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Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

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Capítulo 19. El señor Greg

| | N I C O L Á S | |

El cielo estaba nublado, el clima era frío y la gente iba vestida de negro. El funeral de Mars no era algo que me importara, pero estaba feliz, feliz de poder ver a ese repugnante gordo barbudo sepultado bajo tierra.

La pequeña mano temblorosa de Arthur se aferró a la mía y yo lo reconforté apretándosela con seguridad.

No pude evitar reír.

Mars no volvería a dañar a nadie, ni a mi madre, ni a mi hermano, ni a mí. Aun así, todavía había algo que me inquietaba.

Mis instintos guiaron mi visión a la lejanía fuera del cementerio, había un hombre junto a un auto con una gabardina negra y una máscara blanca con un largo pico.

Arthur se quedó contemplando a mamá quien se hallaba inconsolable frente a la lápida del difunto mientras lo maldecía. Volví a mirar al mismo sitio y ya no estaba. Me dio curiosidad saber a donde había ido, así que me apresuré a correr hasta ahí, llegando bajo el árbol.

Apenas miré a mi izquierda, el auto de hace un rato, apareció abriendo su puerta, donde unos brazos salieron y me agarraron tapándome la boca y jalándome dentro. Patalee para que el idiota me soltara, pero solo conseguí que una aguja fuera enterrada en mi brazo, dejándome inconsciente durante el trayecto.

[ . . . ]

Cuando abrí los ojos, pensé que lo había soñado, pero mi desconcierto fue grande al darme cuenta que seguía dentro del auto. Este ya no estaba en movimiento, sino estacionado en un lugar oscuro.

¿Dónde estoy?

— Oye, niño —alguien de voz gruesa me llamó. Estaba frente a mí palmeando suavemente mi rostro para despertarme—. Levántate —Lo primero que vieron mis ojos fue una tétrica máscara blanca de un ave.

Sentir su mano sobre mi cara, me produjo una repugnante sensación. El escalofrío que estremeció mi cuerpo me hizo automáticamente patearle el estómago con tal de alejarlo.

— ¡No me toques!

— No te muevas —salió del auto y me jaló de los pies para sacarme.

Sea quien sea... Me las iba a pagar.

Me agarró colocándome sobre su hombro y caminó alejándose del auto. Intenté patearlo y golpearlo, pero supo mantener mis piernas quietas y mis puños golpeando su espalda no parecían hacerle daño.

— ¡Déjame, imbécil! ¡Te voy a matar!

— Esa es una buena actitud —esas palabras me confundieron hasta el punto de hacerme cerrar la boca.

Aún me desagradaba que me cargara como si fuera un bebé, pero el percatarme de mis alrededores me distrajo del disgusto cuando fui tomando conciencia del lugar al que habíamos ingresado. 

A pesar de la oscuridad que gobernaba el ambiente, supe que íbamos por un pasillo cuyos muros sostenían numerosos retratos de los cuales me era imposible apreciar las imágenes plasmadas debido a la penumbra, sin mencionar el par de resplandecientes candelabros que parecían de cristal y los cuales ya habíamos dejado atrás. Las fotos en las paredes no eran nada especial, excepto por el hecho de que los marcos elegantes brillaban como el oro.

El hombre que me cargaba comenzó a descender por unos escalones que a medida que avanzaba, la iluminación blanca de las luces en el piso de abajo, se hacía más notoria, pero no fue hasta que llegó al pie de las escaleras y se dirigió al centro de la habitación alumbrada, que pude comenzar a apreciar con más claridad mi entorno.

Me bajó dejándome en el piso y girando mi cuerpo para así quedar frente a un hombre corpulento sentado en un sillón rojo aterciopelado, vestido de traje y portando la misma máscara que el otro sujeto, pero no solo él. Lo acompañaba un grupo de hombres vestidos de la misma manera, parados a los costados y detrás suyo, vigilando desde las sombras. 

Serían al menos unos diez.

El del centro que estaba sentado, sostenía un puro humeante entre sus dedos. No se movía, pero imponía respeto y temor por cada poro de su piel.

Él definitivamente era el jefe.

— Bienvenido, Robert —se dirigió a mi secuestrador con una voz amable y profunda—. ¿Hubo problemas en el camino?

— No, señor, pero este niño estuvo a punto de arrancarme una oreja —la cabeza del hombre se giró ligeramente, postrando su atención en mí.

A pesar de la máscara, supe que me miraban fijamente a través de esas oscuras cuencas.

— Bienvenido, Nicolás.

[ . . . ]

Nick...

Nick...

— ¡Nicolás! —la voz de Arthur quien venía sentado a mi lado en el asiento de copiloto me hizo espabilar, sacándome de mi viaje al pasado.

— ¿Qué? —lo miré fugazmente por el rabillo del ojo. 

— ¿Estás bien?

— ¿Por qué preguntas?

— Es que te veías distraído.

— No es nada, solo pensaba.

— ¿En qué? 

— En el pasado —conducía mi auto deportivo rojo por la carretera despejada. Llevábamos aproximadamente media hora de viaje.

— Por cierto... —indagó mi hermano. — ¿A dónde vamos?

— A conocer a mi padre —enmudecer fue una clara señal de estar nervioso. Podía ver que la idea lo ponía nervioso.

Sin apartar los ojos del camino, acerqué mi mano a la suya que temblaba sobre su pierna.

— No pasa nada. Es un buen tipo —no volvió a decirme nada, pero la reacción de su puño tensarse bajo mi tacto, me dio a entender que eso le había molestado.

| | A R T H U R | |

¿Un buen tipo? ¿Cómo podía pensar eso del hombre que lo alejó de nosotros?

Nick... Me habías dicho que ese hombre te hizo sufrir.

Siguió el trayecto hasta que por fin llegamos a una zona apartada de la ciudad donde sería la reunión.

Nos estacionamos frente a un caserón con piscina y paredes de mármol oscuro y muchos ventanales.

— ¿Qué... ? ¿Qué es este lugar? —pregunté boquiabierto, embelesado por la belleza del lugar.

— La casa familiar.

Bajamos del auto, siendo recibidos por cuatro hombres de apariencia infame que resguardaban la entrada. Vinieron a nosotros, inclinando ligeramente la cabeza ante mi hermano y nos escoltaron dentro.

Vestían chaquetas de cuero, tatuajes en los brazos, cuello y hasta parte del rostro. Sus muecas eran lo que más me intimidaban. Lucían como auténticos criminales de pies a cabeza.

Me pegué a mi hermano con desconfianza, cogiendo con mis dedos índice y pulgar una parte de su saco como un niño pequeño.

— No temas, solo son unos amigos —asentí, totalmente tenso.

¡No me importa si son amigos o no! ¡Ni loco me quedo solo con estos!

Tras atravesar unos cuantos pasillos, llegamos a la sala de estar donde, varios hombres estaban reunidos mientras hablaban y en el centro de estos, destacaba un hombre viejo de cabello blanco, regordete, estatura mediana y un prominente pero elegante bigote.

Al escucharnos entrar, posaron sus miradas en nosotros, haciéndome tragar saliva.

El anciano tenía una inquietante cicatriz en su ojo izquierdo por la que lo mantenía cerrado. Desvié rápidamente mi mirada con tal de no verlo directamente.

— ¡Oh! Hijo mío... —habló acercándose con los brazos extendidos—. Me da mucho gusto verte —Abrazó a mi hermano muy cariñosamente dejándome atónito.

— ¿Qué tal, padre? ¿Cómo estuvo tu viaje? 

— Bastante tranquilo debo decir. Escuché que te encargaste de varias ratas mientras estuve fuera.

— Correcto. De hecho, hoy tengo un asunto de ese tipo, pero antes... —los ojos de Nick viajaron en mi dirección, al igual que su mano que me atrajo del brazo para acercarme.

Yo estaba tieso como una estatua.

— Este es mi hermano menor. ¿Te acuerdas de él? Ese señor me provocaba terror con su simple apariencia.

— Claro que me acuerdo —el hombre se me acercó observándome detalladamente—. Tú debes ser Arthur —Me extendió su mano cortésmente. 

Yo, por el contrario, luchaba por ocultar el desdén y mis nervios, pero mis manos no dejaban de sudar.

— Arthur, él es mi padre, Greg Hellsing —parpadeé con incredulidad.

¿Cómo que padre? ¿Cómo puede sonreírle al hombre que lo secuestró y tratarlo como si fueran familia? No lo entiendo...

Tragué en seco y acepté el saludo forzando una sonrisa.

— H-hola... —intenté mantenerme calmado para que mi voz no sonara tajante.

— Me dijeron que fuiste secuestrado hace unos días —¿Se había enterado de eso?

— Eh...

— Alguien fuera de la familia descubrió mi conexión con él, padre. Fue Anderson —intervino Nick muy seriamente. El anciano lo miró interrogante y su sonrisa se transformó en una línea recta inexpresiva.

— Eso es un problema grande. ¿Cómo lo estás manejando? 

— Cuando fui a rescatarlo, capturé a un par de los hombres de Anderson. Él escapó. Jordan los ha interrogado durante dos días. Uno ya está muerto — ¿Muerto? ¿Habían estado torturando por dos días a los que me secuestraron?

— ¿Le enseñaste a Anderson a no meterse contigo? 

— Amenacé con volar en pedazos a su hermana y que tendría que despegar del suelo a su sobrina con una pala —dijo orgulloso, provocando que el señor Greg riera escandalosamente.

— ¡Ja, ja! Me gusta como sueña eso, ¡ese es mi muchacho! ¿Qué hay del otro que está con Jordan?

— Hoy tengo planeado hacerlo hablar. ¿Quieres acompañarme?

— No me lo perdería. Es un orgullo verte trabajar como un buen jefe, por algo te dejé a cargo de mis pendientes mientras no estaba—me tenía sorprendido lo bien que se llevaban. 

Nick no parecía tener resentimientos ni nada parecido en contra suya, es más, parecía que hasta lo respetaba. 

¿Qué demonios estaba pasando? Esto me estaba volviendo loco. 

— Bien, entonces llamaré a Jordan para que lo traiga —Nick sacó su celular, alejándose para hablar.

Me sentí incómodo al quedarme solo entre todos esos matones.

— ¿Puedo ofrecerte algo de beber? —espabilé con la voz del señor Greg quien me mostraba una copa de vidrio con alguna bebida alcohólica.

— N-no, yo... 

— Whisky, vino, alguna cerveza... ¿Qué te gusta? —¿En serio me estaba ofreciendo alcohol?

— Soy menor de edad... No puedo beber.

— Es cierto, que mala suerte... Pero, ¿sabes una cosa? Recuerdo que le enseñé a Nicolás a beber cuando tenía catorce años —apreté mis manos entrelazadas conteniendo mi disgusto por su despreocupado comentario.

— Viene en camino. Llegará en veinte minutos —Nick apareció a mis espaldas, salvándome de la tensión de la que mi cuerpo era víctima.

— En lo que esperamos, tomen asiento —seguimos sus indicaciones, sentándonos en su costosa sala.

Nick y yo tomamos lugar en el sillón mediano. Mientras yo estaba encogido de hombros y las rodillas pegadas, él se acomodó cruzando las piernas, acomodándose tranquilamente en el respaldo.

Tomó una copa de vino, frente a su padre que igualmente sostenía su bebida. Hablaron un buen rato sobre el "negocio", dinero y cosas que la verdad no entendí.

— ¿Qué tal la escuela, Nicolás? Recuerdo que me insististe mucho en dejarte asistir a la preparatoria cuando pudiste estar en la universidad.

— Recuerdas bien. A decir verdad, es una etapa divertida, soy muy popular.

— ¿Y tus notas? Escuché que faltaste algunos días el mismo mes. Tuve que hacer muchas llamadas y pagar mucho para que entraras con documentación falsa. Me prometiste que serías el mejor.

— ¿Quién crees que soy? Sabes que cumplo mis promesas. No es tan difícil cuando tienes a alguien que te pone al corriente con todo.

— ¿Y qué hay de ti? —me sobresalté cuando se dirigió a mí.

— ¿Yo?

— ¿Cuál es tu promedio? —mierda. Me daba vergüenza admitir que siempre he sido de sietes.

— Yo... Soy alumno regular, señor —uno de los hombres llegó corriendo al lugar.

— Jordan llegó, señor.

— Bien, es hora —tanto mi hermano como el señor Greg dejaron a un lado sus copas y se pusieron de pie—. Ven tú también —Obedecí y caminé detrás de Nick con la cabeza baja con temor a despegarme de él.

La ansiedad me comenzaba a provocar malestar.

Recorrimos un pasillo desolado con numerosas fotos adornando las paredes. Las observé rápidamente por el paso al que íbamos y vi varias donde Nick aparecía de niño.

Aunque me hubiera gustado quedarme a observar, no quería quedarme atrás y le seguí el paso a mi hermano.

Llegamos a unas escaleras que iban a una especie de sótano. Era el único lugar de toda la casa que no lucía elegante y costoso, al contrario, el acabado estaba un poco descuidado.

Al bajar, todo estaba oscuro y lo único que iluminaba el lugar era un foco de luz blanca colocado en el centro del piso.

Me horroricé al visualizar a un hombre de rodillas en el piso, las manos atadas a la espalda y un saco en la cabeza.

Tanto su ropa como su piel estaban manchada de sangre seca y fresca. Su camisa estaba rasgada de en medio mostrando innumerables marcas de maltrato en los brazos, piernas y el torso. Tampoco traía zapatos.

Jordan estaba ahí, impasible. Al vernos llegar, hizo una ligera reverencia.

— Bienvenido, señor.

— Es un gusto verte, Jordan. Disfrutemos el espectáculo —el señor Greg tomó asiento en un sillón mediano pegado a la pared y yo me quedé parado lejos de ellos.

— Bien, a lo que venimos —Nick agarró una silla y la acomodó frente al sujeto sentándose de manera en que podía recargar sus brazos en el respaldo.

Jordan retiró el saco de su cabeza y reveló a uno de los hombres que me habían metido a ese auto.

Mi corazón se desbocó en un violento golpeteo que bombeo escalofríos en todo mi sistema nervioso.

— Ya que no quieres hablar con mi amigo, ¿por qué no hablas conmigo?

— No hablo con niños —un abrumador silencio se instaló en la sala, haciendo que Nick borrara su sonrisa.

— Si me conocieras, no me hablarías así —lo tomó por el cabello, jalándolo hacia atrás para mirarlo a la cara—. Voy a asegurarme de que me conozcas muy bien —Chasqueó los dedos y Jordan inmediatamente le entregó un folder. Nick lo abrió, pasando las hojas.

— Le dije a mi amigo que te mantuviera vivo para encargarme de ti personalmente y, ¿qué crees? Tu amigo reveló cosas interesantes antes de morir desangrado como... —sacó una fotografía del folder, mostrándosela al hombre que se puso pálido al verla—. Tu esposa y tus hijas. Al parecer, viven en Guadalajara, ¿qué dices si les hago una visita? 

— Si te atreves a tocarlas... —se calló al recibir un porrazo en la mejilla que lo tiró al suelo, cayendo de lado.

— Veo que te sobran huevos, me estás provocando para que te los arranque. ¿Eso quieres? —el pobre hombre tosió en seco.

No pude evitar apartar la mirada. Estaba aterrado, no solo de lo que veía, sino de a quien veía.

Deseaba desaparecer. Estar en cualquier lugar menos aquí.

— Dime algo, ¿tu jefe te dijo como las mataría si lo traicionabas? Bueno, te contaré lo que yo haré: empezaré quemándolas para arrancarles la piel, les quitaré cada uno de sus dientes y uñas y pondré sus cabezas en una estaca. Así que te lo volveré a preguntar... ¿Hablarías conmigo?

— Por... Por favor no las lastimes.

— No lo haré si me dices como supo Anderson sobre mi hermano.

— Yo... Yo no sé mucho de eso.

— Si no me das información útil, te arrancaré las uñas. ¿Quieres seguir probándome?

— A-Anderson tiene muchos mensajeros. Pudo ser cualquiera —Nick miró despectivo a Jordan quien se acercó con unas pinzas, se puso detrás del hombre y se agachó.

Lo siguiente que escuché fue un crujido retorcido y carne siendo desprendida.

— ¡¡AH!! —una incomodidad extrema apretó los nervios de mis propias uñas las cuales sentí como si se me fueran a caer.

Me volteé apretando los ojos con fuerza al tiempo que me tapaba los oídos.

— Hah... Por favor... Yo no sé quién...

— Va una segunda —volteé de nuevo presenciando la hórrida escena. No podía seguir viendo esto, no podía seguir tolerando el sufrimiento de ese hombre.

Antes de que Nick diera la orden de arrancarle la tercera, corrí a él.

— ¡Por favor, no! —me interpuse entre él y el hombre herido, tomándolo de los hombros. Lo miré horrorizado con mis ojos anegados de lágrimas de tristeza y miedo, por no reconocer a mi propio hermano, por no querer ni aceptar lo que estaba haciendo.

Estoy seguro que mi actuar hizo más que importunar a todos los presentes.

— Por favor, Nick... no más... Por favor, no sigas... —le supliqué mientras lloraba tembloroso. 

Me miró inexpresivamente para luego elevar su mano a mi rostro, limpiando una lágrima de mi mejilla con su pulgar.

— Arthur, estoy tratando de encontrar al responsable que provocó que te hicieran daño. Déjame hacer mi trabajo —sus ojos me transmitieron un sentimiento que casi forzó a mi corazón a resignarse. En ese momento entendí que sin importar lo que dijera, no se detendría. Nada cambiaría. Esa era la vida que él había llevado por tantos años.

Volví a escuchar el desgarrador grito que retumbó hasta en mis oídos y me hizo encogerme, exaltándome hasta los huesos por su horrible lamento.

— ¡Le dicen "El Cuervo"! Es todo lo que sé, ¡lo juro! —Nick se puso de pie, abrazándome con uno de sus brazos.

— ¿Era tan difícil? ¿Qué más?

— Nadie lo conoce. Anderson recibía información por correo y solo fue una vez... Es todo.

— Entonces ya no me sirves —en su cintura, colgaba una funda enganchada a su cinturón de la que sacó un arma, apuntándole.

Me pegué a él llorando en silencio, empapando su saco mientras su mano acariciaba suavemente mi cabello.

Sus labios se pegaron a mi oído susurrando: 

— Todo estará bien... —refugié mi rostro en su hombro, preparándome para lo peor.

Escuché el clic del seguro y después... un disparo. El cuerpo cayendo pesadamente al piso.

Guardó su arma de vuelta, envolviéndome en sus brazos. Me aferré dudoso a sus ropas con mis emociones envueltas en caos y mi corazón exaltado.

Lo amaba, lo amaba tanto que quería aceptarlo completamente y quedarme a su lado por siempre, ser la persona en quien pueda confiar y refugiarse, pero ¿cómo hacerlo después de aquello?

Cuando supe que Nick estaba en la mafia, no me detuve ni dos segundos a pensar que era muy probable que ya hubiera lastimado a las personas antes, asesinado gente...

Pero seguía siendo mi hermano, me ha demostrado cuánto le importo y quiero creer que esto que pasó, lo ha hecho por mí. Puede parecer egoísta y eso puede convertirme en una mala persona, pero todos los humanos no podemos evitar hacer excepciones por la familia, no importa que tan malo sea si se trata de alguien que amas.

Solo puedo consolarme con ese pensamiento porque me niego a aceptar que de verdad mi hermano es un monstruo, o como muchos lo llaman: un demonio.