webnovel

Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

Blond_Masked · LGBT+
Zu wenig Bewertungen
32 Chs

Capítulo 23. Winter

| | A R T H U R | |

Visualicé un auto negro estacionado en la entrada donde Jordan esperaba dentro en el asiento del conductor. Abrí la puerta trasera introduciéndome en silencio hasta que mi cuerpo se tensó por la punzante incomodidad al tratar de sentarme.

— ¡Ay! —el dolor de mi espalda baja era intenso y Jordan no pasó por alto la dificultad que tenía para acomodarme sin que me doliera algo. 

Me miró analítico a través del retrovisor, recargando la barbilla sobre el torso de la mano cuyo hombro lo tenía posicionado en el borde de la ventana gracias a que el cristal estaba abajo.

Intenté ser natural y me acosté de lado en los asientos encogiendo mis piernas.

— ¿Por qué cojeas? —mierda, debió haberme visto caminar en el espejo cuando me estaba acercando.

¡¿Qué le digo?! No puedo decir que me acosté con mi propio hermano. ¿Qué iba a pensar de mí?

— Me... me caí en el baño y me lastimé la espalda —afirmé contraído desviando la mirada.

| | J O R D A N | |

Además de nervioso e introvertido, torpe.

El silencio se prolongó entre nosotros. Se le veía ansioso por algo que no le presté atención, pero conforme los minutos pasaban, comenzaba a transmitirme su inquietud, haciéndose sumamente molesto.

¿Por qué tardaba tanto? Lo había esperado por diez jodidos minutos.

— Jordan —escuché sorpresivamente la voz del mocoso hablándome en un tono amigable aunque tímido—, ¿eres amigo de Nick? —. La pregunta me desconcertó unos segundos y me jodió al mismo tiempo.

¿Yo? ¿Su amigo? Obviamente este niño no era consciente de ello, pero si tuviera sentido del humor, me hubiera reído por la estúpida pregunta.

— No —dije sin voltear.

Claro que no era mi amigo... Después de todo, yo odio a ese hombre.

Me mantuve en una postura firme hasta que el sonido de la puerta abriéndose me sorprendió. Finalmente, mi endemoniado jefe llegó a sentarse del lado del copiloto, sin mirarme.

— Sabes donde queda la escuela, pero primero, llévame a mi casa a recoger unas cosas —encendí el auto sin contestar y comencé a andar en completo silencio.

Nicolás echó un vistazo a la parte trasera.

— ¿Cómo estás allá, Arthur? —preguntó en un tono extrañamente divertido, un tono que me desagradó completamente.

Su hermano tardó un poco en contestar, pero finalmente respondió ¿apenado?

— Bien...

Lo observé por el rabillo del ojo y me recorrió un mal presentimiento al reconocer su prepotente sonrisa, la que esbozaba cada vez que acababa de hacer algo malo o cuando en su cabeza se formulaba alguna atrocidad, pero eso no era lo peor de todo, lo peor era que aunque su cuerpo estaba acomodado hacia en frente, sus ojos estaban volteados hacia mí, observándome por el rabillo fijamente, tan fríamente...

Decidí ignorarlo y me limité a mantenerme callado todo el camino y por alguna extraña razón, Nicolás y su hermano igual. Incluso después de hacer la parada en la casa donde residía como Noé Marshall y dejar a ambos en la escuela, cuando se despidió y su hermano me dio las gracias, ni siquiera volteé a mirarlos.

Los observé discretamente alejarse. Nicolás ayudó a su hermano a caminar cargando su cuerpo colocando un brazo sobre sus hombros mientras lo sostenía de la cintura; por otra parte, el menor lucía extremadamente incómodo.

Tal vez era sólo imaginación mía, pero mi instinto me tenía sujeto a la idea de que se traían algo, aunque realmente no era mi problema.

Permanecí estacionado en el lugar hasta confirmar con mis propios ojos que entraban al edificio sin que nada ni nadie sospechoso estuviese rondando alrededor y me marché.

Y mientras conducía, el recuerdo de esa torcida sonrisa aún residía en mi mente, brindándome escalofríos. Al verlo, supe que algo andaba mal. 

Tras estos años a su lado, aprendí a distinguir el significado de cada una de sus sonrisas y esa maldita sonrisa ya la había visto antes.

Era la misma que puso aquella vez...

Sacudí la cabeza disipando esos enfadosos pensamientos y puse las manos en el volante apretándole con fuerza mientras cerraba los ojos respirando profundamente.

Estaba dispuesto a toda costa a borrarlo de mi memoria.

| | A R T H U R | |

Hubiera sido mejor que me partiera un rayo a que me partieran el culo. Mi espalda estaba matándome, cada paso era un maldito martirio, sobre todo por el esfuerzo que tenía que hacer al caminar con tal de no parecer un pingüino en plena marcha.

Al entrar, me aparté ligeramente del hombro de Nick para no levantar sospechas, aunque al perder mi apoyo, todo mi peso que cayó en mi columna intensificó las dolorosas punzadas.

— ¡Ouh! —mi hermano me miró extrañado y traté de mantener un comportamiento casual —. Gracias, pero... Puedo solo... —involuntariamente, mi voz sonó más baja de lo que planeaba.

Nick alzó ambas cejas, analizándome y como si de verdad no supiera lo que pasaba.

Tragué en seco al pensar que se enojaría por mi rechazo, pero al contrario de lo que esperaba, me sonrió.

— Bueno, nos vemos en la salida —ajustó la correa de la mochila sobre su hombro y comenzó a alejarse y por primera vez en el día desde que desperté, pude respirar tranquilo.

Esperé un poco a perderlo de vista para dirigirme a mi aula, soportando el insufrible dolor en mis caderas. Iba a medio camino cuando me choqué con alguien que parecía estar corriendo apresuradamente en sentido contrario a donde yo iba, dirigiéndose al área de los de tercer año.

El choque me hizo perder el equilibrio y cedí al peso y la molestia de mi cuerpo por los cuales caí de rodillas. Tuve que meter las manos para que mi cara no chocara contra el suelo.

La otra persona se agachó para inspeccionarme.

— ¡Lo siento! ¿Estás bien? Perdóname —levanté la vista observando a una chica de apariencia inocente, de cabello cuyo color anaranjado como un atardecer le llegaba hasta debajo de las orejas y las puntas de este acomodadas hacia dentro, a excepción de un par de mechones más largos que caían a los costados de su rostro; redondos y crispantes ojos verde pasto, cuerpo delgado hasta el punto de verse delicado pero atractivo.

Era tan hermosa que parecía una muñeca... Porque sí, soy gay, no ciego.

Su cara redondeada e infantil me miraba con culpabilidad mientras sus grandes ojos parpadeaban continuamente sacudiendo esas gruesas pestañas negras que los adornaban.

— No me fijé, lo siento —me ofreció su mano con la que ayudó a levantarme.

— No te preocupes, gracias —tras ponerme trabajosamente de pie, no me soltó la mano pero se me quedó mirando fijamente con curiosidad, quizás debido a mis quejas en el transcurso. 

Sus ojos viajaron desde mi rostro a mis pies, devolviéndome una mirada fija segundos después, cosa que me puso incómodo.

— ¿Eres gay?

— ¡¿Qué?! —le solté la mano—. ¿Cómo lo sabes?

— Cariño, me basta un vistazo para darme cuenta que eres una pasiva, no se necesita ser un experto para darse cuenta de lo obvio. Je, je… —me sentí incómodo por su indiscreción.

— ¿Cómo?

— Y además, si me permites decir, por cómo caminas... —una expresión pícara se formó en su rostro angelical, a lo que colocó un dedo coquetamente sobre sus labios como si intentara contener una risita —, parece que te dieron duro ayer. Dime, ¿te dolió mucho? —mi cuerpo se sobresaltó ante la vergüenza de ser descubierto y los colores se me subieron a la cara en una explosión de calor que me invadió.

Ella rió ante mi reacción.

— Entonces, sí —tosí un par de veces para recuperar la compostura y aún envuelto en mis nervios, traté de ponerme firme.

— Oye, no te conozco. No puedes hablarle con tanta confianza así a alguien y menos de cosas personales como esas —la chica inmediatamente puso una cara avergonzada por mi reclamo.

— Oh lo siento, yo... No quería molestarte. Se me salió. Es que te ves tan agradable —no pude mantenerme enojado ante su gesto y esa voz gentil.

No era desagradable, sólo había sido muy inoportuna y tan perspicaz que daba miedo.

— S-sólo no lo vuelvas a hacer. Es incómodo y más cuando hablas así de la vida privada de alguien que no te conoce.

— Tienes razón. Perdón... ¡Oh! ¡Se me hace tarde! —su actitud cambió radicalmente y se fue alejando, no sin antes darme un último vistazo agitando su mano en el aire a modo despedida—. ¡Adiós, chico desflorado!

— ¡Oye...! —se marchó antes de siquiera darme la oportunidad de reprocharle.

Al alejarse, pude darme cuenta de lo corta que era su falda azul del uniforme.

Si yo fuera una chica, me daría vergüenza usar algo así.

Mantuve su imagen en mi mente por unos instantes. Tenía el presentimiento de haberla visto antes, pero no estaba seguro.

Bueno no importa. Tal vez sólo era una estudiante más que solía pasar por los pasillos sin que me diera cuenta y por eso se me hacía familiar.

Cuando llegué al salón y vi mi pupitre, me di cuenta de algo.

— ¿No vas a sentarte, Beryclooth? —la maestra detuvo su escritura en el pizarrón para voltear a verme.

— ¿Me puedo quedar parado? —después de un largo tiempo de silencio, la maestra accedió y así continué durante toda la hora, soportando miradas de sospecha y cuchicheos insinuantes.

Tras pasar tres clases de pie, en el receso, salí al pasillo para dirigirme al patio. Cuando descendí al segundo piso, cerca de las aulas de los terceros, unas voces conflictivas llamaron mi atención.

Antes de llegar a las escaleras, vi a un par de chicos acorralando a la misma chica con la que me había chocado, con los brazos cruzados y recargada en la pared con aburrimiento pero una expresión enfadosa.

No tuve una razón, pero me escondí instintivamente tras el muro antes de que pudieran verme, lo suficientemente cerca para escuchar lo que decían.

La peli naranja estaba contra la pared con una expresión molesta y de brazos cruzados.

— Anda, Wendy. Sólo una chupadita y te dejo en paz.

— Todavía me debes la mitad de la última vez.

— Ni que fueras tan fina. Confórmate con lo que te dan, puta. Al fin y al cabo, la mitad de la escuela te paga por darles el culo.

— Tal vez sea una puta, pero soy cara. A ti te cobré doble para que valiera la pena porque tu jodida cara me da náuseas.

— Pues si no te gusta, deja que te folle de perrito, ramera —la tomó bruscamente del brazo y con la otra mano le apretó uno de sus pechos en lo que el otro sujeto arremetía acariciando sus piernas, subiendo hasta su corta falda mientras ella se defendía, pero los dos chicos lograron retenerla sujetándola de sus extremidades.

En mi cabeza se movió un interruptor que me hizo reconocer a la muchacha.

Wendy Winter. Casi toda la escuela hablaba de ella. Tenía una reputación de ser una chica fácil dispuesta a intercambiar un momento de intimidad con cualquiera que se lo pidiera por unos cuantos billetes.

Solía escuchar a mis compañeros hablar de ella. Los chicos no decían más que obscenidades y albures cuando la mencionaban, hablando vulgarmente de su cuerpo y su persona, mientras que las chicas se la pasaban hablando mal de ella con críticas y maldiciones de todo tipo, tanto de su físico como su "sucio pasatiempo" de acaparar a los chicos.

Realmente nunca presté atención a sus conversaciones a pesar de poder oírlas a metros de mí durante clases, pues la mayor parte del tiempo mi mente divagaba en mis grises pensamientos sin prestar atención a mis alrededores, simplemente quedándome con recuerdos vagos de sus voces que sólo percibía como si sonaran a la distancia.

Volví a la realidad al escuchar a Wendy maldecir.

— ¡Déjame, idiota! —logró darle una patada al otro que le tocaba las piernas al alzar una de ellas y empujarlo lejos tras golpearlo en los genitales, pero era tan pequeña y delgada que era incapaz de deshacerse del otro que se había lanzado a chuparle el cuello.

Sentí que debía ayudarla. Quería hacerlo pero mi cuerpo estaba paralizado.

¿Qué iba a lograr si salía a enfrentar a ese abusón? Era casi tan bajo y delgado como la chica, sólo iba a lograr que me golpearan, pero no podía sólo quedarme viendo.

Justo cuando trataba de armarme de valor para salir, una voz pesada y maliciosa que conocía demasiado bien resonó en el pasillo, al otro lado de donde me encontraba.

— ¡Hey! ¿Qué pasa aquí? —mi hermano apareció caminando con las manos en los bolsillos del uniforme y su mochila colgando de un hombro.

— Noé —masculló la peli naranja sorprendida y el chico se apartó de ella al verlo llegar.

— Francis, Francis, Francis... ¿No te acuerdas de lo que te advertí la última vez? —Nick se detuvo frente al abusón y este lo confrontó inmóvil—. Te dije que si volvías a meterte con ella, te las ibas a ver conmigo, pero como no te golpeé y sólo te lo pedí amablemente, parece que no te quedó claro.

— Eres un imbécil Noé. Puedo hacer lo que se me dé la puta gana. ¿No te da vergüenza que te vean con ella ¿O la defiendes porque te la quieres follar tú sólo? —pese a la altanería del chico abusivo, el nerviosismo se alojaba en su voz y a Nick parecía divertirle la situación al ser consciente de su superioridad, tanto en altura como en labia.

— No lo hago por eso —mi hermano mayor hablaba tranquilo, dándose aires de grandeza—. Te dí una oportunidad y la desperdiciaste.

Hurgó dentro de su mochila y muy discretamente, sacó una pistola poniendo una maquiavélica expresión que me caló hasta los huesos.

Wendy jadeó llevándose ambas manos a la boca y el muchacho se quedó estático retrocediendo un par de pasos, pero Nick lo agarró del hombro inmediatamente antes de permitirle alejarse más y deslizó su mano hasta la nuca de Francis para que no se moviera a la hora de juntar sus frentes.

Después de votar la mochila en el suelo, Nick puso su arma contra el estómago del chico que se había puesto pálido como el papel abruptamente y temblaba de miedo, incapaz de alzar la mirada, porque de hacerlo, miraría a los ojos al mismísimo diablo.

— Hagamos un trato. Esto es lo que vas a hacer: le darás a Wendy el triple de lo que le debes antes de que termine el día; si lo cumples, seguirás respirando pero si no... Bueno, creo que es obvio lo que te espera si no lo haces —mi corazón dio un violento salto cuando sus ojos voltearon en mi dirección y me escondí de inmediato a pesar de que aunque fuera por un fugaz momento, había logrado verme.

Me sobresalté cuando una ráfaga de aire salió del pasillo y pasó volando a lado de mí, pero después me di cuenta que se trataba del muchacho que había salido corriendo despavorido.

Tragué saliva dudoso de volver a asomarme, pero la intriga de unas voces conversando me carcomía por dentro y me otorgó un poco de seguridad para echar otro vistazo.

— Si no te paga antes de mañana, llámame —dijo guardando su pistola en la mochila como si nada.

— ¡¿Por qué trajiste una pistola a la escuela?!

— Nunca voy a ningún lado sin ella.

— ¿Eres un pandillero o algo así? —"Noé" sonrió con descaro.

— Tal vez...

— ¿Y si le dice a alguien? —Nick acarició su cabeza, asombrándome.

— No dirá nada, estoy seguro. No tienes qué preocuparte y si dice algo, me encargaré de él.

— Estás exagerando, Noé —y como si su interacción no fuera lo suficientemente extraña, Wendy se lanzó a abrazarlo—. pero por eso te amo. Gracias —El corazón se me oprimió dentro del pecho y sentí como si mi mandíbula se fuera a caer al suelo de la impresión.

— Nadie se mete con lo mío. Anda, vamos, tengo hambre —Wendy asintió contenta y siguió a Nick a lo largo del pasillo hasta desaparecer al cruzar en la esquina.

¿Cómo qué suya? ¿Quién era esa chica y por qué parecía ser tan cercana a Nick? Cualquiera que lo presenciara hubiera pensado que son... No, imposible. Si fuera su novia, mi hermano me hubiera hablado de ella y jamás de los jamases se hubiera acostado conmigo, ¿cierto? ¡Conmigo! Con su propio hermano.

Aunque estar cerca de Nick me causara mucha incomodidad después de perder mi virginidad con él, necesitaba respuestas que me aclararan su relación con esa chica, me negaba a creer que fuese algo más que una amiga sin saber sobre su reputación porque, se suponía que Nick lo sabía todo, todo acerca de lo que le interesara.

[ . . . ]

Al salir, busqué a mi hermano con la mirada por toda la calle y finalmente logré ubicarlo en la acera. Me dirigí hacia él, pero me detuve después de unos cuantos pasos al darme cuenta de que no estaba solo.

La misma chica de corto cabello anaranjado lo acompañaba. Me di cuenta que hablaban entre ellos al ver el movimiento de sus labios, pero no podía escucharlos a la distancia en la que me encontraba.

Ambos estaban de espaldas a mí, por lo que desconocía sus expresiones.

Tras unos segundos más de charla, la chica se despidió de él con un movimiento de mano y una sonrisa, pero antes de irse, se paró de puntas para a duras penas depositar un casto beso con sus rosados labios en la mejilla de mi hermano y después se fue.

Y al verlos, me pregunté de nuevo: ¿Quién demonios era ella?