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Memorias de otra vida

Un hombre solitario intenta suicidarse una vez más, para poner fin a su miseria espiritual, cuando a su lado aparece una hermosa adolescente que huyo de casa, y que le ofrece su cuerpo a cambio de un lugar donde dormir y un poco de comida. Aquellos que están condenados por un pecado capital, nunca vivirán en paz.

Delisir · Fantasie
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Pesadillas

No hay luz a mi alrededor, solo la penumbra misma. Cuando levanto mis brazos, se sienten pesados y mis dedos hormiguean. Mis piernas no responden mis llamados, solo escucho el latido de mi corazón.

Un latido calmado, que suena con un ritmo cálido que logra calmar mi ansiedad. No recuerdo que sucedió después de llegar a la playa, solo sé que Balam me daba primeros auxilios.

Probablemente me ahogue. Es triste pensar que puede acabar con mi vida tan fácilmente. De una forma en la que ni siquiera recuerdo.

Hay algo extraño.

Mis pensamientos son erráticos, como si algo me faltará. No soy yo.

Intento mover mis manos de nuevo y toco todo mi cuerpo, sin embargo, no hay nada. Solo está mi torso. Ni siquiera sé si estoy desnuda, la sensación en mis manos desapareció por completo.

Al final una niebla brumosa envuelve lo que resta de mi cuerpo y me ahogo nuevamente en la desesperación de no saber lo que está pasando. La poca luz que habitaba en mis ojos se desvaneció en un mundo sin color.

Al abrir los ojos de nuevo, estaba en mi cama. Mi pijama puesto y por la ventana se veían las estrellas; algunas de esas constelaciones recuerdo que Balam las mencionó, nunca recordé sus nombres, pero sé que si sigues la que más brilla llegarás al norte.

Me siento patética, él me explica tantas cosas y yo no puedo retenerlo en la cabeza, momentos como este me hacen recordar porque me sigue viendo como una niña. Tal vez en realidad lo soy, aun soy inmadura si todo el tiempo sigo pensando esas cosas.

Tampoco es como si lo pudiera evitar. A veces solo estoy triste sin razón. Aun me falta mucho para dejar de ser una niña llorona.

—La vida no es justa.

La voz de un niño suena en la entrada de la habitación, su rostro me es familiar, pero jamás lo había visto trae harapos roídos y de aspecto muy sucio; su carita redonda y sonriente donde dos hoyuelos se asoman a cada costado de las mejillas, acompañados de una cabeza rapada le dan un aspecto tierno, pero está dentro de la habitación de una chica en medio de la noche.

—A veces la vida nos da lo que creemos merecer, otras lo que nunca imaginamos y por desgracia a veces nos da todo.

Intente preguntar de donde salió, pero mi voz jamás sonó. Mis labios se movían, pero no podían emitir ningún sonido.

—Buscarle lógica no es algo sencillo, puedes tomar la opinión de mil personas y jamás estarás cerca de la verdad de este mundo. Nadie lo entiende, quienes dicen hacerlo solo se están engañando a sí mismos. Como yo durante mucho tiempo.

Su voz es infantil y mira a través de la ventana, ignorándome por completo.

—Uno nace en la inocencia total, sin embargo, la misma sociedad te corrompe, mata poco a poco las ganas de vivir, de ser bueno, de ser puro.

Él señala al cielo estrellado y sonríe con tal inocencia que no puedo evitar ver el cielo con él, no puedo hablar y eso me trae de vuelta al mundo real pero el niño no está, es su lugar hay un joven adolescente sentado en la orilla de la cama.

—O tal vez nacemos malos y las personas a nuestro alrededor nos encaminan a ser buenos enseñando la belleza de la vida.

Su cabello castaño y rizado se me hacen familiares, su piel es delicada y unos pequeños vellos se asoman en su barbilla prominente, está sonriendo. La ropa le queda ajustada y se nota su trabajado cuerpo, es delgado, pero tiene todo en su lugar.

No me observa, no mira a nada, solo está perdido en sus pensamientos.

—Soñaba con un mundo mejor, uno donde todo fuera paz, ya no quería llorar, no quería pelear. Reír y jugar es un sueño que muchos compartimos. Amigos, hice muchos, a todo el mundo le sonreí. Siempre trabajé, siempre me esforcé. Ese destino del que todos hablaban jamás se haría realidad. Yo haría realidad mi propio destino

Su mirada perdida seguía sonriendo, su emoción era palpable, de esas personas extrovertidas que te complementan. Lo podía sentir, yo lo conocía, pero su rostro además de apuesto era familiar.

Intente acércame, pero se esfumó, su cuerpo entero se volvió cenizas y desapareció en el acto.

—Fuerza e inteligencia; esas dos cosas eran mi prioridad. Tenía miedo todo el tiempo. Miedo de ser débil y no poder cuidar a quienes amaba, miedo de ser ignorante y no poder entender este mundo.

De pie frente a la ventana había un joven adulto vestido con saco y corbata, sus rizos castaños estaban perfectamente peinados, el porte le hacía destacar de manera impresionante. Por fin me di cuenta, era Balam.

—Miedo, esa es la raíz de todo. Siempre tuve miedo de todo, de vivir, de reír, de soñar, de cada cosa en esta vida que significara algo. Toda mi existencia era un martirio constante. No importó cuanto quisiera proteger a los que amaba, cuanto me esforzará en cambiar como persona, en sacar de mi cabeza aquellos aspectos negativos. Nada importó. Mientras más me esforzaba más perdía.

El volteo a mirarme, por primera vez hizo contacto visual conmigo, pero sus ojos estaban vacíos. Una delgada luz morada rodeaba el contorno de su cuerpo. Quería hablar y decirle que yo estaba ahí, que yo estaba agradecida con él, que nunca me perdería, pero mis labios seguían sin emitir sonido.

—Odio, es un sentimiento tan grandioso. Me hace olvidar que me he equivocado en todo. Justifica mis actos y destruye mis miedos.

La visión de un hombre apuesto se cambió gradualmente al de un vagabundo con el cabello largo y lleno de sangre por todas partes. La cicatriz en su ojo estaba fresca, repugnante y escurriendo sangre a borbotones.

­—La ira se convirtió en mi camino, consume todos mis miedos. Consume todo aquello que no puedo hacer por mi cuenta.

Lentamente camino hacia mí y extendió su mano ensangrentada a mi mejilla. Esa luz morada se convirtió en un aura morada de aspecto aterrador.

—Vivir enojado todo el tiempo, mantiene mi cordura en su lugar. Ser consumido por las llamas del odio es un placer embriagante.

Su cuerpo se hizo cenizas y desapareció con el fuerte viento que entró por la ventana. Volteé por todos lados, pero ya no había nadie, intenté hablar, pero mis labios seguían sin emitir sonido alguno.

Corrí a la puerta y la manija no giraba, estaba atrapada dentro de la habitación. El calor se hizo presente y sentí como me asfixiaba, el mundo empezó a girar hasta que perdí la consciencia.

Al abrir los ojos por tercera vez estaba en un parque, el mismo parque donde lo conocí. La misma banca y en ella una grieta por la mitad. Recuerdo que él la hizo con su puño. En ese momento sentí terror, pero no me fui. No sé porque recuerdo que algo dentro de mí gritaba que debía huir.

Fue entonces cuando lo vi. Era Balam y una mujer. Llegaban a la misma banca y se besaban con pasión. Sus manos se deslizaban de un lado a otro, recorriendo cada centímetro de su cuerpo. Ella erguía la espalda con cada caricia sin soltar sus labios, se aferraba a él como si su vida dependiera de ello.

Poco a poco sus cuerpos se juntaron haciendo que los besos recorrieran desde sus labios hasta el cuello, provocando que ella empezara a gemir con fuerza, y entre susurros pedía que fuera más agresivo.

La escena me hacía hervir la sangre, cada musculo de mi cuerpo pedí a gritos correr a detenerlos. Me dolía el pecho al pensar que él encontraría a otra mujer, si eso pasaba yo sería desechable. Me podría arrojar a un lado y dejarme a mi suerte.

Poco a poco se separaron y él caminó en dirección opuesta mientras ella le pedía que se quedará, ella lloraba amargamente sin levantarse de la banca. Solo se hacía un ovillo mientras dejaba de llorar.

Su voz resonó en todo el lugar. Era como una cálida melodía, una canción que conozco. Esa es la canción que Balam canta a los pájaros. Entonada en su dulce voz suena muy distinta.

Se levantó de la banca y caminó en mi dirección, hasta quedar de frente a mí. No podía entender su rostro, lo veía y sin embargo lo olvidaba en el mismo instante. Ella estaba parada frente a mí sé que sonreía, aunque no podía comprender su rostro, sé que era hermosa, de curvas prominentes y un rostro angelical.

Ligeramente más alta que yo y con vestido blanco con listones azules que adornaban los costados, en su cuerpo bien formado era una mezcla entre erotismo e inocencia.

Puso sus manos en mis mejillas y sentí tanta paz como nunca antes. Un enorme peso se iba de mis hombros y relajaba mi cuerpo.

"…Aun no es tiempo…"

Sentí que aquellas palabras las había escuchado antes, tanta calidez adormeció mi cuerpo y caí en un sueño profundo.

Al abrir los ojos estaba en el cuarto que Willy me había prestado, es la segunda vez que despierto en este sitio sin saber que pasó, la diferencia es que Balam dormía en una silla a un costado de la puerta. Su respiración intranquila me dio la impresión de que tenía una pesadilla.

No solo él.