombros, agachando la cabeza. 

Él me sonrió y agarró su plato poniéndose de pie.

— Veamos una película mientras comemos —me dijo señalando la sala donde tenía ordenado mis DVD´s bajo la televisión. 

Asentí entusiasmado cogiendo mi plato.

Me senté con él en la sala y escogimos una de terror, al parecer era su género cinematográfico favorito y yo complaciente, dije que sí. Terminamos de comer en la sala y continuamos viendo la película, uno al lado del otro. 

Más que mirar la pantalla, en realidad mi atención estaba fija en su perfil, en su perfecto, varonil y misterioso perfil. El grueso de las patas de sus gafas no me permitía apreciar sus ojos. Estaban tan bien ocultos que la intriga de verlos clara y fijamente me carcomía por dentro.

Cuando la película terminó, Noé me miró por primera vez en hora y media. Por más que lo miraba, no terminaba de asombrarme por lo guapo que era y eso que no podía ver sus ojos. Me jodía no poder verlos. ¿De qué color eran? ¿Qué forma tenían?

¿Los ocultaba por alguna razón en particular? ¿Se los quitaría si se lo pidiera? La curiosidad me mataba.

No llevaba ni dos semanas de conocerlo, pero me sentía muy cómodo estando con él, asumí que se debía a que era alguien cercano a Nick, haciendo que yo también me sintiera cerca de él.

— ¿Qué? —manifestó por no quitarle la vista de encima. 

Fijé mi vista en sus labios gruesos y rosados que eran como los de un modelo. 

Mi mente se puso en blanco y no pensé en nada a la hora de acercarme. Corté los centímetros de separación entre nuestras bocas hasta pegar la mía contra la suya, cerrando los ojos. Inmediatamente se tensó.

 Fue un toque suave pero pasional en donde atrapé sus labios entre los míos; sentía mi cara arder y mi cuerpo flaquear por la agitación que me erizó cada vello del cuerpo. Volví a abrir mis ojos; su boca ligeramente entreabierta y el resto de sus facciones entumecidas me devolvió a la realidad, 

Inmediatamente me arrepentí de haberlo besado sin pensar.

Me separé de un salto hacia atrás y retrocedí hasta el borde del sillón. Percibí el calor subir hasta mi cara.

— ¡P-p-perdón! No debí… No quería… —simplemente se levantó y caminó hasta la entrada.

— Tengo cosas que hacer —declaró sin mirarme abriendo la puerta.

— De verdad lo siento… —se marchó, cerrando tras de sí. Me golpeé mentalmente por mi estupidez. 

Idiota, ni siquiera sé si tiene pareja o si es gay. ¿Qué iba a hacer si Nick se enteraba de esto?