Miyu observaba a Kenji a lo lejos mientras él reía y coqueteaba con Midori, una compañera de la universidad. Sentía su pecho arder de los celos, pero se esforzaba por mantener una sonrisa dulce.
«No dejes que te vea molesta, debe pensar que eres una chica adorable», se repetía Miyu una y otra vez.
Ella y Kenji se conocían desde niños. Miyu lo había amado en secreto durante años. Para el resto del mundo, ella era sólo la dulce y tierna Miyu. Pero dentro suyo, la obsesión crecía sin control.
Últimamente Kenji pasaba mucho tiempo con Midori. Miyu fingía no importarle, pero por dentro hervía de rabia. Midori no lo merecía, no como ella que lo conocía mejor que nadie.
Una noche, Miyu los siguió discretamente cuando salieron del cine. Vio cómo Kenji acompañaba a Midori hasta su casa y se despedía con un tierno beso en la mejilla. Miyu apretó los puños con fuerza, clavándose las uñas. Esta humillación era la gota que rebalsó el vaso.
Al día siguiente, interceptó a Midori cuando salía de clases.
—Hola Midori, qué gusto verte. ¿Tienes un minuto? Quería pedirte un consejo sobre algo —dijo Miyu con una sonrisa amigable.
—Claro, Miyu. ¿De qué se trata? —respondió Midori.
—Ven, hablamos en el salón vacío de allá —indicó Miyu, llevándola de la mano. Una vez dentro y con la puerta cerrada, el semblante de Miyu cambió.
—Escúchame bien, perra. Aléjate de Kenji o lo lamentarás —dijo fríamente.
Midori abrió los ojos con sorpresa. —¿Qué? Pero si sólo somos amigos…
—¡Cállate! Sé muy bien lo que intentas con él. Pero déjame decirte algo: Kenji es mío. ¡Mío! ¿Entiendes? Así que más vale que te alejes si sabes lo que te conviene.
Midori retrocedió asustada. —Está bien, tranquila. No quiero problemas. Me mantendré lejos de Kenji si eso quieres.
—Eso espero. Créeme, sería una pena que tu lindo rostro resultara dañado —dijo Miyu con una mirada homicida.
Midori asintió nerviosamente y rápidamente salió del salón, dejando a Miyu sola y temblando de furia. Esto no se quedaría así. Debía encargarse de esta arpía de una vez por todas.
Esa noche Miyu fue a la casa de Midori. Forzó la cerradura cuando ella estaba dormida y entró sigilosamente a su habitación. Antes de que Midori pudiera reaccionar, Miyu se abalanzó sobre ella y le cubrió la boca con un paño con cloroformo. Midori forcejeó pero rápidamente perdió la conciencia.
Miyu la llevó hasta su propio apartamento y la ató a una silla en el ático. Cuando Midori despertó, estaba desorientada y aterrorizada.
—¿Qué está pasando? ¡Déjame ir! —gritó Midori.
—No lo creo. Te lo advertí, perra. Te dije que te alejaras de mi Kenji —respondió Miyu con frialdad.
—¡Estás loca! Cuando me libere llamaré a la policía.
Miyu río. —No saldrás de aquí. Kenji es mío y haré lo que sea necesario para proteger nuestro amor. Despídete, Midori.
Sacó un cuchillo y se acercó lentamente a la chica indefensa. Midori gritó desesperada, pero nadie podía escucharla.
Miyu la apuñaló una y otra vez, bañándose en la sangre de su rival. Midori se desangró hasta morir, sus ojos sin vida mirando a Miyu con horror.
Miyu arrastró el cuerpo hasta la bañera y comenzó a descuartizarlo. Debía deshacerse de las pruebas rápidamente. Cuando terminó, guardó los restos en bolsas de basura y limpió meticulosamente la escena del crimen.
A la mañana siguiente, fue a buscar a Kenji a su casa.
—Kenji, tenemos que hablar, es urgente —dijo Miyu con semblante preocupado.
—¿Qué sucede Miyu? Te noto rara…
—Es sobre Midori. Ella… ella trató de propasarse conmigo anoche. Me invitó a su casa y cuando me negué, me amenazó con lastimarme si no estaba con ella. Creo que siempre estuvo obsesionada conmigo en secreto. Tenía una mirada desquiciada, me dio mucho miedo.
Kenji frunció el ceño. —¿Qué? No puedo creerlo… Midori siempre pareció tan agradable.
—Lo sé, me impactó también. Pero debes creerme, ella no es quien aparenta ser. Me temo que podría ser peligrosa.
—Descuida Miyu, no dejaré que te haga daño. Hablaré muy seriamente con ella para que te deje en paz —dijo Kenji abrazándola protectoramente.
Miyu sonrió para sus adentros. Todo estaba saliendo según su plan.
Pero Kenji no encontró rastros de Midori en los días siguientes. Sus amigos estaban muy preocupados y reportaron su desaparición a la policía. Miyu fingía estar angustiada también, aunque por dentro se regocijaba.
Finalmente una noche Miyu fue a buscar a Kenji a su casa. Era el momento de actuar.
—Kenji, tengo algo terrible que contarte… —dijo Miyu con lágrimas en los ojos—. Midori vino a buscarme anoche. Estaba totalmente desquiciada. Me atacó con un cuchillo pero logré defenderme… No quería hacerlo pero… la apuñalé y ahora ella está… está…
Rompió en llanto desconsolado. Kenji la miraba en shock.
—¿Qué hiciste qué? Miyu, por dios, debemos llamar a la policía ahora mismo.
—¡No! Ellos no entenderán, pensarán que soy una asesina. Por favor, ayúdame a deshacerme del cuerpo antes de que alguien lo descubra.
Kenji pasó una mano por su cabello, intentando procesar la situación. Miyu lo miró suplicante.
—Está bien… te ayudaré. Pero luego debemos entregarnos a la policía y explicar lo que pasó —dijo Kenji luego de pensarlo.
Miyu asintió, abrazándolo agradecida. Lo guió hasta donde había escondido los restos descuartizados de Midori. Cavó un pozo profundo en el bosque para enterrar las bolsas de basura. Kenji la ayudó pálido y tenso, sin poder creer el giro de los acontecimientos.
Una vez que terminaron de cubrir la fosa y borrar toda evidencia del entierro, regresaron al auto de Miyu. De pronto, Miyu sacó una pistola de su bolso y le apuntó a Kenji.
—¿Qué haces Miyu? ¡Baja esa pistola! —dijo Kenji levantando las manos.
—Lo siento Kenji, pero no puedo permitir que vayas a la policía. Ellos no lo entenderían. Debemos permanecer juntos para siempre.
—Estás loca… tú mataste a Midori de forma premeditada, ¿no es así? Yo jamás te habría ayudado de saber la verdad.
—¡Cállate! —gritó Miyu—. Todo lo que hice fue por nuestro amor. Midori trató de interponerse entre nosotros y tuve que eliminarla. Ahora finalmente podemos estar juntos.
Apuntó la pistola directo al corazón de Kenji. Este cerró los ojos, esperando su final.
Pero justo antes de que Miyu jalara del gatillo, Kenji comenzó a reír. Abrió los ojos, que ahora tenían un brillo siniestro en ellos.
—Ay, Miyu. Eres tan ingenua —dijo con una sonrisa retorcida—. ¿Realmente pensaste que me importaba esa insignificante chica?
Miyu bajó el arma, desconcertada.
—Pero… creí que estabas enamorado de ella. Por eso tuve que eliminarla.
Kenji se acercó lentamente y acarició el rostro de Miyu.
—Tú eres la única para mí. Midori no era más que un juguete, un pasatiempo. Quería ver hasta dónde llegarías por mí. Y debo admitir que estoy impresionado.
Las lágrimas escaparon de los ojos de Miyu. Todo este tiempo había estado equivocada respecto a los sentimientos de Kenji.
—Me alegra que al fin lo entiendas, mi amada.
—dijo Kenji con una sonrisa retorcida—. Tú y yo estamos destinados a estar juntos. Pero debes prometer que sólo me obedecerás a mí.
Miyu asintió fervientemente. Estaba extasiada de que su amado correspondiera su retorcido amor.
—Bien. Ahora deshazte de esa pistola. No la volverás a necesitar —indicó Kenji.
Ella obedeció sin dudar. Haría cualquier cosa por su amado.
—Bien. Yo me encargaré de cuidar de ti, mi dulce yandere.
Kenji la levantó del piso y la sentó en el asiento del acompañante, poniéndole el cinturón de seguridad como si fuera una niña pequeña. Luego encendió el auto y comenzó a conducir de regreso a la ciudad.
—No te preocupes, me aseguraré de que nadie nos moleste de nuevo —dijo con una gran sonrisa—. Viviremos felices para siempre, mi amor. Sólo tú y yo.
Miyu apoyó la cabeza sobre su hombro. Estaba eufórica ahora que sabía que Kenji le correspondía. Juntos cometerían las más grandes locuras y crímenes en nombre de su enfermizo amor.
De ahora en adelante serían sólo ellos dos, uniendo sus retorcidas mentes y obsesiones para crear un amor verdaderamente demoníaco, a prueba de cualquier cosa. Miyu supo entonces que junto a Kenji viviría el más desquiciado romance que alguien pudiera imaginar.
Y abrazó gustosa su siniestro destino, entregándose por completo a este amor enfermizo nacido en las profundidades de la locura.